
A las diez de la noche, cuando las parejas invitadas a la fiesta comenzaron a llegar, no me costó percatarme de las diferentes formas de relacionarse que había entre ellas. Mientras en algunas era evidente que la custodio era la que llevaba la voz cantante, en otras la mujer adoptaba una postura secundaria llegando en algunos casos a rayar la sumisión. «¡Qué curioso!», medité al fijarme en Manuel y en Dana. «Pobre cabrón», sonreí al ver como la pelirroja, que en teoría debía servirle, le humillaba en público. Fue entonces cuando empecé a sospechar que, aunque esos bellos […]