Capítulo 17: Adiestramiento.

El día siguiente comenzaron los entrenamientos. Era despertado todos los días a las seis de la mañana y tras el desayuno ya le estaba esperando Afrodita con unas ceñidas mayas y escueto top desafiando el frío mañanero.

Los primeros días los dedicaron a evaluar sus funciones físicas, velocidad, resistencia, agudeza visual e inteligencia. Al principio Hércules intentó disimular sus capacidades tal y como sus madres le habían aconsejado siempre, pero Afrodita lo sabía todo y le obligó a emplearse a fondo.

Tras la evaluación, ambos llegaron a la conclusión de que no necesitaba adiestramiento en cuestiones de lucha cuerpo a cuerpo, pero Afrodita le señaló que no era invulnerable y le enseñó a manejar armas de todo tipo, especialmente las de tipo personal. En pocos días consiguió ser un experto en el manejo de pistolas, fusiles y rifles de francotirador.

—Pensarás que ya estás preparado, —dijo Afrodita cuando la parte física del adiestramiento hubo concluido— pero aun queda la parte más importante, durante los siguientes días te enseñaré a desenvolverte en distintos ambientes desde los barrios más bajos hasta la alta sociedad…

—¿Y qué te hace creer que no puedo hacer esas cosas yo solo? —replicó Hércules— Ya sabes que mi abuelo es una de las personas más ricas del país.

—En efecto —respondió ella— pero hace tiempo que está alejado de las esferas de poder y el pertenecer a una familia como la tuya no te garantiza que seas admitido automáticamente en esos círculos reducidos. Yo haré que eso te resulte más fácil.

—Bien, ¿Y por dónde empezamos?

—¿Qué te parece por las mujeres? —dijo Afrodita— Eres un hombre fuerte y atractivo. Y eso puede ser una herramienta muy útil con las mujeres.

—¿Ahora es cuando me vas a contar que los niños no vienen de París…?

—Algo parecido, en este trabajo te vas a tener que valer de todos los trucos que tengas a tu alcance para cumplir tus misiones y seducir mujeres es uno de ellos.

—¿Y me vas a decir qué es lo que les gusta a las mujeres?

—Soy una mujer, es normal que pueda hablar de ello con cierta autoridad.

—De acuerdo. —dijo Hércules sentándose— Soy todo oídos.

—Lo primero que tienes que saber que el principal órgano erógeno en la mujer es este —dijo Afrodita señalándose la cabeza.

—¿El cabello? —preguntó él con sorna.

—Vamos Hércules, no seas infantil. Sabes perfectamente de lo que hablo. Por muy moderna e independiente que sea una mujer a todas nos encanta que nos halaguen, eso sí, sin pasarse. Mantener el equilibrio en la fina línea que separa el halago de la adulación es un arte que debes aprender y lamentablemente en eso no puedo ayudarte demasiado.

—¿Y entonces en que puedes ayudarme?

—Te contaré que es lo que sentimos las mujeres al hacer el amor para que puedas aprovechar esos conocimientos. Ahora calla y escucha.

—En realidad no somos tan diferentes de los hombres. Cuando vemos un hombre que nos gusta nos sentimos atraídas por él, igual que vosotros aunque no lo demostremos tan visiblemente. En general preferimos que nos traten con delicadeza, nos gustan los mimos y las caricias antes de entrar en faena, ahora te voy a contar un par de secretillos.

—Eso espero, porque hasta ahora no me has contado nada que no sepa o por lo menos suponga.

—Las mujeres no somos como las actrices porno, no nos corremos chupándoos la polla o haciéndoos una cubana, no nos gusta que intentéis sincronizar Radio Nacional con nuestros pezones y tampoco nos gusta que nos frotéis el clítoris como si estuvieseis sacándole el brillo a la plata.

—Es cierto que tenemos un punto G en la pared superior de nuestra vagina, una pequeña zona casi inapreciable, salvo porque cuando nos la acariciáis nos volvemos locas. Para encontrarla normalmente necesitáis que os digamos donde está porque, en esto, cada mujer somos un mundo.

— Pero el punto G y el clítoris no son los únicos lugares que nos producen un intenso placer En el fondo de la vagina hay dos zonas, son el cérvix y los fórnices vaginales, si los estimulas suavemente nos producen un intenso placer y son particularmente utiles porque también se estimula la producción de secreciones que lubrifican el canal vaginal. El punto A, que está entre el cérvix y el punto G y el punto U en los alrededores de la uretra también son especialmente sensibles.

—Joder, creo que voy a tener que tomar apuntes. Se te van a acabar las letras del alfabeto.

—Usa tus dedos y posturas adecuadas, —continuó Afrodita ignorando la interrupción— estimula estos puntos con suavidad y conseguirás que cualquier mujer se vuelva loca de placer.

—En general estamos más dotadas para el sexo que vosotros, al contrario que vosotros, tras el orgasmo volvemos a estar preparadas para continuar. Normalmente no tenemos un periodo refractario como vosotros o es muy pequeño. Por otra parte, todas somos capaces con un poco de entrenamiento de ser multiorgásmicas y al igual que vosotros, somos capaces de eyacular.

—Habla con nosotras antes, durante y después del acto. Averigua lo que nos gusta y no te cortes, háznoslo.

—El sexo anal puede ser placentero, pero no lo hagas a lo bestia. Tomate tu tiempo para lubricar y dilatar el esfínter, eso permitirá que el dolor sea mínimo y se eviten accidentes. Trátanos con respeto, incluso con el sexo duro hay límites. Si nos llevas hasta él sin sobrepasarlo, haremos lo que quieras por ti.

—¿Y eso es todo? —preguntó Hércules con aire cansino.

—Básicamente sí. Ahora practicaremos unas cuantas posturas especialmente placenteras para nosotras y verás por qué lo son.

Hércules se quedó paralizado, con los ojos abiertos, como un ciervo ante los faros de un coche. Afrodita le miró con una sonrisa malévola y le indicó con un dedo que se acercara. Finalmente el joven se acercó y se plantó frente a ella sin poder evitar echar un vistazo a su cuerpo enfundado en uno leggins negros y un escueto top que no dejaba nada a la imaginación.

Flashes de la noche de su llegada con Afrodita desnudándose y acariciandose asaltaron su mente, teniendo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no empalmarse.

Fingiendo no darse cuenta Afrodita le invitó a tumbarse:

—Empezaremos por la más básica, la fusión, —dijo sentandose sobre Hércules—probablemente la habrás experimentado más de una vez. Permite una penetración profunda y al tener nosotras el control nos resulta especialmente placentero.

Hércules se limitó a asentir mientras su profesora le golpeaba suavemente el pubis con su sexo.

—Si te sientas conmigo encima, hacemos la medusa, esta permite las caricias y los besos en nuestras principales zonas erogénas, pechos, labios, cuello, muslos… Es una de mis preferidas para iniciar la relación sexual. —dijo ella frotandose de nuevo contra Hércules que ya había renunciado a luchar contra su erección— Como ves puedo excitar a mi pareja acariciando su glande con mi clítoris y decidir cuando dejo que me penetre…

Hércules aguantó la tortura como mejor pudo. Deseó arrancarle la ropa a esa belleza y follarla. Demostrarla que el sexo duro y apresurado tambien podía ser placentero.

Sin hacer caso, la mujer se separó y se tumbó de lado indicando a Hércules que se colocase a sus espaldas.

—La postura de la somnolienta, también es muy placentera. Me penetras desde atrás y yo retraso la pierna y rodeo tu cintura con ella, así tu tienes acceso a mi clitoris y mis pechos. —dijo cogiendo sus manos y obligandole a entrelazarlas con las suyas de modo que las plamas de Hercules tocaran el dorso de sus manos y acariciandose a continuación las ingles y los pechos para demostraselo— ¿Ves?

—Sí ya veo. —respondió él con la voz ronca y desesperado por tener los pechos y el coño de aquella mujer tan cerca pero tan lejos.

Sin darle tregua, Afrodita se puso en pie, se recolocó los leggins que se habían incrustando en la raja de su sexo y le ordenó que se sentase en una silla.

Apenas se hubo sentado, ella se colocó encima y rodeando el cuello de Hércules con sus brazos comenzó a dar saltitos sobre su erección, mirandole a los ojos con una mirada aprentemente inexpresiva.

—Esta se llama la doma y siempre ha sido una de mis favoritas nos permite acariciarnos y besarnos, en fin muy tierna, Y con solo darme la vuelta tienes acceso de nuevo a mi clitoris. —dijo volviendo a coger sus manos y a acariciarse el sexo.

Hércules creía que iba a enloquecer, pero Afrodita no se dio por enterada y a continuación se puso a cuatro patas señalandole que la postura del perrito era una de las preferidas por todas las parejas y que se podía continuar con el tornillo.

—Ves me tumbo bocarriba y giro mis caderas poniendo las piernas juntas a un lado. Tu de rodillas me penetras presionando mi clitoris y penetrandome profundamente…

Justo cuando creyó que no podría aguantar más Afrodita se levantó y se colocó la ropa. Hércules supiró y se levantó más lentamente dejando que su erección se fuese extinguiendo como un conato de incendio que no acaba de prosperar.

—Ahora tratemos otros asuntos, —dijo Afrodita sonriendo satisfecha por el mal rato que le había hecho pasar a aquel joven y abriendo a la puerta y franqueando el paso a dos tipos que aparentaban un sexo indefinido.

—¡Oh! !Por Dios! ¿Qué es esto? Jamás había visto una melena semejante, está totalmente estropajosa. —dijo el más viejo y delgado con voz afectada—¿Cuánto hace que no te aplicas una mascarilla nutritiva? —añadió tocando su pelo con dos de sus dedos, como si se tratase algún tipo de alga pútrida y maloliente.

Sin dejar de parlotear dio instrucciones al otro hombre que, con gesto resuelto, arregló y cortó el pelo de Hércules, le aplicó mascarillas y le afeitó cuidadosamente la barba.

Tras varias horas de tratamiento no se reconocía a sí mismo. Los siguientes días, como si se tratase de My Fayr Lady, Afrodita le instruyó en la manera de comportarse en sociedad con qué tipo de personas debía tratar y de cuales huir y la mayoría de sutilezas que un hombre vulgar no entendería y todo amante del arte y la literatura debía conocer.

Un día, tras un entrenamiento, el director se le apareció como por ensalmo y le cogió delicadamente con el brazo.

—He seguido tus avances con interés. —dijo el anciano con voz cascada— Afrodita opina que ya estás preparado. Y tú, ¿Te sientes en condiciones de acometer tu primera misión? ¿Quieres comenzar a redimir tus delitos?

—Estoy preparado.

—Perfecto. —dijo deslizando un sobre en la mano de Hércules y abandonándole sin despedirse.

Ya en su habitación, con un leve temblor en sus manos, abrió el sobre. En él había un dossier sobre una mujer. Observó la foto. Tez olivácea, rostro atractivo aunque un poco descarnado, de pómulos altos y ojos grandes y oscuros. Su nariz era recta y respingona y sus labios gruesos y jugosos.

Apartó la foto y leyó el dossier con interés. Para ser la primera misión no le parecía demasiado difícil.

***

—¿Se puede saber que haces con ese aspecto de viejo carcamal? ¿ Y quién es ese hombre al que está ayudando tu hija? —Dijo Hera interrumpiendo su observación.

—Vamos, ya me demostraste que lo sabes de sobra. —respondió Zeus fastidiado.

—Te recuerdo que hicimos un pacto para no interferir con los humanos…

—Que tú mediante subterfugios has roto. —le interrumpió su marido.

—¡Eres un cerdo! —estalló Hera— ¿Cómo te atreves a acusarme de nada mientras tu andas fornicando con humanas igual que un burro salido?

—No lo entiendes, no he tenido más remedio, mujer. Aparta ya de una vez esa desconfianza patológica. No tientes la suerte.

—Entonces permíteme entenderlo. ¿Por qué ayudas a ese joven después de haber cometido esos horribles crímenes? —preguntó ella indignada.

—Porque lo necesitamos. Nuestro pacto nos ata de pies y manos y no puedo reuniros a todos y solventar nuestras rencillas a tiempo para salvar a la humanidad. Así que he tenido que valerme de subterfugios y de la ayuda de Afrodita, que como nadie la toma en serio, puede moverse con más libertad.

—¿De qué demonios hablas?

—Hablo de la caja. Una humana está a punto de encontrarla y necesitamos que alguien la detenga.

—¿La caja? ¿Te refieres a esa caja que le regalaste a Pandora? ¿Y qué importancia tiene? Ella la abrió y ya liberó todos los males del mundo. Además, Epimeteo la enterró en un lugar, lejos del alcance de cualquier hombre.

—Sí, bueno. No todos los males fueron liberados, Pandora cerró la tapa antes de que se liberase el peor de todos. El que acabará con la humanidad entera. Y el gilipollas de Epimeteo la enterró profundamente, pero no pudo evitar jactarse de lo que tenía y dejar pistas por todas las Cícladas. Ahora una humana con vastos recursos está sobre la pista y es como un perro con un hueso. —replicó Zeus echando chispas por los ojos— Y ahora no puedo intervenir directamente ya que alertaría a Hades y este intervendría ansioso por tener un montón de nuevos inquilinos en el averno.

—Maldito seas, tú y tus jueguecitos. —dijo Hera sin poder ocultar su satisfacción— Siempre actuando sin pensar y ahora la vida de millones de inocentes pende de un hilo.

—¿Guardarás el secreto? —preguntó Zeus fastidiado por tener que pedir un favor a su mujer.

—Está bien. No se lo diré a nadie e intentare despistar a Hades. ¿Llegará a tiempo tu hijo para evitar este desastre?

—Eso espero, Hera. Aun tenemos algo de margen y Afrodita le está entrenando bien. Un par de misiones y estará listo. Confía en mí.

—Si me diesen un dracma por cada vez que he escuchado esa frase…

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

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alexblame@gmx.es

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