Capítulo 24. Pico y pala.

Nunca había sentido nada parecido. Para Arabela el sexo siempre había sido eso, sexo. Le encantaba, disfrutaba de cada minuto y disfrutaba de los hombres y las mujeres, mientras más jóvenes y hermosos mejor. Pero jamás había sentido esa imperiosa necesidad de mantener a una persona junto a ella. No lo podía creer, estaba encoñada.

Creyó que la oferta del cine había sido una broma, pero Hércules no se cortó y la llevó a una sala cochambrosa a ver como un tipo calvo de mirada inexpresiva se repartía mamporros durante hora y media con un chino de rostro picado de viruelas. Podría haber resultado un desastre, pero él la sentó en la última fila y se dedicó a besarla y magrearla en la oscuridad.

Cuando la película terminó Arabela estaba tan caliente que no podía pensar, solo quería tenerlo entre sus piernas, así que se lo llevó a casa. Nunca había tenido un amante tan atento e incansable. Cuando hacían el amor la colmaba con su fuerza y su calor, pero además con su actitud le daba la impresión de que se estaba conteniendo, que si quisiese podría matarla a base de polvos. Lo deseaba a todas horas y follaron durante dos días seguidos, solo parando para comer y descansar unos minutos entre polvo y polvo.

Cuando finalmente paró exhausta, no pudo evitar pensar en cómo se las arreglaría para dejarlo mientras se iba a las Cícladas. La expedición partía en apenas un día y todavía no sabía cómo abordar el tema cuando Hércules se lo facilitó preguntándole a dónde iba cuando la vio vestirse.

No tenía ninguna necesidad de hacerlo ya que iba a una reunión informal para hacer los últimos preparativos, pero ella escogió su conjunto de lencería más sexy, un conjunto de Victoria Secret de seda negra y transparente adornado con bordados que apenas tapaban sus pezones y su sexo, completado con un ligero y unas medias de de seda sin costura. Se lo puso todo lentamente, dándole la espalda y segura de que era el centro de atención.

—Todavía no has respondido a mi pregunta. —dijo él interrumpiendo sus pensamientos.

—Tengo una reunión. —respondió ella mientras se ponía unos Manolos negros y de tacón vertiginoso—Si de veras ves el Sálvame deberías saber que me voy a una expedición arqueológica a las Cícladas…

—Estupendo, ¿Cuando salimos? —dijo él incorporándose del lecho.

Dios, que difícil era aquello. Decirle que no a aquel dios desnudo, separarse de ese torso musculoso, de esos labios sensuales y de esa mirada dulce y traviesa. Finalmente se armó de valor y se lo dijo. Al contrario de lo que esperaba, él no se enfadó, sencillamente se levantó y se abalanzó sobre ella. Todo el cuerpo de Arabela reaccionó, poniéndose la piel de gallina y emitiendo chispazos de excitación que amenazaban con quebrar su voluntad.

—¿Qué demonios haces? —dijo ella— Mañana tengo un viaje, tengo que ir a la reunión y descansar u poco…

—Ganarme el pasaje. —respondió Hércules.

—Ni se te…

Antes de que Bela pudiese terminar la frase, él cortó sus protestas echándose encima de ella besándola. Intentó resistirse, pero el peso de aquel cuerpo joven y musculoso y el contacto de aquella polla erecta y hambrienta contra su vientre despertaron de nuevo su hambre de sexo.

Se maldijo una y mil veces mientras los labios de Hércules se separaban de su boca y comenzaban a explorar su cuerpo erizando sus pezones y creando regueros de lava en su piel allí por donde la boca y las manos da aquel hombre pasaban.

Tras unos instantes de duda, finalmente claudicó y soltó un sonoro gemido. Hércules hundió su sonrisa de triunfo entre las piernas de la mujer que suspiró y jadeó incapaz de disimular su intenso placer.

Sin darle ninguna tregua abarcó todo su pubis con su boca, apartando el tanga e introduciendo su lengua profundamente en el coño de Arabela que gemía cada vez más fuerte mientras tironeaba de su rubia melena.

Sus manos recorrieron el cuerpo de Bela, acariciaron su vientre y estrujaron sus pechos a la vez que jugueteaba con los tirantes del liguero. Besó sus muslos y sus pantorrillas y lamió sus tobillos a través del fino tejido de las medias, dejando que la mujer se relajara ligeramente antes de lanzarse de nuevo sobre su sexo son especial violencia.

Arabela gritó sorprendida y se dobló sobre la cabeza de Hércules. Era justo lo que esperaba, con facilidad se puso en pie con ella aun encima manteniendo un precario equilibrio.

Arabela se sintió elevada en un instante, Instintivamente levantó sus brazos hasta apoyarlos en el techo y cerró sus piernas en torno al cuello de Hércules que la sujetaba como si se tratase de una pluma sin dejar de chupar y lamer todos sus recovecos.

El placer y la adrenalina se fusionaron provocándole un orgasmo brutal. Su cuerpo se encogió y tembló mientras el hombre la sujetaba para que no cayese.

—¿Me llevarás contigo? —preguntó Hércules. Separando sus labios de su hinchado coño.

Apenas pudo hacer más que un desmayado signo de negación con la cabeza, porque aquella bestia desatada la posó sobre el suelo y le dio un violento empujón. Arabela tuvo el tiempo justo para apoyar los brazos tras ella y evitar chocar contra la pared. Hércules aprovechó para asaltarla. Las manos del hombre la exploraron con avaricia, bajando las copas del sostén estrujando sus pechos con violencia y recorriendo todo su cuerpo. Aquel hombre hacía que se sintiese la mujer más atractiva y deseada del mundo, las arrugas desaparecían y el paso de los años se difuminaba haciendo que sintiese un irrefrenable impulso por complacerle.

Hércules le metió dos dedos en la boca haciendo que Arabela se los chupase. Clavando sus ojos en él los chupó con fuerza, acariciándolos con su lengua y envolviéndolos con una espesa capa de saliva.

Tras un par de minutos Hércules sacó los dedos de su boca y los hincó profundamente en su sexo a la vez que la besaba con lujuria. Bela descubrió que volvía a estar excitada y separó las piernas ligeramente para facilitarle la tarea.

Los dedos de Hércules se engarfiaron contactando con la parte más sensible de su coño, provocando una serie de gemidos cada vez más intensos. Un instante después, no sabía cómo, estaba de cara a la pared sintiendo la polla de su amante dura y palpitante rozando su culo y su espalda.

Retrasó las caderas y separó las piernas en una muda súplica para que el hombre la tomara. Hércules se acercó a ella, podía sentir el cálido aliento en su espalda. Sus dedos rozaron suavemente su piel provocando un sobresalto. Arabela se mordió los labios para no pedir a aquel hombre que la follara y esperó pacientemente que dejase de hacer lentos círculos con sus dedos en su culo y en el húmedo interior de sus muslos.

La polla entró por sorpresa, como una serpiente, dura y caliente, arrasando su sexo y provocando relámpagos de placer. Los brutales empujones le obligaron a estirar sus piernas y ponerse de puntillas tensando todos sus músculos. Hércules los acariciaba rudamente mientras la penetraba cada vez más rápido.

Cuando Hércules se quedó quieto de repente, ella estaba tan excitada que empezó a dar pequeños saltos con los tacones ensartándose con su polla. La forzada postura hizo que pronto comenzase a jadear y sudar profusamente mientras su amante la acariciaba y saboreaba el sudor que corría por su espalda.

Un calambre casi la hizo caer pero Hércules la agarró por debajo de sus muslos y sin separarse la levantó en el aire y comenzó a follarla levantando y dejando caer su cuerpo indefenso sobre la polla exhibiendo su fuerza con descaro, mientras ella retrasaba sus brazos y se agarraba a la nuca del joven para poder mantener un precario equilibrio.

Arabela no aguantó mucho y se corrió de nuevo, pero él siguió insistiendo hasta que un cálido chorro salió proyectado de su vagina y resbaló por sus medias formando un charco en la cara alfombra persa.

—¿Me llevaras contigo? —preguntó de nuevo tumbándose boca arriba con Arabela todavía ensartada con su polla encima de él.

—No —repitió Bela con todo su cuerpo aun tembloroso.

Hércules la agarró por la cintura y la tumbó de lado comenzando a martirizar su hirviente coño. La polla entraba y salía incansable impidiendo que su sexo se relajara y enviando continuas oleadas de placer por todo su cuerpo.

Con delicadeza Hércules tiró de su cabeza para girársela y poder besarla y ahogar sus gemidos con su boca dulce y su lengua juguetona. Arabela pegó su cuerpo contra el de él deseando fundirse con su amante. Una mano se deslizó entre sus piernas y comenzó a acariciar su pubis tan sensible por el continuo roce que el contacto fue casi doloroso.

Hércules siguió empujando inasequible al desaliento. Sus manos se deslizaban por su cuerpo acariciando y pellizcando con suavidad sus costados y sus sexo.

Con un último beso la giró de nuevo y puso a Arabela sobre él mirando al techo. Haciendo un supremo esfuerzo se irguió y comenzó a cabalgarlo, ayudada por los suaves empujones de su amante en las caderas. El placer no disminuía, pero estaba tan agotada que tras apenas uno instantes se derrumbo sobre él incapaz de seguir.

—¿Estás segura de que no quieres que vaya contigo? —dijo él.

No le dejó responder. Hércules cogió sus caderas y comenzó a moverse dentro de ella cada vez más rápido haciendo que el placer aumentase por momentos. Cuando se dio cuenta estaba apoyando las manos sobre el pecho de su amante mientras su polla entraba y salía a un ritmo infernal y sus huevos golpeaban su clítoris con violencia.

—Me llevarás contigo. —afirmó Hércules cerrando las manos sobre sus grandes pechos evitando que botasen dolorosamente.

Un nuevo orgasmo llegó sobrepasándola y arrollándola con un placer intenso que Hércules prolongó con habilidad mientras insistía una y otra vez. Arabela se estremecía y gritaba presa de una sensación de placer casi dolorosa hasta que Hércules finalmente se separó y se inclinó sobre ella para eyacular sobre su vientre.

Al intenso placer le siguió una intensa sensación de vértigo y vacio. Necesitaba a ese hombre abrazándola y protegiéndola con su cuerpo del frío nocturno. A pesar de todo consiguió resistirse y no le dejó ir con ella.

Tras un par de minutos Arabela se incorporó. Era tarde, así que tuvo que recomponerse la ropa interior y limpiarse rápidamente con unos pañuelos de papel antes de ponerse unos vaqueros y una camisa de franela. Al contrario de lo que esperaba, Hércules la observaba desnudo con las manos tras la cabeza con una sonrisa de triunfo grabada en la cara que le causó un escalofrío.

Hércules la observó irse nerviosa y dubitativa. Con una última mirada se despidió y le dijo que ya le llamaría. La mujer intentó fingir seguridad en sí misma, pero él supo que Arabela solo necesitaba un último empujón así que le sonrió tranquilamente y se dispuso a esperar el momento del asalto final.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web.

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