JANE II

Desayunaron todos juntos  en el porche huevos revueltos, leche de cabra, pan recién hecho y tortitas de maíz. Tanto Henry como su padre estaban poco habladores y no eran capaces de abrir los ojos ante el resplandor matutino debido a la resaca de tabaco y coñac. Gracias a eso, Jane y Patrick pudieron lanzarse todas las miradas cómplices que quisieron conscientes de que la única que se enteraba era la pintada que corría por el jardín. Después de desayunar comenzaron a hacer los preparativos. Jane y Patrick acabaron rápido ya que Henry y su padre se  ocuparon de la mayor parte de la logística del viaje, así que sin nada que hacer cogieron sus rifles y se fueron a hacer prácticas de tiro en la parte de atrás.

-¿No es un rifle un poco pequeño? –preguntó Patrick señalando el arma de Jane y colocando unas latas en los árboles.

-La munición300 del doble Holland es más liviana y tiene menos retroceso pero si eres lo suficientemente preciso, –dijo Jane echándose el arma al hombro y derribando dos de las latas en cinco segundos –puede parar a un elefante en seco.

-Sí, bueno, en parte tienes razón, pero desde mi punto de vista no hay nada como una buena artillería –replicó Patrick haciendo saltar una tercera y una cuarta lata y arrancando de cuajo las ramas en las que estaban colocadas con su Jeffery 500.

Siguieron un rato pegando tiros y charlando,  disfrutando ambos  de la cercanía del otro hasta que el hombro de Jane comenzó a dolerle y se volvieron a la casa para recoger las armas e introducirlas en su equipaje. Al mediodía estaban de nuevo en la estación, listos para partir hacia el sur dónde le esperaba un refugio de caza que tenía Henry en  Ibanda cerca del fin de la vía del tren. Pasarían la noche en el refugio y luego con la ayuda de las mulas y los porteadores se internarían en la sabana en dirección al canal Kazinga y el lago Eduardo en busca de piezas.

El viaje fue un poco más cómodo ya que  sólo lo ocupaban ellos y su impedimenta, además Jane había cambiado la asfixiante vestimenta que había llevado puesta hasta ese momento, quitándose el corpiño y sustituyendo enaguas y faldas por unos cómodos bloomers* que no eran nada favorecedores pero que junto con las botas de montar le permitían moverse con facilidad y evitar arañazos y enganchones. Aun así el viaje fue tedioso debido a la escasa velocidad que desarrollaba la vieja locomotora que hacia aquella línea. Necesitaron casi diez  horas en  recorrer los escasos trescientos kilómetros del trayecto. Cuando entraron en el refugio ya había pasado la medianoche. Aquella noche no pudieron dormir juntos ya que los hombres se vieron obligados a ocupar el gran salón mientras Mili y ella ocupaban un pequeño catre en la única habitación del refugio. La noche, pese a ser corta, pasó con gran lentitud con el cuerpo de Jane hirviendo de deseo  e incapaz de masturbarse con Mili roncando suavemente a su lado.

Se despertó muy pronto, de mal humor y con los ojos inyectados en sangre debido a la falta de sueño. Sólo después de la segunda taza de café empezó de nuevo a sentirse humana. Patrick se acercó a ella y se tuvo que conformar con un casto beso en la mejilla ya que había casi doce personas en la gran sala de la cabaña de caza.

Minutos después el guía nativo los esperaba a la puerta dispuesto para partir.  En cuestión de minutos  partió la expedición al completo. Las primeras tres horas se mantuvieron juntos avanzando en fila india por la planicie. Primero los guías y los cazadores seguidos por las mulas y en la retaguardia los porteadores  llevando enormes bultos sobre su cabeza. Flanqueando la fila iban cuatro hombres armados atentos a posibles amenazas aunque a Jane se le antojó una medida excesiva dada lo consumida que estaba la hierba de la sabana  a esas alturas de la estación seca, impidiendo cualquier emboscada.

Al comenzar a caer la tarde, a unas pocas millas del río, los porteadores eligieron un lugar para acampar bajo la sombra de cuatro grandes acacias mientras los cazadores impacientes hacían su primera salida.

El sol aún estaba alto en el horizonte y una brisa fresca proveniente del lago Eduardo hacia un poco más soportable el calor. Los guías sonrieron satisfechos, se estaban acercando a contraviento. Cuando empezaron a escuchar el rumor de río se desviaron hacia la izquierda buscando un lugar un poco más alto desde donde poder tener una panorámica más amplia de la orilla del río.

El espectáculo era formidable, la orilla del rio bullía de vida. A sus pies se extendía una llanura de tres o cuatro hectáreas  salpicada de acacias aquí y allá. La hierba aquí aún era verde gracias a la humedad del rio y llegaba a la altura de la cintura. Entre varios cientos de cebras, ñus y antílopes, dos jirafas se movían pausadamente. Se acercaron a la orilla y Jane vio fascinada con sus prismáticos como separaban sus patas delanteras hasta que pareció que iban a romperse para poder acercar sus hocicos al agua. Las pequeñas gacelas, nerviosas se acercaban a la orilla daban unos pequeños sorbos y se alejaban con saltos nerviosos ante el más mínimo indicio de peligro. Por encima de ellos, por las copas de las acacias corrían, saltaban y gritaban pequeños grupos cercopitecos verdes.

Los búfalos tardaron casi hora y media en aparecer. Era un pequeño grupo de machos guiados por un viejo ejemplar. Sus cuernos, enormes, cubrían toda la parte superior de la cabeza y se abrían hacia el exterior para luego curvarse hacia dentro y hacia atrás terminando en unas afiladísimas puntas provocando a Jane un escalofrío.

El resto de los animales presentes se apartaron ligeramente dejando un poco de espacio a esos vecinos irascibles. Lo primero que hicieron fue resoplar y dirigir su mirada a los alrededores buscando potenciales amenazas. Los jóvenes fueron los primeros en acercarse al agua, la olfatearon desconfiadamente y finalmente comenzaron a beber. Patrick, impaciente, hizo el gesto de incorporarse para comenzar la caza pero el guía más cercano le sujeto el brazo y por señas le indicó que debía esperar.

Tras calmar su sed se alejaron un poco en dirección a una charca de barro donde esta vez fue el viejo ejemplar el que entró primero. Con sus prismáticos, Jane pudo ver por fin un gesto de placer en los ariscos animales. Fue este el momento en el que los guías les hicieron avanzar. Bajaron del montículo silenciosamente y una vez en la planicie se separaron en dos grupos: uno con Jane su padre y uno de los guías y otro con Henry, Patrick y el  guía restante.

Mientras Jane y su grupo se dirigían casi a rastras directos hacia la charca, Patrick y el suyo dieron un rodeo para acercarse por la izquierda. Los minutos le parecían horas, a cada paso tenían que interrumpir la marcha esquivando un grupo de gacelas o a  un ñu despistado, pero finalmente llegaron sin contratiempos hasta unos noventa metros de la charca. Se acercaron a un termitero que ya habían tomado como puesto de acecho y se ocultaron tras él esperando que Patrick y Henry se pusiesen en posición. La señal para el ataque la daría el viejo búfalo cuando saliese del barro. El animal se demoró un buen rato en el baño mientras los jóvenes, impacientes, probaban sus fuerzas peleando por parejas. Jane veía aquellas gigantescas masas de músculos contraerse y entrelazar sus cornamentas empujando y levantando nubes de polvo a menos de cincuenta metros de la acacia donde se escondía su novio y no pudo evitar un suspiro de nerviosismo.

Finalmente el gran búfalo se levantó con dos pequeños pájaros subidos a su lomo. Jane quitó el seguro a su rifle y se apostó preparada para derribar a su animal. Habían quedado en que Patrick y su padre harían los primeros disparos y Henry y Jane les cubrirían por si había algún problema. Su padre esperó tranquilamente a que Patrick hiciese el primer tiro ya que tenía a los búfalos más cerca y no se hizo esperar. De un  sólo tiro derribó a uno de los jóvenes que tenía más cerca de forma que apenas pudo dar tres pasos antes de caer exánime. El resto levantó inmediatamente la cabeza en dirección al origen del estallido y en ese momento Su padre apuntó al viejo macho y apretó el gatillo. La bala impactó en el tronco en forma de barril del viejo macho pero impactó un poco más arriba de lo que esperaba y el bicho aunque soltando un chorro de sangre salió lanzado a un pequeño bosquecillos de acacias enanas que había a unos quinientos metros de allí. Jane apuntó a otro de los búfalos pero no tuvo oportunidad ya que estos saltaron como resortes y siguieron al ejemplar herido mugiendo con furia.

Cuando salieron de los escondites se reunieron junto al búfalo muerto. Era un ejemplar espléndido pero la cabeza de todos estaba en el gran ejemplar herido, así que uno de los guías se quedó sacando los solomillos y el trofeo del búfalo muerto y el resto recargaron y se dirigieron tras la pista de los otros.

El rastro era fácil de seguir por el chorro de sangre que perdía el ejemplar herido. Iba directo hacia el bosquecillo. Mientras se acercaban a los árboles el guía  les previno de que esto podía pasar debido a que eran animales sumamente fuertes, que podían prolongar la caza incluso horas y tras indicarles que estuviesen atentos a posibles cargas de los jóvenes escoltas para proteger al animal herido se internaron con precaución desplegados en abanico, manteniendo el contacto visual y atentos a cualquier ruido.

Durante veinte minutos se internaron en aquel laberinto de arbolillos espinosos hasta que un sonido ronco a su derecha los alertó. Jane y su padre levantaron el rifle y avanzaron con más precaución aún.  Al fin los encontraron, al viejo ejemplar aún de pie pero con evidentes signos de debilidad y uno de los jóvenes que les miraba amenazador. Lo que pasó después fue un flash, antes de que su padre hubiese terminado de apretar el gatillo para rematar al ejemplar herido, el joven arrancó como una exhalación directo hacia ellos. Jane no dudó  y eligiendo el momento en el que el animal estiraba las patas delanteras, apretó el gatillo, el fusil golpeó su hombro y la bala se introdujo en el pecho del animal atravesando su corazón y derribando al animal de inmediato. Con una sangre fría que a ella misma le sorprendió se apartó un par de pasos para dejar pasar a su lado al enorme animal resbalando por el suelo inerte.

Cargaron de nuevo rápidamente el rifle y esperaron unos momentos  atentos a la aparición de los dos restantes pero se habían ido sin dejar rastro.

Cuando volvieron a la charca arrastrando los trofeos de los dos búfalos el guía que había quedado estaba descuartizando el animal con ayuda de algunos porteadores que habían llegado del campamento para echar una mano.

La cena se retrasó y se prolongó hasta la madrugada recordando cada uno de los lances de la cacería. La gran protagonista fue Jane y Mili casi se cayó de espaldas cuando le contaron los detalles  finales.

Jane sonreía automáticamente distraída e inmersa en los ojos grises y profundos de su novio que se revolvía inquieto en su silla sin dejar de mirarla.

 El banquete terminó tarde, ya entrada la madrugada y los comensales se retiraron a sus tiendas borrachos y felices por el triunfo. Cuando se acostó en su catre, en la tienda que compartía con Mili estaba eufórica. No podía dormir, lo único que hacía era rememorar el momento en que la bestia, herida de muerte, estiraba el cuello intentando alcanzarla con sus cuernos. ¿Sería eso lo que sentían los grandes depredadores cuando derribaban a una pieza? Por un momento en aquel bosquecillo, se sintió como una leona satisfecha al lado de su presa. Recordaba el tacto aún caliente del animal y por un momento mientras examinaba la herida estuvo a punto de coger un poco de sangre y pintarse con ella los labios…

Necesitaba contárselo a alguien, Mili dormía, así que se escabulló y se dirigió a la tienda de Patrick. Esta vez había tenido la precaución de averiguar cuál era su tienda así que no tuvo que inspeccionar los refugios uno por uno.

-Sabía que vendrías –dijo Patrick que la esperaba con un codo apoyado en el catre.

La tienda de Patrick parecía un poco más grande al no tener que compartirla y había sitio para un baúl, un pequeño escritorio plegable y una silla. Apoyado en el poste central de la tienda estaba el rifle abierto y descargado. Patrick se levantó y la abrazo estrechamente.

-Hoy has sido la heroína. Estoy orgulloso de ti, -dijo él –pero júrame por Dios que no volverás a arriesgarte tanto. Me gustaría celebrar una boda, no un funeral.

-¡Oh! No seas tan melodramático –replicó ella intentando quitarle hierro al asunto pero por primera vez consciente que la que yacía en el suelo inerte bien podía haber sido ella misma.

-No soy melodramático –dijo poniéndose serio –lo único que pasa es que no quiero perderte, quiero casarme contigo, acostarme todas las noches a tu lado, hacer el amor todas las mañanas, envejecer juntos…

Jane le interrumpió su discurso con un beso en la barbilla y Patrick deslizó su abrazo para terminar con  sus manos apretando suavemente el culo de Jane. Jane se colgó del cuello de Patrick obligándole a bajar la cabeza y así poder besarle en la boca. El contacto con su lengua le recordó su aventura en la casa de Lord Farquar provocándole un hormigueo de excitación. Sin dejar de besarle voluptuosamente bajo su mano hasta la entrepierna de su hombre para descubrir que él también se había animado, le sopesó los huevos y se los apretó suavemente hasta conseguir que la erección de Patrick fuese completa.

Cansada de estar de puntillas sentó a Patrick en la silla y encaramándose a él, comenzó a comérselo a besos mientras se balanceaba suavemente sobre su erección. Patrick respondió acariciando su espalda y su cuello y estrujando sus pechos hasta casi hacerla gritar.

Jane se levantó y comenzó a abrirse la bata poco a poco con una sonrisa pícara, dejando a la vista un suave camisón de seda. Sus pezones duros como piedras por las caricias y los estrujones de Patrick hacían  relieve en la fina tela. Jane se llevó la mano a la boca, se chupo un dedo y se acarició el pezón con un suspiro de satisfacción. Patrick estaba paralizado observando la escena. Con la bata a sus pies Jane agarró la falda del camisón y comenzó a subirla poco a poco dejando a la vista primero las piernas y luego los muslos suaves hasta que el bajo del camisón le permitió a Patrick atisbar unos pocos pelos del pubis de Jane.

Sin dejar de contonearse sujetándose el camisón con una mano, con la otra se bajó una de las tiras de la prenda que resbaló dejando uno de sus pechos a la vista. Patrick se removía inquieto en la silla, pero temeroso de romper el hechizo no se levantó.

Fue ella la que se acercó y se montó de nuevo encima de él.

-Quiero sentirte dentro de mí. –Le susurró al oído con voz anhelante.

-Pero… -intentó resistirse Patrick.

-He tenido el día más excitante de mi vida y quiero que termine de una manera igual de memorable –replicó ella sacando su polla del calzoncillo.

-No deberíamos. –dijo él en un último y desesperado intento por ser caballeroso.

-Confió en ti, sé que en dos meses seremos marido y mujer, ¿Por qué esperar?

Patrick, sin argumentos, se   rindió y la beso de nuevo. Ella se deshizo del camisón y observo el miembro erecto de Patrick bajo ella estremecida por el contacto. Por un momento le asaltaron las dudas, ¿No sería la polla de él demasiado grande? ¿Le haría daño? ¿Sería más placentero que lo de la otra noche?

El movimiento de Patrick bajo ella y el placer que le asaltó disipó sus dudas y humedeció su sexo. Estaba preparada.

Patrick estaba excitado como un burro, sentía la sangre hervir en su cuerpo y deseaba tomar a aquella mujer y destrozarla a pollazos hasta que pidiese clemencia, pero fascinado por la determinación de ella le dejo hacer. Jane no era la primera mujer que desvirgaba pero nunca había tenido una en sus brazos dispuesta a hacerlo ella misma.

-Si en algún momento quieres parar, lo entenderé –dijo al ver que Jane se incorporaba y asía su polla con nerviosismo.

Jane respondió con una sonrisa y se introdujo el pene en su sexo. Patrick se quedó quieto mientras ella tanteaba su virgo con la punta de su glande. Tras coger aire Jane se dejó caer sobre el pene de Patrick. Notó una sensación de resistencia y luego un tirón y un poco de escozor  pero el miembro de Patrick resbaló con facilidad provocándole una sensación de placer y plenitud que expresó con un laaaargo suspiro de satisfacción. Se incorporó de nuevo y volvió a bajar hasta que toda la polla de Patrick estuvo de nuevo dentro de ella, su vagina se estremecía de placer y el placer irradiaba en todas las direcciones atenazando su cuerpo. Poco a poco comenzó a moverse más rápido disfrutando de la polla de Patrick tanto como de sus caricias y sus besos, hasta que éste incapaz de contenerse eyaculó en su interior. Jane notó como aquel liquido espeso la inundaba con su calor excitándola aún más y se sintió un poco decepcionada al creer que todo había terminado, pero Patrick, aún empalmado la levantó en el aire y empezó a penetrarla salvajemente. Jane se agarraba como podía con todos sus nervios agarrotados por el placer mientras él  la follaba implacablemente y le tapaba la boca para amortiguar sus gritos de placer descontrolado. El orgasmo la paralizó y todo su cuerpo  tembló durante unos segundos mientras él seguía penetrándola más y más rápidamente  hasta correrse de nuevo y derrumbarse sobre la silla con Jane aun empalada gimiendo y besando su pecho lleno de arañazos.

-¡Dios!  -dijo ella jadeando aun con la polla de Patrick dentro–ahora entiendo por qué os gusta esto tanto a los hombres.

-Créeme, mi amor, si en todas las ocasiones fuese así los hombres no haríamos otra cosa –respondió el sonriendo.

-¿Pues sabes qué? –Dijo –jane comenzando a moverse de nuevo –que yo ahora mismo no pienso en otra cosa…

La semana transcurrió en un sueño. Por la tarde cazaba, por la noche follaba y por la mañana dormía satisfecha como una leona.

Al final de la semana, su padre también estaba satisfecho a su manera, habían cazado varios antílopes de enormes cuernos tres leones, un leopardo, e incluso un elefante macho de respetable tamaño.

-Ha sido una semana excelente Henry –dijo Avery –y parece que el tiempo aún va a aguantar unos días más.

-Sí, la verdad es que ha sido una cacería muy satisfactoria Avery, pero ¿Qué tienes en mente viejo zorro?

-Había pensado que como tenemos tiempo podíamos mandar las mulas de vuelta al refugio e ir un poco más al sur, ligeros de equipaje, a por un gorila de montaña.

-Es arriesgado y las lluvias están cerca.

-¿Dices que esto es arriesgado después de lo que pasamos en la India? –Le desafió Avery –Casi nadie en el viejo continente tiene un buen ejemplar de espalda plateada, yo quiero ser uno de ellos.

-De acuerdo –replicó Lord Farquar – pero no te garantizo el éxito y si un montón de problemas.

Cuando les dieron la noticia a los jóvenes, estos insistieron tercamente en acompañarles y no hubo forma de convencerlos para que se volviesen con la impedimenta, así que se rindieron y partieron todos juntos con media docena de porteadores en dirección a las montañas que se perfilaban oscuras y amenazantes a dos o tres días de marcha hacia el sur.

 

*Bloomers: eran una especie de pantalones bombachos predecesores de la falda pantalón fueron creados en la época victoriana para permitir a las mujeres realizar ciertos deportes como la equitación o el ciclismo con más comodidad. Al principio estaban escondidos bajo una falda pero a finales del siglo XIX, ésta termino por desaparecer.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *