
Tal y como me había anticipado y yo había aceptado, ochos días después de esa charla, salimos de Dakar rumbo a Brasil a bordo de “El lisboeta”, el barco de su propiedad con sus bodegas atestadas de africanos para su venta. Como la duración prevista del viaje era de unos treinta días, con agrado accedí a comprobé a que don Lope nos cediera un camarote al lado del suyo. Mientras mi morenita se ocupaba de acomodar nuestros enseres en él, me desplacé al castillo de proa a ver la partida. Juro que me sorprendió ver el cariño con el que […]