FAVORES DEBIDOS

            El día siguiente transcurrió como un día normal en el que todos los integrantes de la familia se ignoraron. Eduard se encerró en su despacho mientras el resto de la familia se perdía por la casa.
Al levantar la vista de su escritorio vio a Berta atravesar la puerta de su despacho y dirigirse hacia él. Continuó leyendo el documento que tenia delante ignorando a su vástaga que se acercaba con paso lento pero firme. Cuando estuvo frente a su padre se mantuvo en pie unos momentos tras los cuales se sentó en una de las sillas.
Seguramente habría venido para pedirle algo pero dado el pésimo trato y desdén recibido por parte de su hija la noche anterior decidió ignorarla hasta el extremo. Así que Eduard se hizo el ausente y continuó sin dirigirle la palabra. Fuera lo que fuese lo que ella deseara, Eduard no estaba dispuesto a concedérselo o, en cualquier caso, pediría mucho a cambio.
La mejor táctica en una negociación es el desinterés mostrado hacia la otra parte. Una baza que hay que jugar muy bien si quieres conseguir un propósito o cerrar un trato con unas condiciones beneficiosas.
Tampoco se inmutó cuando Berta carraspeó para hacerse notar. Acostumbrado como estaba a llevar el peso de las conversaciones y negociaciones no iba a permitir que ella guiara la conversación hacía donde quiera que fuese su interés. Si ella quería algo de él tendría que pedírselo de rodillas, la haría sudar sangre, la arrinconaría para, al final, sacar de ella todo lo que quisiese. Y Eduard quería mucho.
Por fin Berta se decidió a abordar a su padre directamente.
-He estado pensando. Quiero volver a follar.
-Joder, yo también. No sabes las ganas que tengo de volver a repetir lo de anoche. No he parado de pensar en ti. En mi vida me había corrido tanto. Joder, eres una diosa. Y ese cuerpo que tienes, tus tetas, tu coño… no sé donde has aprendido a follar así pero…
Se calló de súbito. Berta mantenía el rictus serio con el mismo porte con el que entró. Eduard recordó la torta que recibió de Berta la noche anterior. ¿Sería capaz de soltarse una hostia de ese calibre a si mismo por bocazas?
Rápidamente endureció el rostro y se recostó en su sillón hacia atrás. Esperó unos instantes antes de volver a hablar con tono grave y pausado.
-Estaba bromeando. No me gustó como me trataste anoche. Casi me partes la cara. Me jodiste el polvo en el último momento.
-Si te hubieses corrido me lo habrías jodido a mí. Todavía no estaba a punto.
-¡Joder! Pero no hacía falta soltarme un guantazo como ese.
-¿Si te lo hubiese pedido “por favor” habrías aguantado?
-Pues… pues…
-Pues no. Te hubieses corrido y me habría quedado con una polla flácida en la mitad del polvo.
-¿Y yo qué?
-Te hice la paja que me pediste, te la chupé y además te dejé sobarme y follarme.
-Bueno, bueno pero…
-¿Quieres follar esta noche o no?
Eduard se sintió herido en su orgullo. Por mucho que lo deseara debía mantenerse indiferente hacia ella si quería seguir manteniendo su estatus de líder de la familia. La mejor decisión suele ser la más dolorosa y ésta lo era mucho. Tomó aire.
-Esta noche tengo mucho trabajo.
Berta no se inmutó. Se levantó y se dirigió directamente a la puerta con el mismo paso lento y firme con el que había entrado.
-Pero no creo que acabe muy tarde. –añadió como un gallina.
-Si cuando llegas me encuentras dormida, no te molestes en entrar.
Berta cerró la puerta cuando salió. Eduard ya había de decido no llegar tarde.
– · –
La noche llegó a la mansión y todo el mundo se recogió en su alcoba. Cuando Bethelyn llegó a la suya se encontró con Elise que la estaba esperando.
-¿Elise?
-Señora.
-¿Qué sucede? ¿Por qué estás aquí?
-La estaba esperando. Me preguntaba si podría dormir esta noche con usted.
-¿Conmigo… en mi cama? Pero… mi marido llegará en cualquier momento… no sería buena idea.
-Su marido siempre se demora hasta altas horas antes de acudir a su dormitorio. Cuando él venga me iré, se lo prometo.
Bethelyn permaneció dubitativa por lo que Elise continuó insistiendo.
-No quiero dormir sola esta noche.
-Bueno… no sé… –Elise la miraba con ojos de cordero degollado. -Está bien.
Entraron en el dormitorio y se desvistieron en silencio. La luz de las velas iluminaba la estancia. Bethelyn se quedó solo con las bragas mientras sacaba un camisón de un cajón. Le incomodaba estar desnuda delante de su ama de llaves.
Elise no tenía camisón así que se metió en la cama con la ropa interior que llevaba. Cuando su señora se metió a la cama se pegó a ella intentando coger algo de su calor.
-¿Qué te pasa Elise? Estás temblando.
-Es el frío.
-No me tomes por tonta. Dime qué te pasa.
-Es… Lesmo.
-¿Tu hijo? ¿Qué ha hecho?
-Usted se acostó con él…
-Él me galopó como una yegua, querrás decir. -respondió airada. –Me chantajeó y me obligó a hacerlo.

Elise se calló y Bethelyn notó su doloroso silencio.
-Lo siento es que… fue tan humillante. –tomó aire. –tu marido y él me trataron como a una furcia.
-Lo sé y lo siento pero el caso es que desde aquel día… -volvió a enmudecer.
Bethelyn esperó impaciente a que acabara la frase.
-Quiere repetir lo que hizo con usted… conmigo… constantemente.
-Tu… tu hijo… ¿te viola?
-A diario.
Se vio a si misma meses atrás siendo follada por Garse a su antojo.
-¿Pero… cómo lo permites?
-No tengo elección. Él es más fuerte y siempre acaba logrando someterme.
-Pero, pero ¿por qué no se lo cuentas a tu marido?
-Ya lo he hecho pero el muy cretino dice que son cosas de la edad. Dice que el muchacho debe aprender y que yo debería ser más comprensiva con él. Estoy sola, no tengo a quien acudir.
-No me lo puedo creer. ¿Y deja que su hijo monte a su mujer? ¿Qué la llene de semen?
-Está muy orgulloso de él.
-Como puede estar orgulloso de que su hijo se folle a su mujer cada día. ¡A su propia madre!
Elise rompió a llorar en su hombro.
-No puedo más. Me persigue allá donde vaya solo para follarme. Desgarra mi ropa y me desnuda como si fuera algo gracioso antes de penetrarme como un salvaje. Más de una vez he tenido que correr semidesnuda hacia mi cuarto para ponerme algo de ropa. A la mínima ocasión mete su mano bajo mi falda para hurgar entre mis piernas aunque haya alguien delante.
Elise lloraba con fuerza.
 

-Ya me he cansado de pelear, no aguanto más. Me he resignado ha dejarme follar por él sin oponer resistencia. Aprovecha cada momento que estoy sola para abusar de mí. Todas las noches se mete en mi cama, me soba, me lame las tetas mientras me mete su polla una y otra vez. Últimamente le ha dado por metérmela por el culo. No quiero que me la meta por el culo, no me gusta.

Bethelyn intentó tranquilizar a su ama de llaves.
-Relájate Elise.
-Me obliga a ponerme a 4 patas y me monta por el coño y el culo. ¡Soy su madre, no una perra! -Las lágrimas se mezclaban con sus mocos. -No sé cuantas veces he tenido que chuparle la polla y tragarme su semen. ¡El semen de mi propio hijo!
-No quiero ser pesada Elise pero si le explicaras todo esto a tu marido creo que comprendería…
-¿¡Mi marido!? Mi marido llegó ayer al dormitorio justo cuando Lesmo salía de mi cama desnudo. Intenté contarle lo que acabo de decirle a usted. ¿Sabe lo que hizo?
Bethelyn arrugó la cara esperando una respuesta macabra.
-Mandó a su hijo a su dormitorio y me dijo que puesto que aun estaba despierta entonces no me importaría follar de nuevo con él. Así que estuvo follándome mientras le contaba todo lo que acabo de decirle.
-¡Será crápula! -bufó- ¿Y no se enfadó después? ¿Qué dijo cuando le contaste todo?
-¿Que qué dijo? Seguía orgullosísimo de él. Le agrada que sea tan precoz y valiente para su edad. ¿Se lo puede creer? Me sentí como una tonta. Yo lloraba del disgusto mientras él eyaculaba satisfecho dentro de mí.
-Quizás deberías decirle que Lesmo no es hijo suyo. Ya no le haría tanta gracia que sea el hijo de otro el que se acuesta con su esposa.
Elise se puso tensa y desvió la mirada.
-No, eso no puedo decírselo, jamás.
Se hizo el silencio.
-Usted ya sabía desde hace mucho tiempo que Lesmo no es hijo de zarrio. ¿Cómo lo descubrió?
-Por que ha heredado todos los genes de su puñetero padre. –Hizo una pausa. –Su padre es mi suegro, ¿verdad?
Elise asintió con la cabeza.
-Pero… ¿Cómo pudiste acostarte con él?
-Me violó.
-Dios mío. ¿Ese cabrón te forzó?
-Lo hacía constantemente. Durante todo el tiempo que serví en su casa.
-Pero… ¿Cómo lo permitiste? ¿Cómo pudiste acabar en las garras de ese hombre?
-Todo empezó cuando salí del orfanato.
-¿Has estado en un orfanato?
-Sí, en el que hay en las afueras de la ciudad.
-Pero… si ese es el mismo orfanato en el que he estado yo. Debimos habernos conocido allí.
-No es probable. Yo tengo algunos años más que usted por lo que estaríamos en módulos distintos. Además, nada más pasar la pubertad abandoné el orfanato y para entrar al servicio de los Brucel.
A Bethelyn le cambió la cara a la vez que en su cabeza se comenzaba a fraguar una idea macabra.
-Perdona pero, ¿estás diciendo que Artan, mi suegro, te sacó del hospicio para que formaras parte de su servicio?
-Creí que fue un golpe de suerte. Qué equivocada estaba. No pasó mucho tiempo antes de que el señor Brucel comenzara a propasarse conmigo. Al principio solo eran tocamientos, más adelante comenzó a obligarme a hacerle cosas. – rompió a llorar. -Estuve sufriendo durante años hasta que su marido y usted me propusieron servir en su residencia como ama de llaves. Aquello fue como si se abriera el cielo. Por fin pude escapar de los abusos de ese hombre. Desgraciadamente ya estaba embarazada de él.
-Y buscaste un padre para tu hijo entre los hombres de mi servicio.
-Zarrio era un buen hombre. Un poco simplón pero en aquel momento me pareció una buena elección. Comenzó a rondarme nada más poner los pies en su mansión y yo… me dejé cortejar sabiendo lo que llevaba en mi barriga.-hizo una pausa antes de continuar hablando. -Le engañé haciéndole creer que Lesmo era hijo suyo, lo reconozco, pero he pagado con creces mi deuda con él. Le he devuelto mucho más de lo que él me dio a mí.
-De eso no me cabe duda.
-Estar con zarrio era lo mejor que me pudo pasar en aquel momento. Hasta que llegué aquí no había día que el viejo Brucel no abusara de mí. Su mujer estaba al corriente de todo pero jamás hizo nada para detenerlo.
Bethelyn sintió una punzada de dolor.
-Mi suegra. -casi lloraba por la rabia contenida. -Yo también pasé por lo mismo.
-¿Usted?
-No fuiste la única a la que mi suegro violó sistemáticamente.
-El señor Brucel… usted… ¡pero si es la mujer de su hijo!
-Para él solo era una buscona caza fortunas. Un coño al que follarse. Día tras día, en cualquier momento, en cada rincón de la casa. Me obligaba a masturbarle, a chupársela, a tragarme su semen, disfrutaba follándome por el culo.
Elise ahogó un grito. –Eso… eso mismo hacía conmigo. Yo solo era un coño para él, una simple ramera.
-Y mi suegra tampoco hizo nada para detenerlo, incluso me odiaba más.
-Pero… si usted era la mujer de su hijo… ¿Por qué no hizo algo? ¿Por qué no se lo contó a su marido?
-Cuando abusaba de mí me sentía tan sucia… pensaba que había ocurrido por mi culpa. Estaba tan avergonzada que no fui capaz de confesárselo. Con el tiempo se convirtió en una desagradable rutina. Me folló cientos de veces.
Las 2 mujeres se abrazaron entre sollozos.
-También a mí me dejó preñada. –dijo Bethelyn ante la atónita mirada de su compañera de cama. -Garse no es hijo de Eduard.
-No me lo puedo creer.
-Y al parecer, nuestros hijos tienen una costumbre en común: follarse a su propia madre.
-¿Cómo? ¿Su hijo también…?
-Sí, en repetidas ocasiones, igual que a ti, con la misma sangre fría y la misma mirada de pervertido que mi suegro.
-Dios, no tenía ni idea.
-Me chantajeó hasta que se lo confesé a Eduard. Por eso le enviamos fuera de esta casa
-Y yo fui el pago de ese chantaje ¿no fue así?
-Tú fuiste el pago de su perdón. El perdón de mi marido por mi falta.
– · –
Días más tarde Aurora estaba limpiando la cubertería de plata cuando su nuera la abordó en el comedor.
-Espero que no intentes robármela.
-Vete a la mierda, fulana. Por si no tenía suficiente con desempeñar una labor de criada, ahora además me has convertido en la puta de tu hijo. Soy la señora de Artan Brucel y ni tú…
-¡Basta!, ya me sé esa canción. He venido a hablar contigo sobre tu labor.
-¿Mi labor de chacha? -escupió en el suelo junto a los pies de Bethelyn.
-No, tu labor de puta. A partir de esta noche tendrás un nuevo acompañante en tu cama.
Aurora palideció.
-¿C…Como dices?
-Lesmo, el hijo del caballerizo. Le darás placer cada vez que él te lo solicite.
-No puedes hacerme esto. ¿Me vas a obligar a acostarme con el hijo del limpiador de cuadras?
 

-Su madre atendió las necesidades de tu marido durante años, como bien sabes. Ahora tú atenderás las de su hijo.

-Esa… zorra… ¿tengo que acostarme con su hijo?
-Esa zorra se llama Elise y es el ama de llaves de esta casa a la cual debes obediencia.
-¿Sabes lo que tengo que aguantar con tu hijo? ¿Te haces una idea de lo repulsivo que resulta tenerle entre mis piernas? Frotándose contra mí, lamiéndome, metiéndome su sucia polla a todas horas.
-Me hago una idea, por desgracia.
-¡SE HA PASADO LAS 3 ÚLTIMAS NOCHES FOLLÁNDOME POR EL CULO! -gritó su suegra con lágrimas en los ojos. -Y ahora me dices que además tengo que dejarme violentar por ese asqueroso muchacho. ¿Pero es que no tienes compasión?
-La tuve, pero tu marido y tu nieto me la arrancaron de cuajo.
– · –
Esa noche Garse no sodomizó a su abuela. Tampoco Lesmo le folló el coño. Fue justamente al revés. Mientras Aurora permanecía a 4 patas respirando agitadamente y con dificultad, Garse, que estaba debajo de ella, amasaba sus tetazas a la vez que su polla entraba y salía de su coño. Tras ella, un Lesmo pleno de vitalidad, metía y sacaba su pene del culo de la mujer al compás de su compañero.
-Joder, que bien así ¿eh, abuela? –decía Garse.
-Tiene el culo y las tetas iguales que las de mi madre. -añadía Lesmo.
-No me la metáis al mismo tiempo. -Gemía Aurora. -Hacedlo uno cada vez, me hacéis daño, me vais a romper.
-Así me gusta más, abuela, noto su polla contra la mía cada vez que la meto hasta el fondo.
-Joder, es verdad. –Corroboró Lesmo. -Yo también lo notaba. Uf, sí que da gusto cuando golpea una contra otra.
-Sois… unos… cabrones. –sollozaba Aurora.
-Lo que tú digas abuela pero luego nos las vas a chupar a los dos a la vez. Quiero verte con 2 pollas en la boca.
– · –
Hacía noches que Eduard no acudía a su dormitorio junto al calor de su mujer lo que hizo que Bethelyn empezara a preocuparse. Quizás Eduard había encontrado dicho calor en los brazos de otra mujer, o entre sus piernas.
Un acceso de desconfianza recorrió la espina dorsal de Bet que por primera vez en mucho tiempo sintió celos de su marido y de su nueva compañera.
Cuando su marido le confesó que pasaba las noches entre las piernas de su hija sintió odio y rabia a partes iguales. Odio hacia su hija que quería robarle a su marido y rabia por ella misma. Había empujado a su marido a los brazos de ella. Era tarde para evitar tal aberración y, muy a su pesar, debería vivir con la certeza de que su hija obtenía habitualmente de su marido algo que antes solo recibía ella.
Para mayor desgracia Ernest, su amante furtivo, ya no la atraía como antes y las visitas nocturnas a su alcoba fueron distanciándose con el tiempo. Dormía sola, lamentando el día que descubriera a padre e hija fornicar como bestias y no hacer nada para evitar que se repitiera de nuevo. Ahora echaba de menos a su marido, su hombre, su bestia de grandes espaldas y abrazos poderosos. Y todo ello pese a saber que Eduard no era sino su hermano, como tuvo la desgracia de descubrir por su propia boca.
Una de esas noches en las que Bethelyn acudía a su solitaria alcoba se encontró con su ama de llaves esperándola en la puerta.
-Elise, ¿qué haces aquí?, es tarde.
-¿Puedo pasar la noche aquí, con usted?
-¿Cómo?, ¿otra vez?, pero… ¿te ha vuelto a molestar tu hijo?
-No, no, en absoluto. Lesmo no ha vuelto a ponerme un dedo encima. –Dijo Elise. -Solo quería pasar la noche en su compañía.

Quizás Bethelyn tampoco quería pasar sola la noche o quizás sintió lástima de su criada, en cualquier caso cedió ante las peticiones de su ama de llaves sin oponer mayor resistencia.

Una vez dentro del dormitorio y acostadas ambas mujeres, Elise comenzó a interrogar a su señora.
-Su marido y usted… no se les ve mucho tiempo juntos.
Bethelyn se puso tensa pero no respondió.
-Señora, ¿podría pedirle un favor?
-¿Qué tipo de favor?
-Pues verá… es algo respecto a aquella noche en que ustedes y yo… -continuó Elise. –pasamos la noche aquí… juntos…
-¿Aquella noche?
-Me dejé follar por su marido, por que usted me lo pidió.
-Sí, Elise. –Bethelyn estaba ruborizada. -Y te estoy enormemente agradecida.
-También follé con usted.
-Lo recuerdo, fue realmente desagradable.
-Una de las cosas que quería el señor era vernos a las dos lamiéndonos y yo accedí a sus requerimientos.
-Cierto. -¿Adonde quería ir a parar? -yo también accedí pese al asco que me produce.
-Ambas metimos la cabeza entre las piernas de la otra para lamernos.
-¿Adonde quieres llegar?
Su ama de llaves hizo una pausa y tomó aire antes de hablar lentamente.
-Quizás podríamos… repetir.
-¿CÓMOOO?
-Entre usted y yo, solas.
-Pero, pero, ¿Estás enferma o qué te pasa? ¡Qué asco!
 

Se separó de su compañera de cama como si tuviera la lepra.

-Para eso querías dormir en mi cama. ¿TE PARECE QUE SOY UNA FURCIA?
-No se enfade conmigo, señora.
-¿Que no me enfade contigo? ¿Pero es que piensas que disfruté lamiéndote el coño como si fuera una ramera? ¡Pues no! Fue uno de los momentos más bochornosos de mi vida.
-P…Perdóneme. No quería ofenderla. Se lo pedía como un favor.
Su señora la miraba atónita bajo la luz de las velas.
-¿Un favor? ¿Me pides que te lama el coño como un favor? Soy tu señora, no una puerca lame-coños. ¿Cómo TE ATREVES A pedirme semejante guarrería?
Elise estaba a punto del llanto.
-P…Perdóneme…, usted me dijo aquel día que me devolvería el favor que yo le hice. Me dijo que no me pedía nada que usted no estuviera dispuesta a ofrecer. Pensaba que podría pedirle que me devolviera el mismo favor
-¿¡Tendrás valor!? Te he devuelto el favor con creces. Me dejé montar por tu marido y tu hijo. ¿No lo recuerdas?
Elise la miró confundida.
-Aquello no fue ningún favor, todo lo contrario. Se acostó con mi marido a mis espaldas y además propició que mi hijo me violara constantemente desde aquel día.
-M…Me deje… montar… -Se le atragantaban las palabras atónita. –Tu marido…
-El favor no me lo hizo a mí, sino a mi marido. Usted me convirtió en la esposa cornuda a la que su hijo violaba sistemáticamente.
-Pero, pero, te he librado de tu hijo. Te he quitado a Lesmo de entre las piernas para siempre.
-Y se lo agradezco, pero eso solo termina el sufrimiento que usted propició, no evita el que ya padecí… por su culpa.
Bethelyn quiso replicar pero Elise la interrumpió envalentonada.
-Quizás no sea una gran señora como usted ni tenga un marido de noble cuna pero tengo mi dignidad y mi orgullo. He sido su ama de llaves durante muchos años en los que he llevado una vida digna y decente. Sin embargo usted acudió a mí para pedirme un favor tan sucio y deshonroso que solo una meretriz estaría dispuesta a realizar. Aquello me convirtió en una adultera y una ramera. Me dejé follar por su marido mientras hundía mi lengua en su coño. La lamí pacientemente mientras su marido y usted me manoseaban las tetas y el culo.
Se hizo el silencio. Elise miraba a su señora que no soportó su mirada.
-Todo lo que hice, fue por usted. Para mí siempre fue una gran mujer digna de mi más sincero respeto y admiración. Por eso no le pregunté las razones por las cuales debía rebajarme de tal manera. Lo hice por que me lo pidió y punto.
Bethelyn estaba herida en su orgullo. No se había dado cuenta de cuanto había abusado de la confianza de su criada, del favor tan grande que le hizo. ¿De verdad había sido tan egoísta?
-Elise, mujer…, yo…
-Solo le he pedido un poco de lo que ofrecí aquella noche.
-L…Lo siento, no quería ser tan brusca e insensible pero, es que no lo entiendo. Pensaba que aquello había sido algo horrible para las 2. ¿Cómo puedes querer repetirlo? Y conmigo. ¡Pero si somos mujeres!
-Esa respuesta todavía no la conozco. Lo único que le puedo decir es que al principio, después de aquello, me levantaba cada mañana con nauseas. Más tarde me di cuenta de que pensaba continuamente en nosotras desnudas besándonos en esta misma cama. Me ha costado mucho reconocer que a lo mejor soy de esas mujeres a las que les gusta acostarse con otras mujeres.
-¿Tú?, ¿tú? Imposible, no puede ser.
-Sí puede ser y eso es lo que quiero descubrir. Y ahora ¿me va a devolver el favor o no?
Bethelyn se masajeó las sienes y lanzó un profundo suspiro.
-Mira Elise, aunque quisiera complacerte… hay otra razón para que tú y yo no podamos hacer eso entre nosotras.
-No me diga que es por su marido.
-No, es algo peor.
Elise se preparó para escuchar algo terrible.
-Elise, tú y yo somos hermanas.
-¿Cómo? Eso es imposible.
-Eduard lo descubrió hace algún tiempo. Se hizo con información que reveló…
-Es absurdo… ¿Cómo vamos a ser hermanas usted y yo?
-Nuestra madre nos abandonó en el mismo hospicio. Primero a ti y después a mí.
-¿Ha llegado a esa conclusión solo porque ambas estuvimos en el mismo orfanato?
-No solo por eso. Hay más coincidencias que nos relacionan a ambas. Míranos, somos iguales. Nuestra cara, nuestro cuerpo. Tenemos las mismas tetas y las mismas caderas. Por no hablar de nuestro coño, ¿no te llama la atención que nos huela igual?
-Eso no son más que casualidades.
Bethelyn se frotaba las manos nerviosa.
-No, Elise. No son solo casualidades ni conjeturas, tengo pruebas. Además sé quien es nuestra madre.
Elise abrió los ojos como platos.
-¿Es eso cierto? ¿Conoce a mi madre?
Bethelyn le contó todo lo que sabía de su procedencia. Le contó cómo se enteró Eduard por boca de su propio padre y de cómo, varios días más tarde, su marido corroboró esos datos con los archivos del hospicio donde fueron alojadas. Eduard siguió todos los caminos y pistas que le condujeron a una inequívoca verdad. Él, Bethelyn y Elise eran hijos de una misma madre, los 3 eran hermanos.
-Pero…, pero entonces…, usted… -balbuceó Elise.
-He estado follando con mi hermano durante años con el que me he casado y he tenido una hija.
Elise se tumbó de espaldas a su hermana.
-¿Pero, por qué? ¿Por qué nuestra madre nos abandonó? ¿Por qué ha sido tan cruel conmigo?
-Se lo preguntaremos pronto. –dijo posando una mano en el hombro de su hermana. -Hace tiempo que quiero tener esa conversación con ella.
Después se tumbó junto a ella a intentó dormir entre un torbellino de emociones golpeando su cabeza. No lo consiguió. Estuvieron en silencio durante mucho tiempo hasta que Elise se decidió a romperlo y abordar a su recién descubierta hermana.
-Para mí usted sigue siendo mi señora.
-Mujer, dadas las circunstancias…
-…Y sigo queriendo repetir lo de aquella noche.
-Pero, pero, ¿es que no te das cuenta de lo que pides? ¡Eso es incesto!
-Solo porque un papel dice que somos parientes.
-No es solo un papel, es algo biológico. Ya te he contado…
 

-Me he pasado media vida sirviéndola como su criada. No me pida que la vea como mi hermana de repente. –dijo dándose la vuelta y encarándose a ella. -Quiero besarme y acariciarme con usted. Quiero abrazarla y que mis labios besen su piel. Quiero recibir lo mismo que le di aquella noche. ¿Me va a devolver el favor o no?

-Yo…, yo… -Bethelyn se puso colorada. -Está bien. Lo haré. Te devolveré el favor.
Se tumbó boca arriba junto a Elise, cerró los ojos y esperó a que su compañera comenzara a acariciarla. Nunca pensó que volvería a sentir las manos de una mujer recorriendo su piel o su entrepierna. Creía que ningunos labios femenino volverían a profanar sus tetas o su coño.
Al cabo de unos momentos en los que nada sucedió, Bet abrió los ojos, levantó la cabeza y miró a Elise que mantenía la misma posición que ella, tumbada boca arriba. Se recostó sobre un codo y se dirigió a Elise.
-¿No querrás que sea yo la que me ponga encima y te sobe y te lama?
-Esa es la idea ¿no? que usted me de placer.
-Joder, Elise… ¡JODER!
Se sacó el camisón con un gesto brusco y se quitó las bragas. Después desnudó a su hermana con movimientos impacientes y se colocó sobre ella.
-Espero que disfrutes con esto. –dijo de mal humor. –de verdad que lo espero.
Fue la única nota de enojo que tuvo con ella. Después, pese a la rabia contenida, su señora y hermana se comportó tal y como Elise esperaba, dándole placer con el mayor cuidado y cariño posible.
Su cálido abrazo fue el preludio de una oleada de caricias. Su boca la besó con ansia mientras sus manos amasaban sus tetas. Sus lenguas, al igual que sus piernas, se entrelazaron en una serie de besos infinitos. Besó su cuello hasta alcanzar sus tetas donde mamó de sus pezones mientras sus dedos jugueteaban con su clítoris. Después su lengua la recorrió hasta llegar a su oscuro bosque en el que se entretuvo todo el tiempo necesario para que gozara como jamás en su vida había gozado. La cadera de Elise subía y bajaba sin que pudiera evitarlo pese a que ello obligaba a Bethelyn a hacer malabarismos para mantener su boca pegada al coño de su hermana.
-Date la vuelta. –Pidió Elise. –Yo también quiero lamerte.
-¿Cómo? N…No hace falta.
Pero obviando sus propios deseos Bethelyn cedió a la petición de su hermana y se colocó sobre ella formando un 69. La desagradable humedad de su lengua la recorrió por dentro y por fuera volviendo a rememorar la noche con ella y su marido sobre esa misma cama. Y no solo eso, su coño y su ano fueron nuevamente invadidos por los dedos de su compañera de cama.
Mientras tanto, detrás de la ventana, encaramados a una escalera, 2 individuos observaban la sucia escena lésbica entre la digna señora de la mansión y su estirada ama de llaves.
-Si no lo veo no lo creo. Quién me iba a decir que esas 2 zorras eran 2 putas lamecoños.
-Yo ya lo sabía. ¿Qué puedes esperar de una mujer que se enfada cuando le folla un hombre?
-Todas las mujeres son unas putas. Pero éstas…, éstas… mucho más.
-No hay más que verlas. Mira que zorras. Mira como se retuercen de placer. Mmmf, si entro ahí les iba a enseñar lo que es follar de verdad, sobre todo a esa ama de llaves de los huevos. Donde esté una buena polla…
-Sí. Joder. ¿Y dices que hasta hace poco te la follabas cada día?
-Hasta que tu madre me amenazó. Me prohibió acercarme a ella.
-¿Y porqué le hiciste caso? Solo es una zorra.
-No se lo hice, la seguí follando. Pero después tu padre me dio una paliza y casi me revienta las pelotas. No pude sentarme durante varios días. Entonces fue cuando empecé a follar con tu abuela cada vez que se me pone dura.
Garse se agarró a la escalera con fuerza hasta que sus dedos quedaron blancos.
-Sí, a mí me pasó algo parecido. Pero te aseguro que todo eso va a cambiar. Nos las vamos a follar a las 2. Y ya sé como hacerlo.
-Joder, pues que sea pronto porque la tengo más dura que una piedra. Uf, yo creo que se están corriendo cada una en la boca de la otra.
-¡Hostias! Es verdad. La madre que las parió. Mira como se mueven… y como se soban.
-Oye, ¿nos hacemos unas pajas? –preguntó Lesmo.
-¿Qué dices tío? Eso es de maricones.
-Que no, que no. Nos la hacemos el uno a otro mientras las miramos a ellas. Eso no tiene nada de maricón.
-Prefiero follar con mi abuela.
-También yo, pero ella no está aquí ahora y yo estoy más salido que el cuerno de una vaca. Mira cómo tengo la polla.
Garse puso cara de asco y no le contestó. Continuó mirando a través de la ventana en silencio. Sin embargo comenzó a alargar el brazo hacia la minga de su amigo mientras éste, con la vista clavada en la ventana, hacía lo mismo con la polla a él. Cada uno comenzó a menear la polla del otro mientras se mantenían de la escalera con la otra mano.
-Oye, ¿alguna vez te has chupado la polla con otro tío? –preguntó Lesmo.
-¿Qué? Cállate, joder. Eso es de enfermos. Uf, y no me pajees tan rápido que me voy a correr enseguida.
– · –
 

Cayeron las horas durante las cuales Elise gimió, brincó y se revolvió entre las caricias de su hermana para, al final, caer desfallecida mientras respiraba bocanadas de aire. Bethelyn se tumbó entonces junto a ella permitiéndo que la abrazara durante unos minutos. Por fin la horrible noche de sexo lésbico había terminado. Nunca más volvería a repetir sexo con otra mujer.

-Es hora de que te vayas, Elise. Mi marido llegará en cualquier momento.
Elise respiraba para recuperar el aliento.
-No, no lo hará.
-¿Eh?
-Sé que él no vendrá, hace días que no duermen juntos. Déjeme dormir con usted.
Bethelyn reprimió la tentación de fingir sorpresa y aceptó lo que era evidente hasta para su ama de llaves. Su marido la había sustituido por su hija. Cada noche acudía a su dormitorio donde permanecía hasta el amanecer.
Precisamente en el momento en que las 2 mujeres se lamieron los coños, su marido estuvo practicando la misma posición con su hija. A diferencia de ella, Eduard sí se había corrido con su compañera de juego con la que estuvo follando toda la noche.
Berta se había convertido en una adicta al sexo con su padre del que requería sus placeres cada noche sin excepción. A Bethelyn, que no le importó al principio que su esposo no acudiera al dormitorio conyugal en sustitución del lecho filial, estaba a punto de morir de celos y lamentaba amargamente haber propiciado tal unión.
-¿Echa de menos a su marido?
Bethelyn se dio la vuelta y lloró en silencio. Elise la abrazó desde atrás pegando su cuerpo desnudo contra el de su hermana.
-Yo puedo conseguir que su esposo vuelva con usted. –dijo Elise.
-¿En serio? –preguntó sorbiéndose los mocos.
-No sería difícil.
-¿Y como? si puede saberse.
-Tengo mis artes… pero si lo hago… me deberá un favor.
-¿Qué favor?
– · –
Eduard no daba crédito. Le costó entender que su mujer estuviera dispuesta a hacer tal cosa. Aun más le costó creer que fuera ella la que lo propusiera, sobre todo cuando el trato entre ellos era casi inexistente y su relación matrimonial había muerto. Se había encontrado de repente con una mujer desconocida en un matrimonio renovado.
Era de noche en el dormitorio de los Brucel. Tanto Bethelyn como su ama de llaves estaban sentadas en el borde de la cama, desnudas. La conversación con ambas había comenzado en su despacho pasado el mediodía y se había prolongado lo necesario para que Eduard entendiera las razones por las cuales ambas mujeres hacían esto. Más tarde los 3 subieron juntos al dormitorio donde ahora él, que había comenzado a despojarse de su ropa, se había situado frente a ellas todavía incrédulo.
-¿De verdad que queréis hacerlo? –preguntó él.
– Si esto es lo que hace falta para que volvamos a estar juntos, que así sea.
-¿Y tú, Elise? Creía que lo detestabas.
-Y lo detesto. Pero hay circunstancias que… bueno, prefiero no hablar de ello.
Eduard se acercó a las mujeres con su pene en semierección. Delante de él tenía a 2 hembras de verdad, nada parecidas a la loca de su hija. Si bien esta última había colmado sus últimas noches de goce hasta hace unos días, no era menos cierto que durante todas ellas había padecido tanto placer como miedo.
Bethelyn acercó su mano a los testículos y los acarició con dulzura mientras Elise asía su polla y la masajeaba antes de metérsela en la boca. Bet no tardó en imitarla por lo que, tras unos momentos, ambas chupaban la polla del señor de la casa.
-Bet ya te contó que somos hermanos.
-Sí, lo hizo.
-Y aun así… ¿Quieres hacerlo?
-Estamos aquí los 3, ¿no? Es evidente que todos tenemos interés en hacerlo.
“He pasado semanas follándome a mi hija”, pensó Eduard, “con anterioridad ya me follé a mi madre y, ahora voy a follarme a mis dos hermanas a la vez”. “Voy a ir al infierno”.
Eduard Brucel no fue al infierno aquella noche pese a que cometió muchos de los pecados más sucios y oscuros de la Biblia. Fornicación, incesto, sodomía, onanismo mutuo… un sinfín de tropelías pecaminosas.
Folló con sus hermanas, lamió sus coños, penetró sus anos, amasó sus tetas y eyaculó en sus caras. Pocas veces había sido tan feliz.
Elise, que tan mal lo pasó la última vez con él, participó activamente durante toda la noche. Si bien no parecía disfrutar cuando su hermano la penetraba o acariciaba, tampoco hizo gestos o ademanes que revelaran ningún tipo de repulsión hacia sus compañeros de cama. Algo muy extraño en ella pues siempre se mostró como una mujer fría, nada pasional y por supuesto, poco o nada dispuesta a este tipo de actos lascivos.
Cuando la noche terminó para ellos, se quedaron dormidos. Eduard estaba agotado y feliz. Había hecho las paces con Bet de la mejor manera posible. Nunca volvería a la cama de Berta pero, a fin de cuentas era su hija, por lo que tampoco debió haber acudido a ella nunca.
Elise también era feliz. Aunque no le gustaba tener que dejarse follar por su hermano, el premio merecía la pena. No solo podía disfrutar de su hermana, sino que volvería a hacerlo a solas de nuevo. Bethelyn sería suya durante otra noche entera. Cada vez que Elise acudiera al dormitorio de sus señores, su hermana acudiría al suyo a la noche siguiente. Así era el trato.
Bethelyn también estaba satisfecha. Si bien era desagradable ver a su marido follar con Elise con quien ella misma debía retozar durante esa noche y la siguiente, éste había sido un precio asequible con tal de tener de vuelta a su esposo en su cama y en su vida.
Solo quedaba un fleco pendiente, una charla con su madre que llevaba tiempo posponiendo. Tenía derecho a conocer la identidad de su padre así como las razones que llevaron a Aurora a abandonarla en un hospicio.
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Nota: Espero encontrar un final cercano a esta serie. Gracias por haber llegado hasta aquí.
 
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com
 
 

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