
El padre, la madre y Aurora No tardé en comprobar que mi elección de castigo había sido errónea porque tanto la rubia como la morena aprovecharon el momento para disfrutar del pandero de la otra. No había tomado en cuenta que además de ser mis sumisas, esas dos preciosidades se tenían mucho cariño y que en vez de azotes fueron caricias lo que se dieron entre ellas. ―Eres un zorrón desorejado― susurró Ana a la mulata mientras hacía que la castigaba. ―Y tú, una guarra― le replicó esta, con visible alegría al sentir los dedos de la gemela torturando dulcemente […]