
Mi secretaria tiene cara de niña y cuerpo de mujer. Cuando acepté ese nuevo trabajo, sabía que eso representaría un cambio en mi vida pero jamás me imaginé que mi traslado a esa ciudad de provincias pudiera suponer un vuelco tan brutal. Recién divorciado y con cuarenta años, estaba cansado de Madrid y por eso en cuanto me surgió la oportunidad de huir del tráfico de la capital, vi en ello una forma de volver a empezar. Todavía recuerdo mi entrevista con Don Sebastián, el gran mandamás de la empresa, en la cual me ofreció hacerme cargo de la oficina […]