QUINTA PARTE: PANDORA

Capitulo 22: El corazón de Afrodita.

Afrodita se apresuró por los pasillos de la mansión a recibirle. No sabía por qué, pero estaba ansiosa por verlo. Le recibió con una sonrisa y le felicitó por haber salvado la vida a la joven hija del cónsul.

Hércules tenía un aspecto cansado, pero por debajo podía percibir su excitación después de varios días observando a una pareja hacer el amor constantemente y de mil maneras distintas.

De repente, una intensa necesidad de reconfortarle la envolvió. No pensó en nada más. La lujuria hizo presa en ella y no pensó en las consecuencias. Se acercó a su hermanastro con los movimientos elásticos y sensuales de una pantera.

Los ojos cansados de Hércules se reavivaron y chispearon de excitación mientras alargaba una mano y acariciaba el sedoso cabello de la mujer.

Afrodita suspiró y cogiéndole la mano tiró de ella y se lo llevó a su habitación. En ningún momento pensó lo que Hércules opinaría de tener contacto carnal con su hermana, ya pensaría como contárselo más tarde, ahora solo pensaba en satisfacer la imperiosa necesidad de tener el miembro de su hermano dentro de ella.

Hércules entró en la habitación de la mujer. La misma habitación y la misma mujer que había estado espiando hacia pocos días. Aun tenía marcada a fuego en su mente aquella noche, aquellos pechos grandes y turgentes, aquellas piernas esbeltas y brillantes que deseaba acariciar y besar a toda costa.

Aquella noche se había tenido que retirar alertado por unos pasos, pero ahora nada le impediría hacer suya aquella belleza. Afrodita le soltó la mano y se adelantó hasta el espejo de nuevo exponiéndose con coquetería. Llevaba un vestido de fino algodón blanco de falda corta y profundo escote en “v” que ensalzaba unos pechos grandes y tiesos, libres de la prisión de un sujetador.

Hércules se acercó y abrazó por detrás a la mujer, besando con suavidad su cuello. Con lentitud desplazó sus manos desde la cintura hasta sus pechos, apretando su cuerpo contra la espalda de la joven. La sensación al estrujar aquellos pechos grandes, suaves y erguidos fue tan placentera que su polla se erizó instantáneamente. Afrodita respiró profundamente y dejó que los sopesase, los acariciase y metiese las manos dentro del escote para acariciar y pellizcar suavemente sus pezones.

Con un gemido de excitación Afrodita se giró y poniéndose de puntillas se colgó del cuello de su hermano y empezó a darle suaves besos hasta que Hércules reaccionó y abrió la boca respondiendo con intensidad, explorando la boca de la mujer con violencia mientras apretaba su cuerpo contra el de él.

Tras unos segundos… ¿O habían sido años? Afrodita se separó y le quitó la ropa, aprovechando para dejar que sus manos tropezaran y acariciaran el duro cuerpo de su hermano. Cuando lo tuvo totalmente desnudo, fue ella la que se colocó tras él y poniéndose de puntillas observó el reflejo de su cuerpo en el espejo de plata por encima de su hombro, acariciando sus músculos y cogiendo con una manos cálidas y suaves el congestionado miembro de su amado hermano.

Con una sonrisa traviesa sacudió su polla con suavidad haciendo que Hércules suspirase cada vez más excitado hasta que no pudo más y dándose la vuelta empujó a Afrodita sobre la cama. Su hermana cayó sobre la cama con el vuelo de la falda levantado, dejando a la vista el pubis totalmente depilado. Hércules se agachó y separó las piernas de la mujer, observando la piel suave y pálida del sexo de Afrodita con los labios hinchados y ligeramente enrojecidos, incitándole.

Sin pensarlo más, enterró la cara entre los cálidos muslos de la joven y envolvió su sexo con la boca. Un sabor dulce e intenso como nunca había percibido en una mujer, invadió su boca. Hambriento, acarició su clítoris y la entrada de su coño haciendo que su hermana se agitara presa del placer y expulsase nuevos y sabrosos jugos que Hércules no se cansaba de libar.

Fue Afrodita, la que hundiendo los dedos en su melena y tirando con fuerza de él logró separarle de su coño. La boca de Hércules subió por su cuerpo apartando la tenue tela del vestido para besar y chupar a medida que Afrodita tiraba hasta que estuvo tumbado sobre ella.

Hércules la besó de nuevo mientras ella, ansiosa bajaba las manos para guiar aquella polla caliente como el averno a su coño mientras soltaba un largo gemido de placer.

Hércules sintió como su polla resbalaba con suavidad, abriéndose paso en el estrecho conducto que no paraba de estremecerse provocándole un intenso placer. Agarrando la nuca de su hermana comenzó a penetrarla con suavidad, disfrutando y haciendo disfrutar. Los gemidos de la joven se hicieron más intensos y los labios gruesos y entreabiertos le llamaban constantemente haciendo que interrumpiese sus empujones para darle largos besos.

Afrodita se sentía tan excitada que apenas podía controlarse. Lo que realmente deseaba es llevarse a aquel hombre al Olimpo y follar en una bañera llena de ambrosía, pero sabía que no era el momento, no aun…

Hércules volvió a moverse en su interior, esta vez con más energía a la vez que estrujaba con fuerza uno de sus pechos.

Los relámpagos de placer eran intensos y cada vez más frecuentes. Afrodita se separó y poniéndose de pie, se quitó el vestido, quedando totalmente desnuda frente a su hermano, dejando que la admirase y la desease. Lentamente se dio la vuelta y se apoyó contra el espejo. Hércules se levantó y separándole sus piernas la penetró. Afrodita observó su reflejo en el espejo, la expresión de satisfacción cada vez que la polla de su hermano entraba profundamente en sus entrañas, las pequeñas perlas de sudor resbalando por su cuello, sus pechos bamboleándose…

Hércules la agarró por las caderas y comenzó a follarla con golpes más rápidos y bruscos haciendo que los pies de la diosa apenas tocasen el suelo hasta que incapaz de aguantarse eyaculó en su interior.

El calor y la fuerza de los chorros de semen golpeando el fondo de su vagina desató una incontenible oleada de placer que la paralizó por completo. Sus dientes se clavaron en sus labios y sus uñas arañaron el espejo haciendo pequeñas muescas en la plata.

Afrodita se despertó, el aroma de hércules sobre su cuerpo le desató una oleada de sensaciones excitantes. Se giró y le observó, dormido a su lado, oliendo a deseo satisfecho. Habían hecho el amor un par de veces más antes de simular estar exhausta. Sintió un intenso deseo de despertarle y contarle toda la verdad sobre los dos, pero las órdenes de Zeus eran categóricas, no debía saber nada sobre su identidad antes de cumplir con su misión. Aun así, casi no podía contenerse, así que se montó encima y le hizo el amor de nuevo con desesperación, sin decir palabra…

Hércules se despertó al día siguiente, dolorido por primera vez en su vida. Nunca había conocido a una mujer que se entregara de aquella manera. Era realmente insaciable.

Estaba tan enfrascado en sus pensamientos que tropezó literalmente con el director antes de darse cuenta que estaba ante él.

—¿Mala noche? —dijo el anciano con un gruñido— Deberías dormir un poco más, jovencito. No se puede andar por ahí como un zombi, sobre todo cuando estas pendiente de comenzar la misión más importante que te he encomendado hasta ahora.

—Ah, ¿Pero tengo una misión? —preguntó Hércules intentando despejarse totalmente.

—Sí y comienza esta misma noche. Vamos, te contaré los detalles. —respondió el director posando una mano sobre su hombro y guiándole a la biblioteca.

Hércules se sentó en un sofá orejero mientras su anciano jefe servía dos generosos vasos de whisky con manos temblorosas. Mientras observaba y se deleitaba con el liquido ambarino, le explicó la misión con detalle, incidiendo en la importancia de recuperar la caja intacta y evitar que Arabela la abriese.

Esta vez no hubo dosieres, se limitó a encender un plasma que había en una esquina de la biblioteca. El hombre presionó una tecla del mando a distancia y una mujer apareció en la pantalla. Era de mediana edad, pelirroja y muy atractiva. Hércules la reconoció al instante; Arabela Schliemann, la presidenta del conglomerado industrial más importante del país, que desde hacía unos meses había descubierto su nueva pasión, la arqueología.

La mujer respondía a las preguntas de la periodista con entusiasmo, sin reparar en alabanzas a sus colaboradores, mientras anunciaba que pronto iniciaría una nueva expedición, la que definitivamente le pondría a la altura de Howard Carter o Indiana Jones.

—Arabela Schliemann, rica, bella, famosa, implacable… —dijo el anciano cuando hubo terminado el video— Es la persona más peligrosa para la humanidad en este momento y tú la vas a parar. Afortunadamente tiene un punto débil. Adora tener una buena polla entre sus piernas y mientras más joven mejor. Ahí es dónde entras tú.

—Ya veo, yo soy el semental que va a montar a la yegua desbocada…

—Y por eso esta noche vas a ir a la opera. —dijo Zeus recordando con placer aquella noche tan lejana en la que concibió al hombre que tenía ante él.

—¿La ópera?

—Sí y deja de repetir todo lo que digo como si fueras un loro. —replicó el anciano— Arabela va a todos los estrenos a hacer acto de presencia y mezclarse con las élites, aunque no le gusta demasiado y se escurre al final del segundo acto por una puerta lateral que da a un callejón de la parte trasera del edificio. He contratado a unos sicarios para que la asalten en él, así tú podrás acercarte a ella. Afrodita se encargara de entretener a los dos guardaespaldas. Buena suerte.

—¿Y una vez haya accedido a ella? —preguntó Hércules.

—Harás que te invite a ir con ella a la expedición y la observarás de cerca. Si consigue la caja tendrás que arrebatársela por todos los medios a tu alcance. Es vital que la recuperes intacta. ¿Lo has entendido?

—¿Qué pasaría si llegase a abrir alguien esa caja? —preguntó el joven.

—La muerte se desataría y camparía a sus anchas sobre el mundo arrasándolo todo a su paso.

—Ahora me vas a decir que tiene una maldición como la de la tumba de Tuthankamon. —dijo Hércules con una mueca excéptica.

—No es cosa de risa. —rugió el anciano con violencia— Si esa caja llega a abrirse, la humanidad puede darse por acabada, tú incluido.

—Vale, lo siento, ya he captado la importancia de la misión. No se preocupe, tendrá la caja.

—Preferimos no llamar la atención y que la consigas sin violencia, pero como comprederás, si no tienes más remedio, estas autorizado a hacer todo lo que consideres necesario.

—Entiendo, no le fallaré señor. —dijo Hércules sin saber si creer realmente aquella historia o no.

—Entonces en marcha. No hay tiempo que perder. —dijo el anciano apurando el resto de Whisky de un trago.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web.

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