Mis amigos me llaman Jóse (con acento en la ‘”o”), me considero de mediana edad, aunque esta no tenga importancia. Ahora y desde hace bastantes años, vivo en un pueblo abandonado de los Pirineos, en el que soy el único habitante y el cual quiero rehabilitar para que vuelva a recuperar su esplendor de antaño. Estudié ingeniería mecánica con resultados brillantes y estuve trabajando en una gran empresa, que me pagaba un buen salario, hasta hace unos años, cuando tuve la suerte de ganar un pequeño premio a la lotería, con el que hice mis números, añadiendo mis ahorros y calculé que me daba para vivir modestamente hasta mi jubilación dedicándome a lo que más me gusta: la agricultura y la ganadería.

Me casé a los 18 años y me separé 6 meses después. Siempre he sido muy exigente y mi esposa no podía soportarlo, por lo que optamos por separarnos de mutuo acuerdo y llevar nuestra vida cada uno por separado. Así que llevo una vida de ermitaño…

Bueno… No… Estoy mintiendo.

Todos los jueves voy a otro pueblo cercano, donde hay un club de carretera muy concurrido por las excelentes mujeres que tienen, los frecuentes cambios y sus precios razonables. Donde paso la noche con la puta o putas que me apetecen.

¿Que porque el jueves y no el sábado? Porque el fin de semana está lleno de camioneros que no pueden circular por las carreteras y de los vecinos de todos los pueblos de los alrededores.

A mí no me gusta ser el siguiente, después de no se sabe cuántos, aunque se hayan lavado. Cuando llega el jueves, ya están más limpias y me da menos reparo.

Después de mucho buscar y no gustarme nada, encontré el pueblo donde vivo, que me encantó porque se encontraba en una ladera, frente a un valle de pinos y verde y donde me quedé en una de las casas más grandes y mejor conservadas, aunque todas en general estaban en ruinas. Ahí nació la idea de recuperar el pueblo, de darle una nueva vida para que nuevas parejas se asentasen, tuviesen hijos y se convirtiese en un lugar próspero.

En estos años, he ido reparándola y acondicionándola para vivir con las máximas comodidades que puedo disponer. Aquí no llega la señal de televisión, no hay telefonía de ningún tipo. Si quieres hablar, hay que desplazarse a un monte cercano, a unos veinte minutos andando, donde hay cobertura de la compañía con la que tengo contrato. Tengo energía eléctrica porque hay cerca una central hidroeléctrica y me volvieron a habilitar la corriente para el pueblo, cortada desde que quedó abandonado, además de complementarlo con unas placas solares y un generador de emergencia para cuando se corta el suministro en los días o noches de tormenta.

Poco más abajo del pueblo, están ubicados unos terrenos donde, los antiguos habitantes antes y yo ahora, tengo el huerto, de tierra muy buena para el cultivo y con agua próxima.

Durante la semana, me dedico a cultivar mis hortalizas, cuidar de las 3 vacas que tengo y los 8 terneros. El tiempo libre lo dedico a reparar la casa o sentarme bajo un árbol a disfrutar del paisaje.

Mi único contacto con la gente, es un matrimonio vecino, de un pueblo a unos cinco kilómetros pasado el mío, casi vacío también. Los conocí a raíz de cruzarme por las mañanas en el puticlub, cuando él entraba y yo me iba. Pasan por mi casa cuando van al mercado a vender sus productos, ya que tenemos un acuerdo: como mis hortalizas son mejores y tienen mejor vista que las de ellos, se llevan todas juntas y así consiguen mejor precio para las suyas y yo me ahorro los gastos del viaje y de contratar el puesto en el mercado, ya que mi cantidad de producto no es muy grande. Con esto salimos ganando los dos, hasta el punto de que no solamente me mantengo, sino que aún ahorro algo de dinero. También me relaciono con casi todos los habitantes del cercano pueblo anterior al mío, donde voy a comprar provisiones de vez en cuando.

Con mi familia, sin hermanos y con mis padres fallecidos, no tengo prácticamente ningún contacto, y con Marta, mi ex, tampoco, aunque tiene mi número de teléfono que sirvió hace tiempo para avisarme del fallecimiento de un tío mío y coincidir su llamada en un viernes a primera hora, cuando estaba despertándome en el club con una preciosa muchacha chupando mi polla. Ambos coincidimos en el entierro, nos dimos un par de besos en las mejillas y ya no nos hemos vuelto a ver.

Una existencia tranquila y feliz. Lo tenía todo: comida sana, dinero, trabajo: el que me gustaba, mujeres: cada semana, etc. Sé que a muchos les encantaría cambiar su vida por la mía, pero… Siempre hay un pero.

Hace unos años, coincidiendo con el fin del curso escolar, se dieron una serie de circunstancias que han dado lugar a la historia que quiero contar.

El primer jueves del principio de esta historia, no pude bajar al club porque una de las vacas estaba de parto y tuve que atenderla. El siguiente, mi amigo Paco, cambió el día de mercado y estuve recolectando y preparando todo para que se lo llevara.

El miércoles siguiente, estaba tan salido que me masturbé tres veces, y el jueves no tenía ganas de bajar al club.

Así que, al cuarto jueves, cuando bajé al club y puse mi teléfono en marcha (en mi casa lo tenía apagado al no haber cobertura), empezaron a entrar mensajes de llamadas perdidas, todas del mismo número y que me era totalmente desconocido. Debía de haber más de 60 mensajes. Me decidí a llamar para ver que ocurría.

-…

-¡Dígame!

-Hola, soy Jóse. Tengo muchas llamadas de ese número que no puedo identificar.

-Hola, soy Silvia, la hermana de Marta, tu ex.

-… -Me quedé en blanco durante unos largos segundos.

Durante un momento, vinieron a mi memoria los recuerdos desde mis 16 años. Silvia tiene 2 años más que yo.

Cuando nos desplazamos a la ciudad por el trabajo de mi padre, yo perdí mi grupo de amigos y me encontraba solo y aburrido hasta que un primo me invitó a salir con su grupo, todos ellos entre 3 y 4 años mayores que yo, pero como no tenía otra cosa, acepté.

Conseguí integrarme pronto en el grupo, sin que el ser más joven afectase a las relaciones, ya que siempre he sido más alto que los demás de mi edad y no destacaba en nada con ellos.

En el mismo grupo había, entre otras, dos chicas, Marta y Silvia. Silvia un dos años mayor que yo y Marta uno menor. Desde el primer momento me fijé en Silvia. Sus preciosos ojos, su pelo, su cara perfecta, sus pechos, su culo, sus curvas. Por lo menos, en la parte que se podía observar por fuera, ya que no era nada normal en aquella época el que las chicas fuesen ligeras de ropa.

Pregunté entre los chicos y me dijeron que tenía novio, pero que debido a que pertenecía a una secta de tipo religioso y además trabajaba en el despacho de su padre, no le quedaba mucho tiempo libre y que se le veía poco con el grupo. Cuando mostré mi intención de intentar conquistarla, todos se partieron de risa.

-Tú no eres plato para esa mesa.

-Dudo que tu familia tenga tanto dinero como la de él.

-Esa tiene más interés por el dinero que los préstamos de los bancos.

Estas fueron algunas de las frases que me tuve que oír. Todos coincidieron que iba con él por el dinero de la familia y la posición social, pero yo, tonto de mí, pensé que podría enamorarla y llegar a casarme con ella.

Con tal fin, comencé a cortejarla en lo que pude, pues Marta siempre estaba pegada a ella y eso me cortaba mucho. Las sacaba a bailar cuando íbamos a discotecas y salas de baile. Empecé a ir a buscarla a su casa cuando quedábamos con el grupo y así me enteré de que ambas eran hermanas.

Le compré pequeños regalos, pues mi economía no era muy boyante, dependiendo de la propina de mis padres. También tuve que comprarle a su hermana. Salidas al cine, paseos, helados, chocolates calientes, en fin, todas las tonterías que hacíamos de muy jóvenes, solo que en pareja de tres.

En la ciudad de la que venía, tenía una amiga que, aunque no me gustaba mucho, sí que me permitía disfrutar de su cuerpo en forma de manoseos y masturbaciones y yo le dejaba disfrutar del mío en forma de masturbaciones y mamadas. Al no tener a nadie igual en ese pueblo, iba siempre más salido que el pico de un minero.

Poco a poco, en los bailes, empecé a presionarla contra mí, bajando mi mano hasta su culo para que notase la dureza de mi polla. Al principio, los dos o tres primeros días, me subía la mano, pero pronto cambió de idea y me dejó hacer, mientras sentía su respiración ligeramente acelerada.

Yo me aproveché y a la semana siguiente, bajaba la mano para acariciar sus piernas por encima de la falda hasta encima de la rodilla, mientras buscaba los rincones con menos luz para ocultar los movimientos. Como ella seguía sin decir nada, a la siguiente vez, se la levanté en el espacio entre nosotros para acariciar el interior de sus muslos y sentir su respiración agitada.

A la semana siguiente ya vino con una falda un poco más corta y fácil de disimular, por lo que yo me permití ir calentándola, para luego acariciar su coño por encima de la braga de cuello alto que se llevaba entonces, sintiendo cómo se iba empapando, pero bloqueando cualquier intento de metérselo por el costado.

Todo esto, siempre entre un morbo terrible, ya que bailaba con ella un par de temas, cambiaba con su hermana y con alguna otra del grupo, para volver a ella y seguir donde lo habíamos dejado, encontrándola cada vez más excitada y mojada. Mientras, ella también bailaba con otros, pero ninguno le hacía nada por respeto a su noviazgo.

Algunas semanas después, ya me permitía meter el dedo por el costado y rozarle el clítoris, hasta que a los dos o tres bailes, se corría abrazándome fuertemente. Luego, cuando terminaba la canción, se sentaba y ya no quería bailar más, echando a mis brazos a su hermana, por la que, en aquel entonces, no tenía gran interés.

Pronto me permitió bajar sus bragas hasta los muslos, tapada por la falda, para llegar mejor a su coño y proporcionarle mejores orgasmos.

Varias semanas después, mientras la masturbaba, le propuse al oído el ir a los baños a follar.

-¿Qué te parece si voy al baño y te hago una señal cuando este vacío para que vengas y terminamos esto con un buen polvo?

-¿Estás loco? Tengo novio y me guardo para él. Soy una mujer decente.

Esto último, lo dijo jadeante unos segundos antes de correrse en lo que me pareció uno de los orgasmos más fuertes que le había visto.

-Por lo menos, vamos y me haces una mamada… O una paja. –Continué yo.

Ella se recompuso un poco y me soltó dos bofetadas diciéndome:

-¡Guarro!, ¡Degenerado! ¡No vuelvas a dirigirme la palabra en tu vida!, además, se lo diré a mi novio para que te parta la cara.

Y acto seguido, fue a la mesa, cogió su bolso y de mal genio dijo un seco “Adiós” y se fue, seguida de cerca por su hermana.

Los demás, me preguntaron que qué había pasado y, aunque yo no dije nada, cada uno imaginó las cosas más guarras que se les ocurrieron.

Estuve dos meses sin salir con el grupo, hasta que mi primo me convenció para ir, ya que celebraba su cumpleaños. Me dijo que, desde ese día, ninguna de las dos hermanas había aparecido por allí. Esta vez las había invitado, pero no sabía seguro si irían.

Durante ese tiempo, visitaba lugares habituales, pero sin coincidir con ellos, por lo que hice amistad con otros chicos y chicas, alguna de estas últimas conseguí llevar a los baños, e incluso a una de ellas, a la cama, que fue con la que me estrené y con la que aprendí casi todo lo que se, a pesar de su juventud.

Ese día lo pasamos bien. De las dos hermanas, solamente vino la pequeña, Marta, que estuvo cerca de mí en todo momento. No hice preguntas a nadie ni me las hicieron. Bailamos todos con todas y lo pasamos fenomenal. A raíz de ello, quedé en volver y eso se convirtió en ir casi todas las semanas, sin dejar mis otras amistades, encontrándome siempre con Marta, que cada vez intentaba acapararme más.

Cada día se parecía más a su hermana en cuanto a cuerpo y belleza de cara. Cuando bailaba con ella, también intentaba meterle mano, pero ella sabía escaparse y dejarme con las ganas. Con estas idas y venidas, nos hicimos novios y el mismo día que cumplió los 18 años, nos casamos.

Su hermana lo había hecho dos años antes, porque se había quedado embarazada. Yo no asistí a la boda, a pesar de la insistencia, de la que era mi novia ya, para que fuese. A lo que me negué rotundamente. No tuve que dar demasiadas explicaciones, pues su hermana le había contado su versión de los hechos y yo solamente la frase final, en la que ambos habíamos coincidido.

El día de nuestra boda, acudió con su flamante y rico marido, y una niña pequeña. Al terminar la ceremonia (por la iglesia, eso si, que otra cosa estaba mal visto), todo fueron besos y abrazos con familiares propios y contrarios. Cuando me llegó el turno de recibir los parabienes de ellos, me las ingenié para no darle ni un beso, ni tocarla. Entre saludar a mi nuevo cuñado y besar y acariciar a la niña, di tiempo para que otros familiares se metiesen por el medio y evitar todo contacto.

Más tarde, en la comida que dimos a los invitados, ya habíamos dispuesto las mesas y quién se sentaría en cada lugar, convenciendo a mi mujer para poner a mis cuñados separados de nosotros y más cerca de los amigos. A los postres, era costumbre el pasar por las mesas agradeciendo a los invitados su asistencia y preguntando si habían comido bien, tenían más hambre, etc. En resumen, lo típico para quedar bien.

Cuando llegamos a su mesa, yo procuré situarme tras ellos para no verles la cara, y no volví a tener más contacto, ya que, aunque nos fuimos todos los jóvenes a una discoteca, ellos se excusaron por acostar a la pequeña. Cosa de la que me enteré porque me lo dijo mi mujer al día siguiente, sin que yo preguntase ni antes ni después.

La noche de bodas creo que fue demasiado mojigata. La pasamos en un hotel. Mi mujer se metió en el baño vestida, para salir luego con la toalla de baño más grande que pudo encontrar en la mano y con un conjunto negro de braga, de las de cuello alto que se levaban entonces, y sujetador que resultaba algo más sugerente, todo ello cubierto por… No se cómo decirlo. No sé si era un camisoncito corto abierto por delante y con mangas o una capa transparente con mangas y anudada al cuello con un lazo.

Yo la esperaba junto al mueble-bar, desnudo, con una botella de champan abierta, una copa en cada mano y mi polla apuntando al cielo imaginando lo que íbamos a disfrutar.

-¡Ppppero Jóse! ¿Qué haces así? ¡Ponte el pijama por lo menos! –Dijo mientras abría la cama y colocaba la toalla en ella.

-¡Qué más da, si dentro de un momento estaremos los dos igual!

-No seas grosero ni guarro. Ponte algo encima.

Así que me puse los calzoncillos encima para no empezar con mal pie, y brindamos por un largo futuro de amor y felicidad.

Estuvimos bebiendo pequeños sorbos entre besos y suaves caricias que yo le dedicaba, hasta que las vaciamos y la llevé de la mano hasta la cama. Me hizo apagar la luz, quedando iluminados por el resplandor que entraba por la ventana, mal cubierta por una cortina opaca.

Desaté el lazo de su camisón mientras la besaba, para ir quitándoselo poco a poco, besé su cuello y hombros, mientras deslizaba el tirante de su sujetador, hasta que pude soltarlo y quitárselo, a lo que respondió tapándose con las manos.

Yo arrodillado a su lado sobre la cama y armado de paciencia, fui besando su cuerpo y retirando sus manos poco a poco, hasta hacer míos sus pezones, para ponerlos duros a base de chuparlos y lamerlos. A partir de aquí, aumentaron sus gemidos, y mi mano, que recorría sus muslos en una suave caricia, se encontró con una buena humedad al rozar su braga.

Cuando creí que estaba lo bastante excitada, empecé a bajar su braga con una mano, mientras en un ejercicio de equilibrio, chupaba un pezón y acariciaba el otro con la otra mano. Tuvo un conato de retirar mi mano, pero al final se arrepintió y me dejó actuar.

Cuando estuvo desnuda, le insinué que me desnudase a mí mientras me enderezaba, a lo que ella se negó mientras se tapaba de nuevo las tetas y el coño.

Yo me bajé de la cama, me bajé el calzoncillo y saqué mi polla, dura como una piedra, entre las luces y las sombras, pude observar su cara de preocupación. Indudablemente, tenía miedo a perder su virginidad.

Una vez desnudos los dos, volví a besar su cuerpo y repetir mis caricias para que se relajase. Mientras, me desplacé despacio para colocarme entre sus piernas, momento en que volví a notarla tensa. No por ello me amilané ni me detuve en el deseo de excitarla, volví besar y lamer sus pezones, acariciarlos, pasé mi mano por su vientre, para bajar hasta su coño y pasar mis dedos por encima, notando su humedad, a mi juicio insuficiente.

Bajé mi cabeza hasta su coño y empecé a lamerlo recorriendo sus labios de abajo arriba hasta su clítoris. En cuanto se dio cuenta, empezó a empujar mi cabeza con una mano, mientras me golpeaba con la otra y me decía:

-¡Pero! ¿Qué haces? Asqueroso, cerdo, guarro.

Ese fue mi final. Me acosté a su lado y cuando iba a recoger la sábana para cubrirme me dijo:

-¡Espera! ¿Qué te ocurre? ¿Te has enfadado?

-No, pero veo que no estás lo suficientemente excitada para recibirme, así que será mejor dejarlo para otro día.

-No, por favor, estoy muy excitada. Estoy deseando que me la metas.

-Bueno, a mí se me ha bajado un poco. Chúpamela para ponerla a tono.

-¿Pero es que me he casado con un cerdo depravado? ¿No tienes una idea de lo que es una relación normal? ¿Esto es lo que te enseñaron las putas? – Le había dicho que una vez fuimos de putas con los amigos y que por eso tenía algo de experiencia. En ningún momento le dije que, cuando no estaba con ella, me dedicaba a follarme a otra u otras.

Así que me pajee para ponerla dura, me la mojé con saliva y sin más la coloqué a la entrada de su coño. Estaba tan cerrada que era imposible meterla. Me quedé quieto, le di un beso metiéndole la lengua hasta el estómago y le presioné un pezón hasta hacerle daño, lo que la distrajo lo suficiente para poderla meter hasta encontrar el tope de su virgo, donde volví a parar nuevamente para volver a intentar excitarla.

A ella le hizo algo de daño, porque me preguntó:

-Ya está.

-Sí, ya he hecho tope.

-Bueno, pues no era para tanto.

En ese momento, di el golpe de riñones necesario, clavándola toda entera, hasta que mis huevos chocaron con los labios.

-Aaaaajjjjjjj. Cabrón, me has engañado. Ufff qué daño. Sácamela inmediatamente.

Lo intenté, pero sentí como mi polla era aprisionada y que no salía. Cuando intentaba moverla, nos producía un dolor a ambos, y sobre todo a ella, que nos obligaba a detenernos. Ella se puso histérica y yo nervioso.

-Vamos a relajarnos. -Le dije.

-Siii, pero sal de mi. Me haces mucho daño.

-Relájate, cariño, y verás cómo sale sola.

Entonces me acordé de una anécdota que había oído.

-Tranquila, intenta poner los talones sobre mis riñones. Despacio. –Le dije.

Cuando los hubo colocado, ensalivé bien mi dedo sin que se diese cuenta y metí mi mano entre ambos, y en el momento que decía:

-Y ahora ¿Qué?

Metí el dedo medio de golpe en su culo. Dio un grito y flojo sus músculos, liberando mi polla.

Para qué voy a contar los nuevos insultos que me dirigió. Al día siguiente salimos de viaje de novios a una zona de playa, donde estuvimos tres semanas intentando por mi parte que olvidase el mal rato a base de besos y caricias. Al finalizar la primera, hice un intento, pero se negó. Al finalizar la segunda hice otro, enseñándole un aceite lubricante vaginal que había comprado para que no sintiese dolor. Con ello aceptó y, a base de muchas caricias besos, toqueteos y suaves penetraciones conseguí que alcanzase un alto nivel de excitación, para poder bombear con más rapidez hasta que alcanzó su primer orgasmo y yo pude correrme ya en el límite de mi resistencia.

A partir de ahí, nuestras relaciones mejoraron, pasamos a hacer el amor una vez por semana, pero sin aceptar ningún tipo de variación.

Pero solamente fueron los primeros meses. Yo quería su culo, intentaba obligarla a que fuese desnuda por casa, empecé a insistir mucho en que me la chupase y que me dejase comerle el coño, pero no aceptó porque le daba mucho asco. Quería palmearle el culo, pinzarle los pezones, etc. Llegué a ponerle una película porno donde se veía todo esto, que terminó yendo ella al baño a vomitar.

Empezaron nuestras broncas por mi cabreo, hasta que llegamos a un punto en el que tuvimos que parar y reflexionar. Hablamos las cosas y a los seis meses de casados nos separamos. No volví a saber nada más de ella.

-Caramba, eres la persona que menos esperaba oír. ¿Cómo has conseguido mi número? –Caí en la cuenta nada más pronunciar la frase.

-Me lo ha dado mi hermana

-Si…, ya… ¿Qué tal está?

-Bien, trabajando y llevando su vida.

-¿Se ha vuelto a casar?

-No. Ha tenido varias parejas, pero le han durado poco. Ahora está sola.

Estábamos manteniendo una conversación sin mucho interés, al menos por mi parte, como si estuviésemos hablando del tiempo. Ella estaba como nerviosa, sin atreverse a decir lo que quería. Al final fui yo el que tuvo que preguntar.

-¿Para qué querías hablar conmigo?

-Es queeee… No se cómo empezar. Tengo que pedirte un favor y no sé cómo hacerlo. Sobre todo después de cómo terminamos tú y yo.

-¿Por qué no empiezas desde el principio?

-Verás, no sé si sabrás que me separé de mi marido y que este falleció.

-No, no tenía ni idea de ello. Tampoco es que tenga mucha relación con nuestras antiguas amistades.

-Pueees… resulta, que después de estar contigo, no pude evitar mis deseos de sexo. Pude convencer a mi novio para mantener relaciones, pero eran muy esporádicas, prácticamente de mes en mes, con muchas precauciones e insatisfactorias. Un día, conocí a un hombre que me cautivó. Sin pensarlo dos veces, me fui con él a un hotel donde nos pasamos horas follando sin ningún tipo de control, y donde quedé tan exhausta y harta de placer, que tuve que permanecer allí, varias horas hasta recuperarme.

-Esto lo estuvimos repitiendo una o dos veces por semana durante varios meses. –Continuó.- hasta que me di cuenta de que llevaba una falta. Por suerte no había dejado de mantener relaciones con mi novio, por lo que le planteé la situación y decidió que nos casábamos inmediatamente y eso hicimos.

-Nuestras relaciones fueron tan sosas de casados como las de novios, incluso a veces, más esporádicas. Por suerte en la finca donde vivíamos, mi marido había contratado un servicio de vigilancia durante todo el día, que me vino de perillas, pues había siete vigilantes que se alternaban cada ocho horas, además de rotar cada día, y que los cambiaban cada mes. Yo me aprovechaba y me follaba al de mañana y al de tarde, por lo que no me quejaba de estar mal atendida cuando alguna noche mí marido venía con ganas y me dejaba a medias como siempre.

-Unos años después, le diagnosticaron un cáncer y le hicieron unos análisis muy completos, donde se descubrió que era estéril. Inmediatamente pidió la prueba de paternidad de mi hija y al dar negativa, nos repudió y nos separamos, aunque me pasaba una pensión para poder mantenernos. Duró dos años, y en los últimos momentos de su vida, me nombró su heredera y a la niña cuando yo faltase.

-El caso es que Verónica, Vero, mi hija, se ha criado sin padre. Sin una figura que le impusiese respeto y la llevase por el camino recto. Yo, como madre, le he dado todos los caprichos, consiguiendo una hija consentida, que hace lo que quiere, que no estudia y que con 20 años ha suspendido un curso de niños de 16 teniendo que volver a repetir. Uno más de los muchos que ha repetido.

-Si la admiten es por lo mucho que pago yo para que lo hagan, pero resulta inútil. Acaba de terminar el último curso por segunda vez y no ha aprobado ni el recreo, como vulgarmente se dice, y estoy que no sé qué hacer con ella.

-Hay mañanas que viene drogada y medio desnuda, después de haber pasado la noche fuera. Tiene un novio que me parece más un chulo de putas, pero del que dice que está enamorada y que nadie sabe tratarla como él.

-Para colmar el vaso, hace 3 semanas, me avisaron de que estaba internada en una clínica privada. Cuando fui a salir, pensé en llevar dinero para pagar los gastos que ocasionase y al ir a buscarlo, eché a faltar una cantidad importante. Cuando llegué a la clínica, me informaron de que le habían realizado un aborto y que había surgido una complicación, pero que con dos días de hospitalización, podrían darle el alta y realizar su vida normal. Una vez asimilado esto, pregunté cuanto nos iba a costar, y fue cuando me informaron de que ya lo había pagado ella.

En este punto yo le contesté.

-Todo eso lo entiendo, pero yo no sé qué puedo hacer para solucionar tu problema. ¿Necesitas reponer el dinero?

-No. No es problema de dinero… Verás… Entre hermanas nos lo contamos todo, o casi todo. Por mi hermana sé que eres una persona dominante y severa, que es lo que necesita mi hija, y me gustaría que te hicieses cargo de ella durante el verano para ver si la convences de que tiene que estudiar y no llevar la vida que lleva. Necesita una mano dura, ya que no tiene la figura de un padre, para que centre su vida y sus estudios. Además, si la tuvieses una temporada contigo, quizá pierda el interés por esas amistades.

-Te pagaré lo que me pidas, si es razonable, y te daré una gratificación al final, si consigues que estudie.

-La verdad es que no sé qué decirte. Me parece absurdo lo que pides, y más que me lo pidas a mí. Por otro lado, hace mucho que no me relaciono con la gente de ciudad. Déjame pensarlo durante una semana. Al siguiente fin de semana, ven con tu hija a pasarlo aquí. Nosotros hablaremos y decidiremos qué hacer con ella. Por si acaso, trae los libros, pero sin decírselo. –Le respondí.

Acordamos hacerlo así y le di la dirección del pueblo más cercano. Quedamos a mediodía del sábado, ya que costaba bastante llegar hasta allí.

-Si me ayudas, prometo pagarte la deuda que tengo contigo desde jóvenes. –Refiriéndose a la mamada y follada.

-Las deudas impagadas, generan intereses, y los intereses no pagados, también general nuevos intereses. Tu deuda a estas alturas ya es muy grande, pero no tienes por qué pagarla.

-Bueno, ya acordaremos la forma de pago. Seguramente no tendrás inconveniente en permitirme pagarla a plazos.

Esto último me pareció que lo decía con voz casi sensual, pero no podría jurarlo.

Terminamos la conversación y yo me metí al club, donde dos amables señoritas me subieron y mantuvieron en la gloria hasta el día siguiente.

Durante esa semana, quedé con mi amigo Paco para contarle lo que pasaba y que necesitaba que me bajase el sábado al pueblo con su furgoneta, ya que mi intención era volver a casa en el coche de ellas para conocerlas mejor mientras las guiaba.

Y llegó el sábado. Paco pasó a recogerme y me llevó al pueblo. Cuando llegamos, eran sobre las 12:30. Yo no las esperaba antes de las 14:00. Me pareció extraño que hubiese tanta gente en la plaza. En el pueblo viven 40 vecinos y conté 32 allí.

Paramos frente al bar, un lugar con mostrador, mesas, neveras y bebidas, donde tú te sirves lo que quieres y dejas el importe en una caja que hay junto a la tarifa de precios. Normalmente, siempre sobra algo de dinero. Uno de los vecinos se encarga de reponer las bebidas y su mujer hace la limpieza todos los días.

Al entrar, nos sorprendió que hubiese dos mujeres, una de las cuales enseguida identifiqué como Silvia y por tanto, la otra debía ser su hija Vane. Y aún más me sorprendió su apariencia.

Silvia con camisa blanca que dejaba traslucir su sujetador blanco también, pero de diseño caro, y un pantalón negro. Pelo rubio teñido y suelto manos muy bien cuidadas, y cuando se puso de pie, unos zapatos de tacón de aguja que le hacían unas piernas interminables.

El contraste, su hija. Una joven de 1.70 aproximadamente, como su madre, con el lado derecho de la cabeza totalmente rapado que mostraba un complicado tatuaje. Por el lado izquierdo, un pelo largo y negro, con una franja azul celeste y otra verde claro. Una camiseta de tirantes que tapaban dos tetas que presentaban buen tamaño y que se mantenían tiesas por su propio ser, ya que no se apreciaba sujetador.

También unos pantalones vaqueros, llenos de rotos y descosidos que mostraban, en un culo perfecto, trozos de un tanga azul.

Completaban la imagen unas zapatillas tipo deporte, sucias y medio rotas, con unos calcetines rollados en los tobillos.

¡Qué vería en mi cara Silvia que se acercó rápidamente para decirme en voz baja!:

-No te asustes, no es tan malo como parece. –Y ya en voz alta:

-Mira Vero, este es Jóse, el amigo del que te he hablado y que nos ha invitado a pasar el fin de semana.

-Joder, viejo, vaya mierda pueblo que tienes. Desde hace por lo menos una hora no tengo cobertura en el iPhone ni en la iPad .

Fue su saludo, sin que su madre dijese nada, y al que respondí, aunque no sabía a qué se refería. A mí me sonaba a teléfonos, pero no lo tenía muy claro.

-Encantado de conocerte, Vero, pero no te preocupes, que todo tiene solución.

Y dirigiéndome a ambas, pero en especial a Silvia:

-Vámonos, que hay mucho por hacer. –Refiriéndome a la educación.

Pagué las cuatro cervezas que se habían tomado, más la de mi amigo Paco y salimos a buscar su coche, aparcado en una calle lateral. Un Mercedes último modelo, según me dijeron.

Salimos del pueblo, en dirección a mi casa, por caminos entre altos pinos, bastante bien cuidados gracias a que los guardabosques debían de circular por ellos y la administración se encargaba de mantenerlos en condiciones.

A los pocos minutos, no más de cinco, la niña, sentada delante junto a su madre dijo:

-Me cago en la puta. Pero es que no vamos a llegar nunca. Además, me estoy meando.

-¿Quieres que paremos y orinas entre los árboles?

-¿Eres tonto o qué? Gilipollas. ¿Es que quieres que me pique algún bicho?

-No, no. No te preocupes que pronto llegaremos.

Su madre tampoco dijo nada, y el pronto se convirtió en 45 minutos, hasta que llegamos a mi pueblo y a la puerta de mi casa.

Nada más bajarnos del coche, preguntó:

-¿Dónde coño tienes el meadero?

-Entra por la puerta y sigue todo recto hasta el final del pasillo, sales por la otra puerta y a la izquierda.

Salió como una bala, volviendo al instante.

-Maldito cabrón, allí solamente está el establo de las vacas. ¿Y el wáter?

-Puedes ir allí, o si lo prefieres puedes salir por la puerta del otro lado, que da al campo, y elegir el lugar que prefieras.

-¿Pero es que no hay ni un triste retrete?

-Para qué lo quieres, teniendo todo el campo para ti.

Marchó bufando, mientras su madre y yo sacábamos las maletas y las entrábamos en casa. Esta constaba de dos plantas. Inicialmente, sus dueños debían tener animales en la planta baja y la vivienda, que constaba de seis habitaciones, en la superior. Yo limpié, remodelé y preparé la inferior, dividiéndola por la mitad dedicando una de ellas a cocina-comedor-salón, a la que llamaba genéricamente “la cocina”, y la otra mitad, la dividí en dos partes. Una muy grande que era mi dormitorio y otra algo más pequeña que era un enorme baño, con ducha, yacusi y el resto de complementos. La cocina tenía una chimenea, a la que había adosado un hogar con cocina de leña y fregadero. Por una puerta lateral, se pasaba a mi dormitorio, que quedaba tras la chimenea, con el fin de aprovechar el calor en invierno, con una cama de 2×2 metros. Al otro lado de la cocina, otra puerta cuyo uso no especifiqué y que daba al baño. La cocina de leña calentaba el agua para el baño, y se complementaba con un calentador eléctrico. Encima había habilitado una de las habitaciones para posibles invitados, con dos camas pequeñas, lo más barato que encontré, ya que no pensaba de alguien viniese a quedarse allí nunca, también calentadas por la salida de humos de la chimenea, pues los inviernos son fríos y hay que estar preparado.

Dejamos las maletas en la cocina, pasé a enseñarle mi dormitorio y luego subimos a la habitación superior. En ella también había un lavabo antiguo, compuesto de jofaina, jarra de agua y mesa con todo ello. Abajo, las toallas. Junto a ella, un cubo vacío.

-Como aquí no tengo baño, os he dejado ese lavabo antiguo para lavaros y el cubo vacío por si tenéis alguna necesidad por la noche.

-No, si rústico ya es, ya. –Dijo Silvia.

-Quédate aquí, que ahora subo vuestras maletas.

-No, yo bajo también y sube solamente las de Vero. Yo dormiré contigo.

Cuando me la quedé mirando, dijo riendo.

-Así empezaré a pagar los plazos…

-Y si no llegamos a un acuerdo.

-Estoy segura de que me los devolverás.

Acababa de subir las maletas, cuando llegó Vero ya despotricando, Se había quitado los pantalones pues se había manchado al no tener práctica. Verla así y ponérseme dura la polla fue todo uno.

Si no miraba su cabeza, tenía delante un par de tetas apuntando al frente, marcando unos pitones que parecían grandes y separados como cuernos de toro, casi descubiertas por arriba gracias al escote de la camiseta que por abajo le llegaba al ombligo, y un poco más abajo un tanga consistente en un triangulito a la altura de los riñones, con un hilo que se metía entre los cachetes de un culo perfecto y otros dos, que por los costados, se unían con el otro en un triángulo que escasamente cubría su depilado coño.

En un lado, cerca del coño, llevaba tatuada una cruz gamada y en el otro una polla con el texto “Mario” debajo.

-Podías comportarte un poco más decentemente, ahora que eres la invitada de un extraño. –Dijo su madre.

-Me comporto como quiero. Y sabes que estoy aquí porque me has obligado. –Hizo una pausa- Y ya estoy hasta el coño de esta mierda casa, de este asqueroso pueblo vacío y del cabrón de tu amigo, que ya que nos invita, nos podría haber alojado en un hotel.

Yo me di media vuelta, más porque no se me notara mi erección que por lo que estaba oyendo, y las dejé discutiendo. Cuando estaba saliendo me dijo la niña:

-Por lo menos, dime donde hay un teléfono y donde está la televisión. Y si tienes WiFi, la contraseña, y donde hay cobertura para el móvil.

-El teléfono más cercano está en un pueblo a más de 10Km., la señal de televisión no llega hasta aquí ni la de los teléfonos móviles de cualquier compañía. Como mucho, hay cobertura de mala calidad en un monte a unos 20 minutos andando desde aquí. Por supuesto que WiFi tampoco hay. Si quieres, en la radio se coge una emisora que emite música clásica.

-¡Pero cómo coño se puede vivir así! ¿A qué parte del mundo de mierda me has traído? -dijo a su madre- Como no nos vayamos pronto seré yo la que se largue.

Solamente di media vuelta y seguí mi camino. Pronto las llamé a comer, pues tenía la comida casi preparada. Verdura y carne a la plancha. Vero no probó la verdura, porque según dijo, y confirmó su madre, no le gustaba. La comida fue tranquila. La mesa las ocultaba en su mayor parte, y fue lo mejor, porque Vero se había puesto una minifalda vaquera que justo le tapaba el culo y su madre otra también vaquera, pero no tan corta. Encima, ambas una camiseta y sin sujetador.

Por la tarde les enseñé el huerto, las calles vacías con las casas hundidas, mientras explicaba mi proyecto sobre el pueblo. Yo iba durante toda la visita empalmado solamente de verlas, fuimos hasta el río y Vero dijo:

-¿Me puedo bañar? Desde que he entrado en el establo me noto un olor a vaca que tira de espaldas.

-Si, por supuesto. Volvamos a casa y te vienes con un bañador. Así te quitarás también algo del calor que hace.

-¿No hay bichos que me puedan atacar?

-No te preocupes. En todas estas montañas el único animal peligroso es el jabalí, y solo es peligroso si lo acorralas o lo hieres. Rara vez se ve alguno.

-¿Y en el agua?

-Con suerte podrás ver alguna trucha, pero tampoco hay muchas.

Sin decir nada más, se sacó la camiseta, se quitó la falda y se bajó y sacó el tanga con un movimiento de patada, quedando totalmente desnuda y metiéndose en el agua, que, aunque fría, estaba muy agradable. Mi polla amenazaba con reventar por todos los lados.

-Vamos a meternos nosotros también. –Dijo Silvia bastante colorada mientras se desnudaba también. Supongo que para que lo de su hija pareciese natural. Pude apreciar lo bien que se conservaba.

Sus pechos firmes, su culo redondo, sin tripa ni el más mínimo asomo de grasa, evidenciaban sus cuidados, probablemente en largas horas de gimnasio y masajes. Llevaba un tanga blanco, no tan mínimo como su hija, cuyos laterales subían por encima de la cadera para bajar al triángulo de su pubis. El conjunto realzaba más su cuerpo haciéndolo parecer más largo, y que cuando se lo quitó, dejó ver un coño moreno de sol o rayos uva y totalmente depilado.

-Sí, bañaros mientras yo doy una vuelta. –Dije con intención de apartarme y hacerme una paja.

-Venga, báñate con nosotras. –dijo Silvia mientras se acercaba desnuda y comenzaba a soltarme la ropa, empezando por el cinturón.

Yo, que estaba bastante cortado por la situación, no reaccioné a tiempo cuando me bajó de un tirón los pantalones y los calzoncillos, obteniendo como resultado un golpe de mi polla en su barbilla cuando se soltó y otro seguido en la nariz.

-Vaya, se ve que estás contento. –Dijo sorprendida.

-Es que verte me produce mucha alegría.

-¡Jodeeerrr! Con el amiguito de mamá. Vaya tranca que se gasta el viejo –Dijo Vero que se había vuelto al oír la conversación.- Solo falta que la sepa usar bien.

-No dudes que sí. –Dije yo sin azoramiento, pues esta escena me lo eliminó de golpe.- Vamos al agua.

Terminé de quitarme la ropa, cogí de la mano a Silvia, que estaba más colorada que un tomate, y la arrastré entre grititos al agua, que nos llegaba a la cintura.

Estuvimos un buen rato haciéndonos aguadillas y jugando a tonterías cuyo único fin era: el de ellas, frotarse contra mi polla y el mío tocar sus duras tetas, su coño y culo y pasar mi polla por todos lados. Fue agradable y excitante. Con muchas risas y morbo. Incluso Vero se comportó como debía, con amabilidad y alegría, disfrutando del momento.

Un rato después, salimos del agua y nos sentamos en las piedras de la orilla, para que el sol de final de la tarde secase nuestros cuerpos.

Mi erección no había bajado con el agua fría y, aunque no decían nada, ninguna de las dos me quitaba ojo.

Se hizo de noche, cenamos pronto, tomé una botella de vino y dos copas y nos fuimos a la cama. Vero arriba, no sin protestar, quejándose por el miedo a estar sola en la planta, de que no hubiese televisión y de que no tenía cobertura para su iphone, y Silvia y yo a mi habitación.

Nada más cerrar la puerta, Silvia se abalanzó sobre mí y empezó a comerme la boca y a frotar mi polla sobre el pantalón, con la mano. Yo eché mis manos a su culo y la apreté contra mí. Localicé la cremallera y el enganche de su falda y se la solté. Tiré de su camiseta hacia arriba y cuando se la saqué por la cabeza, su falda cayó al separarse, quedando totalmente desnuda.

-¿Cuándo te has quitado el tanga? No me he dado cuenta.

-Es que no me lo he puesto al salir del agua.

No dije más tonterías. Me agarré a sus pechos para chuparlos y acariciarlos, mientras ella, a toda prisa, desabrochaba mi pantalón y escapaba de mi boca al agacharse mientras me lo bajaba hasta los tobillos, a la vez que el calzoncillo.

Sin perder un instante, se metió la punta de mi polla en la boca, la sacó y empezó a lamerla en toda su extensión, para metérsela entera hasta la garganta y repetir, en una de las mejores felaciones que me habían hecho. Superior incluso a las de las profesionales, pues por mi tamaño, no se atrevían a metérsela a fondo, y eso que probaban pollas de todo tipo.

Estaba al borde del orgasmo cuando la cogí en brazos y la llevé a la cama, perdiendo los pantalones por el camino, y colocándome entre sus piernas para lamer y saborear su coño, que tanto había deseado.

Su calentura debía ser tan alta como la mía, pues no hice más que pasar la lengua por su clítoris y se corrió con un fuerte grito:

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGG.

La dejé un momento que se recuperara y volví a sus pezones, pero no me dio tiempo. Se lanzó sobre mi polla para lamerla y chuparla. La recorría con la lengua desde la punta hasta los huevos, y luego se la metía en su boca, en una alternancia que, con la excitación de las escenas del día, me puso rápidamente al borde del orgasmo.

-Me voy a corree. –Le avisé, pero no hizo mención de retirarse, sino que se la metió hasta lo más profundo de su garganta.

Sin poder aguantar más, me corrí abundantemente dentro, sin que ella dejase escapar ni una sola gota.

-MMMMMMMMMMMMMM Jodeeeeerrrrr. Que gusto me daaaaasss…..

Una vez repuesto, tomé la botella y escancié el vino en las copas, pasándole una a ella para brindar.

-Brindemos por la consecución de nuestro propósito… –Dije yo.

-Y por nosotros. –Dijo ella con una sonrisa enigmática.

Fuimos dando pequeños sorbos, ella sentada en la cama, desnuda, con la espalda apoyada en la cabecera y yo sentado en el borde, recorriendo sus muslos con mi mano y apreciando su cuerpo y tetas, mientras hablábamos.

-A tu hija hay que prestarle más atención y hay que ser muy duro con ella para que vuelva al buen camino. No carece de educación, pero ha sido tan consentida y abandonada, que hace lo contrario de lo que se espera de ella, solo para llamar la atención. No creo que estos meses que faltan hasta el nuevo curso pueda enderezarla.

-¿Y qué propones?…

-Dada la edad que tiene, ya no debería ir a un colegio como alumna. Deberías matricularla en el curso, comprar los libros, y solamente presentarse a los exámenes. Ella se quedará aquí y yo me encargaré de disciplinarla y hacerle estudiar para que apruebe, aunque creo que sabe más de lo que demuestra.

-Creo que eso podré arreglarlo, tengo influencias en el colegio donde ha estado y sé que no pondrán reparos. Sobre todo, si sigo pagando las clases…. Y hablando de pagar… Esa mano tuya me está poniendo a tono para pagar mi plazo de la deuda.

-Y mi pluma está dispuesta y llena de tinta para firmar el recibo. –Le dije mientras me inclinaba sobre sus pezones, que esta vez pude disfrutar lamiendo primero alrededor de ellos, mientras mi mano seguía recorriendo sus muslos, para ir acercándose a su coño, y luego chupándolos y dándole toques con la lengua.

Al llegar a su coño, pasé un dedo por sus labios, ya ligeramente abiertos y mojados de nuevo, recorriéndolos despacio, si tocar su clítoris, para incrementar su deseo sin llevarla al orgasmo.

Ella se movió dándose la vuelta, y obligándome a ponerme de espaldas en la cama, mientras se subía sobre mí para hacer un 69. Por segunda vez, su lengua volvió a mojar mi polla en toda su longitud, bajando desde la punta hasta los huevos, para volver a subir y recorrer el borde del glande. Con pequeños toques unas veces y otras metiéndose solamente la punta. Pronto me tuvo loco de deseo.

Por mi parte, metí mis brazos entre sus piernas, con mis codos bajo ella y mis manos a la altura de su coño y culo. Con esa postura, conseguía forzarlas a su máxima apertura, al mismo tiempo que separaba con mis dedos los labios del coño. Metí mi lengua en su agujero todo lo que pude, incluso llegue a subir a su ano, donde me entretuve en ensalivarlo bien. Bajé a su clítoris prominente, que metí en mi boca, presioné con mis labios y succioné.

-OOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHH Cabrón. ¿Qué me estás haciendo? ¡Joder qué gusto me estás dando!

-Calla y sigue chupando, puta.

Le metía el dedo pulgar en el coño y frotaba la zona del punto G, mientras daba suaves lamida a su clítoris. Con mi polla otra vez a punto de reventar se separó de mí, se dio la vuelta y me dijo:

-La necesito en mi coño. Necesito esa polla en mi coño.

Se colocó a horcajadas sobre mí, cogió mi polla y la apuntó a su entrada de un solo empujón se la clavó hasta los huevos, emitiendo un fuerte gemido.

-MMMMMMMMMMMMMMMMMM. Esto siiiii. Me siento llena. Noto como empuja mi útero.

Lo dijo cerrando los ojos y con la cabeza levantada, mientras un gesto de satisfacción se reflejaba en su cara. Al momento, comenzó a cabalgarme, con la polla bien incrustada, moviendo su cuerpo y caderas adelante y atrás. Se inclinó sobre mí, dejando a mi alcance sus pechos, a los que llevé mis manos inmediatamente para acariciarlos.

-Jodeeer. Cómo me roza el clítoris. –Dijo unos segundos antes de repetir.

-Jodeer. Jodeeer. Me voy a correeeer. Me corrooooo. Siiii. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH.

Cayó sobre mí totalmente ida, recuperándose. Poco después me confesaba.

-Ha sido tremendo. Creo que no he tenido nunca un orgasmo tan bueno, y sin embargo sigo excitada.

-Por mí no lo dejes.

Y empezó a moverse nuevamente. Al principio despacio pero poco a poco fue acelerando. No cabe duda que el baño de la tarde nos había excitado mucho. Por un momento imaginé a Vero arriba en su cama, masturbándose furiosamente y eso hizo que se me volviese a poner tan dura como al principio.

Le pedí su culo, pero me lo negó. Me dijo que más adelante lo veríamos, pero que nadie lo había usado y que por el momento ese camino estaba vedado.

Hice que nos diésemos la vuelta, quedando ella debajo, y le pedí que colocase sus talones en mis riñones, luego empecé un mete-saca furioso que le produjo dos orgasmos más, que yo me enterase, antes de correrme junto a ella en un tercero.

Entre paradas para recuperarnos fuimos terminando la botella de vino, hasta que, totalmente agotados, nos quedamos dormidos.

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