Sandra, la hija de Javier, era una muchachita preciosa, alta y delgada cuyos pechos firmes y su marcado trasero le hubieran permitido desfilar en las más aclamadas pasarelas de moda. Era una mulata de piel más clara que sus primas y su cabello negro y lacio le iban bien. La chica no pudo ocultar su felicidad al ver a su padre recibiendo una mamada de su prima, pues sabía que por fin su padre había desistido de irse del pueblo. Corrió hacia su padre y sin interrumpir la acción de Leticia lo abrazó y le dio un beso en la mejilla.

– Gracias papa, gracias. Sabía que no nos iríamos.

Javier sonrió al ver la felicidad de su hija. La sensación de los experimentados labios de Leticia lo distraían constantemente pero Javier alcanzó a decirle algunas cosas a su preciosa hija.

– Te llamé para que atiendas a tu tío, ¡uh!… – la lengua de Leticia envuelta sobre su glande le quitaba las palabras de su boca – estará aquí un buen rato. Y también al alcalde, ¡ah!…por favor.

– Si papa – dijo Sandra con una felicidad inmensa – lo que tú quieras.

“El conde no solo corroboró la improbabilidad de concebir mediante el incesto de padre e hija sino que con el tiempo descubrió que aquel fenómeno alcanzaba a tres generaciones y a los lazos de sangre. Padres, tíos y abuelos; todos tenían el mismo efecto nulo sobre las féminas.

Sabia, ya con todo esto, que aquello simplemente no debía ser conocido por nadie más que no perteneciera a la descendencia de de aquellas cinco familias pioneras.”

Sandra se acercó alegre a los dos hombres. Estos no podían evitar mirar con lujuria a la preciosa criatura que se les acercaba. Sandra no estaba desacostumbrada a estas reacciones por lo que decidió charlar con buen humor.

– ¿Como esta tío? – dijo sonriente – ¿no se aburre?

– Estoy muy feliz por la decisión de tu padre – dijo Federico en tono más serio – me alegra no perderlos.

– A mi también tío – dijo mientras se desvestía – estaba realmente asustada de pensar que nos iríamos…

La chica comenzó quitándose su camisa a cuadros de hombre que le gustaba utilizar, al deshacerse de ella mostró por fin las facciones de su escultural cuerpo: un abdomen espectacular bajo un par de tetas divinas que se movían rítmicamente mientras la muchacha se retiraba sus jeans para finalmente quedar en bragas blancas y sostén negro, sin nada en común una prenda con la otra mas que el cuerpo de diosa que cubrían.

– …mi madre también estaba muy preocupada, imagínese tío, dejar toda nuestra vida – comentaba mientras se ponía de rodillas frente a su tío Federico que permanecía sentado en otro sofá de la sala.

La muchacha dejó entonces de hablar para retirar el cinturón y el pantalón de su tío, mientras este se comenzaba a desabrochar la camisa. Al sacar el pantalón descubrió la polla erecta de su tío, que se entreveía bajo el calzoncillo; la muchacha sonrió y retiró el calzoncillo para finalmente quedar frente a frente con aquella ansiosa verga.

Del otro lado, Leticia había provocado la primera eyaculación de su tío Javier que descargaba sus fluidos en la dulce boca de su sobrina. Era una cantidad considerable por lo que una línea de semen escapó por sus mejillas pero rápidamente logró contenerla utilizando la misma verga de su tío para regresarla a su boca. Sentada en el sofá era ahora Alejandrina la que debía esperar su turno pues Javier tomó asiento en el sofá para recibir a su hermosa sobrina Leticia quien se acomodó sobre él y con una habilidad surgida de la experiencia acomodó la verga de su tío para después dejarse caer, clavándose a su propio ritmo aquella polla. Javier comenzó a moverse y poco a poco se sincronizó con la muchacha para lograr un mete y saca constante que Leticia y él, por supuesto, disfrutaba.

Al otro extremo del cuarto, su bella hija Sandra le practicaba una hermosa felación a Federico, que disfrutaba al extremo con su cabeza recargada y sus manos acariciando los cabellos de la muchacha. Parecían haberse olvidado del alcalde que no sabía si seguir esperando o despedirse de una vez en medio de todo aquello que sucedía a su alrededor. Solo hasta entonces Sandra lo miró y se disculpó inmediatamente con él.

– ¡Ay, qué pena señor alcalde! – lamentó la chica – Me había olvidado completamente de usted, no se preocupe, usted también puede participar si lo desea.

Aquello descompuso completamente al hombre que, completamente ruborizado dijo que quizás era mejor que se retirara. La muchacha comprendió la preocupación del alcalde y le aclaró que todo era con la autorización y agradecimiento de su padre. Siendo así el alcalde Gonzalo no dio más resistencia y aceptó el ofrecimiento de aquella preciosa criatura. Comenzó a desvestirse mientras la muchacha se deshacía de sus bragas sin levantarse y sin dejar de chupar la verga de su tío Federico. Desnudo ya, el alcalde se arrodilló detrás de aquella preciosa chica que, con una gran habilidad, separaba sus nalgas para ofrecerle su ano al alcalde sin dejar de mamar la verga de su tío. Aquel esfínter se veía suculento y el alcalde, sin resistir más, se lanzó sobre aquel culo y comenzó a besar y lengüetear cada parte de las nalgas y el esfínter de aquella mulata.

¨Las cosas fueron variando con el tiempo. Generación tras generación se volvía evidente que la base de aquella nueva sociedad era, en todo momento, el sexo libre. Era algo más que un experimento o una población secreta; se volvió un tesoro que, se sabía, seria destruido si se descubría.¨

Javier, por su parte, seguía bombeando a su sobrina Leticia mientras chupaba los pezones de las redondas y preciosas tetas que esta le ofrecía. La muchacha ya había logrado dos orgasmos y dentro de si no tenía ganas de detenerse, le encantaba la sensación de ser penetrada mientras los labios de su tío masajeaban sus pezones. Alejandrina estaba aburridísima y, además, caliente y en su desesperación ya llevaba un par de minutos dedeándose y apretando sus pezones.

Sandra, en aquel momento, recibía poco a poco la verga del alcalde en un ano que disfrutaba ser penetrado. Ya con la verga hasta el fondo se dispuso a comenzar con el mete y saca, provocando suspiros a la muchacha que lambia de testículos a cabeza la verga de su tío. El alcalde comenzó a acelerar su ritmo y cada embestida sobre Sandra la volvían loca de placer. Se mantuvieron así un par de minutos hasta que Federico no pudo más y sus fluidos estallaron en la cara de la muchacha que quedó maquillada con la leche de su tío. Federico se dio cuenta de que del otro lado su hija Alejandrina se aburría y la llamó.

La muchachita se acercó de inmediato y Federico, sobándole ligeramente sus preciosas nalguitas, le indicó que ayudara a su prima con aquel lio. Alejandrina se arrodillo y, sin perturbar las embestidas que el alcalde propinaba a Sandra, comenzó a lamber y tragar los fluidos al tiempo que le propinaba algunos suaves besos en la boca de su primar que no dejaba de gemir a cada embestida que recibía por su culo. Aquella escena volvió a provocarle una buena erección a Federico que no paraba de desviar su mirada al hermoso cuerpo de Alejandrina. Cuando la muchacha parecía haber terminado la limpieza sintió un suave jalón de cabello por parte de su padre, quien la dirigió a que se apoyara sobre el sofá. Federico acomodó a su hija e inmediatamente dirigió su lengua al virginal ano de la chica. Era la primera vez que Federico propinaba un beso negro a Alejandrina por lo que esta supuso que aquella noche seria por fin el momento en el que le romperían el culo. Alejandrina disfrutaba la frescura y el relieve de la lengua de su padre. Tras unos momentos el hombre se puso de pie, penetró ligeramente el coño mojado de su hija para después dirigirlo a la entrada de aquel ano ansioso.

– Te va a doler un poco – murmuró Federico – quédate quieta.

– Si papi. – dijo la niña, con la voz entrecortada por la emoción y el placer de sentir la verga de su padre sobando su esfínter.

El hombre empujó, con cuidado, y no puedo evitar recordar el día en que penetró por primera vez a Leticia por el culo; aquello no solo era un sentimiento de placer sino de emoción. Ahora estaba detrás de su otra pequeña hija, Alejandrina, su dulce hija que aguardaba nerviosa el momento en que aquel pene entrara hasta su recto. Siguió empujando y la muchacha comenzó a sentir un poco de dolor pero no se quejó, deseaba pasar aquella prueba que tanto había esperado de la mejor forma. El alcalde colocó a Sandra en la misma posición sobre el sofá en que se encontraba Alejandrina quien volteó y dejo ver la emoción en sus ojos a su prima. Sandra sonrió al ver la felicidad en los ojos de su prima pero no podía concentrarse en ella porque cada embestida del alcalde parecía elevarla al cielo.

De pronto una fuerza recorrió todo el espinazo de Alejandrina y esta soltó un grito ahogado; su padre, con una gran habilidad, le introdujo su verga de golpe, como lo había hecho hacia un par de años con Leticia. El dolor en las entrañas de Alejandrina fue inesperado y sentía en todo su esplendor el pedazo de carne de su padre. Federico besó la espalda de su hija mientras el dolor en ella descendía; la piel de la muchacha se había enchinado y poco a poco comenzó a sentir el placer de una verga clavada en su culo. Una única lagrima llegó a sus labios y al poco rato comenzó a sentir movimientos en su recto; Federico había comenzado un lento bombeo, cuidando de no lastimar a su hija. A su lado, el alcalde rellenaba el precioso culo de Sandra en una abundante eyaculación que ambos disfrutaron.

En el otro sofá Javier descargaba también su leche en el coño de su sobrina. Después, un poco cansados, tomaron asiento en el sofá y miraban la escena que se les presentaba enfrente: Federico ya bombeaba con normalidad el culo recién estrenado de Alejandrina que sentía que se desmayaba en cada va y viene que su padre le proporcionaba. También Sandra y el alcalde descansaban; este sentado en el espacio libre del sofá y la preciosa chica sentada en sus piernas, con el semen fluyendo lentamente de su ano. Javier, recuperado, se puso de pie y tomando a su sobrina de la mano se dirigió hacia el resto.

Llegaron y Javier contempló aquella escena; la verga del alcalde era limpiada cuidadosamente por su querida hija Sandra mientras su sobrina Alejandrina que, por ser una novata del sexo anal, sentía que perdía la conciencia ante tanto placer que fluía por su esfínter a cada embestida de su padre. Leticia se arrodilló cerca de Alejandrina y con una sonrisa amistosa le acarició la frente de su hermana.

– Hermanita – dijo con ternura – ¿estás disfrutándolo?

Alejandrina no pudo responder pero su rostro cansado alcanzó a dibujar una sonrisa. Javier miró a su hija que lambia con dulzura la agradecida verga del alcalde, pensó de pronto en lo que aquella noche, por una absurda decisión iba a perder para siempre. Agobiado por esto se acercó por detrás de ella sin que esta lo notara, de pronto la tomó por la cintura y, sin dar importancia al semen del alcalde que aun escapaba lentamente del ano de su hija, colocó su verga en posición y le introdujo de golpe la mitad de su pene ante la sorpresa y disfrute de su hija.

– ¿Me permite, señor alcalde? – preguntó sonriente Javier

– Por supuesto Javier – respondió el alcalde mientras se ponía de pie

El alcalde se alejó y Sandra volteó sonriente hacia su padre que le respondió con un par de tiernas nalgadas.

– Hola papi – dijo con tono infantil la muchacha

Javier solo pudo sonreír y de inmediato acomodó a su linda hija sobre el sofá, sin sacar en ningún momento su verga. Acomodada ya comenzó a embestirla lentamente; los primeros bombeos provocaban que la leche del alcalde saliera salpicando del culo de Sandra pero ciertamente fungía como un buen lubricante.

Al ver al alcalde inactivo, y para no verse tacaño, Federico le autorizó pasar un momento con su hija Leticia; de la misma forma que con Sandra se negó amablemente pero no resistió mucho ante la insistencia de Federico quien en el acto se lo informó a su hija que seguía acariciando la frente de Alejandrina.

Leticia se dirigió al alcalde y este no pudo resistirse a sobar aquellos pechos tan preciosos que portaba la muchacha. Federico y Javier abrieron un espacio en medio del sofá en que se follaban a sus respectivas hijas. El alcalde dirigió a la muchacha y la acomodó de la misma forma que el resto de aquella orgia, la muchacha ofreció gustosa su ano. Antes que nada el alcalde lambió repetidas veces el esfínter de la muchacha que en lo que corría de aquella noche aun no era penetrada por el culo para después, con aquel anito un poco más lubricado, colocar la punta de su erecta verga. La morenita se concentraba en dilatar su ano y poco a poco aquella verga se abría paso hasta el recto de Leticia.

Poco a poco comenzó a bombearla hasta tomar un ritmo de embestidas que hacían jadear a la preciosa criatura. Para entonces aquella era una autentica orgia con tres mulatitas en hilera siendo taladradas por el culo en medio de un coro de gemidos, respiraciones, jadeos, suspiros y orgasmos. Alejandrina parecía haberse acostumbrado ya al bombeo de una polla en su culo pues ya abría sus nalgas con sus manos y constantemente pedía más y más.

– Más papito, por favor, no te detengas -gritaba Alejandrina como loca a lo que su padre le respondía con una sonora nalgada

Los cuerpos sudorosos de las muchachas, apretujados en aquel sofá, chocaban de vez en cuando mientras cada una recibía su verga por su respectivo culito. Leticia, recostada boca abajo sobre sus voluminosas tetas, disfrutaba cada mete y saca del alcalde mientras su prima Sandra, a su lado, gritaba descontrolada en los momentos en que su padre aumentaba las embestidas sobre su bien lubricado ano.

– Te voy a rellenar el culo – dijo Federico a su hija Alejandrina mientras apretaba excitado las suaves nalgas de la chica – Quieres tu culito relleno, ¿verdad?

La muchacha no podía ni responder pero las palabras de su padre y la idea del semen dentro de su culo la tenían más allá de los límites de la excitación.

– Te rellenare el culito, putita – repetía Federico en pleno preámbulo de su orgasmo, mientras su hija solo le podía responder con gemidos y jadeos.

Era curiosa la doble actitud que los habitantes de aquel pueblo tomaban; si bien imperaba siempre una actitud positiva y de respeto a la hora del sexo no eran extrañas las palabras altisonantes. Pero incluso aquello era tomado con normalidad y remotamente llegaba a haber desacuerdos sobre eso pues era, para casi todas las muchachas, excitante ser llamadas putas y zorras por sus propios padres, tíos o hermanos.

– Papi, relléname – alcanzó por fin a decir Alejandrina

– ¿Eso quieres putita? – respondía Federico

– ¡Sí!

La leche de Federico se descargó en el recto de su hija que por primera vez sentía la calidez del semen en sus entrañas. Comenzó a besar la espalda de su hija, paso a su cuello y a su nuca mientras el semen seguía fluyendo lentamente dentro del, hasta hacia unos minutos virgen, ano de su hija. Federico acariciaba apasionadamente los brazos y las tetitas de su hija que parecía ronronear a las caricias de su padre.

– Te quiero mucho papa – dijo dulcemente

A su lado, el alcalde Gonzalo rellenaba el culo de Leticia, la otra hija de Federico que por fin pudo dar un respiro a las embestidas sobre su culo. Jalaba suavemente el cabello de la muchacha mientras su leche se impregnaba en las paredes del recto de Leticia. Federico puso de pie a la agotada Alejandrina y llamó a Leticia. La chica esperó a que el alcalde desclavara su verga e inmediatamente se puso de pie. Federico le dio una palmadita al culo de Alejandrina y le pidió que fuera con el alcalde. Inmediatamente la preciosa mulatita se colocó de la misma forma en que hacia un momento se hallaba su hermana Leticia y al alcalde le cayó de sorpresa pensar que aquella noche iba a perforar el los culos de aquellas tres preciosas chicas. Aunque su verga estaba un poco adolorida se endureció de inmediato al ver un hilo de leche brotar del esfínter de Alejandrina, quien se ofrecía pacientemente con sus nalgas abiertas.

Justo al lado Sandra recibía los últimos azotes de su padre sobre su dilatado ano, momentos después su recto era rellenado de nuevo por un semen caliente que sentía perfectamente dentro de si. Javier, jadeante, lanzaba las ultimas embestidas sobre su hija pare después sacar su saciada verga de aquel agujero. A su lado, el alcalde cabalgaba sobre el culo abierto de Alejandrina que disfrutaba la segunda verga que le partía el culo en su joven vida. El ano de Sandra apenas comenzaba a escupir las primeras gotas del semen de su padre cuando este la volteó de frente para después lanzarse sobre sus endurecidos pezones. Sandra disfrutaba conmovida la delicadeza con la que su progenitor saboreaba y masajeaba sus pechos.

Al otro extremo del sofá, Leticia terminaba de limpiar la verga de su padre, que había quedado manchada con pedazos de mierda de Alejandrina, con un trapo húmedo. Con la verga reluciente, Federico comenzó a recibir, sin pedirlo, una suave mamada de Leticia que, sin duda, lo relajaron. Leticia lanzaba furtivamente miradas traviesas y sensuales a su padre que le respondía acariciando cariñosamente los cabellos de su hija. Mientras recibía la felación de su hija miraba a la otra recibir las embestidas del alcalde sobre su recién estrenado culo. Más allá, Javier yacía sentado y besaba apasionadamente a su hija Sandra que, sobre él, recibía suaves caricias sobre sus nalgas por parte de las cálidas manos de su padre. Federico estaba satisfecho de que todo hubiera regresado a la normalidad y seguramente su hermano jamás volvería a pensar en irse.

Tras unos cuantos minutos, la leche del alcalde corrió a través del esfínter de Alejandrina; era, para el alcalde, el aparente final de una sesión de sexo, que jamás se hubiera imaginado, con tres preciosas y jóvenes mulatas que recibieron, una por una, su semen en sus anos. Pero era tarde para el alcalde, acostumbrado a levantarse temprano y sumando todavía el agotamiento de aquella noche. Se vistió a pesar de la insistencia de los dos hermanos de que se quedara y, sin dejarse llevar de nuevo por el deseo, salió de aquella casa contento porque el problema se hubiese resuelto y satisfecho desde luego por la atención de aquellos hombres y sus preciosas hijas. Se alejó del lugar, donde seguramente continuaría aquella orgia y subió a su auto para dirigirse a su hogar. Llego a su casa donde sus dos esposas lo recibieron un tanto preocupadas por la tardanza y tras explicarles todo lo sucedido se dio una ducha, cenó y durmió como un bendito.

“El conde jamás alcanzó a vislumbrar completamente otra particularidad de aquel fenómeno genético; la tasa de natalidad femenina triplicaba a la masculina, hoy es evidente.”

Al despertar beso a sus dos esposas en la mejilla, sin despertarlas, y bajó a desayunar. Fue entonces cuando, al asomarse a la ventana vio un cuerpecillo alejarse presuroso: era una de sus hijas, Brianda.

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