
Era una tarde, tranquila y aburrida de principios de julio. No hacía otra cosa que leer tranquilamente en mi sillón, en el patio de mi casa, cuando la voz de mi madre rompió mi tranquilidad: – Antonio, haz el favor de instalarle la tele pequeña a la vecina Lorena, que ha tenido un problema con la suya. Yo, Antonio, soy un chaval, de veintidós años, moreno, alto, más o menos delgado y bastante tímido, cuya experiencia con las mujeres se resume en haberme enrollado con tres tías en la universidad, y haberme acostado un par de veces con dos […]