Hoy hemos conocido a Héctor, me refiero en persona, porque ya habíamos hablado alguna vez por internet y hoy venía a la ciudad para asuntos personales. En realidad hacía ya algún tiempo que habíamos hablado de encontrarnos, pero ninguno había puesto especial interés en ello, hasta que hace un par de días nos avisó que debía solucionar algunos problemas en esta zona y, como sus asuntos le llevarían poco tiempo, sería un buen momento para encontrarnos y comer juntos. Quedamos en un restaurante que no le gustó nada con solo ver su aspecto, y nos llevó a otro en el que comimos estupendamente, para después ir a nuestra casa a tomar café y continuar una muy agradable conversación en la que tratamos gran variedad de temas, entre los cuales llegamos al trabajo de mi compañera y las dificultades qué para una actriz, tiene la interpretación.

Al respecto y siendo ajeno totalmente al tema, él es bastante escéptico, no acababa de aceptar que interpretar y simular no son la misma cosa, y que una interpretación para ser creíble, debe acercarse lo más posible a la realidad. Mi compañera, picada en su amor propio, decidió por su propia cuenta hacerle una demostración y para ello salió del salón en el que estábamos, para al cabo de unos pocos minutos, volver completamente transformada en su vestimenta. Se había puesto una simple minifalda negra, sin medias, y una camisa blanca, de hilo muy fino, bajo la cual era obvio que no llevaba sujetador alguno, y con algunos de los botones abiertos de forma que, sin llegar a desnudar sus pechos, los dejaba entrever con bastante claridad.

De inmediato comprendí lo que se proponía pero él no pudo captarlo y solo se fijó en lo que era evidente, más aún cuando ella se sentó en el sofá a su lado y retomó la conversación que veníamos manteniendo, pero con evidentes y notorias variantes en su actitud y forma de dirigirse a Héctor; le miraba fijamente a los ojos, se inclinaba hacia él, de forma que su escote se agrandaba para que los ojos de él se vieran atraídos a sus pechos, llevó el tema de conversación a hablar sobre la interpretación de los actores y actrices en las escenas de amor y sexo, y al hacerlo aumentó su provocación apoyando su mano sobre el muslo de él, hablándole más bajito y más cerca, para seguir como al descuido, acariciándole sobre el pantalón y llegando cada vez más cerca de su zona más sensible. En un momento ella había desabrochado otro botón de su camisa, con lo cual él ya tenía al alcance de su vista dos tetas que lucían muy apetecibles, coronadas por unos pezones inhiestos que parecían reclamar sus caricias.

Le hablaba de que, una actriz como ella, debe llegar hasta el mismo acto sexual si lo necesita para dar veracidad a una escena de amor o de cama, y como él todavía porfiaba de que tal cosa no era posible y que nadie lo haría, ella avanzó su mano hasta tomar una de las de él y llevarla hasta envolver con ella uno de sus pechos ya descubiertos totalmente, al tiempo que le besaba en la boca y su lengua se ligaba con la de Héctor. Aquello ya fue ponerle realmente en el disparadero. Sin reparo la retiró la blusa y su boca descendió hasta sus pechos comiéndolos, besándolos, lamiéndolos con ansia. Se había calentado a tope y ya no tenía contención alguna así que a la camisa le siguió la falda, continuó acariciando sus caderas, su vientre, sus muslos, retirando la braguita para, tumbándola sobre el sofá, pegar su boca a los labios vaginales y buscar el clítoris con su lengua. Tampoco ella tenía ya ningún reparo, había llegado demasiado lejos en su juego y las ardientes caricias de él la estaban poniendo a tope, hasta que casi suplicó que se desnudase y en un instante toda la ropa de los dos estaba por el suelo.

No podría decir quién de los dos buscó primero la penetración, ambos parecían estar igual de ansiosos. Sobre el sofá tan pronto estaba uno sobre el otro, como a la inversa, y si él sacaba su verga era para tomar el puesto con la boca, con la lengua o los dedos, para avanzar sobre ella para que pudiera tomar la verga con la boca y hacerla llegar hasta casi su garganta, para moverse ambos hasta situar sus cuerpos en un 69 perfecto, hasta el momento en que ya, ninguno de los dos pudo aguantar más y ambos se corrieron volcando en la boca del otro su semen y sus jugos.

Tuvieron lógicamente que ducharse y con un Héctor bastante avergonzado por lo ocurrido, se sentaron nuevamente en el sofá, tratando de reiniciar una conversación que se presentaba difícil; se había auto convencido de que lo que acababa de suceder no tenía nada que ver con la interpretación de una buena actriz, sino a un calentamiento puramente físico y llevado al extremo. La discusión se acaloraba por momentos, sobre todo cuando ella le dijo que, lo que acababan de hacer, había sido solo una demostración sobre el tema, a lo cual él respondió que no podía aceptarlo puesto que fríamente, como él lo interpretaba, nadie sería capaz de llevar a cabo una relación sexual. Nuevamente y de forma aún más evidente se lo demostraría. Se puso en pie ante él, muy despacio desabrocho su camisa, dejó caer su falda y la braguita, totalmente desnuda se avanzó hacia él y comenzó a desnudarle totalmente. Estaba como petrificado, incapaz de moverse ni de hablar siquiera, solo la obedeció para que ella pudiera quitarle su pantalón y el calzoncillo. Pese a su inmovilidad, su verga había crecido hasta alcanzar su máximo tamaño cuando ella avanzó aún más tomándola en sus manos, le cabalgó y sin soltarla se dejó descender sobre ella hasta que ya no le cupo ni un milímetro más; solo entonces la soltó para abrazarse a él, que ahora ya recuperaba el movimiento y lentamente, de forma acompasada, trataban de que la verga la llegase hasta lo más profundo, para desatarse totalmente después dando inicio a una impresionante cabalgada. Cambiaron de postura, aún con los pies sobre el suelo, la hizo volcar sobre el sofá casi obligándola a clavar su cara en el asiento, se colocó tras ella y nuevamente clavó con fuerza la verga en su vagina; estaba incontenible y ya no tenía limites, sacó su verga chorreante y la colocó en la misma entrada de su ano, hacía presión tratando de meterla y cuando ella se quejó la ripostó diciendo que si aquello era interpretación, el momento formaba parte de la escena, todo ello sin cesar de presionar hasta que, ahora más despacio y con cuidado, consiguió meterla y avanzar hasta que sus testículos llegaron a tocar sus nalgas. A ella ya no parecía dolerle nada, estaba totalmente concentrada en lo que hacían.

La escena era impresionante, los dos completamente desnudos, ella boca abajo y vencida sobre el sofá mientras él la sodomizaba sin parar de gritar, en una extraña mezcla de rabia y disgusto de su parte por lo que estaba haciendo, por haberse dejado llevar a aquella situación, pero en busca de un éxtasis que los dos veían muy cercano y que, en efecto, no tardó en llegar. Si bien a él le causó un efecto desastroso porque se disculpó y salió poco menos que corriendo.

No volvimos a saber de él hasta pasados unos meses. Un día en el qué por teléfono, recibimos una invitación para encontrarnos en una sala de baile, a la que fuimos, intrigados, por conocer sus planteamientos después de su desaparición.

El encuentro fue cortés, pidió disculpas por su espantada e iniciamos una conversación en la que no se tocó el tema de la reunión precedente después de las disculpas. Tomamos unas copas y la invitó a bailar, con lo que el ambiente se fue animando un poco porque cuando volvieron a la mesa, un par de botones del camisero blanco que ella vestía, estaban abiertos.

Es cierto que hacía bastante calor en el local, quizás fuera el motivo por el que seguían soltándose botones, y encima ella no era muy aficionada a usar sujetador, con lo que nuestro héroe se fue animando a meter las manos donde creyó que podía y donde en efecto pudo. El camisero ya la dejaba mostrar íntegramente sus pechos y las manos de él se aprovechaban de ello, porque eran ellas quienes lo habían desabrochado.

Cambiamos de mesa para situarnos en otra más discreta, a la que no llegaban las miradas de la gente que ocupaba la sala. Ni nos habíamos sentado cuando ya las manos de él abarcaban las tetas de ella, la hicieron darse la vuelta y su boca se apodero de la de ella. La sentó sobre sus piernas al tiempo que mordisqueaba sus pezones y trataba de meter sus manos entre sus muslos. Tampoco ella estaba quieta, había comenzado por abrazarse estrechamente a él, pero poco después estaba acariciándole sobre el pantalón y comenzó a desabrocharle la bragueta; debía ser incómodo para ella, porque en un momento le había desabrochado también el cinturón y metido su mano bajo el hasta alcanzar su verga y comenzar a acariciarla.

Se habían medio tumbado en el sofá, ella con la camisa totalmente desabrochada y la falda subida casi hasta la cintura. Él, de rodillas en el suelo y con la cabeza metida entre sus piernas, con su boca y sus manos trataba de quitarle la braga y, una vez conseguido, pegó su boca al sexo de ella a la búsqueda de su clítoris y metiendo sus dedos en su vagina.

Habíamos corrido las cortinas que aislaban el medio reservado en el que estábamos, aunque ello no impedía que alguna cabeza curiosa apareciese de vez en cuando entre las cortinas, para quedarse con la boca abierta al ver a la pareja, desnudos totalmente, metiéndola su verga en la vagina y agitándose como posesos hasta correrse ambos. No hubo disimulos, ninguno se molestó en retirarse antes de la corrida, como puestos de acuerdo se corrieron juntos y dentro de ella, como después se dieron vuelta para iniciar un magnífico 69 en el que ella parecía tratar de aspirar la polla de él hasta tragarla por entero.

Se vistieron, casi se vistieron, porque además de no llevar sostén, ahora ella tampoco llevaba braga y su camisa apenas si tenía un par de botones cerrados. Un brazo de él la abarcaba por los hombros y no tenía reparo en acariciarla las tetas, ahora ya a la vista de todo aquel que quisiera mirar, puesto que habían abierto las cortinas. En pocos minutos el pequeño espacio se había poblado de espectadores y alguno de ellos se atrevió a avanzarla una caricia sobre el pecho descubierto, aunque Héctor le retiró la mano rápidamente.

Siguieron con el juego, la camisa de ella casi completamente abierta, las manos de él sin cesar de acariciarla y con sus bocas que parecían atornillarse a cada momento.

Salieron a la pista a bailar nuevamente, y al momento, un amplio circulo se formó en torno a ellos, todos los hombres querían presenciar el espectáculo de sus tetas moviéndose al son de la música y como Héctor se refregaba contra ella cada vez con más descaro y con sus manos hacía subir su falda hasta que todos se apercibieron de que no tenía braga, con lo cual el circulo se estrechó sobre ellos. Él ya estaba lanzado y sin vergüenza, con una de sus manos avanzó entre sus piernas hasta llegar al sexo, presionó entre sus labios para abrirlo y meterla varios dedos; al sentirlo ella paró su baile y se apretó contra aquella mano que la penetraba. En medio de la gente le desabrocho el pantalón y le agarró su verga que de inmediato condujo hasta su vagina, con rapidez dio un pequeño salto colocando sus piernas en torno a la cintura de él y se empaló sobre la verga literalmente, en medio de la pista ante los aplausos y gritos de todos.

Conseguí rescatarlos y salimos de allí. Como pudimos llegamos hasta el coche, pero seguían teniendo ganas de juerga, así es que nos dirigimos hacia otro local; un antiguo jakuzzi al que habían suprimido la piscina y puesto camas por todos los salones.

Apenas habíamos tenido tiempo para recoger las llaves de las taquillas cuando ya se habían desnudado mutuamente y se dirigían corriendo a una de las camas, en la que empezaron a revolcarse como si nunca hubieran follado antes.

Habiín organizado tal revuelo que todos los clientes del local estaban revolucionados. Dos de ellos, sin duda los más atrevidos y lanzados, se juntaron a ellos sobre la cama formando un auténtico maremagnun de manos, piernas, sexos y cuerpos que se buscaban. Me di cuenta, de pronto, que sobre nosotros y pegado al techo, había un enorme espejo que reflejaba nuestra imagen. El cuerpo desnudo de Héctor estaba entre sus piernas abiertas, y por sus movimientos se constataba que su polla estaba totalmente metida en su interior; estaba sentada sobre ella que la sentía latir y llegar hasta lo más profundo. También observé unas manos que la empujaban para tumbarla sobre Héctor, aunque su fin no era el de aumentar el contacto con él, sino hacer que la postura pusiera su culo en pompa, sin por ello hacer que su verga la abandonase; ella sentía el peso de otro cuerpo sobre el suyo, y la presión de un intruso que pugnaba por meterla su polla por el culo, lo cual no le costó demasiado esfuerzo porque ya estaba dilatada por todos los lados. El efecto fue inmediato, sentir las dos vergas en su interior fue el detonante para que la viniera un orgasmo monumental

 

Un comentario sobre “Relato erótico: “La guerra de Troya” (PUBLICADO POR SIBARITA)”

  1. Te echaba de menos, esta vez has tardado mucho en poner tu calificación de “horrible”. Me preguntaba si tu tardanza estaba motivada porque hubieras ido a alguna clase para aprender a leer. Te aconsejo que no lo hagas, no es nada bueno para la salud. Besitos

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