Vacaciones con mamá (Día 3)
A la mañana siguiente cuando me despierto mamá no está a mi lado. Busco a los pies de la cama, donde anoche dejó sus braguitas y tampoco están. Me levanto y observo que está en la terraza tumbada en una de las hamacas vestida únicamente con su diminuto bikini amarillo. ¡Joder qué visión!
Me voy acercando poco a poco, sin que ella se dé cuenta, porque permanece con los ojos cerrados y quiero aprovechar la ocasión para deleitarme con esa imagen que tanto me embriaga. Disfruto de sus pechos que ahora, así tumbada, se cuelgan abriéndose ligeramente por los costados y me siguen pareciendo maravillosos junto a esos dos botoncitos que son sus pezones, ahora algo menos marcados pero igual de insinuantes. Me fijo en su tripita que se ve más lisa estando así, boca arriba. Me dan ganas de meter la lengua en ese ombligo. Más abajo, la braguita de su tanga cubre lo justo su entrepierna y se ve su monte de venus abultado y lo que deben ser los ensortijados pelitos de su sexo. Los muslos parecen interminables, anchos por arriba, formando una curva tan bien definida y hasta sus pies me parecen de un atractivo total, con cada uno de sus deditos.
– Hola cariño – me dice al darse cuenta que estoy a su lado, aunque no sé si sabe que llevo un buen rato observándola
– Buenos días mamá. – respondo disimulando.
Ella dirige su mirada a mi entrepierna y después me sonríe. Otra vez se ha dado cuenta de que estoy empalmado. No se le escapa una.
– Veo que ya te has puesto el famoso bikini. – le digo.
– Sí… y noto que te gusta – afirma con su risita señalando la tienda de campaña que forma el pantalón de mi pijama.
– Es que… perdona… yo… – contesto contrariado.
– Que no, cariño, que no pasa nada. Ya sabes que para mí es todo un halago… porque será por mí ¿No? – dice cómo quien no quiere la cosa con toda la chulería.
– Ya sabes que sí.
– Anda tunante.
– Es la verdad, ese bikini me tiene trastornado, aunque no seré el único.
– De eso quería hablarte, Víctor. No sé si me atreveré a bajar a la piscina con este mini bikini, es demasiado fuerte para mí.
– Mamá, ¿Te estás echando para atrás?
– No sé, anoche estaba muy decidida y algo borrachilla pero ahora… puf, estoy muy cortada.
– De verdad que estás divina, mamá – lo digo con idea de animarla, pero es lo que realmente pienso.
– Es que me miré antes en el espejo y lo veo tan pequeñito… solo cubre mis pezones. Mira lo que pasa si me giro un poco – añade y en ese momento ella hace un movimiento brusco hacia un costado y efectivamente uno de sus pezones se asoma juguetón por un costado. Yo tengo que tragar saliva ante ese impacto visual.
– Además, si te fijas bien aquí abajo, es tan fina la tela que se me mete por la rajita. – apunta tirando levemente del pequeño trozo de tela que cubre su sexo confirmando lo que dice y mostrando esa rajita más pronunciada que parece una pequeña hucha en la que yo metería “todos mis ahorros”.
Estoy tan impactado que no soy capaz de articular palabra.
– ¿No dices nada? – me interroga esperando mi opinión.
En ese preciso instante se asoma nuestra vecina Sandra desde la terraza contigua.
– Hola vecinos. ¿Qué tal habéis dormido? – nos pregunta.
– Bien. – contesta mamá algo cortada, pues no se esperaba que la pillaran allí tomando el sol
– Vaya, ¡Qué bikini, Laura! – comenta nuestra rubia vecina.
– ¿Te gusta? – dice mamá levantándose.
– Me encanta y ¡estás impresionante!
– Gracias. ¿No lo ves algo pequeño…?
– ¡Qué va! Te queda de maravilla, Laura.
Mamá gira su vista hacia mí y yo afirmo lo que le vengo diciendo continuamente y que ahora, gracias a Sandra, parece convencerle más.
– Y aunque fuera pequeño, pues mejor… ¡Que disfrute el personal! – añade la otra.
– No sé, Sandra…
– Nada, ni te lo pienses. Después del desayuno quedamos abajo. Tengo ganas de ver la cara de Toni cuando te vea, va alucinar, por no hablar del resto de tíos, seguro que se les cae la baba. ¡Ese cuerpo hay que lucirlo, guapetona! – ese último piropo de Sandra ha hecho enrojecer a mi madre, pero sé cuánto le ha gustado.
Sandra desaparece y mamá me mira algo contrariada, aunque bien es verdad que, tras oír a nuestra simpática vecina, parece más animada a bajar a la piscina con esas dos pequeñas piezas que cubren lo mínimo en su espectacular cuerpo.
– Víctor, ¿tú crees que es buena idea que baje con este tanga? – insiste girándose y ofreciéndome esa visión que me vuelve a dejar obnubilado.
En ese momento, sin dudarlo un instante, saco mi móvil de mi bolsillo y comienzo a hacerle fotos a ese cuerpazo que me tiene loco y más todavía cuando lleva ese reducido bikini. Ella me mira con cara de susto.
– ¿Qué haces?
– Pues hacerte unas fotos, para que te veas tú misma, verás que cosa más bonita.
– ¡Pero Víctor, me da vergüenza!
– Tú déjame y luego me dices qué tal. – sigo sin inmutarme disparando sin parar desde distintos ángulos.
– Hijo, vaya reportaje que me estás haciendo en estos días… – contesta sonriente.
Después se pone a mi lado, ya que está intrigada con el resultado de las fotos. Puedo notar su pecho pegado junto a mi brazo, algo que hace que mi erección se multiplique y mi polla pegue otro de sus incontrolados respingos y es que a esto no se puede acostumbrar nadie.
– ¿Vaya, ya estás otra vez a tope con eso? – comenta señalando con su vista mi bulto mientras su teta continúa pegada a mi costado.
– Sí, es inevitable, causas sensaciones tremendas, mamá.
– Voy a creerme que el bikini me sienta muy bien.
– Sabes que sí.
– ¿Le gustará a Toni?
– Estoy convencido. – lo digo y vuelvo a sentir en mi estómago ese ramalazo de celos.
– ¿Le provocaré otra erección?
– Jajaja, sí, verás como sí.
– ¿Como a ti? – acaba diciendo en otra de sus sonrisas.
Empiezo a mostrarle las fotos y alguna es realmente buena. Ella parece toda una modelo. Ni se lo cree cuando las mira.
– ¡Hala!, ¡Si no parezco yo! – dice con los ojos muy abiertos.
– Estás preciosa, mamá.
– Nunca me hubiera imaginado…
– Pero ¿Te ves bien o no? – interrogo.
– Parezco una putilla.
– ¿Qué dices? ¡Para nada!
– La verdad es que me veo diferente a todo, incluso de cuando me vi en el espejo.
– ¿Acaso no eres un bellezón en estas fotos?
– Hijo, pero es que voy medio desnuda.
– ¿En qué habíamos quedado? En este viaje hay que lanzarse y dejar atrás los prejuicios, los miedos y todo eso…- joder, estoy filosófico total.
– Tienes razón… pero…
– Y mira que culo más bonito – le digo con descaro mostrando una foto de su espalda, justo donde se muestra su culazo en primer plano y como la tira del tanga se cuela y se pierde entre sus posaderas.
– ¡Calla! – responde dándome un codazo y yo me fijo en el bamboleo de sus pechos al hacerlo.
– Es la verdad, mamá, estás buenísima.
– Lo cierto es que se me ve muy sexy… rara, pero sexy.
– Pues venga, bajamos a la piscina y verás qué espectáculo.
– Ufff, Víctor, hijo… es muy fuerte.
– Recuerda: ¡Nuestro viaje de locura!, ¡Fuera miedos!
Nos ponemos los albornoces y bajamos por fin a la piscina. Encontramos un par de hamacas libres y mamá me sonríe con cierta timidez. Se nota su nerviosismo pero también sus ganas de hacerlo. Hago un movimiento con mi cabeza en señal de que se anime del todo y definitivamente se despoja del albornoz, dejándolo caer con toda la sensualidad, ante la atenta mirada de unos cuantos clientes del hotel. No sé si lo tenía ensayado, pero le ha quedado que ni en la mejor película erótica.
Tal y como vaticinaba Sandra y yo mismo, todos los tíos se quedan pillados cuando mamá se les presenta con ese minúsculo bikini. Lo cierto es que es muy pequeño y se ve una buena porción de su carne… esa carne que me tiene a mil. Ella parece estar cortada y se tumba rápidamente boca abajo en la hamaca.
– ¿Has visto cómo te miran todos? – la digo al oído.
– ¡Sí, ufff, qué corte! Es una sensación tan extraña…
– ¿Te gusta?
– Creo que sí. Me gusta demasiado y al tiempo me hace sentirme mal. Estoy hecha un lío.
– ¿Por qué?
– Me gusta provocar todo este lío, nunca antes me había mostrado así…
– ¿De sexy? – pregunto.
– Sí… bueno, en plan exhibicionista.
– Pues disfrútalo.
– Sí, me gusta hacerlo, ya te digo, pero al mismo tiempo creo que parezco una calentona.
– ¡Si se calientan es porque tienen por qué hacerlo. Eres un bombón. – insisto en mis piropos.
Ella se ve observada, pero aunque tenga ciertos reparos y miedos, entre mis frases y la mirada de todos los hombres que hay por allí, está encantadísima y seguramente que algo cachonda.
– Por favor, Víctor, dame crema. – me ordena.
Tardo unos segundos en reaccionar y al fin me decido a cumplir con otro de mis sueños. Acariciar el cuerpo de esa diosa por entero para mí. Cojo el bote de crema y me echo una buena cantidad en mi mano. Empiezo acariciando sus hombros, bajando lentamente por su espalda y admirando durante un buen rato ese culo redondo que se ofrece por entero y veo como la tela se quiere esconder entre sus glúteos. No puedo evitar untar algo de esa crema bronceadora por su culo y extenderla esperando inicialmente que mamá me eche la bronca del siglo, sin embargo no dice nada y se deja hacer. Yo, naturalmente sigo disfrutando de la vista y sobre todo de la aplicación de ese masaje sobre una inexplorada piel que resulta estar tan suave…
Se da la vuelta y me quita la crema solar para darse ella por delante, algo que me hubiera gustado hacer a mí y ella parece leer mis pensamientos cuando me dice:
– Por delante puedo yo sola.
– Ok. – contesto con la misma sonrisa cómplice.
– Estoy muerta de vergüenza. – me comenta en bajito.
– Pero si estás preciosa, mamá.
– Estoy prácticamente desnuda… Tu padre alucinaría si me viera así.
Realmente alucinan todos los que la ven y yo el primero. En ese momento llega hasta donde estamos nuestra pareja de vecinos: Sandra lleva otro tanga minúsculo de color blanco, casi tan pequeño como el de mamá y nos saluda en cuanto nos ve. Primero a mí, que me levanto y ella vuelve a juntarse a mi cuerpo dejándome desconcertado una vez más mientras mis manos se agarran a su cintura sintiendo que mi polla empieza a reaccionar, aunque para ser sincero mi madre ya me puso brutote unos segundos antes con el tema del bronceador.
Sandra me da dos besos y después se acerca a mamá que se levanta para besarla también. Vaya dos ricuras juntas en dos diminutos bikinis. Toni se acerca a continuación, me da la mano pero sin dejar de observar la misma imagen que yo, la de mi madre con su reducido tanga.
– ¿Has visto Toni? Ya te dije que estaba imponente. – dice Sandra apartándose de mamá y dejando ver a su marido la perfección del cuerpo de mamá.
– Ya lo creo – afirma este.
Es curioso, pero Sandra lejos de molestarse con que mi madre se muestre ante Toni, al que tiene embelesado, le anima y parece invitarle a ese disfrute.
En ese momento Toni se acerca a mamá y se junta igualmente a su cuerpo para sentirla de lleno y darle dos besos. Ella parece estar algo apurada, lo noto por el color de sus mejillas. A Toni se le remarca el bulto bajo su bañador y no es para menos con ese roce con ella.
Después de que todos nos hemos tumbado y relajado un poco más, seguimos charlando de diversas cosas. Cuando Sandra suelta de repente a mamá:
– Qué pena que no puedas quitarte aquí el sostén. Seguro que más de uno se caía de espaldas con tus tetas – dice mirando a su marido, que sin duda estaría encantado igual que yo de ver algo así.
– No, no lo haría de todos modos. – responde mamá bajando la cabeza.
– ¿Por qué? ¿No te gusta hacer topless? – pregunta la rubia a la que tampoco pierdo detalle de su estilizado cuerpo.
– No lo hago nunca. – contesta mamá.
– No me lo puedo creer – afirma Sandra – ¿De verdad?
– Pues no.
– Vaya, pues si yo tuviera esas tetas ni lo dudaría, me encantaría enseñarlas. – añade la rubia animadora.
– No, yo no…
– Pues a mí me encanta enseñarlas, incluso estar desnuda. Es un placer increíble.
– ¿Desnuda…? ¿Del todo? – pregunta escandalizada mamá.
– Sí, deberías probarlo.
– En la terraza lo hacemos siempre que podemos y en la playa también. Anímate y verás.
– ¿Qué dices Sandra? – pregunta mamá alarmadísima
– Sí, mujer, deberías probarlo… por ti y por todos los parroquianos que de seguro les harás felices.
– No, por Dios. En topless igual me lo pensaba dos veces, pero desnuda… ¡Ni loca! – añade mami efusivamente.
– Bueno aquí no, porque no se puede hacer en el recinto del hotel, aparte de que es más rollo, pero en la playa es una maravilla. ¿Nunca has probado a bañarte desnuda en el mar?
– No, la verdad es que no.
– Mañana iremos nosotros a la playa. Tenéis que veniros
– No, casi prefiero que no. – contesta mamá totalmente cortada.
– Bueno, os venís de todas maneras y allí verás cuanta gente hay desnuda. Y con buenas pollas. – añade diciendo esto en bajito pero sin importarle que Toni la haya escuchado perfectamente.
Mamá está algo trastornada con toda la conversación y mueve nerviosamente sus piernas, frotando sus muslos, aunque más que nerviosismo, creo que es pura excitación. Toni no la quita ojo, bueno ni yo tampoco.
Al final me levanto decidido ir a por unas bebidas al bar y traerlas a las hamacas. Y pregunto a todos qué quieren tomar.
– No, mejor vamos nosotras y así nos lucimos un poco. – interviene Sandra sonriente estirando su mano para que mi madre la acompañe.
Sin duda, la chica es preciosa, pero además sabe cómo poner nervioso al personal y sus movimientos son de lo más sensual. Caminan las dos, desapareciendo de camino al bar con unos andares que hacen babear a cualquiera. Son dos pibones y los tíos se las quedan mirando flipados.
– Deberías convencer a tu chica para ir a la playa. – dice Toni en ese momento al quedarnos solos.
– No sé, quizás luego se lo comente. – aunque pienso que eso sería impensable.
– Verás que es mucho mejor, allí te sientes libre del todo y verás que hay unos cuerpazos impresionantes.
– Imagino…
– Bueno, mejorando lo presente, pues nuestras chicas son espectaculares, ¿no?
– Sí. Ya lo creo- contesto mirando los dos culitos de nuestras chicas avanzando hasta el bar.
– Tu mujer, además, si se pusiera a hacer topless, con esas tetas sería todo el centro de atención. – afirma sin cortarse el bueno de Toni.
– Sí.
– Y si se pusiera en pelotas, ya ni te cuento.
Mi polla da uno de sus brincos al imaginar la escena, pero estoy convencido de que mamá no va a querer, ni top less ni nada que se le parezca, lo de desnudarse ya ni hablamos. Pero si me ha costado Dios y ayuda conseguir que baje a la piscina con su mini bikini como para pretender algo más… vamos, que no.
Toni se me queda mirando ante mi silencio.
– Espero que no te moleste que lo diga. No quería ofenderte – dice a modo de disculpa.
– No, no pasa nada.
– Es que tu mujer es realmente increíble, la verdad, tienes mucha suerte.
– Tú también. – le corto refiriéndose a la suya.
– Esto… sí, claro. Sandra es preciosa… – parece que él tampoco quiere ser descortés, pero no puede remediar desear tanto a mi madre, que se le nota por los cuatro costados.
– Hacéis muy buena pareja – afirmo.
– Si, Sandra es increíble. Es hermosa, simpática… y muy ardiente.
No sé por qué me ha hecho ese último comentario, quizá porque quiera fardar de hembra o a lo mejor porque está pensando que a mí me gustaría tener un… no sé, un rollito con su mujer mientras él lo tiene con la mía. Al final va a tener razón mamá…
Me río para mis adentros, pensando en eso de la palabra “mía”, ya que es “mía”, pero más bien mi madre y no mi esposa precisamente, sin embargo, llega un momento en el que interpreto tan bien mi papel de esposo, que me creo que es realmente mi mujer y también siento unos celos terribles como si realmente lo fuera. En el fondo no soporto que nadie pueda tener algo con mamá, no quiero imaginar que ese tipo que tengo enfrente pudiera tener sexo con ella… Lo quiero borrar de mi mente, no, es imposible del todo, además mamá no haría eso, no engañaría a papá.
– Aquí estamos chicos.- contesta la preciosa Sandra acercándose con las bebidas rompiendo esos pensamientos que abordan mi cabeza.
Nos levantamos para ayudarlas y observo como todos los presentes en aquel lugar no las quitan ojo y no es para menos, pero creo que especialmente a mamá, que está de alucinar. Me parece creer ver que mi madre ha puesto su culo en pompa al posar su vaso sobre la mesita ofreciendo su culazo a toda la audiencia presente, algo que me pareció casual en principio pero creo que se ha venido a arriba y le gusta exhibirse cada vez más con ese tanga.
– ¿Sabéis? Creo que ya he convencido a Laura para que haga topless de una vez por todas – suelta Sandra de repente.
El primer trago de cerveza que he pegado sale disparado y una tos irrefrenable al oír decir eso.
– No, no he dicho eso, simplemente que lo probaría algún día. – interviene mamá excusándose.
– Pero chica, si yo tuviera ese par de melones, estaría todo el día enseñándoles – añade la rubia.
Lo cierto es que a Sandra le gusta eso de ser una mujer deseada y admirada, pero no estoy seguro si ve a mamá en ese papel de exhibidora precisamente. En cierto modo envidia sus enormes tetas.
– Me da cierto reparo. – vuelve a exponer mi madre.
– Bueno, tú te bajas mañana con nosotros y lo pruebas un rato, si no te gusta pues nada.
– Ya veremos… – contesta dándole un trago con su pajita al combinado que se ha pedido y esa pose allí tumbada es otra de las imágenes que se me quedan grabadas.
Después de apurar las copas decidimos darnos un baño y en el agua, bien mojaditas, las chicas están todavía más impresionantes. Jugamos a salpicarnos y una cosa lleva a la otra para acabar por rozarnos accidentalmente entre nosotros. Aprovecho la oportunidad de tocar ligeramente una de las tetas de mi madre que no dice nada, cada vez que me sumerjo rozando también sus muslos, su culo o cualquier otra parte, incluso una de las veces mi polla, algo dura, roza sus desnudas posaderas y ella ríe nerviosamente. Toni también ha visto esa ocasión y hace lo propio, tanto con su esposa como con la mía, es decir, mi madre. Al principio el tipo se ha cortado, pero a medida que los juegos en la piscina avanzan, sus manos van de aquí para allá y se me descontrola, aunque tampoco veo a mamá muy disgustada por eso. Allí se respira calentura, tanto por nosotros cuatro dentro de la piscina como por el espectáculo que estamos montando a los de fuera. Decido salirme con la idea de acabar con tanto sobeteo, no porque me disguste, sino porque veo que el bueno de Toni está más atento a rozar a mi madre que otra cosa y no me gusta absolutamente nada.
Mi mirada hacia mamá, que mira como abandono la piscina, parece ponerle en alerta y ella se sale a continuación, acercándose a las hamacas para secarse junto a mí.
Después de los apacibles o más bien “marchosos baños” acudimos los cuatro a comer en la terraza de la piscina, charlar animadamente y luego decidimos irnos cada pareja a nuestras respectivas habitaciones para echar la correspondiente siesta.
– Mamá, ¿En serio vas a ponerte en tetas? – le pregunto totalmente intrigado una vez que hemos entrado en nuestra habitación.
– Bueno, eso se lo dije a Sandra porque estaba muy pesada, venga a insistir y todo eso, pero no, vamos, que no creo que me atreva. ¿Te imaginas a papá viéndome con las tetas al aire?
– No vuelvas otra vez con eso, mamá.
– Pero él se molestaría mucho.
– Papá no está aquí y te dejó más bien tirada en este viaje. ¿Recuerdas?- lo suelto de golpe y luego me arrepiento a continuación.
Se produce un incómodo silencio y noto a mamá algo triste, no sé cómo salir del aprieto. En el fondo es la verdad, aunque a ella le cueste reconocerlo y ambos sabemos que para papá esto hubiera sido algo inaudito, por eso tengo que insistir en ello, aunque tenga que echar un órdago a la grande.
– Él no se va a enterar de nada que tú no quieras de este viaje- digo a modo de confesión.
– No voy a hacer nada malo, hijo.
– Claro que no. Me refiero a que yo tampoco se lo voy a contar.
– Gracias. – responde acariciando mi cabello con sus finos dedos.
– Pero aun así, no voy a enseñar las tetas. No insistas.
– ¿Te parece malo?
– Bueno, no.
– Una cosa es que a papá no le gustase y otra a que lo hagas como la cosa más natural del mundo. – añado.
– Ya… pero me da vergüenza.
– Aun así iremos a la playa mañana… ¿No? – le digo a modo de pregunta pero es casi afirmación.
– Bueno, si te apetece… pero con el bikini. Bastante ridículo hago ya con él.
– Mamá, de ridículo nada. No empieces otra vez. Si no quieres hacer topless es respetable, pero tienes algo que enseñar mejor que nadie.
– ¿Tú crees?
– Completamente seguro. ¿Acaso no viste a Toni otra vez?- afirmo rotundo.
– Sí le vi muy lanzado. La otra noche pensé que era por culpa del alcohol, pero hoy también se le ha visto muy arrimado conmigo.
– Más que arrimado… ¡Te ha metido mano!
– ¡Noo!
– Mamá, lo he visto. Primero, un poco la cadera, luego un roce por la tripa, más allá una teta por aquí, un culo por allá.
– Bueno, hijo, estábamos jugando en el agua y…
– Sí, que el tipo a mí no me tocó, sus manos fueron directamente a ti. Se aprovechó de lindo.
Mamá me mira fijamente y creo que está pensando en eso y vuelve a quedarse callada, meditando la situación, sabiendo que lo que digo es totalmente cierto.
– Bueno, tú también me tocaste las tetas en alguna ocasión. – dice de pronto.
Vaya, no pensaba que se hubiera dado cuenta. La miro y ella vuelve a mostrarme su sonrisa.
– No pasa nada, hombre, ya sé que era solo un juego.
Ciertamente era un juego aunque yo hubiera querido algo más. Me sonríe una vez más y me da otro de sus besos tiernos en la frente. Sus tetas quedan a la altura de mi cara y pienso si algún día tendré la suerte de vérselas en vivo por fuera de ese pequeño sostén, aunque curiosamente apenas las sostiene.
Después de una deliciosa siesta, en la que inconfundiblemente vuelvo a soñar con el cuerpo de mamá, me despierto y la veo hablando por el móvil en la terraza, de nuevo con papá. Está preciosa caminando con ese bikini tan pequeño que muestra su extraordinario cuerpo, el vaivén de sus tetas, su prominente y redondo culazo, sus divinos muslos. Cuando cuelga me cuenta:
– Dice tu padre que le mandemos alguna foto.
– Ah, pues vale, nos hacemos alguna en la terraza.
– Pero Víctor, no puedo salir así en la foto con este tanga. – dice señalando su cuerpo serrano.
– Sí, posiblemente se agarre un buen mosqueo, jajajaa.
– Tenlo por seguro, jajaja – ríe ella también.
– Te mata. – confirmo.
– Sí, jajajaja… primero me mata a mí por ir casi desnuda y luego a ti por permitirlo.
– Pues ponte otra cosa. – le digo. – Él no se tiene por qué enterar.
Me gusta este juego donde mi padre está totalmente fuera. Sé que debería comportarme de otra manera, ser un buen hijo y hacerme cargo de mamá tal y como él me solicitó, pero es que ahora tengo oportunidades que no puedo perderme y a mí me resulta todo, además de alucinante, de lo más divertido, pero sobretodo a mamá, que además le están proporcionando unas experiencias que no ha tenido nunca. Por fin puede mostrarse como es. Hacer lo que le apetece, sacar su otro yo más gamberro, más sexy, más rompedor…
– Me pongo el albornoz y pones el disparador. – me ordena.
– Ok.
Después de tapar un poco sus vergüenzas, me pongo yo el otro albornoz y nos hacemos unos selfies para que nos vea papá en la terraza de la habitación. Supongo que él imaginará que bajo esas prendas llevamos unos bañadores “tradicionales”, pero no puede ni siquiera sospechar el que realmente lleva mamá debajo. Si lo supiera, correría realmente la sangre…
El resto de la tarde lo pasamos visitando la ciudad y allí nos divertimos comprando algún recuerdo y visitando algunos lugares muy turísticos. También aprovechamos para comprar algún otro trapito para mamá que se siente muy bien en ese papel sexy. En una de las tiendas hay una colección de leggings y animo a mamá para que se compre uno.
– Hijo, eso no.
– Venga, mujer, esto es igual que el vestido y lo lucirás más que bien.
– Bueno, me lo llevo, pero si no me veo bien, lo devuelvo.
– Ok.
Decidimos volver al hotel sin probárselo. Allí, precisamente en la habitación, después de guardar los regalos para la familia y tras lavar nuestros bañadores para el día siguiente y dejándolos secar en la terraza, decidimos bajar a cenar.
– Mamá, ¿te pondrás los leggings?, por favor… – le pido.
– ¿Qué dices? ¿Para bajar a cenar?
– Sí, con la camiseta esa dorada que te has comprado también.
– Pero esa es para llevar sin sujetador, porque es muy fina.
– Mejor.
– Eres un bicho. – me dice.
– Vamos, hazlo por mí.
Pero no me replica más. Yo aprovecho para meterme en el baño y recortarme un poco la barba, mientras ella se termina de probar toda la ropa.
Cuando salgo vuelvo a quedarme alucinado con mamá. No solamente me parece un bombón, sino que está más arrebatadora incluso que con el vestido ceñido. La camiseta es de color dorado brillante, con una especie de lentejuelas que brillan por todas partes, pero es muy ceñida y recalca bien ese par de domingas, que evidentemente lleva sin sostén debajo. Me encanta el movimiento de las chapitas brillantes, pero sobre todo el movimiento de sus tetas. Para colmo sus muslos están embutidos en unos leggings negros súper ajustados que son su segunda piel y unos zapatos de tacón que aparte de hacerle más alta, la hacen parecer casi una diosa inalcanzable, al menos así la veo yo.
– ¿Qué tal estoy? – dice girándose.
Al hacerlo se mueven sus tetas por la parte de arriba y por abajo también sus glúteos bajo esas mallas tan pegadas. Parece una chiquilla con zapatos nuevos. Le gusta ese papel de niña mala.
– ¡Increíble! – es lo único que puedo decir.
– ¿Estoy guapa, entonces?
– De diez.
– Y los leggings, ¿me quedan bien?
Sabe de sobra que sí pero le gusta que yo se lo repita.
– Si, mamá, además no se te nota que lleves nada debajo. – digo intentando adivinar dónde se esconde la tira de sus braguitas bajo la oscura prenda.
– Es que no llevo nada.
Mi polla está dando coletazos más que respingos cuando mi madre suelta eso quedándose tan fresca. No puedo creerme que esté de nuevo desnuda bajo esa ropa tan ceñida, ni que lo haya hecho esta vez sin una copa de por medio. Sin duda que está consiguiendo soltarse poco a poco pero llegando a límites insospechados. Ni lo hubiera jurado apenas hace tres días.
– Pues bajemos a cenar. – dice agarrándose a mi brazo más que dispuesta.
– Vamos.
– Tú también estás muy guapo – dice observando mis vaqueros gastados y mi camiseta negra.
Siento que voy al lado de todo un pibón. Una vez en el comedor, vuelve a suceder, la entrada de mamá es apoteósica, como si todo el mundo la estuviera esperando y es que causa sensación por donde quiera que vaya y no es para menos. Todos los hombres giran sus cabezas y las mujeres a continuación, medio celosas, intrigadas, envidiosas…
Nos sentamos en una mesa y no vemos a nuestra pareja de vecinos. Casi lo prefiero, al menos, que por un momento estemos a solas sin nada ni nadie más a nuestro alrededor.
Cenamos muy a gusto, charlando y riendo sin parar y comentando las miraditas que le echan los hombres cada vez que ella se levanta al buffet a ponerse una pieza de comida en el plato. Le gusta hacerlo y anda de forma muy provocativa, moviendo esos embutidos muslos bajo la lycra caminando sensualmente con esos zapatos de fino tacón. Yo, para mí, que se levanta más veces de lo que realmente le hace falta, pero se está viniendo a arriba y le gusta lucirse. No pasa desapercibida ni para los camareros, que en alguna ocasión están a punto de chocar y tirar su bandeja por los suelos.
Después decidimos bajar al pub del hotel y parece que ella se queda algo decepcionada cuando no vemos a nuestra pareja de conocidos. Supongo que esperaba ver a Toni para resplandecer delante de él, sabe lo chiflado que le tiene.
Nos sentamos en unos taburetes de la barra y mientras nos sirven las bebidas yo me voy a los servicios. Cuando vuelvo hay un par de jóvenes acosándola y ella no parece estar molesta precisamente, más bien al contrario, la pose es de lo más sugerente, con sus piernas cruzadas, sentada en lo alto de ese taburete, marcando la linea de sus muslos bajo esos leggings y esa camiseta que resalta su busto, chupando de una pajita del mojito que ya está casi acabado. Los dos tipos parecen divertidos conversando con semejante hembra y ella riéndoles las gracias.
– Hola cariño. – digo presentándome con cara de marido serio y con ganas de espantar a los dos moscones.
– Hola, mira, estos dos chicos nos han invitado a una discoteca cercana.
– No sé. – respondo algo tirante.
Al final mamá me insiste y cuando me pone ese morrito tan dulce no me puedo negar.
Acabamos metiéndonos en una discoteca de un complejo hotelero cercano y pedimos una ronda de copas a cargo de esos dos chavales, aunque tengo que estar con mil ojos, porque mi madre va por su tercer mojito y sé lo descontrolada que se pone.
Los moscones se acercan de vez en cuando cerca del cuerpo de mi “chica” pero a la mínima ya estoy yo ahí, agarrado a su cintura para marcar el territorio del macho alfa. No la vayamos a tener.
Ella se está divirtiendo, saliendo a la pista y moviéndose como si tuviera quince años, moviendo todo su cuerpo que no sé cómo se sostiene con esos taconazos de más de 15 centímetros. Su culo es el centro de atención de la pista y muchos hombres bailan a su alrededor. Si no fuera porque ella está disfrutando tanto, la hubiera cogido de la mano y nos habríamos largado de allí.
Después de otra ronda de copas, decido que es hora de largarse, a pesar de que ella insiste en quedarse.
– Cariño, deberíamos volver- le digo al oído.
Me mira y se pasa la lengua por los labios como si no fuera con ella la cosa. Estoy a nada de plantarle un beso, pues parece provocarme, pero decido que allí no estamos en lugar seguro, al menos yo me siento incómodo, aunque ella esté tan feliz.
Cuando volvemos a la habitación, mamá entra dando tumbos y, tengo que ayudarla a llegar hasta la cama. Se queda allí sentada mirándome con los ojos vidriosos.
– Has bebido mucho, mamá. – le digo.
– Sí, estoy algo borrachilla.
– Deberías darte una ducha.
– Entra tú y luego me ducho yo, ahora todo me está dando vueltas.
Me meto en el baño y tras una ducha que me ha venido francamente bien, me pongo el pantalón del pijama sin nada arriba y vuelvo a la habitación. Ella está tumbada al borde de la cama, con sus pies apoyados en el suelo en sus largos tacones. Sus piernas abiertas son la llamada al pecado, pero una vez más pienso que no está en condiciones y puede que mañana pague caro cualquier atrevimiento por mi parte, aunque de buena gana me tumbaba encima de ese cuerpazo.
– Vamos, mamá, dúchate y te quedarás como nueva. – le digo tirando de su mano ayudándola a incorporarse.
Al levantarse lo hago con tanto impulso que su cuerpo choca contra el mío y tengo que sujetarla por la cintura. ¡Dios qué momento!
Mamá me sonríe y pasa los brazos por detrás de mi cuello. Nuestras caras están muy cerca y la verdad es que gracias a sus largos tacones estamos casi a la misma altura. De hecho, su sexo está a la altura de mi polla, que una vez más ha despertado para ponerse bien dura.
Ay, mi niño, cómo ha crecido. – dice con cierta dificultad al articular palabras.
Mamá…
Eres todo un hombre.
En ese instante mamá oprime su pelvis contra la mía pudiendo notar su abultado coño contra mi verga. ¡Joder lo noto de pleno!
En un principio me separo ligeramente, como si me estuviera aprovechando de la situación al notar como la fina tela de mi pijama y la fina tela de sus mallas hacen que nuestros sexos queden en un contacto que se percibe clarísimamente.
– Si te pillara Sandrita. – dice de nuevo medio borrachilla volviendo a pegarse a mi cuerpo y haciendo que nuestros sexos vuelvan a quedarse apretujados.
Instintivamente mi mano va a su culo y acariciarlo es como estar en el cielo, me encanta sentir esa sensación que me ofrece la fina tela, sabiendo que no hay nada más debajo. Aprieto sus glúteos y ella ronronea junto a mi oreja. Comenzamos a bailar, sin música, pero no nos hace falta, estamos más que a gusto. Sus tetas se notan deliciosas pegadas a mi pecho desnudo, lástima que nos separe la camiseta, pero aun así, estoy en la gloria. Quiero que el mundo se detenga y solo dancemos ella y yo, como dos amantes.
Deberías dejar de hacerte tantas pajas y buscar un buen chochito. – me dice con su voz susurrante.
Si no fuera mi madre, me lo tomaría como una invitación a todas luces, sin embargo, quiero pensar que no es a su chochito al que se refiere… ¡ya me gustaría a mí!
En ese momento, parece que pasa algo de cordura por su mente y se separa de mí, dándome un suave piquito en los labios.
– Me voy a la ducha. – dice pasando su mano por mi pecho y acariciándolo y caminando de forma que me recuerda a una gatita juguetona.
¡Joder! ¿Otra invitación? No sé si estoy desvariando o simplemente veo luces de colores y llamadas al descontrol en cada uno de esos mensajes subliminales. Prefiero meterme en la cama y ser algo sensato, antes de interpretar mal las cosas y salir peor parado.
Al cabo de un rato mamá regresa con un fino camisón que no recordaba que hubiera comprado en nuestra visita a la ciudad.
– ¡Ay, me he quedado como nueva! – dice dejando la ropa que ha usado esa noche sobre el sillón.
– ¿Estás mejor?
– Sí, mucho mejor. Ya podrás perdonar a tu madre, pero es que no sé beber.
– No te preocupes. No pasa nada.
– Eres un cielo. – dice subiéndose de rodillas a la cama y besándome en la frente.
– Gracias mamá. Oye, estás muy guapa con ese camisón.
– ¿Te gusta? – dice saltando al suelo y girando como si tuviera veinte años menos.
Creo que aún le queda algo de alcohol en las venas porque la veo muy desinhibida. Lo cierto es que ese camisón blanco no es como los que ella usa habitualmente que le llegan por debajo de la rodilla. Este está muy por encima mostrando sus largas y morenas piernas. Está muy guapa y se imprimen sus pechos más de lo normal, pues es algo ceñido.
– Estás preciosa.
– Gracias, últimamente no paras de piropearme.
– Es que es verdad.
Se mete en la cama y me da las buenas noches con otro beso fraternal, pero en lugar de hacerlo en mi frente lo hace en mis labios. Tengo que interpretar que es casto, al menos así me lo parece en principio, aunque estoy tan ofuscado que ya no sé qué hacer ni qué pensar. Apaga la luz de su mesita y yo me quedo pensativo boca arriba mirando al techo, intentando asimilar nuevamente tantas sensaciones.
Por mi mente pasa la idea de saber si ella está desnuda de nuevo bajo ese camisón y me cuesta conciliar el sueño, pero después de haberla visto girar estoy prácticamente seguro de que no lleva nada bajo esa fina prenda pues no he notado las costuras de sus braguitas y ahora yo estoy a su lado, tan cerca, casi rozándola que no puedo evitar tener otra de mis incontrolables empalmadas. Vuelven a mi cabeza todas las imágenes del día y recordando sus palabras de todo este día tan fantástico.
Tras oír su respiración agitada y certificar que está dormida, levanto las sábanas y descubro entre penumbras que tiene una postura divina, encogida, de lado. Sus caderas se muestran rotundas, ofreciéndome una magnífica visión de su redondo culo, no veo muy bien, la verdad, pero también me parece ver la forma de su coño desde atrás. Ya puedo confirmar que no lleva nada debajo del camisón, pues su culo se ve sin el dibujo de su ropa interior. Percibo su cintura curvilínea que va en aumento hasta sus caderas y me quedo observando el movimiento oscilante de su cuerpo con su respiración. Me pego a ella disimuladamente y me duermo abrazado a su cuerpo. Estoy por quitarme el pantalón del pijama y meter mi incansable polla entre esos muslos, pero vuelvo a recordar que cualquier tontería puede echar todo abajo, prefiero seguir disfrutando del momento y esperando que los acontecimientos se vayan produciendo por sí solos, sin forzarlos demasiado, porque podrían romperse. Prefiero quedarme así, abrazado a ella, sintiendo su culo pegado a mi bajo vientre e intentar que no se note de nuevo mi empalmada que vuelve a las andadas. Todo parece un sueño y lo extraordinario es que estoy viviéndolo de verdad. Quiero que nunca se termine. Me duermo pensando en sus palabras cuando me decía que dejara de hacerme pajas y que buscase un buen chochito, ¡Ojalá fuera el suyo dónde se alojase mi polla!
Juliaki
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