
El hombre de la casa. Respiraba hondo, una y otra vez, preparado para continuar con el plan, estaba en la puerta de mi habitación, de pie, apretando y soltando mis puños, nervioso y expectante. Hacia un rato Vanesa había bajado a desayunar después de curarme la mano con la que había erradicado el cáncer que era Jaime de mi vida, de un solo golpe, en concreto del puñetazo que le di cuando me enfureció más allá de mi límite. Antes hubiera dejado que me gritara, antes hubiera dejado que me pegara, hubiera dejado que tomara todo lo que él deseaba, […]