
La caballero de la Sagrada Orden de los Portadores del Estandarte, Jorgina, miró a su alrededor sin terminar de creerse lo que estaba sucediendo. Su caballo, asustado ante la presencia del dragón, se había desbocado y la había derribado al suelo antes de huir al galope. Aturdida, la joven mujer sentía la pesadez de la cota de malla sobre su camisola, el calor agobiante del sofocante mediodía de Cirene, y sobre todo, el abrasador aliento de la bestia sobre ella. Pero su primer impulso fue pellizcarse para descartar que no se hallase en un espantoso sueño ante lo que contemplaban […]