
CAPÍTULO 7 Sabiendo que debía dar tiempo para que su indignación se convirtiera en odio, me fui al salón y me serví una copa. Planeando mis siguientes pasos, mi única pregunta era si tendría que forzarla o por el contrario, como fruta madura esa chavala caería en mis brazos. Fue la propia Loung, la que despejó mis dudas entrando en tromba en la habitación: ―¿La princesa?― preguntó nada mas verme. ―Se ha ido― respondí sin mirarla y cogiendo un libro de la estantería. La secretaria creyó que era el momento de pedirme cuentas y enfrentándose a mí, dijo: ―Es usted […]