Las apariencias engañan (4)

La mañana siguiente me desperté por primera vez antes que ella. Mientras me despabilaba la observé descansar: tapada solo con una sabana, debajo de la cual vestía una remera holgada y una bombacha, su respiración pausada, cara serena, ojos cerrados, labios aún pintados de rosa. Un irresistible rosa brillante, que hizo que solo quisiera besarla, aún sabiendo que no me convenía. El contacto de nuestras bocas terminó de levantar mi entrepierna. Analía gimió sin abrir los ojos. La destapé despacio y empecé a besarle el cuello. Después acaricié y apreté sus pechos. La chica de limpieza se desperezaba de a […]