
El resto del día lo pasé atendiendo en el stand a quienes se acercaban y, por fortuna, ninguno de ellos salió con una nueva “propuesta indecente”, siempre hablando en términos relativos porque, en general, se trataba de clientes que, las más de las veces eran empresarios que estaban acostumbrados a manejarse de un modo baboso y libidinoso, por lo cual tampoco iba a ser ésta la excepción; es decir, nadie pidió llevarme a la habitación 29 pero sí me hicieron montones de preguntas e incluso ofrecimientos, a veces más sutiles, otras no tanto. Lo que más me incomodaba era la […]