
I La Serafín Irisiel levantó la mirada y vio cómo las estrellas se fueron ocultando tras los oscuros nubarrones. Sintió un par de gotas cayendo sobre sus alas y se preguntó si todo aquello no era sino un mal presagio de lo que podría ocurrir. Frente a ella, miles de los guerreros del Serafín Rigel vigilaban la cala del Río Aqueronte; las antorchas a lo largo y ancho chisporroteaban y arrojaban una pálida luz amarillenta sobre los ángeles. Se le hizo extraño todo aquello; las líneas habían engrosado y muchos se habían armado con picas, lanzas y escudos. Si Durandal […]