Isabel estaba nerviosa. Acababa de terminar sus estudios y era su primer día de trabajo. Le había costado mucho pero por fin iba a trabajar en lo que deseaba. Tan solo tenia 23 años, pero el sacrificio que había hecho, dejando de lado amigos y familia le había permitido sacarse la carrera de farmacia por la rama de investigación a la primera.
Había sido un sacrificio enorme, tanto tiempo sin ver a sus amigos había hecho que las relaciones se deteriorasen y, aunque había tenido algún escarceo hace tiempo, tampoco tenía pareja. No es por falta de pretendientes, Isabel era una chica guapa, morena, con el pelo largo y rizado y con un buen cuerpo que, sin ser despampanante llamaba bastante la atención, si no por su dedicación a los estudios.
Y allí estaba ella, a punto de comenzar su primer trabajo.
Era una empresa que destacaba bastante en el campo de la investigación, así que estaba bastante ilusionada. No era fácil conseguir un puesto en Xella Pharma…
Cuando llegó a recepción le sorprendió encontrar allí a una compañera que había acabado la carrera con ella, no tanto por ver a alguien conocido como por la persona que era. La chica había tardado varios años en sacar la carrera, y no lo había hecho con muy buenas notas. Creía que el acceso a esa empresa era más… “elitista”
– ¡Hola! – La saludo animada, nada más verla. – Eres Isabel ¿Verdad?
– Sí, tu eras… ¿Mónica?
– Sí, no sabia que te supieses mi nombre. Estoy un poco nerviosa, ¿Tu no?
– Un poco… – Contestó Isabel, no queriendo demostrar en exceso lo nerviosa que estaba. – ¿Puedo preguntarte como acabaste aquí? Las pruebas de acceso son muy duras…
– Yo tampoco tenía pensado venir aquí al acabar los estudios… Dicen que sólo entran estudiantes de 10… Vamos… Como tú. Pero deben tener algún tipo de beca de acceso porque un día estando en la facultad, vino un representante de Xella Pharma y me dijo que había sido seleccionada para un trabajar en un proyecto piloto… Que habían estado haciendo un seguimiento a todos los alumnos y yo era la que más se ajustaba… ¡Así que aquí estoy!
Isabel se quedó observándola, era una chica guapísima. Más alta que ella, rubia y voluptuosa. Siempre se preocupaba por arreglarse al máximo, hasta para ir a clase.
– Buenos días. – Las sorprendió una mujer. – ¿Sois las chicas nuevas? – Preguntó con una sonrisa.
– ¡Sí! – Se apresuró a contestar Mónica.
– De acuerdo, pues si queréis acompañarme os llevaré con el jefe de sección y el os contará el resto.
Las dos chicas se levantaron y la siguieron nerviosas. La mujer iba impecablemente vestida aunque algo atrevida. Una falda de tubo ajustada, demasiado corta para el gusto de Isabel, y una blusa blanca ceñida que mostraba un profundo escote… Andaba con soltura sobre unos tacones altísimos con los que Isabel no habría podido ni mantenerse de pie. “Debe ser la secretaria” pensó Isabel.
Las dejo a la puerta de un despacho, no sin antes anunciar su llegada.
– Podéis pasar, el señor Pérez os está esperando.
Abrieron la puerta y vieron a un hombre de mediana edad, castaño, aunque con alguna cana sobre su cabeza, completamente afeitado y vestido con un traje gris a rayas sentado en la mesa que dominaba el despacho.
– Buenos días. – Saludaron las chicas al mismo tiempo.
– Buenos días, me alegra que seáis tan puntuales. Eso es empezar con buen pie. Estáis a punto de entrar a formar parte de una de las empresas farmacéuticas más importantes del país. Espero que os deis cuenta de la importancia de ese hecho.
– P-Por supuesto. – Contestó Isabel.
– Lo único que pediremos de vosotras es compromiso, puesto que habiendo pasado las pruebas de selección damos por hecho que valéis para trabajar aquí. Nuestra empresa, aunque sea tan grande, es como una gran familia, todos nos apoyamos por que tenemos la confianza de que todos nuestros compañeros van a dar el 100%, al igual que nosotros.
Isabel escuchaba atentamente , había luchado mucho por un trabajo así y sabía que valía para ello. En en cambio, Mónica no estaba prestando mucha atención… Estaba más atenta a observar el despacho que a las palabras del señor Pérez.
– Bueno, pero dejémonos de charla aburrida y vamos a firmar los contratos. Una vez los hayáis firmado iréis con vuestra responsable a conocer los laboratorios y vuestras obligaciones.
Puso ante ellas los contratos y dos bolígrafos.
– ¿Puedo… Leermelo antes? – Preguntó Isabel.
– Por supuesto, nunca hay que firmar nada sin leer… – Contestó el señor Pérez, mirando como Mónica firmaba directamente.
– Yo lo firmo ya, ¿Qué más da? Es un contrato de trabajo…
Isabel leyó atentamente, no viendo nada fuera de lo común o alguna cláusula extraña. Estaban obligadas a hacer las guardias cuando hiciese falta, tenían contrato de exclusividad y de confidencialidad… Vamos, nada raro.
Después de firmar, las dijo que cogieran el ascensor, que en la tercera planta las esperaría su encargada.
Nada más verla, se quedaron sorprendidas. Una pelirroja despampanante, vestida con una bata de científica cortisima, con las piernas al aire y unos tacones altísimos, sin nada que envidiar a los de la secretaria. Llevaba el pelo recogido en una alta coleta e iba maquillada como si fuese a salir de fiesta. Un enorme escote atraía todas las miradas, hasta las suyas.
– Buenos días, Mónica e Isabel, ¿Verdad? – Preguntó.
– S-Sí, yo soy Isabel, ella es Mónica.
– Parece que ya os han contado un poco como va todo por aquí, así que vamos a pasar a enseñaros las instalaciones.
La mujer comenzó a andar avanzando por el largo pasillo. Había muchas puertas a los lados, todas cerradas. Se cruzaron con algunas mujeres más, todas vestidas igual que su encargada… ¿Es que no sabían lo que era la comodidad?
– Perdone… Señorita… – Comenzó Isabel.
– Rosa. Me llamo Rosa.
– Señorita Rosa. ¿Este es el uniforme que hay que llevar? ¿O se puede llevar algo más cómodo?
– ¿Cómo? Ja ja ja… – Rió divertida. – No, podéis llevar lo que queráis. Cada una viste como se encuentre cómoda.
“¿Con esos tacones? ” Pensó Isabel,” yo ni muerta… “
Llegaron al laboratorio y lo que vieron las maravilló. ¡Tenía de todo! Era enorme y tenía todo el instrumental que se pudiese desear. Estaba lleno de farmacéuticas trabajando, todas vestidas de la misma manera. Más que un laboratorio parecía un desfile de modelos. Isabel comenzó a curiosear por toda la sala, fascinada. Cuando acabó, Rosa les enseñó donde estaba el vestuario para que se pusiesen cómodas y comenzasen la jornada.
– ¿Has visto cómo van todas vestidas? – Preguntó Isabel.
– Sí… Yo… Yo no se si podré trabajar con esa ropa…
– No seas tonta, yo me voy a poner cómoda vaya como vaya el resto de la gente.
Cuando se comenzaron a vestir, Isabel pudo ver de primera mano el cuerpo que tenia su compañera. Por momentos se sintió algo avergonzada, todas las mujeres que había visto en la empresa eran unas bellezas y su compañera no se quedaba atrás. Ella, incluso considerando que tenía buen cuerpo, no llegaba a su nivel…
” ¿Qué estás pensando? Esto es un trabajo, lo que importa no es el físico… “
Las dos se vistieron con unos vaqueros y una bata larga, acompañados de zapatillas planas de farmacia.
Ninguna de las compañeras parecía dar importancia a su manera de vestir. No hablaron mucho con ellas, pero por lo que pudieron oír de sus conversaciones, tenían bastante buen ambiente y quedaban entre ellas a menudo para salir de fiesta.
El primer día fue bastante duro. Sabía que iba a ser difícil, pero no se esperaba que lo fuera tanto. Se quedaba atrás en todos los encargos que le mandaban y no alcanzaba el ritmo del resto de la gente. Era la prueba de que no hay que dejarse llevar por la primera impresión de la gente, todas sus compañeras parecían mujeres objeto pero, pese a ello, eran unas trabajadoras asombrosas.
A la hora de salida, casi todas sus compañeras se quedaron porque les tocaba guardia. Las pocas que no tenían se cambiaron con ellas en los vestuarios. Era asombroso, parecía hecho a posta… ¡Estaban todas impresionantes! Casi más que modelos, parecían conejitas Playboy… Además de ver los cuerpazos que tenían, pudo comprobar cómo todas llevaban ropa a juego con la bata: minifaldas enanas y tops escotados. Además acompañaban su atuendo con lencería sexy. Isabel sólo se había puesto algo tan atrevido el día que perdió la virginidad… y ellas se lo ponían para trabajar. Hizo todo lo posible por esconder sus braguitas blancas de algodón…
Llegó a casa destrozada. “No te preocupes, es el primer día. ” Se decía, pero no conseguía animarse.
El siguiente día comenzó igual de duro, añadiendo una visita del señor Pérez a mitad del día.
– Buenos días chicas. – Saludó alegre.
– ¡Buenos días señor Pérez! – Exclamaron todas al unísono.
– Bu-Buenos días. – Balbucearon Isabel y Mónica.
– ¿ Qué tal lleváis el día? Hola Lucía, ¡Qué guapa estás hoy! – Exclamó, mientras le daba un sonoro cachete en el culo a la tal Lucía. Ésta, ante la sorpresa de Isabel, solo se rió tontamente, coqueteando.
El señor Pérez continuó su ronda de saludos, en la que se acercó a casi todas las chicas para hacerles una caricia, un pellizco, un cachete… Isabel estaba pensando que como se le ocurriese acercarse habría acabado su sueño de trabajar allí, porque no le iba a permitir ese trato, pero no fue así, cuando se acercó simplemente las pregunto si se estaban adaptando bien y si necesitaban cualquier cosa, que lo pidieran. El señor Pérez estuvo dando vueltas por el laboratorio un rato más y después se fué a una reunión con las jefas de sección y con alguna empleada.
Si Isabel estaba teniendo problemas para seguir el ritmo, Mónica lo llevaba bastante peor. No era capaz de seguir el ritmo y no se enteraba de la mitad de las cosas. Al pasar los días además, comenzó a llegar tarde y a perder la ilusión por el trabajo, lo que hacía que realizase sus tareas con desidia.
Una tarde Rosa las abordó mientras se estaban cambiando.
– Buenos días chicas. Creo que después de los días que lleváis aquí, os vais adaptando más o menos a la dinámica de la empresa, cada una a su ritmo. Isabel, tu vas a ser asignada a un nuevo proyecto, están ultimando un nuevo fármaco y necesitan gente. Te he recomendado a ti y están encantadas, así que mañana mismo empezarás. Mónica, tu adaptación esta siendo más lenta, así que de momento vas a hacer un pequeño curso de reciclamiento laboral, que te ayudará a alcanzar el ritmo de tus compañeras. Espera aquí que ahora vendrán a por ti. Pasarás unos días en el curso y después te incorporarás al proyecto con Isabel.
Las caras de las chicas eran totalmente contrarias. Isabel había sido recomendada para un nuevo proyecto, y estaba henchida de orgullo, Mónica en cambio, tenía la decepción escrita en la cara. Le había dicho que no valía, aunque lo hubiese adornado con el tema del curso.
Isabel se incorporó a sus nuevas compañeras, todas tan eficaces, diligentes y preciosas, como las anteriores e intentó seguir el ritmo. Según lo que le habían dicho, estaban desarrollando un medicamento anticonceptivo que sería revolucionario. Tenía que ayudar a formar los compuestos necesarios.
Efectivamente, usaban gran cantidad de hormonas en el proceso, así como algunos componentes usados en medicinas psiquiátricas para relajar la mente. El último componente era el XC-91, un compuesto descubierto por el equipo de investigación que era la piedra angular del proyecto.
Pasaron los días e Isabel no hacía más que quedarse atrás. No llegaba a coger el ritmo y se mataba a trabajar para llegar a las cotas que le exigían. Tantas horas de trabajo la tenían destrozada, y además teniendo una sensación que nunca había tenido, la de sentirse superada en todo. Sus compañeras era más rápidas, más eficientes y más guapas. Todavía les quedaba energía de hacer guardia cuando las tocaba y, por sus conversaciones, dejaban caer que además, salían bastante de fiesta…
El señor Pérez pasaba casi todos los días por allí, charlando de manera bastante “afectiva” con todas sus compañeras, en cambio, a ella la trataba con total educación.
El último golpe a la autoestima de Isabel fue cuando Mónica acabó su curso de reciclamiento laboral… En cuanto la vio aparecer se le cayó el alma a los pies… ¡Iba vestida igual que todas! Una reducida bata que casi no le tapaba nada, unos taconazos de vértigo y un escote interminable “¿tenía Mónica tantas tetas ?”  Isabel estaba confusa.
– ¿Q-Qué te ha pasado? – Preguntó.
– ¿A mi? Nada, ¿por?
– ¿Por qué vistes así? ¿Qué hiciste en el curso?
– No es nada, me siento guapa y quería demostrarlo. ¡El curso ha sido genial! Me han enseñado todos los entresijos de la empresa, como funcionan, como adaptarme… ¡Ahora me siento realmente preparada para estar aquí!
Isabel estaba boquiabierta, pero su sorpresa aumentaría al ver a su compañera desenvolverse en el trabajo. Se manejaba con soltura y rapidez, haciendo más obvia la torpeza que sentía la chica.
– ¿Y sabes qué? – Preguntó Mónica mientras se cambiaban. – ¡Mañana tengo mi primera guardia!
¿Cómo era posible? Se preguntaba Isabel… No podía haberse quedado tan atrás… ¿Será que no valía para eso? No… Eso nunca… Iba a conseguirlo costase lo que costase…
Mientras se cambiaban también le dió la impresión de que Mónica había cambiado en algo… La veía más alta… más… tonificada… Pero seguro que eran impresiones suyas…
Al día siguiente el señor Pérez volvió a pasar por el laboratorio, deteniéndose al lado de Mónica.
– ¡Pero bueno! ¡Qué cambio! – Dijo, mientras le daba un vistoso pellizco en el culo a la rubia. – Veo que te has integrado a la perfección. Sigue así y llegaras lejos.
Isabel no creía lo que veía, ¡Le había pellizcado el culo! Y lo único que había hecho Mónica era poner cara de tonta y soltar una risita…
A la hora de irse, Isabel se cambió sola, puesto que su compañera tenia guardia.
Al día siguiente, se veía a Mónica feliz y despejada.
– ¿Qué tal la guardia? ¿Fue muy duro?
– Para nada.  – Contestó Mónica. – Todas me ayudaron un montón, ¡Y quedé con ellas después de la guardia! Nos lo pasamos genial.
– ¿Ah sí? – Preguntó Isabel, decepcionada, a ella nadie le había dicho nada…
Al acabar el día, Rosa se acercó a Isabel.
– Buenas tardes Isabel, ¿Qué tal has pasado el día?
– Bueno… – Contestó, con voz queda.
– Habrás visto que tu compañera se ha adaptado rapidísimo a sus nuevas funciones.
– Sí… He visto que dado un gran… cambio…
– También ha hecho migas con sus compañeras…
– Sí… También. – Contestó Isabel, cansada de esa conversación.
– Nos hemos dado cuenta de que te estás quedando algo rezagada, así que hemos pensado que hagas el mismo curso de reciclaje que Mónica.
Isabel quedó pensativa. ¿Un curso de reciclaje? Si no había más opción… Si a Mónica le había ayudado… ¿Por qué a ella no?
– Esta bien, haré el curso de reciclaje.
– Me alegra oírlo. Cuando acabes de cambiarte ve a la sala del fondo del pasillo. Allí comenzará el curso.
Obediente, fue a la sala que le habían indicado. Se quedó bastante sorprendida con lo que encontró. Una enorme sala blanca, con música relajante, varias camillas de masaje… ¿ Ese era el curso de reciclaje? Seguro que se había equivocado… Se dió la vuelta para salir cuando…
– ¿Isabel?
Una mujer había aparecido por la puerta del fondo. Una mulata despampanante, como el resto de sus compañeras, se acercaba a ella.
– S-Sí, soy yo…
– Te estaba esperando. ¡Oh vamos! No pongas esa cara, ¿Qué mejor manera de empezar un curso de reciclaje que con un masaje relajante? Así te sentirás más cómoda, liberadas tensiones y te resultará más fácil adaptarte…
Isabel pensó que en cierta manera tenía razón.
– Venga, pasa detrás de ese biombo y desnúdate.
– ¿Qué?
– ¡No esperarás que te de el masaje con la ropa puesta!  Vamos, si te cambias con tus compañeras en el vestuario…
Isabel se metió detrás del biombo, sin ninguna gana de quedarse desnúdate delante de la mujer, pero aún así obedeció.
Avanzó hasta la camilla y se tumbó boca abajo, siguiendo las indicaciones de la mulata.
– Estas demasiado tensa… ¿Te estresa trabajar aquí?
– Un poco… Pero no es el trabajo… Es… La situación… Me siento superada…
La mujer comenzó a extender aceite por su espalda.
– No te preocupes… Después de esto te sentirás mucho mejor…
– Sí… Eso esp…
Isabel recibió un rápido pinchazo en el cuello que la durmió al instante.
– Duerme pequeña… Cuando despiertes todo irá mucho mejor… – Susurro la mulata.
La cabeza le daba vueltas. Se sentía adormecida, relajada. Había bastante ruido en el ambiente, oía… ¿Gemidos? No estaba segura… Intentó incorporarse pero algo se lo impidió, entonces vió el origen de los ruidos. Por toda la sala, había mujeres, muchas mujeres, todas desnudas, encadenadas a la pared y masturbándose con vibradores. Y ella estaba atada y desnuda en ese sillón. En otro momento se habría asustado y escandalizado, pero estaba taaaaan relajada… Realmente le daba igual, se sentía como en una nube.
Una puerta se abrió y un hombre se acercó a ella.
– ¿Ya está preparada? – Preguntó.
– Casi. – Contestó una voz de mujer detrás de ella. – El proceso ha sido iniciado, sólo falta esperar a que termine.
– Excelente. – El hombre se acercó a ella. Entonces pudo reconocer al señor Pérez. – ¿ Qué tal te encuentras, pequeña? – Isabel no era capaz de articular palabra. – No te preocupes, dentro de poco te encontrarás mejor que nunca. ¿No has visto lo feliz que es Mónica ahora?
Entonces Isabel se fijó en ella. De la mano del señor Perez salía una cadena de perro que acababa… en el cuello de Mónica. Esta avanzaba a cuatro patas a un lado del hombre, completamente desnuda.
– Se ha integrado perfectamente en el grupo, y tu también lo harás. – Un pequeño tirón de la cadena indicó a Mónica lo que tenía que hacer. Se arrodilló delante del sillón en el que se encontraba Isabel y comenzó a lamerle  el coño sin prisa, lentamente. A Isabel nunca le habían practicado sexo oral… Era maravilloso… Intentaba asimilarlo todo: las palabras del sr Pérez, el comportamiento de su amiga… pero todo ocurría como en un sueño.
– Espero que te guste tu nueva imagen, vamos a suavizar tus facciones y a aumentar tus tetas unas cuantas tallas. Así podrás realizar mejor tu trabajo. En cuanto acabemos con tu físico, comenzaremos con tu instrucción. Cuando acabe contigo me lo agradecerás, ya verás…
Los gemidos empezaban a acudir a su boca mientras todo comenzó a volverse oscuro.
Isabel estaba deseando empezar la nueva jornada de trabajo. Acababa de terminar el curso de reciclaje y le había ido genial. Mientras se cambiaba, pensaba como era posible que antes fuese con esa ropa tan andrajosa… Con lo bonitas que tenía las piernas… ¡Tenía que lucirlas! ¿Y por qué antes no se ponía nunca escote? Si tienes algo bueno, ¡Enséñalo! Mientras se ponía los tacones, vio llegar a Mónica.
– Holaaaa. – Saludó contenta.
– ¡Isabel! ¡Que guapa estás! ¿Ya acabaste el curso?
– Sí. ¡Ha sido genial! Creo que ahora si que me adaptaré perfectamente. – Contestó, abrazando animadamente a su compañera. – ¿Y sabes qué? ¡Esta noche tengo guardia yo también!
– ¡Es genial! Ya verás qué bien nos lo pasamos.
El curso había dado resultado, ahora no perdía el ritmo con sus compañeras, las cuales ahora sí le prestaban atención.
El señor Pérez acudió a media mañana, saludando a sus compañeras como de costumbre. Isabel estaba deseando demostrarle que se había adaptado perfectamente. Cuando se acercó, la saludó afectuosamente, acariciando su culo de arriba a abajo, llegando a meter la mano por debajo de su bata. En vez de escandalizarse, Isabel se sintió orgullosa.
Cuando llegó la hora de irse, se dirigió con todas sus compañeras a las salas donde se realizaban las guardias. Entraron perfectamente organizadas, en fila india. Nada más entrar, cada mujer se despojaba de su ropa, dejándola en un armario al lado de la sala, avanzaba hasta Rosa, la cuál enganchaba un pequeño collar de perro con una cadena y se dirigía con cada mujer a un rincón de la sala donde era encadenada.
A algunas las decía algo y se las llevaba a una sala contigua.
Isabel entró justo después de Mónica. Cuando Rosa atendió a Mónica le dijo.
– Hoy volverás a atender al señor Pérez… Y tu irás con ella. – Comentódirigiéndosee a Isabel. – Tiene ganas de probaros a las dos juntas.
Al enganchar el collar, las dos se arrodillaron. Rosa acopló un plug anal con forma de cola de animal al culo de cada una de las chicas. El de Mónica era de gatita, el de Isabel de conejito. Como si fuera lo más natural del mundo, las dos chicas siguieron a Rosa, a cuatro patas, sus nuevas enormes tetas colgaban, bamboleándose de un lado a otro.
La nueva vida de las dos estudiantes estaba a punto de comenzar… y eran las personas más felices del mundo.
 
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