Acto 3. Una visita inesperada.

Anne era una chica joven, apenas veinte años. Estudiante de psicología y Amante de las ciencias ocultas y el más allá, estudiosa de fenómenos paranormales. Delgada y baja, con gafas que tapaban unos bellos ojos verdes y pelo rubio que siempre llevaba recogido. Era fibrosa, atlética y deportista.

También amante de las historias incestuosas, se hacía pasar por el personaje de madre madura amante de su hijo, con el que se había realizado innumerables dedos hasta la fecha. Había ideado un plan de perversión incestuosa basándose en estudios psicológicos, y le había introducido todo lo aprendido de las ciencias ocultas, en un método de invocación al diablo que había visto funcionar con sus propios ojos, pero esta vez orientado hacia el sexo y la lujuria. Estaba segura de la existencia del príncipe de las tinieblas y sabía que el caldo de cultivo del incesto era una excelente puerta para hacerle desembarcar en el mundo.

Había engañado y logrado embaucar a diversas mujeres con su método de predisposición psicológica, algunas de las cuales le habían dado la alegría de contarle que les había funcionado. Pensaba reorientar todo su estudio para la tesis final de la carrera, convencida de ser pionera en el mundo.

Pero lo del llamamiento del Diablo era algo que había añadido sólo por diversión, pero realmente pensando que funcionaría. Convencida de que ninguna madre lo emplearía por no querer corre el riesgo de matar a su hijo de sobredosis de las “supuestas” pastillas; pues no eran más que placebo. La predisposición del hijo a copular con su madre, en los casos satisfactorios, había sido únicamente por el trabajo psicológico paciente realizado por cada deseosa y necesitada madre, convertidas en conejillos de indias no consentidas de su trabajo, en los momentos más subconscientes de sus hijos. Su trabajo, “Estudio psicológico del subconsciente como medio de consecución material”, estaba llamado a ser una auténtica revolución en el mundo de la psicología cognitiva.

Anne había logrado piratear la dirección de Tormenta y Edipo, asustada y temerosa de que hubiera intentado llevar a cabo la parte más oscura del plan. Ahora estaba bajo la vivienda, frente al campanario. Vistiendo zapatillas de deporte blancas, mallas deportivas negras y camiseta rosa. Había llegado corriendo una vez obtenida la dirección. respiraba agitada con miedo de haber llegado demasiado tarde. Se aseguró de tener bien escrita la dirección, forzando la puerta del portal y buscando los nombres en el buzón.

Edipo se adentró cauteloso y con movimientos inusualmente torpes. Su madre estaba tumbada frente a la ventana abierta, por la que se colaba una brisa cálida que expandía la luz de luna por todo el interior. La brisa recorría el cuerpo dormido de ella, trasportando su delicado aroma hasta Edipo, el que ya se encontraba de pié justo al lado de la cabeza de su madre, totalmente desnudo y empalmado.

Sabía que estaba mal lo que iba a hacer, de hecho no sabía decir si estaba despierto o aun soñaba. No había forma de saberlo pues presenciaba su entorno bajo un extraño tamiz que disminuía todos sus sentidos levemente.

Se acercó más y extendió su mano hasta acariciar el cabello de la durmiente, Tormenta cerró completamente los ojos. Con su mano derecha apretó ligeramente la cara de su madre, estrujando los labios; en un claro gesto de que había llegado el momento tan secretamente deseado por la que lo trajo al mundo.

Tormenta mojó las bragas de nuevo, esta vez asustadamente excitada ante el contacto físico brusco.

Edipo agarro su polla y la masturbó un poco para aliviar la no contenida erección. Se acercó y la deslizó por la mejilla de su madre, la cual hizo un leve movimiento. Siguió con el roce de su amplio capullo libre de pellejo, esta vez por toda la cara.

Tormenta volvió a mover un poco la cara, pero esta vez abriendo un poco la boca, buscandola. El roce llevó el capullo a su boca, ella lo engulló, abriéndola mucho. Luego intentó un patético intento de seguir haciéndose la dormida, el cual funcionó pues Edipo comenzó a empujar la polla hacia adentro de forma muy prudente. Ella abrió un poco más la boca y cuando la tenía totalmente llena, se acomodó como el dormido que busca una mejor postura, colocando la cabeza un poco más hacia arriba facilitando la labor penetradora de su vástago.

Edipo se colocó sobre ella y empujó. Le sorprendió notar como su madre movía la lengua en cada envestida, pasándola por el capullo de forma ansiosa.

“¿Será puta?” – pensó.

Al cabo de un rato la sacó de la boca. Su madre se movió, aparentemente dormida, dándole la espalda y colocándose sobre la almohada de forma que su culo quedase un poco empinado. Su hijo se colocó detrás sin titubear y le sacó las braguitas despacio, ella levantó un poco los pies para que pudiera sacarlas del todo. Pasó sus dedos por el coño, encharcado, y no tardó en meterla. Cuando empezó a follar, la polla se le salía constantemente pues la postura no era del todo cómoda. Entonces su madre, sin abrir los ojos, se colocó de rodillas, levantando mucho las caderas. y ahí se quedó, esperando la polla de su hijo mientras sus ojos se reposaban sobre la almohada, en un patético último intento de hacerse la dormida.

La puerta se le resistió más de lo esperado, teniendo que disimular al paso de algún transeunte trasnochador. Cuando logró entrar usó la luz del móvil para acercarse al único buzón, para su sorpresa, comprobando que la familia de su internauta amiga era la única que habitaba el lugar.

Miró hacia arriba de las escaleras temerosa, tratando de oír algo. Pero no percibía más que oscuridad y silencio.

Edipo no podía parar de fornicar. Estaba de pie en la cama, agachado en cuclillas para poder penetrar en plenitud, su madre estaba justo debajo de él, gimiendo entre chillidos y bufidos, ya sin molestarse en disimular que dormía. Tormenta se centraba en mantener el culo bien arriba para facilitar la labor al animal que estaba rompiéndole desde atrás. Sentía su fuerza, el impulso de los músculos y la gran polla contra ella. Se sentía feliz, dejándose llevar. Era el mejor macho que jamás la había cubierto, sin duda infinitamente mejor que su impotente padre.

Anne empezó a oír los gemidos femeninos justo al llegar arriba de la escalera, la cual desembocaba en un pequeño rellano con una única y amplia puerta. Cuidadosamente, sin encender la luz del móvil, apoyó una oreja sobre la puerta, pudiendo escuchar con más nitidez los gemidos de Tormenta. Sintió una mezcla de alivio, excitación y felicidad por comprobar una vez más que su método funcionaba. Pero pronto ese alivio y esa alegría se tornó en preocupación, al recordar que probablemente lo había conseguido por el método de invocación.

La excitación no le desapareció. El incesto era algo que siempre la entonaba y ponía a mil. Notó como su sexo se humedecía bajo las braguitas rosas de las supernenas.

Edipo no sentía que viviese el momento con claridad, se veía asimismo como en un sueño, tal vez lo fuera. Pero aquel sueño parecía demasiado real. Los gemidos de aquella perra a la que no le paraba de chorrear el coño eran demasiado reales. Se sentía pletórico. Dejó de penetrar y le dio un fuerte azote que dejó marcada la nalga derecha, la respuesta de la madre fue removerse coqueta, situándose más arriba, meciendo el culo de lado a lado pidiendo polla.

Sintió un raro impulso. que pudo controlar a medias.

Azotó en la otra nalga, esta vez con más fuerza. Tormenta gritó de dolor e intentó zafarse pero le tenía las caderas bien agarradas con las fuertes manos.

– ummm cielo ¿quieres que sea mamá la que se mueva mi vida?

La respuesta fue un gruñido ininteligible. Tormenta empezó a moverse de adelante atrás, al principio torpemente, pero al final cogió buen ritmo, abarcando toda la enorme polla de su bebé. Edipo tuvo una visión maravillosa del cuerpo de su madre, con la espalda torcida, el camisón agolpado en su nuca y el pelo vencido hacia un lado, mientras intentaba mirarle de reojo con la cabeza algo erguida. Follándole con nivel de actriz porno.

– Bien hecho perra.

– ummmm sí, así te gusta ¿eh? ahhh ahhhh ahhhh ahhhh

Anne valoraba las opciones. Si dentro de Edipo estaba el diablo este esperaría a quedar totalmente vacío de semen para actuar. Mientras no descargase Tormenta estaría a salvo. Se lamentó de no haberle contado todo tal y como era, al menos ella ahora tendría esa información y podría controlar que su hijo no descargara. Por otra parte no estaba segura que la invocación hubiera surtido efecto, igual no era así; en ese caso solo sería el nacimiento de otra maravillosa relación de sexo sin límites entre madre e hijo. Pensó que tendría que actuar pero ¿cómo?.

Presionó el timbre sin pensárselo dos veces.

El ding dong sonó estruendoso en mitad de la madrugada. Tormenta dejó de moverse en el acto y Edipo parecía no haberle hecho gracia así que abofeteó con fuerza en la espalda de su madre la cual chilló.

Anne escuchó el chillido y estuvo tentada de huir, pero algo le hizo quedarse quieta, aterrorizada pero con las braguitas encharcadas.

– ¿Qué haces vida?. No te muevas de aquí voy a ver quién es.

Edipo se quedó tumbado en la cama, ausente. Tormenta se colocó bien el camisón y se atusó los pelos.

Miró por la mirilla, todo estaba oscuro. Encendió la luz del rellano desde dentro y pudo ver a la joven. Abrió.

Cuando se abrió la puerta Tormenta vio a una joven que no era capaz de dilucidar si era mayor o menor de edad. Rubia y bella bajo la fachada de deportista que no parecía dar mucha importancia a cuidarse. Pelo rubio cogido en un moño y gafas, mallas negras apretadas que marcaba la delgadez de las piernas y camiseta rosa plana por delante. Una chiquilla.

Cuando se abrió la puerta Anne vio a una mujer madura, despeinada y con la piel enrojecida y el camisón mal colocado, dejando ver parte de uno de sus enormes pechos. Sin duda una mujer a la que acababa de interrumpir de un monumental polvazo.

– Hola chica, ¿en qué puedo ayudarte?

Notó como la joven estaba algo ausente, como pendiente de escuchar algo dentro de la casa. Le miró a los ojos torciendo un poco la cara, como pensándose bien las palabras, le sonrió de una forma en la que parecía intentar quitar hierro a que una completa desconocida le hiciese abrir la puerta en mitad de la madrugada.

– Eh……, hola, no sé muy bien cómo empezar….. ¿estás ahora sola?, ¿dónde está quien estaba contigo dentro?.

Tormenta frunció el ceño. Se atusó mejor la ropa mientras dirigió la mirada hacia la zona desde donde debería venir su hijo, pero todo estaba en silencio.

– te, te refieres a…. ¿has estado escuchando?

La joven adoptó una pose embarazosa.

– en realidad sí. Dime, ¿él escucha ahora?. ¿está ahí escondido tras la puerta o cerca de ella?.

Miró de nuevo hacia adentro, con un nerviosismo creciente.

– N…… no. Él está……. bueno, él está en la habitación. ¿Por qué lo preguntas?.

La joven parecía volver a medir las palabras con cautela.

– Verás, tú me conoces Tormenta. Te vas a reir, jajajaja…….

Dejó de reír. Prosiguió tras un gesto de su interlocutora que le animaba a seguir hablando.

– En fin, ahí va, soy Anne.

La información fue recibida con asombro. Rápidamente la agarró del brazo y la introdujo dentro, llevándola a escondidas a la habitación biblioteca. Le hizo un gesto para que esperara ahí escondida y desapareció.

Edipo la esperaba pacientemente tumbado en la cama, como digiriendo si aquello era un sueño o no, parecía estar en otro mundo. Tormenta le miró preocupada. Además notó que su erección seguía siendo máxima, relamiéndose ante la maravillosa visión.

– Cariño era solo Andrea, al parecer se había dejado aquí su móvil. Ya se ha ido. Si me esperas un momento voy a beber algo de agua, enseguida vuelvo.

-Sí mamá.

Es como si no fuese él, quizá estaba arrepentido de todo cuanto estaba haciendo. Eso le hizo sentir miedo de que no quisiera seguir follando con ella, pero no tenía tiempo para preocuparse. Ahora tocaba saber por qué la madura folladora de Anne era una joven pequeña y delgada de apenas veinte años. Y, sobre todo, qué cojones pintaba en su casa en mitad de la madrugada.

Entró en la biblioteca, Anne estaba justo tras la puerta, donde la dejó. La miró durante un rato, era considerablemente más baja que ella, debía medir un metro cincuenta como mucho.

– Está bien…… Anne…… Me entran ganas de muchas cosas, de abofetearte como mínimo. Pero te voy a dejar que te expliques.

Le explicó todo deprisa, susurrando y a trompicones. Pero le contó todo lo que debía saber. Quien era realmente, lo de su método que ya había funcionado otras veces, lo de su tesis que revolucionaría el mundo de la psicología cognitiva, lo de su morbo al incesto, su afición a las ciencias ocultas, lo de que una vez conoció al diablo, lo de que posiblemente este estaría ahora dentro del cuerpo de su hijo esperando pacientemente que eyaculara para manifestarse.

Tormenta no pudo más que reír. Justo cuando Anne estaba a punto de contagiarse de la risa se puso seria y la agarró fuerte por la coleta rubia, tirando de ella. Anne casi se arrodilló en un acto reflejo, intentando no chillar de dolor.

– Mira niña no sé de qué vas ni qué gracia o juego de roll se supone que es esto.

Anne hizo gestos suplicantes para que la soltara. Cuando lo hizo la agarró por las manos.

– Pero has visto que funciona, tu hijo te está follando bien. Se te nota en la mirada cielo, además que te he escuchado gemir como una buena perra. Debes creerme. El hecho de que tu hijo te esté follando como un animal es suficiente motivo como para que me des un voto de confianza.

Las palabras de la joven calentaron sobremanera a la madura.Mientras hablaba en esos términos ambos coños se inundaron. El de Tormenta porque quería volver a la fuerza de su hijo y el de Anne porque se moría de excitación tan solo con imaginar que un hijo follase a su madre como antiguamente lo hacían en las cavernas.

– Está bien cariño, te creeré. Entonces qué, ¿me lo follo evitando que se corra?, me muero por su leche.

– ¿Si mami?, ummm ¿te mueres por la leche de tu bebe?

Comenzaron a acariciarse las manos, los antebrazos, los pechos…..

– Sí, la quiero toda para mí.

– Pero no sería buena idea que tu hijo descargara.

– Ummmmmmmm no me digas eso nenita

Sacó su lengua dirigiéndose a la boca de la joven, la cual respondió sacando también la suya. Se morrearon durante un rato con mucha lengua y mucha saliva, ambas my perras y salidas.

Luego agarró a la joven de la mano y la llevó tras ella camino de la habitación donde aguardaba el diablo, musculado y con una polla capaz de saciar no solo a dos, sino a todas las mujeres del mundo.

Anne se dejaba llevar. De repente toda su lucidez se había esfumado, como si ésta se hubiera quedado en el rellano al entrar en la mansión. Solo deseaba dejarse llevar por las tinieblas, sin más miedo que disfrutar el momento como si no hubiera un mañana. Su mente luchaba por despertar pero no podía.

Entraron en la habitación. Anne pudo ver a Edipo tumbado sobre la cama boca arriba, durante un instante pareció verle un reflejo rojo en los ojos. Tormenta le hizo sentarse a los pies de la cama y se dirigió a su hijo.

– Hola cariño, mira, te presento a Anne, una joven que quería conocerte.

Edipo no entendía nada, debería ser ella, y no Andrea, quien presionó el timbre un rato antes. Pero, ¿quién era?, ¿qué hacía allí?. Se le acumulaban las preguntas pero algo hacía que no las formulase, algo externo a él se imponía a su lógica y le hacía sentir con un halo de normalidad todo aquello. Sin duda debía ser un sueño.

Anne se fijó en el joven, que le sonrió con un leve asentimiento de cabeza a modo de saludo. Su comportamiento era extraño, como si estuviera drogado; se preguntó si su madre no lo hubiera drogado para conseguir tenerlo, eso le tranquilizaría. No obstante tendría que andarse con cuidado; era plenamente consciente que Tormenta iba a pedirle a su hijo que le follara, tendría que cuidarse de que no eyaculase por si acaso.

– Mira Anne, mira que polla tiene mi hijo.

Tormenta se había sentado al otro lado, dejándole en medio de las dos. Su aparato seguía en plenitud y ahora su mami orgullosa la acariciaba delicadamente en movimiento de masturbación, como quien venera a un tótem. Edipo extendió su mano y pellizcaba el pezón izquierdo de su madre sobre el camisón de seda.

– Ya veo…… verdaderamente grande y….. muy guapo y fuerte tu hijo.

– ¿verdad?

Lo dijo con orgullo de madre justo antes de bajar a comer la polla de su pequeño. Anne empezaba a estar con verdaderas ganas, y esperaba ansiosa su turno.

La mamada fue larga y calmada, recibida con silencio por parte de Edipo. La joven temió que no aguantase pero parecía tener una gran capacidad y fuerza, aquel treintañero musculado la tenía absorta.

Tormenta dejó de comer y se inclinó sobre la cama pidiendo la boca de la joven. Se morrearon un poco delante del hijo. Entonces se levantó y se sentó a la altura de la cabeza de Edipo.

– Nene, me gustaría que te follaras a esta chica.

Edipo asintió obediente.

– De acuerdo mamá.

Anne empezó a hiperventilar disimuladamente mientras veía como un cuerpo el doble de grande que el de ella se levantaba mientras sus ojos neutros la miraban sin expresión.

-Desnúdate y ven nena.

La orden había sido concisa y con voz tan masculina como serena.

Se puso de pié frente a la cama, bajo la atenta mirada de madre e hijo, ella sonriente, él ausente.

En primer lugar se despojó de las gafas, la coleta y los zapatos. Un bello cabello rubio cayó sobre sus hombros, encerrando como si de rejas de oro se tratara a unos hermosos ojos verdes. Después se quitó la camiseta, dejando un mínimo sujetador rosa de las supernenas. Luego extrajo las mallas y unas braguitas, a juego con el sujetador, relucieron ceñidas y pequeñitas. Luego se quitó la parte de arriba del conjuntito, quedando dos peritas diminutas al aire. Concluyó con las braguitas, dejando un depilado, pequeñito, prieto y humedecido coño a la vista de sus peculiares espectadores.

Toda una delicia.

Se le veía muy pequeña, baja y delgada, muy poca cosa. Edipo gruñó satisfecho, su polla le ardía más aun. Se fue hacia ella como un lobo hambriento, ante la asustada, aunque excitada, mirada de la pequeñita rubia del conejito apretado.

La levantó en peso como si no pesara. La colocó abierta de patas a los pies de la cama. La agarró por la cintura y la atrajo hasta el borde. Donde se agachó lo justo como para poderla penetrar.

Tormenta estaba fascinada de lo fácil que manejaba su hijo a aquella chica. Un brazo de su hijo era medio cuerpo de ella, que por momentos parecía desaparecer bajo sus músculos, como si de un truco de magia se tratara.

La penetró con fuerza, le proporcionó un gran placer meterla en aquel coñito tan pequeño y firme, soltando un largo gemido de oso en celo. Ella, en cambio, se tragó el dolor sin chillar, con una lágrima que le resbaló por la mejilla. Pero no tardó en disfrutar de aquel excelso follador, sintiéndose extrañamente a gusto bajo aquel semental fortachón.

Tormenta les rodeó contemplando la ejemplar follada. Se detuvo justo al lado, colocando sus manos en el vientre de la joven, sintiendo como la polla de su hijo entraba. Acarició los brazos y los pectorales de él, lamiendo un poco sus pezones para motivarlo todavía más.

Él la sacó y le dio la vuelta con excesiva facilidad. Tormenta abrió muchos los ojos al verla a cuatro patas. Se agachó y agarró la polla de su hijo, mamándola un poco. Luego la masturbó un rato mientras se acercó al coño invertido para lamerlo. Anne sintió un alivio de placer al notar la humedad de la lengua madura, acompañandolo de un gemidito de gata traviesa.

A Tormenta le parecía increible que aquel pollón pudiera entrar en aquel pequeño coñito. La agarró y lo puso en el borde, ayudando a su hijo a empujar. Ya estaba totalmente lubricada, así que Edipo no tuvo ningún problema en meterla a fondo y coger ritmo constante y fuerte.

Anne sentía como la tenía fuertemente agarrada por las caderas, las cuales casi desaparecían entre sus manos. No se podía mover, se centró en disfrutar.

Tormenta se acercó a ella y le besó un poco, se desnudó y se sentó a su lado dejando reposar su cabeza en sus grandes pechos, los cuales amamantó ansiosa.

Tormenta le susurró algo al oído.

– Dime, si el cuento ese del Diablo fuera verdad, ¿qué crees que ocurriría al correse?

Anne respondió como pudo, entre gemidos y chillidos suaves de gata.

– El príncipe de las sombras se alimenta del ser humano. Imagino que nos mataría a una de las dos, tal vez a las dos, hasta saciar su hambre de muerte. Luego volvería a ser tu hijo hasta la siguiente corrida. Según creo aparecería tras cada eyaculación y luego quedaría dormido dentro de su mente.

Tormenta pareció pensativa. Anne fue a decir algo más pero la madre le acalló besándola. Luego se tumbó abierta de patas ante ella para que pudiera comer su coño.

Anne lo lamió, era algo peludo pero cuidado, y muy mojado. Le supo muy sabroso y delicioso y pudo notar lo verdaderamente caliente que estaba aquella perra, totalmente fuera de sí en los gemidos profundos y movimiento poseído de su cuerpo al sentir la lengua de la pequeña.

Edipo notó la necesidad de su madre y se la sacó a la chica para cubrirla. Su polla estaba aun perfecta, notaba lejos la corrida. Sentía que podría cubrir y dejar satisfechas a cuanta mujer se le pusiera por delante.

Anne estaba a punto de correrse cuando se detuvo.

– noooooo

Él hizo caso omiso y se subió encima de su madre la cual le recibió abriendo mucho las piernas, colocándolas alrededor de su trasero, para que no pudiera escapar hasta hacerla mujer. Mientras la follaba, su madre se erguía mínimamente para lamer sus fuertes y trabajados pechos de gimnasio. Anne se quedó tumbada al lado, a escasos centímetros de la cara de Tormenta, refregándose el coño con la mano abierta, como una posesa . Tormenta no tardó en correrse, emitiendo un gemido interminable y profundo, mientras su peque no paraba de taladrar con fuerza.

Tuvo que pedirle, exhausta, que parase.

Edipo estaba al máximo de su capacidad y no podía parar, así que saltó desde su madre hasta la chica. Ella se abrió y dejó que hiciera, la taladró fuerte hasta que ella se corrió. Luego, ansiosa y deseosa, le pidió que se tumbara y se pinchó. Le cabalgaba con alegría, con sus diminutos pechos saltando como bolitas, con las carnes duras y rítmica, perfectamente acoplada al varón.

Tormenta despertó al ver el alegre cabalgar de la mojigata. Se subió sobre su hijo, dando la espaldas a la improvisada amazona, colocando su coño sobre la cara de su hijo. Se agarró al respaldo de la cama y se medio levantó, de forma que pudiera refregarlo bien. Edipo se centró en lamer y comer todo cuanto podía, llenándose los morros de flujo de mamá, mientras tenía agarrada a Anne por las nalgas, ayudando en cierto modo a su trote goloso.

La chica tuvo un segundo orgasmo, que le llevó a levantarse para descansar al lado del semental. Su madre también se levantó y se tumbó al otro lado. Espontáneamente su madre agarró su polla y la masturbó un poco mientras lamia el pezón que tenía más cerca. La chica comenzó a lamer el otro y acabó besando a Edipo mientras miraba de reojo como su madre le masturbaba. La boca del hijo le supo al coño de la madre en una deliciosa mezcla del placer más prohibido. Se sentía motivada y feliz.

Al cabo de un rato Edipo comenzó a respirar más agitadamente. Temió que se corriera y pidió a Tormenta que parase con la vista. Esta lo entendió y se detuvo. Ambas dejaron caer sus cabezas en el torso de Edipo, como musas descansando sobre los pechos del guerrero.

Tormenta permaneció un rato pensativa, y decidió subirse encima de su hijo, ignorando la señal de negación de Anne, la cual temía que tal vez le quedase poco.

Le besó y lamió el torso hasta la polla, metiéndosela entera en la boca, acabando con los huevos, los cuales le dejó bien ensalivados, mientras le masturbaba. Luego se subió y le cabalgó dejando que sus generosos pechos se rozasen durante el vaivén.

Anne seguía negando pero su calentura volvió a toda velocidad y no podo evitar gemir y tocarse al ver a esa madre follar de esa manera a su hijo.

– Eres una loba – le dijo

– Soy la perra de mi hijo- le susurró en respuesta.

Edipo enloqueció y taladró desde abajo con fuerza. Sintió como empezaba a venirle poco a poco el manantial de leche. Motivado por el momento se levantó y tumbó a su madre boca arriba. Luego cogió en peso, como si nada, a la chica y la colocó encima de su madre, boca abajo. Se acomodaron de forma que sus coños quedasen uno encima del otro, como piezas que encajaban.

Ambas se miraban sorprendidas por el arranque, pero en sus miradas había un infinito de pornografía y deseo. Comenzaron a besarse y a escupirse la una a la otra cuando comenzó a follarlas.

Iba saltando de coño en coño, de pié frente a ellas. Una vez se agachaba un poco para poder penetrar el conejito prieto y depilado de la joven. Al rato la sacaba y se aupaba ligeramente para entrar desde arriba al coño más amplio y peludo de su madre.

Las dos perras no paraban de gemir y gemir cuando dejaban de besarse y escupirse como cerdas.

Estuvieron así largo rato hasta que Edipo notó que el final era inminente.

-Me voyyyy

Tormenta ahogó un “noooo” de Anne besándole. Él la sacó de su madre, a quien follaba en el momento de notar que le venía. Las movió y colocó de rodillas en el suelo.

Anne se vio envuelta en todo aquello como un huracán acaba cogiendo al ciudadano confiado. No tardó en correrse, apenas empezó a masturbarse. Su madre, lejos de estar asustada, lo recibió ya preparada con la boca muy abierta mientras le miraba con ojos sonrientes de madre orgullosa de su bebé.

El gemido de oso resonó en la oscuridad de la ciudad. Hasta las palomas salieron volando de la repisa del ayuntamiento.

Tuvo semen para las dos. Una auténtica fuente de la que las dos bebieron y quedaron totalmente impregnadas; el pelo, la cara, y los pechos.

Durante un instante algo le pasó a Edipo. Ambas le miraban expectantes pero no tardaron en asustarse. Se le ensangrentaron los ojos y apartó a su madre agarrándola por los pelos, la cual chilló pero se sintió a salvo, iba a por Anne.

La pobre chica no tuvo ni tiempo de gritar. En un instante la levantó en peso y la estrelló contra la pared, rompiéndole el cuello. Luego, se avalanzó sobre ella y comenzó a devorarla.

Miró de reojo a su madre.

– Sal de aquí.

Su madre se fue despacio y gustosa. Estaba sorprendentemente tranquila. Sabía que estaba a salvo.

– ¿Mamá?.

Lloraba, como si se hubiera despertado de una pesadilla.

Su madre entró en la habitación, la joven estaba totalmente desfigurada, con las tripas esparcidas por la habitación y parcialmente devorada. Su hijo estaba lleno de sangre, como la habitación.

Le besó en la mejilla, llenando sus labios de sangre.

– No te preocupes hijo, no es tu culpa. A partir de ahora solo obedece a mamá y haz lo que te diga, ve a la ducha y déjame a mi limpiar todo esto. Necesitas tiempo para digerir todo lo que te ha pasado y el cambio que va a suponer en tu ida. Pero tranquilo, mami te protegerá siempre.

Mientras limpiaba y se deshacía de lo que quedaba de la desgraciada chica pensó en las palabras de la joven.

” El Diablo se manifestará tras cada corrida, y lo hará con ganas de sangre. Entre eyaculación y eyaculación volverá a ser tu hijo, pero cuando se caliente no será él y sólo buscará saciarse por completo; primero su sed de sexo y luego su sed de sangre”.

No había problema. Ella le mantendría a ralla. Solo necesitaba a una mujer diferente cada vez que su hijo tuviera ganas. De lo que estaba segura era de que pensaba hartarse de follar a ese macho fuerte y semental, y de que a ella nunca le haría nada, porque sería la mano que le diera de comer.

Imaginó que nadie vincularía la desaparición de aquella chica con ellos. Aunque un problema llegó a su mente, su marido. Deberían dejar aquella vida. Debería fugarse lejos con su hijo y empezar desde cero en aquella nueva situación.

Se sintió bien con todo eso. Ahora cuidaría de su bebé como nunca antes lo había hecho.

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