LA DELGADA LINEA ROSA 2

Los gemidos de la película pornográfica del televisor se empezaban a entremezclar con los de las dos chiquillas cuyos primerizos coños estaban siendo taladrados por aquellos rufianes. Las manos de estos recorrían las suaves curvas de las chiquillas; sus manos se precipitaban sobre sus caderas, sus delicadas cinturas, sus tiernos pechos y sus duros y redondos culitos.

Mauricio se cansó de aquella posición y puso de pie a la negrita. Carolina era simplemente preciosa, parecía ridículo que durante años se hubiese menospreciado tanto a si misma. Había envidiado siempre la belleza de su amiga Jade cuando dentro de su holgado uniforme escolar que acostumbraba vestir se encontraba el cuerpo divino de cualquier diosa africana. Carolina tenía un cabello largo bastante enchinado que escondía siempre en una coleta; tenia además unos ojos negros y grandes y una nariz refinada de negra que, junto con unos labios gruesos le daban el aspecto de ninfa tribal.

Pero era su cuerpo el que definitivamente eclipsaba hasta a la belleza indiscutible de Jade; un cuerpo delgado y delicado en la cintura que destacaba la redondez y altanería de sus preciosas nalgas, también unos pechos jóvenes pero firmes que profetizaban ya un cuerpo demasiado tentador para pasar desapercibido por las calles.

Mauricio levantó fácilmente a la mulata con sus brazos y la llevó cargando hasta otra habitación donde se encontraban dos camas individuales que enseguida junto una con otra para crear una especie de cama king size improvisada. Se acostó sobre sus espaldas mientras atraía a la negrita hacia él; esta se acomodó sobre él y se dejó acomodar hasta que la verga del muchacho ya empujaba de nuevo para introducirse en su concha. La excitación era tal que la misma mulatita trataba de impulsarse saltando sobre aquel erecto falo pero su inexperiencia la hizo detenerse y entregarse de lleno a los movimientos del muchacho. Las tetas de la negrita eran manoseadas hasta el cansancio mientras su coñito era embestido una y otra vez por los movimientos de Mauricio. Sus nalgas rebotaban una y otra vez sobre el aire, y de vez en cuando caían en manos del muchacho que las apretujaba como al tesoro más preciado.

La suavidad de los cabellos de Jade eran acariciados por las manos de Samuel mientras su vagina era invadida a un ritmo constante por el pedazo de carne del muchacho. Seguía en cuatro pero ya no podía sostenerse con sus frágiles brazos y cayó rendida sobre el respaldo del sofá. Cada movimiento de aquella verga dentro de su coño la hacia desear morder y destrozar aquel mueble pero solo le quedaba apretar los dientes y gemir con fuerza ante aquel remolino de placer. Un jalón en sus cabellos la acercó a las manos de su acompañante quien de inmediato se apropió de sus pechos que apenas continuaban retoñando. Mientras pellizcaba suavemente los pezones de la muchacha, Samuel aumentó la velocidad de las embestidas mientras movía agitaba el cuerpo de la chiquilla como si se tratara de una muñequita de trapo. El sudor era liberado por aquellas pieles, mientras la morocha jadeaba de placer y agotamiento. De pronto una punzada en su coño recorrió todo su cuerpo y una avalancha de gozo recorrió todo su cuerpo como el que unas noches antes disfrutó en su acto de masturbación. Pero Samuel, que poco se enteró de esto, siguió abalanzándose sobre aquella conchita que no podía soportar más placer. Las lagrimas escaparon de los ojos de Jade que volvió a caer rendida sobre el sofá. Samuel se apiado un momento y sacó su falo de aquel castigado coñito.

– Perdón – dijo el infame – te lastimé.

– No – respondió la vocecilla – solo poquito.

El silenció les hizo escuchar lo que sucedía en la recamara. Samuel acercó a Jade hacia el otro cuarto, llevándola de la mano mientras la muchachita se secaba las lágrimas de sus mejillas. Lo que descubrieron era una escena apasionante, definitivamente. El cuerpo de diosa de su amiga mulata se alzaba y caía sobre el erecto pene de un Mauricio agradecido de aquella delicia. Bastaron unos minutos para que la negrita aprendiera a satisfacer una verga con su cuerpo. Lenta pero con una sensualidad natural, Carolina se movía con habilidad mientras masajeaba el falo entre su coñito. Su compañero disfrutaba tranquilo, alargando el cuello para alcanzar a mordisquear los pezones de la negrita que se doblaba para que su pareja tuviera alcance.

Sin cortesía alguna, Samuel lanzó una sonora nalgada sobre el culo y dirigió a empujones a la chiquilla hacia el otro extremo de aquella cama. Se acostó de espaldas y colocó a la chiquilla en la misma posición que la otra pareja. Jade lucia hermosa, quizás su cuerpo no podía compararse al de la negrita pero su rostro y su facha de niña buena la volvían un tesoro; una verdadera putita dentro de aquel empaque era algo simplemente soñado.

La chiquilla se acomodó como pudo, volteó hacia un lado para ver cómo y en que posición Carolina se restregaba sobre la verga de Mauricio. Un poco exasperado y sin la menor consideración, Samuel apretó la nalga derecha de Jade y casi entierra la uña de su dedo índice en el ano de la muchacha en su ansiedad por que esta se colocara correctamente para recibir su excitado pene. Finalmente, con tal brusquedad, la verga de Samuel penetró el inexperto coñito que no tardo en comenzar a castigar de nuevo con movimientos violentos que hacían lanzar gemidos y gritos a la chica que trataba de consolarse apretujando las sabanas de la cama.

Como si se tratara de alguna especié de competencia, los gritos de Jade fueron eclipsados por la repentina euforia de Carolina, había detenido sus movimientos pero ya Mauricio se encargaba de mantener el ritmo mientras se apoyaba con sus manos sobre el culo de la negrita para cada embestida. La mulata hubiese querido detener aquello pero no se atrevía; de pronto una avalancha de goce invadió su entrepierna y explotó recorriendo todo su cuerpo. Era, desde luego, otro orgasmo.

Cuando la negrita recobró la cordura de aquel arrebato de placer se sintió de pronto desnuda al recordar que su amiga, justo al lado, estaba siendo follada también. Ni siquiera se habían visto desnudas una con otra y, de un día para otro, ya participaban en una sesión de sexo grupal.

Pero el sexo grupal se transformaría en una autentica orgía; Mauricio sacó su verga del coño de la negrita y se incorporó, sosteniendo a Carolina para que se mantuviera en aquella posición. El muchacho toco ligeramente los pies de su amigo Samuel y este, comprendiendo, se incorporó también y mantuvo de la misma forma la posición de Jade.

Sin cruzar palabra alguna, los muchachos cambiaron de lado y cada uno se colocó detrás de una chica distinta. Ese evidente cambio de parejas congeló la sangre de las dos chiquillas; tragaron saliva ante la tremenda barbaridad que se avecinaba.

– No…por favor. – alcanzó a articular la negrita con una voz temblorosa que daba lastima.

– Cómo estábamos, hay que seguir como estábamos – imploró con el mismo tono Jade, a quien la situación ya no le parecía tan divertida.

Pero los muchachos ignoraron aquellas inocentes voces y rápidamente cada uno se encimó sobre cada una de las cándidas muchachas, como temiendo que aquellas chiquillas huyeran. Pero las pobres estudiantes no pudieron hacer nada; la negrita intentó apartarse pero inmediatamente su coño fue invadido de golpe por la carne excitada de Samuel, el más salvaje y desconsiderado de aquel par de rufianes. También Jade recibió una verga distinta y sus gemidos se reanudaron con los movimientos más metódicos de Mauricio. Ambas vergas seguían embarradas de los fluidos vaginales de las chiquillas lo que, de algún forma, facilitó aquel ultraje.

La negrita sufría con los movimientos toscos de Samuel, su rosado coñito era castigado con brutalidad y una nueva y extraña definición de placer se grababa en su memoria mientras se mordía sus labios inferiores para soportar el doloroso goce de aquellas arremetidas contra su vientre. Las manos del muchacho estaban alocadas y solo parecían tranquilizarse al apretujar los senos de la mulata que no sabia que hacer con el placer proveniente de su coño y sus pezones que se iban endureciendo con aquel manoseo.

La verga del muchacho parecía desesperada en penetrar una y otra vez el inexperto coño de la mulata. Su pene se perdía en la oscuridad de la piel suave y tersa que cubría los labios vaginales de la muchachita. Las manos de Samuel pasaron a jalonear los hermosos rizos de Carolina que tuvo hacer su nuca hacia atrás ante los arrebatos violentos de aquel muchacho. Gritaba de dolor, de angustia y de placer; un coctel de sentimientos que por primera vez había sentido. La simple idea de encontrarse ahí, follada entre engaños y abusos por dos malandros, al tiempo que también su mejor amiga era penetrada justo a un lado, era simplemente algo que no había planeado para aquel día. Mucho menos el pensar que la verga que hace unos momentos salió mojada del coño de Jade ahora se encontraba castigando el interior de su vagina. Pero lo más vergonzoso, sin duda, era que ya ni siquiera se sentía tomada, el efecto del alcohol pasó y ella permaneció ahí, en silencio, aceptando todas las atrocidades que, en el fondo, estaban terminando de gustarle. El placer sexual, sin duda, era un manjar exquisito que ambas chiquillas estaban probando por primera vez y que les estaba marcando la vida para siempre.

Los pensamientos de la negrita fueron despertados por una sensación que no pudo describir de forma inmediata; a continuación, se dio cuenta de lo sucedido: la verga de Samuel estaba empujando con dureza la entrada de su ano. No era algo que Carolina no entendiera pero si algo que no iba a aceptar, más por impulso que por dignidad alejó y arrebató su precioso culo de las manos de aquel muchacho. La frustración del muchacho le hizo enojar y jaloneó las piernas de la mulata en una actitud animalesca por satisfacer sus bajos deseos.

– ¡Suéltame! – gritó realmente furiosa

El muchacho no pudo más que obedecer y soltarla; aquel grito provocó que Jade dejara de mover sus nalgas y que Mauricio sacará su verga del coño de la muchacha, asustado por las consecuencias que pudiera traer aquella situación. Pero Carolina no hizo más que salir corriendo de ahí,  se fue a la sala y tomó su uniforme escolar y buscó rápidamente algo que pareciese un baño. Lo encontró y se dirigió velozmente al baño donde se encerró y se sentó en el escusado: el peso de la vergüenza le cayó de pronto y no pudo evitar llorar desconsoladamente en aquel baño, se lamentaba haber permitido aquello y se sentía culpable.

En el cuarto, sentado como un imbécil quedó Samuel. Jade, en cuatro, intentó seguir a su amiga pero las manos de Mauricio sobre sus nalgas la detuvieron e inmediatamente fue penetrada de nuevo, obligándola a olvidarse de lo sucedido y a seguir navegando en las aguas del placer. Mauricio, a su parecer, tenia más estilo en su manera de follar; no era salvajemente rápido como Samuel pero movía su verga con tal maestría que podía sentir el goce que cada centímetro de aquel pedazo de carne provocaba en su interior.

Molestó y frustrado, Samuel golpeó el colchón y, como si fuera una venganza, se dirigió sobre el colchón hasta colocarse frente a Jade. Esta se asustó al tener frente a su cara la verga de aquel muchacho que recobraba su erección.

– Chúpamela – ordenó tajantemente Samuel

– No empieces – dijo Mauricio – no es su culpa que hayas asustado a Carolina.

– Que se joda esa puta negra – ladró Samuel – ¡chúpamela!

Jade por primera vez estaba realmente asustada, la actitud violenta de Samuel volvía demasiado pesado aquel ambiente. En realidad no quería llevar a cabo aquella tarea pero por el miedo y por simple dejadez se prestó a los deseos de aquel muchacho.

– Esta bien – interrumpió la vocecilla de Jade – lo haré, no hay problema.

Sonrió, como la más bella de las criaturas. Pero ni siquiera esa sonrisa tan preciosa supo respetar Samuel, que de inmediato abalanzó su verga contra la boca de la chiquilla que no supo como recibirla. Samuel se movía de atrás para adelante mientras Jade intentaba hallar la manera de respirar bien con semejante trozo de carne en su boca.

– ¡No metas los dientes! – vociferó Samuel

Pero era difícil para Jade, que no tenia ni idea de como manejar en su boca a aquel pedazo de carne. Pensaba que seria fácil pero le era difícil evitar meter los dientes y, más aun, con los movimientos salvajes de Samuel que apenas le daban tiempo de respirar. Para empeorar la situación, tenía que soportar la verga de Mauricio que no se tomó la molestia de tomarse una pausa y seguía taladrándole su coño.

La pobre chiquilla se empezaba a arrepentir de aquello pero al mismo tiempo se sentía responsable de darle placer a aquel par de muchachos. De pronto un nuevo golpe de placer comenzó a inundar el interior de su vientre; tuvo que sacar el pene de Samuel de su boca para gemir y gritar del placer que se acumulaba en su coño. Mauricio notó esto y aceleró de lleno sus movimientos, volviendo loca a la chiquilla que reventó en un orgasmo fenomenal. El muchacho sacó su verga de la vagina de Jade y la acercó al rostro de la chica mientras se masturbaba; estaba cercano a eyacular y quería hacerlo dentro de aquella boquita. Con suavidad levantó el rostro de la muchacha y acercó gentilmente su verga que Jade recibió en su boca con suavidad; como si estuviera agradecida por aquella actitud completamente distinta a la de Samuel. No masajeó ni diez segundos el glande del pene con sus labios cuando de pronto un chorro cálido de semen salpicó sobre su boca y se esparció por toda su lengua. El sabor salado de aquel líquido y su textura pegajosa le parecieron desagradables, y sintió el impulso de escupirlo.

– Trágalo – le pidió Mauricio

La chica lo miró desde abajo, con ojos deseosos de piedad. Mauricio insistió en aquella petición y Jade, sin saber que contestar, no tuvo mayor elección que tragar aquel líquido. Segundos después de pasárselo, Jade tuvo la ocurrencia de mostrar su boca y lenguas vacías de semen; acto que dio a Mauricio la mayor de las satisfacciones.

La situación fue interrumpida por un nuevo jalón de cabellos que arrastró a Jade hasta el suelo; se trataba de Samuel que aun excitado como un perro colocó a la chica de rodillas en el suelo y le impuso su verga frente a su terso rostro. Sin más opción, la chica abrió su boca para masajear como pudiera aquel glande. Poco a poco la chica iba aprendiendo a satisfacer aquella verga a través del sexo oral, por lo que Samuel se tranquilizó y la comenzó a tratar más suavemente. Aquel cambio de actitud alivió también a Jade, que por primera vez se pudo dar a la tarea de mamar con tranquilidad.

Aquella escena había provocado una nueva erección en Mauricio, que sin consultar a nadie acercó su falo a la boca de la chiquilla. Al principio, con la verga de Samuel metida en su boca, Jade no sabía como reaccionar por lo que se limitó a tomar con su mano el pene de Mauricio y masajearlo suavemente. Así se mantuvo unos segundos hasta que, ansioso, la mano de Mauricio sobre su cabeza la hizo sacar la verga de Samuel de su boca y la dirigió hasta la suya. Ahora Jade chupaba la verga de Mauricio mientras su mano masturbaba el pene de Samuel. Los dos muchachos habían aceptado en silencio compartir aquella boquita, y la misma Jade había aceptado también, sin cruzar palabra alguna, la responsabilidad de satisfacer aquellas vergas con su inexperta boca. De aquí para allá, de uno a otro pene. Jade iba alternando su boca; ambos muchachos acariciaban de vez en cuando los suaves cabellos de la chica, la cual contestaba aquellos gestos de dulzura con una bella sonrisa de sus labios que enseguida eran deformados para tragarse el glande de alguna de esas vergas.

Fue un evento lento en el que durante más de diez minutos; los labios de la chica se compartían de uno a otro muchacho para permitirles entrar en la calidez de su húmeda boca. Por primera vez, Jade había domado a aquellos dos chicos, e incluso Samuel se tranquilizó para dejarse llevar por aquel placer. La bella chica había aprendido, sobre la marcha, el arte de chupar y masajear una verga. Y había aprendido rápidamente pues de vez en cuando sus labios se detenían en cada glande y, junto con su lengua, había aprendido a provocar tanto placer que aquellos muchachos tenían que empujar la frente de la chica para alejar sus penes de aquella boca que parecía insaciable; no sabían soportar tanto placer. Aquello le estaba encantando a Jade, y mucho.

Tras otros minutos los dos penes no pudieron más; Samuel presintió que eyacularía pronto y comenzó a masturbarse; no pasaron diez segundos cuando Mauricio también se percató de la cercanía de un nuevo orgasmo y, sacando su verga de la boca de la muchachita, se masturbó también. Jade estaba confundida, arrodillada frente a ellos solo miraba como estos bombeaban sus penes con sus manos. La chica pensó en incorporarse pero de pronto un chorro de semen expulsado por Samuel embarró todo su rostro; la muchacha solo se quedó ahí, inmóvil, mientras las últimas gotas caían sobre su ojo al tiempo que aquel viscoso liquido recorría sus mejillas y se precipitaba en parte hacia su boca. No pasó mucho tiempo cuando un nuevo chorro de leche, esta vez de parte de Mauricio, manchó todo el lado izquierdo de su cara, dejándola casi ciega pues la mayor parte de esta impactó sobre su ojo.

Por primera vez la muchacha sentía una profunda humillación, imperdonable, por parte de aquellos dos muchachos. Sin embargo, trato de no enojarse y, simulando una sonrisa estúpida, salió de aquel cuarto hacia la sala, guiándose con lo poco que podía ver con su ojo derecho. Busco algo con que limpiarse y cogió un trapo con el que trato de limpiarse aquella cantidad enorme de semen que cubría como una mascarilla su rostro. Se sorprendió avergonzada al descubrir que aquel trapo no era más que las bragas de su amiga, Carolina. Ahora aquellos calzoncitos estaban embarrados de semen, pero al menos había alcanzado a limpiarse buena parte de la leche que le impedía ver. Los muchachos la habían seguido, como un par de idiotas tratando de pedir disculpas. La pobre chica solo se limitó a sonreír, con sus mejillas y sus labios forrados de semen.

– No se preocupen – dijo, con la voz engarzada y con aquella sonrisa estampada en su rostro manchado – ¿donde esta el baño?

Mauricio le señaló la puerta del baño y Jade avanzó hacia ella, despidiéndose con la misma sonrisa estúpida que solo retenía sus ganas de echarse a llorar. Su desesperación aumentó cuando, al intentar entrar al baño encontró la puerta con seguro.

– Carolina, soy yo – dijo, con su temblorosa voz – ábreme.

Pasaron algunos segundos y de pronto la negrita abrió lentamente la puerta; Jade entró y cerró con seguro. Adentro, se dio cuenta de que la negrita tenía los ojos enrojecidos por el llanto. Sin embargó, se dirigió rápidamente al lavamanos y comenzó a enjuagar su rostro para retirar todo el semen que lo cubría. Mientras el agua recorría su rostro, sus lágrimas habían empezado a brotar. Cuando terminó de lavarse el rostro no podía terminar de secarlo pues su llanto no paraba. Carolina se dio cuenta de esto y no pudo más que acercarse a Jade y abrazarla. La chica lloraba mientras la mulata la abrazaba y acariciaba sus cabellos. No les importaba encontrarse completamente desnudas y solo se limitaban a abrazarse y lamentar aquella desgracia en la que ellas mismas se habían metido.

– Perdón – alcanzó a decir Jade con la voz entrecortada por el llanto.

Carolina sabia que Jade era la responsable de todo lo que había sucedido, pero se sentía incapaz de culpar a la pobre chica que ahora se lamentaba después de ser, al igual que ella, ultrajada por aquellos dos desconocidos. Sabía que, finalmente, ambas era victimas. La abrazó más fuerte, intentando contener el llanto de Jade, como una muestra de que, finalmente, no la consideraba culpable de nada.

El llanto de Jade cesó por fin; se sentía tranquila en los brazos de Carolina. La abrazó con la misma calidez con la que la negrita la tenía entre sus brazos. Y así, en medio de aquello y sin darse cuenta el como, sus rostros se miraron, se atrajeron y se juntaron en un beso que pareció lento y eterno. Esta vez era Carolina quien, sorprendentemente, había tomado aquella iniciativa. Ella atrajo el rostro de su amiga y fue ella quien la abrazó más fuerte aun para que aquel beso no fuera interrumpido por la sorpresa de Jade. Pero Jade no se rehusó, acepto con agrado el gesto y se dejo llevar con sus labios sobre los de su amiga.

Se besaron largamente, y cuando el beso concluyó Carolina miró el rostro estupefacto de su amiga. Pasó su mano sobre el rostro vejado de Jade y sonrió cálidamente. Entonces su rostro desapareció de la vista de Jade. Carolina se arrodilló ante Jade, y esta apenas pudo cerciorarse de aquello cuando de pronto una humedad repentina invadió su entrepierna.

Era increíble; de pronto Carolina besaba el coño de su amiga. Esta vez Jade si intentó alejarse, pero Carolina se lo impidió apretujando con sus manos las nalgas de su amiga y atrayendo su coño hacia ella. Besaba y lamia aquellos labios con tal ímpetu que el placer no tardó en llegar a la cabeza de Jade, quien terminó cediendo al placer y se recargó sobre el lavabo para soportar aquello.

La negrita besaba aquel coño con la misma pasión con la que hacia unos momentos besaba la boca de su amiga; la temperatura de sus cuerpos aumentó y la humedad del cuarto de baño hizo su efecto y pronto ambas muchachas comenzaron a sudar. Era algo nuevo para ambas, era algo prohibido también; pero su nivel de excitación ya era tal que difícilmente iban a poder detenerse. Las manos de Jade se posaron sobre los cabellos de la negrita; mientras sus dedos acariciaban su nuca, ligeramente atraía el rostro de la negrita hacia su ansioso coño que parecía exigirle más placer. La mulata cedía a aquel empuje con aparente gusto mientras su cara se forraba sin pudor de los líquidos vaginales de su amiga.

Aquellas caricias cobraron factura y, tras un par de minutos más, un chorro de líquido claro reventó del interior de Jade; la cara expuesta de la negrita fue salpicada de aquellos jugos mientras el cuerpo de Jade parecía desmayar ante aquel placer. La chica no tuvo más remedio que ceder a aquel debilitamiento y sucumbió de rodillas; Carolina la recibió con un abrazo y ambas se entregaron, de rodillas una frente a otra, a un largo y apasionado beso que les hizo vibrar de temor y deseo.

No supieron cuanto tiempo estuvieron ahí; pero aquel festín de pasión fue interrumpido con los golpes a la puerta y la voz de Mauricio, preocupado por la tardanza de las chicas en el baño.

– ¿Están bien? – preguntó – les traje su ropa.

Escuchó murmullos dentro del baño que le tranquilizaron; segundos después la puerta se entreabrió y la mano de la mulata salió ligeramente y recibió la ropa. Tras esto cerró de nuevo la puerta. Ambas se enjuagaron rápidamente en la regadera; habían recobrado la lucidez y tenían ahora una prisa urgente por irse. Debían estar de regreso en su escuela, pues faltaba menos de una hora para que tocara la campana de la salida y a ambas las recogían sus padres. Si no llegaban a tiempo tendrían que inventarse una muy buena explicación, y esa no era la mejor opción.

Apuradas, salieron del lugar sin el menor interés de despedirse siquiera de los dos muchachos; los odiaban, y se lo dieron a entender dejando una nota escrita con labial en el espejo del baño: “los denunciaremos”. Evidentemente no tenían el interés de denunciarlos, pero esperaban al menos dejarles un buen susto.

Tomaron un taxi y se sentaron juntas en el asiento trasero. Ninguna era capaz de hablarse; no por que no se sintieran en confianza ni por que su amistad se hubiese visto en peligro de desaparecer, era simplemente que ambas pensaban profundamente en todo lo que habían realizado ese día. Beber, follar por primera vez con un par de desconocidos y, por si fuera poco, terminar teniendo sexo entre ellas mismas, con toda la lucidez del mundo. Llegaron a una cuadra de su escuela y antes de dirigirse ahí, Jade dijo:

– Será mejor que compremos algo para el aliento, no se si mis padres noten que tomamos alcohol.

– A ver, sóplame – dijo Carolina

La chica sopló y Carolina hizo un gesto de aprobación; no olía tan fuerte después de todo. Jade le movió sus manos para que Carolina soplara también. Carolina se acercó apenas su rostro al de su amiga cuando esta, juguetonamente, le robó un ligero beso en la boca que hizo que la negrita se ruborizara. Jade rió para aligerar la situación.

De todos modos, se dirigieron a una tienda y compraron chicles de menta. Llegaron justo a tiempo a la escuela y en unos minutos se confundieron con los alumnos que salían de sus clases. Como si hubiese sido un día normal, ambas se dirigieron a sus respectivos hogares.

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