Laboraba en una empresa con horario de la tarde, que se extendía desde las 2 hasta las 10 de la noche, por lo que me veía obligada casi a diario a tomar un taxi que me condujera a mi departamento, que estaba ubicado  en las afueras de la ciudad. Con el fin de ahorrar unos centavos compartía la tarifa con Sandra, una compañera de trabajo, puesto que ella iba en la misma dirección aunque se quedaba a mitad del camino.

A esas horas el sector comercial ya era un tanto escaso y los peligros que pudieran amenazar a dos jóvenes guapetonas, se incrementaban, sin embargo pecábamos de confiadas por ser una ciudad relativamente tranquila.
 Afortunadamente para nosotras, una parada de taxis quedaba a menos de una cuadra y desde la oficina podíamos observar si había algún vehículo disponible. Como tantas noches Julio  esperaba pasajeros sentado en la calzada, vestía una  camiseta que marcaba sus pectorales  y un jean ceñido, que dejaban en claro su aspecto fortachón; no se podía decir que era guapo, pero tenía un no sé qué, que lo hacía sexy, lo más rescatable eran esos labios carnosos, y sus ojos negros dueños de una intensa  mirada, en eso coincidíamos plenamente con Sandra, puesto que solíamos bromear diciendo que para un vacile andaba muy chulo.
  En un lapso de cinco meses, tiempo aproximado que él era taxista,  habíamos coincidido varias veces, por lo que se había generado algo de confianza como para bromear durante el recorrido. Era agradable su forma descomplicada con la que nos hacía entretenido el trayecto,  además  de que al ser joven como nosotras disponía de música actual y en lugar de percibir la típica fragancia de auto, se sentía el delicioso aroma de un perfume masculino y eso en comparación con los otros taxistas ya era una gran diferencia. No era el tipo de hombre con quien pensaría en salir y no lo digo porque fuera taxista, sino mas bien porque me gustaban los hombres más formales,  pero eso no quitaba lugar, a que varias veces aprovechando las insinuaciones de Sandra también me hubiera escabullido en algún coqueteo.
 Aquella noche miraba hacia nuestro edificio, como si nos esperara,  eso se podía interpretar, puesto que últimamente casi siempre lo encontrábamos a las 10, y alguna vez que nos retrasamos un poco,  le descubrimos chequeando su reloj  pendiente de nuestra salida. Vamos, se le notaba que tenia algún interés de por medio, bueno mas bien tenía la esperanza vacilar conmigo, al menos eso decía Sandra.  En ocasiones nos gustaba el juego de provocarle y dejarle con ganas, como todo un par de chicas calentonas; no estaba bien hacerlo, pero era nuestra terapia anti estrés después de un agotador día de  trabajo, era algo como un  entretenimiento para nuestra vanidad y pues a él, parecía divertirle.
 Caminé bamboleando mis caderas,  llevaba el clásico uniforme de oficina, faldita corta con partido trasero, blusa manga larga por dentro, con abertura en el cuello, con una par de botones abiertos cómplices de la insinuación de mis pechos, tacones  altos que levantan el trasero, mostrándolo aun mas redondeado.
 Llevaba  la chaqueta agitándola en la mano, pese al frio que se empezaba a sentir y que se evidenciaba en mis pezones enhiestos, pero cualquier sacrificio valía la pena con tal de dejarle nuevamente babeando, desde luego Sandra iba a mi lado vestida de igual forma, aunque esta noche en particular, no resaltaba tanto, pues su paso se veía algo torpe, gracias a las copitas de mas que bebió en la reunión de compañerismo de la cual acabábamos de escapar.
Bastó mirarnos para que automáticamente se levantara, y pasara los dedos por su cabello en un acto reflejo de coquetería, dejó sus manos en los bolsillos delanteros como si quisiera atraer  miradas  a su bragueta, y claro que lo lograba  humm de veras que era todo…todo un fortachón. Mi mirada desinhibida quizá por las dos o tres copas de licor que me calentaban las mejillas, (bueno no solo las mejillas), provocó su sonrisa de satisfacción, levantando  por los aires su ego y quién sabe si algo mas….
_Hola saludé  asiéndome de la manija del auto para abrirlo.
_Buenas noches guapas, pensé que  ya no vendrían
_Tuvimos una reunión….pero no sabía que teníamos un auto esperándonos
 _Pues de hecho sí, es más sepa que está totalmente a su disposición para cuando lo necesite, usted solo ordene.
Pestañeando hacia un lado esbocé un  mmm de aquellos cuyo significado se complica interpretar, provocando las risitas de mi amiga que el alcohol la tenia por demás feliz.
Le ayudé a subir puesto que contrario a ella me encontraba en buen estado, salvo por el aliento que los chicles no disimulaban totalmente y una cierta coquetería más allá de lo usual.
  Al subir,  la faldita corta se me trepó más de la cuenta, proyectando  a través del espejo la imagen de mis muslos desnudos, procuraba bajármela, más que por pudor, por picardía y cruzándolas sensualmente cincelé  en su retinas el satín  del forro de la falda, confundido con el encaje de una diminuta tanga perdida en mi sexo. Sus ojos fijos en el retrovisor y su pantalón hecho carpa  me provocaban ganas de ser más insinuante, aunque no había necesidad de mucho, puesto  que  fácilmente le idiotizaba, hasta casi hacerle confundir entre el acelerador y el freno.
_Perdona que me quite los tacones dije con voz sugestiva, pero no sabes todo lo que he bailado
_Por mi encantado, quítese todo lo que haga falta…
 Los tres reímos por la doble intención de su frase, e inclinándome, desaté las correíllas de mis zapatos,  consciente de que al hacerlo la profundidad del escote exhibía  mis  pechos casi hasta las aureolas, apenas protegidas por la transparencia fucsia del brasier; al incorporarme tropecé con su mirada indiscreta y con el ágil movimiento de mano escapando de su bragueta.
 Fingí no notarlo y sin importar el efecto que podría causar,  me recliné hacia atrás y confianzudamente  estiré mis piernas dejándolas entre los asientos delanteros… Sandra hizo lo mismo, recostándose sobre mi hombro.
 La música suave, el aire acondicionado, y un tipo de ese calibre, me hacían desear mi cama, y dejándome arrastrar por algún pensamiento desviado me quedé en silencio, con la mirada perdida en aquella entrepierna que parecía estar erecta.
 Al fin llegamos al domicilio de mi acompañante,  se despidió con un beso y con un: cuidado con pasarte con mi amiga eh? palabras que se volvieron proféticas…
 Habían trascurrido unos breves minutos cuando un ligero roce en mis pies me hizo agitar, sentí la  suavidad de sus dedos tocando los míos, masajeándolos con cuidado, la presión se deslizaba hacia la planta, dándome un cosquilleo agradable que caminaba hacia mi talón, luego avanzaba hacia los dedos y subía hasta los tobillos. Me gustaba el contacto…
 La caricia ascendía por mi pierna jugueteando en   mi rodilla, erizando mis muslos que traidores se separaron un poco; subió más, hasta encontrarse con el filo de mis medias color carne y con maestría tiró de ellas deslizándolas hacia abajo, las percibió hambreando mi aroma y se las guardó en el bolsillo del jean.
Perdiendo un poco el control del volante optó  por parquear el auto a un lado de la carretera, que se veía oscura como seguramente oscuras ya eran sus intenciones. Mientras deslizaba su mano nuevamente por la cara interna de mis muslos, se inclinó sobre mis pies y lamió mis dedos, uno a uno, pasaba su legua entre ellos y se los introducía ascendiendo y descendiendo, ensalivándolos, chupándolos, mordisqueándolos. Se sentía delicioso,  se concentró en la succión de mi pulgar que es una de mis grandes debilidades; me provocó una electricidad que bajaba desde mi espalda hasta mi cadera y terminaba con una  contracción en mi sexo, no podía negarlo, inescrupulosamente perdía el control en manos de mi taxista  y luchando contra mi propia debilidad quise   alejar mis pies de aquella rica sensación, pero él me los sujetó, obligándome a aceptar las caricias. Hice un nuevo  intento de retirarlas, pero visiblemente me lo impidió, me sujeté del asiento y  empujé sus brazos, pero lo único  que conseguí es que sus dedos se aprisionaran como garfios en mis rodillas  y me las abriera despiadadamente.
 En ese instante sentí miedo de lo que podía pasar, ya no era un juego de seducción, en el que una decide hasta donde llegar, estaba siendo violentada. Se pasó al asiento posterior, agarrándome del trasero me impulsó y en cuestión de segundos quedé tendida con mis piernas semiflexionadas frente a él, empujó la una contra el espaldar del asiento y la otra deteniéndola por el tobillo la extendió hacia afuera; como mi falda no daba muchas facilidades de abrirme, con brusquedad la  subió por encima de la cintura, quedando a la vista la tanguita que apenas protegía mi pubis. Pasó sus sucios dedos por el encaje  como si valorara mi buen gusto al elegir lencería, y apretando su palma  me dejó muy en claro lo que quería.
 Luchaba por zafarme, pero abriéndome brutalmente  me ocasión un tirón en la ingle que me dejó quieta unos segundos, luego  me asió  del cabello forzándome a permanecer inmóvil, mientras restregaba sus labios por mi cuello. Se subió sobre mí, llenaba mi boca de su aliento  hasta asquearme de sus besos que dejaban restos de saliva casi por toda mi cara,  a la menor oportunidad que tuve, mordí con furia sus labios haciendo que por el dolor, automáticamente retirara sus manos de mis senos.
 _Perra!!! Gritó mientras me cruzó la cara de una bofetada, Y se lanzó nuevamente sobre mí, besándome con más intensidad, mordiéndome hasta obligarme a abrir la boca y mezclar el sabor  de su sangre con mi saliva.
 A momentos lograba zafarme de sus garfios, y le propinaba golpes en sus hombros, rodillazos en su rostro, pero de nada servían porque seguía sintiendo como apercollaba mi sexo, y como era incapaz de moverlo, su cuerpo me avasallaba dejándome extenuada y cada vez me sentía más débil…

A medida que mis golpes se suavizaban por el agotamiento, sus besos se volvían  mansos,  el dolor por los jalones de mi cabello era reemplazado por caricias, y sus manos antes verdugas, me tocaban con suavidad…volvió a besarme deslizando su lengua por los laberintos de mi boca, buscando mi disposición, y maldición que me provocaba una absurda gana de responder, de gozar de esa lengua que me ensartaba, de ese sudor que se mezclaba con el mío, de ese pieza que punteaba mi sexo.

No se quien era más enfermo o depravado, pero se me antojaba ser sucia en sus brazos, nadie me había dominado y en el sexo siempre se hacia lo que yo quería, y ahora estaba allí, sometida por un degenerado que despertaba mis ganas de ser tomada…
 La blusa perdió sus botones y el brasier de encajes fue desatado, su lengua  caliente se paseaba triunfante  lamiendo mis senos, y los pezones se alborotaban ante el tibio contacto, y yo me odiaba a mi misma  por gemir en cada succión y temblar en cada manoseo…
 Hice un gesto de dolor por la incomodidad, la espalda parecía rompérseme, se incorporó dejándome respirar libremente,  a la vez que aprovechaba de abrirse el pantalón, y en ese momento recuperando un poco la conciencia supe que  tenía un segundo para escapar…
 Con rapidez abrí la manija  me lancé hacia afuera, pero la incomodidad no me permitió dar un paso muy largo ni pude ser tan ágil y fácilmente me detuvo
 Me agarró del brazo marcándome sus dedos, y sujetándome el rostro  hasta lastimarme, gruño
_Casi me engañas, puta!!, debí suponer que fingías,  vas a ver lo que puede darte un taxista…
Mis súplicas de auxilio ni remotamente eran escuchadas y mi voz se perdía sin lograr ayuda.
_Por cada nuevo grito, te  caerá un golpe zorra!!
De un tirón  arrebató mis pantis, y  solo pude ver como  bajaba sus pantalones y mostrándome su sexo me gritaba:
_Esto esto es lo que mereces por calienta pollas!!
Sin piedad descuartizó mis piernas colocándolas por encima de sus hombros, y sin importarle agredirme me lo hundió de golpe, grité producto de la cruel embestida, llegó hasta el fondo raspando las paredes de mi sexo y en ese momento supe que ya no valía la pena luchar más, sino rogar porque todo acabara rápido. Totalmente humillada viré mi rostro y dejé de defenderme…
_Eso así está mejor…tranquila…no me obligues a lastimarte…
Sacó su pene de mis entrañas y lo ubicó por encima de mis labios, con suaves movimientos  rozaba mi clítoris, una y otra vez, su boca chupaba mis pechos, y yo procuraba pensar en todo para ya no sentir, odiaba esa sensación de placer que me hacia apretar los dientes para que no se me escape un gemido, su arma  volvió a ingresar esta vez suave, despacio, buscando la medida justa para causarme placer, entraba, salía y mi vagina lubricando le facilitaba el movimiento, a momentos paraba tan solo para volverme a punzar con mas maña;  sus bolas chocaban contra mis nalgas, como si quisieran meterse dentro mío y mis senos se agitaban al vaivén que hacia gozar mis entrañas…
Volvía a golpearlo queriendo convencerme de que era una violación, no importaba si mi cuerpo reaccionaba a sus embates, no tenía la culpa de ser sensible y que mi vagina no distinguiera entre lo deseado y lo no consentido, pero que va,  no solo ella estaba confundida, también mis pechos se mostraban duros deseosos, de ser tomados… usados … humillados…

Su pene resbalaba con facilidad, me lo hacía suave, controlando el movimiento, y luego acelerándolo sin piedad al mismo ritmo que sus dedos en mi clítoris, me llenaba toda, saciaba mis ganas, y retirándose un momento bajó sus labios a mi vulva, y tuve que morderme la mano para no gritar ante un orgasmo producto de un ultraje.

Acerco su pene a mi boca, y remordí mis labios para no rozarlo, jugó con él por mis pechos, y descendió nuevamente a mi vulva, introdujo sus dedos y yo ya no tenía fuerzas para ocultar el placer, hervía por dentro, de rabia, de humillación y de…ganas.
Se sentó reclinándose contra la espalda, y acariciando su pene de arriba abajo ordenó:
_Ven linda ven siéntate aquí,
Me tomó la mano ayudándome a incorporar y se la empujé enfurecida
Sonriendo burlonamente dijo:
_Está bien, si quieres seguir fingiendo que no te gusta, lo haremos a tu manera
Me haló con fuerza y tomándome de la cintura hizo que me sentara en sus piernas y forzando para que abriera mis muslos me llenó profundamente con su herramienta.
Sacando mis medias de sus bolsillos me las cruzó haciendo un nudo en mi cuello
_Ya mamita si no te mueves ajustaré el lazo hasta ahogarte…así que a moverte…
Suavemente lo iba apretando, haciéndome sentir “obligada a menear mis caderas”, sí, las movía al ritmo que él dictaba y al compás de mis estúpidas ganas de ser cogida.
Ya no podía callar más, lo que inició como un ultraje estaba terminando con un destape de placer. Subía, bajaba, sin necesidad de que el lazo me ahorcara, y le ofrecía mis pecho sin que hiciera falta la fuerza, me apretaba contra su sexo, y lo abrazaba con las piernas tras su espalda queriendo alargar la furia de un nuevo orgasmo.
Sudorosa y gimiendo echaba mi cuerpo hacia atrás, mientras sus manos acariciaban mi espalda hasta perderse en mis glúteos;  su pene aun estaba duro,  y mientras nos besábamos, sus dedos jugueteaban en mi cola. Suave muy suave lo dilataba, su punta empezó el ingreso, y con cortitos movimientos de cadera iba abriéndose espacio, sus labios en mis pezones disminuían el dolor, y poco a poco me rompió totalmente…
Empujaba con más fuerza, sin ninguna contemplación, como si mi pequeño agujero, tuviera el poder de enloquecerlo, de hacerle babear. Entraba y salía, de aquel espacio reducido, cogiéndome como le daba la gana, no tardó en acelerarse, para luego asentarme fuerte contra su trozo, y soltar de sus entrañas  la leche que pugnaba por fluir.
Terminé como al inicio, recostada sobre el asiento trasero mientras nuestras respiraciones, poco a poco volvían a la normalidad.
Me besó una vez mas y cambiándome de asiento, lo recline hacia atrás, casi vencida por el cansancio
_Me llevas a casa?
_Claro preciosa, tranquila, te despierto al llegar
Varios minutos de recorrido, algunos cruces de calle, y al fin acabamos frente a mi departamento.
Tomé  mi cartera, mi chaqueta, mis medias y como todo un caballero bajó del auto, me abrió  la portezuela, e  inclinándose rozó mis labios murmurando:
_Hasta mañana linda…
Acaricie su mejilla, sonreí dulcemente y estrellando una piedra contra el parabrisas grité:
_Hasta mañana… hijo de puta!!!!

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