Hace seis meses que trabajo con ella, es una mujer deliciosa, ufff. Para algunos no es guapa y depende como se vista puede no resultar muy atractiva, pero deberían verla con su uniforme, simplemente una diosa. Una faldita pegada a sus muslos, un poco por encima de las rodillas, que hacen resaltar sus anchas caderas, sus fuertes muslos(a veces me pierdo imaginándome por entre medio de sus muslos).Una blusa ajustada que hace marcar esos pechos voluminosos, siempre me la quedo mirando, fijándome si lleva sujetador, si se le marcan los pezones o si son dulces como la miel.

Aunque trabajamos separados, siempre nos cruzamos en la máquina del café, al principio esperaba la hora que ella tenía como habitual tomarse un café para sobrellevar los días de invierno, pero ahora ya no miro la horas simplemente voy y ella está allí o aparece segundos más tarde. Hablamos de cosas típicas, como el tiempo, las series tontas que hacen por la tele, y esos aburridos programas que dan últimamente. Pero ni me acuerdo de lo que hablamos, porqué yo me paso todo ese tiempo, que para mí es eterno, mirándola de arriba hacia abajo, imaginando cientos de posturas, recorriéndole la piel con mi lengua, que esta maravilla de mujer posee.

Me sorprendo a mí mismo, tan machista, tratando a esta mujer como un objeto, pero de verdad, me vuelve loco, hace salir en mí un instinto animal del que no sabía que tenía.

Hace dos semanas, nos tocó turno de noche, pasadas las 10 de la noche los cafés eran para nosotros como el agua fresca de un cálido día de agosto, muy apetecibles. Para mí claro esta no era el café lo que me hacía ir cada media hora a la sala de cafetería, Solos los dos, en aquella sala inmensa con el solo ruido de los ordenadores, impresoras y demás aparatos fríos , hablábamos como siempre temas poco interesantes, bueno solo hablaba ella yo me la comía con los ojos. Me encantaba ver como se agachaba a coger el café, su faldita ya de por sí estrecha, se apretaba más a sus nalgas, y me mostraban culo bien redondito. Aun ahora, al escribirlo, imaginándomela, se me es imposible no tener una erección. No podía dejar de pensar en acercarme a ella, en cogerla de las caderas y pegar mi erección a ese culito tan precioso que tiene.

Subirle la falda y bajarle las braguitas, agacharme y comerle el coño y ese hipnotizador culito. No lo hice.

Continuamos hablando, se tomó el café y los dos nos fuimos a trabajar.

Al rato volvíamos a estar en la sala, en busca de otro café, siempre me apremiaba para coger primero el café así podía disfrutar del espectáculo que esta mujer me ofrecía en exclusiva. Se agachó como siempre, cogió el vaso y se dio la vuelta apoyando su espalda a la máquina del café. Sus pechos eran tremendos, quizás una 95-98, no sé, para mi eran muy apetecibles, ella hablaba y hablaba, y yo la miraba y disfrutaba pensando en arrancarle la blusa, desabrocharle el sujetador y lamerle esos pechos que debían saber a miel fresca. A carne, diabólica carne, que me vuelve loco. Comerle los pechos, apretarlos con mis manos, notar como esos pezones se endurecen en mi boca, sostener cada pecho en una mano y poder ir de uno al otro devorándolos. Pero…. no lo hice.

Nos tomamos el café, y seguimos cada uno con su trabajo. Antes de acabar nuestro turno, nos volvió a apetecer otro café, la diversión para mí se estaba terminando, como siempre cogí el café y me apoyé en la mesa que estaba delante de la maquina esperando que llegase mi musa, mi objeto sexual.

Ella apareció segundos más tarde y siguiendo el ritual, después de un saludo, se encamino hacia la máquina. Echo las monedas y poco después se agacho a coger el café, después se quedó apoyada en la maquina removiendo el azúcar y mirándome, lo mismo de siempre.

Aunque algo era diferente, esta vez no hablaba, no me había dado cuenta porque yo nunca prestaba atención a lo que decía, inmerso en mis pensamientos lujuriosos. Ella se incorporó y en cuatro pasos muy decididos se presentó a dos palmos de mí, mirándome a los ojos me dijo:

-¿cuántos cafés voy a tener que tomarme para que te atrevas a hacerme todas esas cosas que llevas pensando desde que nos conocemos?

Me quede petrificado, pensando si todo este tiempo que hablaba sin prestar atención a lo que decía, con la mente puesta solo en su cuerpo y en mis deseos más íntimos le estaría quizás contándole, soñando en voz alta, todos los placenteros juegos que hacía con la mente. Antes de poder articular palabra, ella dejo el café en la mesa, a mi lado, y se arrodillo ante mí, sus manos me quitaban el cinturón, desabrochando el botón y bajándome la cremallera. Metió su mano por dentro de mis calzoncillos y saco mi polla. Me masturbaba lentamente, mirándome a los ojos, yo más excitado que nunca, deje de pensar y me abandone a mis deseos, por una vez reales.

Seguía masturbándome con suavidad, esperando que mi erección llegara al punto máximo, cuando vio que la dureza era tal, acercó sus labios y se la metió entera, de un tirón, pero muy despacio, tragándosela casi por completo.

Mi musa recorrió con su lengua desde la base de mi polla hasta la punta una y otra vez, estaba excitadísimo, estaba a punto de explotar. Solté un gemido y la cogí de los pelos queriéndola apartar para no correrme en su boca, no podía articular palabra pero quería hacerle entender que estaba a punto de correrme y no quería…..aun no sabía sus gustos así que no sabía si le gustaba que le llenaran la boca de semen o si se molestaría.

Pero ella no me dio opción a nada más, se la sacó hasta la punta y se la volvió a meter entera, una y otra vez, no sé cuántas, pero no tarde en empezar a solar toda mi leche en su boca, y ella no paraba, seguía y seguía acumulando semen en su interior. Hasta que se dio cuenta que me había dejado seco, entonces se la sacó, la guardo donde estaba y me volvió a subir la bragueta y a ponerme el cinturón. Se levantó y me dijo:

– Solo nos queda media hora de nuestro turno, pero mañana espero que antes del primer café me devuelvas el placer que hoy te he dado.

Con una sonrisa cogió su café y salió de la sala, y yo sin haber podido decir un una sola palabra, sonreí y seguí con mi trabajo.

 

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