EL CLUB 8

– Llegan en veinte minutos – dijo Eliseo, bajando las escaleras.

Blanca y Pilar lo miraban, sentadas en la sala. El rostro de Blanca mostraba señales de ira, el de Pilar, completo desconcierto. Habían hablado la noche anterior, para revisar los últimos detalles. A Pilar le costaba entender por qué debía hacer aquello, y Eliseo tuvo que aguantarse las ganas de estallar en gritos. La chica estaba demasiado nerviosa, y Eliseo había temido que aquello fuera a arruinarlo todo. De nada serviría que sólo Blanca lograra su cometido, también Pilar debía convencer a Santino.

Esa tarde lo habían repasado todo de nuevo; y Eliseo quedó más tranquilo al ver que Pilar comprendía lo que debía hacer. Ahora era Blanca quien le preocupaba, la mayor de las hermanas se había mostrado renuente en sus descalificaciones, y desconfiaba que la amenaza de los videos fuera suficiente para obligarla a aquello. Pero debía arriesgarse, la suerte estaba echada.

– ¿Están listas?

Blanca no respondió, pero Eliseo no esperaba que lo hiciese. Pilar respondió afirmativamente con un movimiento de cabeza, tal y como respondería alguien que se sabe sin alternativa.

– Perfecto – dijo Eliseo, como si aquello fuera la organización de la Copa del Mundo – Entonces suerte.

Quince minutos después el timbre sonó; Pilar subió las escaleras, corriendo, mientras que Blanca se mantuvo en la sala, mirando el televisor. Era extraño que Eliseo recibiera visitas; sus trabajos en equipo rara vez los realizaba en casa, no porque sus padres se lo prohibieran, sino porque sus hermanastras tenían la costumbre de fastidiarle a él y a sus amigos. Pero las cosas habían cambiado hacía tiempo, y esta vez Eliseo pensaba aprovecharse de ello.

Santino, su mejor amigo, entró, y de tras de él su gemela, Sarah. Los tres conformaban siempre los equipos de trabajo. Sarah era una chica rubia, con una piel tan clara como Santino; tenía un rostro extraño, por la gran nariz que había entre sus ojos, pero aquel defecto quedaba anulado con el resto de ella. Eliseo siempre se había visto atraído por ella, al grado de que no pudo evitar revelárselo a Santino, pero este no le dio muchas esperanzas: Sarah era una chica extraña, tan extravagante como hermosa.

Sus anteriores parejas habían sido hombres mucho mayores, tipos raros e incluso mujeres, por lo que Eliseo parecía estar fuera de los candidatos posibles. Pero, ahora esperaba cambiar aquello. Santino, por su parte, era un tipo tranquilo, una especie de Buda citadino que rara vez se molestaba y parecía carecer de preocupaciones. Era bien parecido, y alto. Sin embargo, su personalidad siempre estuvo moldeada por la amistad de Eliseo, quien solía tomar las decisiones de los equipos de trabajo, tanto por la pasividad de Santino como por el distraído desinterés de Sarah.

Ahora estaban ahí para realizar el trabajo de fin de periodo de la clase de ciencias sociales, habían acordado que, como siempre, se realizaría en casa de los padres de los gemelos, pero esta vez Santino los sorprendió invitándolos por primera vez a realizar el trabajo en la casa de su padrastro. La novedad hizo que los gemelos aceptaran sin problemas, sin imaginar en lo absoluto las verdaderas intenciones de Eliseo.

Eliseo los invitó a sentarse a la sala, donde les presentó a una sorprendentemente amable Blanca. La actitud de la chica sorprendió a Santino, que tenía una descripción diferente de lo que era ser una hermanastra de Eliseo. A Sarah, sin embargo, pareció llamarle más la atención las preciosas piernas de Blanca, que vestía unos pantaloncillos azules de algodón extremadamente cortos, tal y como se lo había indicado Eliseo.

Su hermanastro no ignoró la curiosa mirada de Sarah hacía el cuerpo de Blanca, y aquello le infundió el ánimo de continuar con el plan.

– Vengo en un momento – dijo Eliseo, antes de subir corriendo a su recamara.

Dentro de su cuarto parecía haberse instalado un equipo de la CIA, las lucecillas de una reluciente antena bluetooth parpadeaban al lado del ordenador. En la pantalla aparecían dos cuadros de video, en uno se podía ver a Pilar, sentada nerviosamente en la orilla de su cama; en la otra, aparecían los gemelos y su hermanastra, mirando el televisor. Sonrió al ver que la calidad del video era buena, y rogó porque ninguno de los gemelos notara la presencia de las cámaras.

Dio click en el botón de REC, y se aseguró de que el disco duro externo estuviese correctamente enchufado. Tomó las llaves de su cuarto, y cerrándolo con seguro salió de ahí. Ahora podía dar inicio.

Salió de la recamara, corrió hacía el cuarto de sus hermanastras y toco suavemente la puerta. Dio media vuelta, sin esperar que nadie abriera. Bajó rápidamente las escaleras, con una expresión de simulada contrariedad.

– Dice tu papá que debo ir a ayudarles – dijo, con un tono molesto a Blanca.

Blanca tardó en reaccionar, pero de pronto pareció despertar de sus pensamientos.

– ¿Ayudarles a qué? – preguntó, nerviosa

– A llevar unas cosas a la oficina del señor Mendoza, el de las visas.

– Umm… – murmuró Blanca.

– Lo siento chicos – dijo Eliseo – ¿Podrán ir adelantando el trabajo? No tardare más de hora y media, calculo.

Los gemelos se miraron, estaba claro que no había más opción, de modo que aceptaron.

Eliseo tomó su mochila, y se vistió la chamarra.

– Les aseguro que no tardo – dijo, despidiéndose de sus amigos.

Antes de cerrar la puerta, dirigió una última mirada a Blanca. No estaba seguro de cómo saldría todo, pero esperaba que resultara. Ella simplemente lo miró desaparecer tras la puerta, sin reflejar en sus ojos pensamiento alguno.

Sola ahora con los gemelos, Blanca estuvo mirando durante un minuto el televisor. Tampoco los gemelos despegaban la vista, estaba claro que la situación era un tanto incomoda. Blanca se armó de valor y miró a Sarah, regalándole una sonrisa. La chica respondió amablemente, mientras los nervios corrían por la mente de Blanca. No sabía cómo era flirtear con una mujer, pero esperaba que no fuera demasiado distinto a con los hombres.

Blanca estaba nerviosa, se preguntaba en qué momento reaccionaría Pilar. Miraba una serie de televisión, en el reproductor Blu-ray, bastante buena en realidad, sobre un grupo de chicas lesbianas. Según Eliseo, aquello animaría un poco las cosas. Blanca se sentía estúpida, de verdad no creía que aquello funcionara. Sabía que Pilar no tendría problemas pero ella no sabía porque una chica prácticamente desconocida aceptaría meterse con ella. Eliseo era un imbécil, y esperaba que aquello fuera suficiente para que lo entendiera.

– ¡Eliseo! – se escuchó la voz de Pilar.

– ¡Salió con mis papas! – Respondió Blanca, con naturalidad – ¡¿Qué pasó?!

Aquello era el siguiente paso del plan de Eliseo.

– ¡Que me ayude con la tarea de inglés!

Blanca no respondió. Miró a los gemelos, y después mantuvo su mirada en Santino.

– ¿Tú sabes inglés? – preguntó, despreocupada.

Santino se sorprendió con aquella pregunta, pero respondió afirmativamente.

– ¿Podrías ayudar a Pilar? Está tomando clases de inglés por las tardes.

Santino y Sarah se miraron, divertidos. Sarah alzó los hombros, como diciendo que no veía el problema. Santino aceptó, y sonriendo subió a la recamara de Pilar. Blanca y Sarah siguieron viendo la serie.

Realmente Blanca creyó que Sarah terminaría por ponerse de pie y hacer otra cosa, pero sea lo que fuese – seguramente la serie – la mantenía inmóvil de su asiento. Algunas escenas graciosas las hacían reír juntas y compartirse sonrisas, pero a Blanca aquello le crispaba la piel; quizás Eliseo tenía razón.

Arriba, Santino era el que se sentía dentro de un embrollo; no es que la tarea de Pilar estuviese complicada, pero era incapaz de concentrarse. Una cortísima falda mostraba demasiado de las hermosas piernas de Pilar. El chico no pudo evitar sonrojarse, y agradeció que la chiquilla pareciera no haber notado su rubor. Una blusa pegadísima y sin tirantes dibujaba la preciosa figura de la chica, lo que no hacía más que dificultar un poco las cosas.

Él estaba sentado, con los brazos de la chica recargados sobre la mesa. Estaban tan cerca que la temperatura parecía haber aumentado demasiado de pronto. Eran demasiadas páginas, a pesar de ser temas sencillos, pero el muchacho estaba ya preparando una excusa para salirse de ahí. En determinado momento, una supuesta duda en el significado de una palabra lo hizo pedir un diccionario traductor: ese fue su primer gran error.

Pilar obedeció inmediatamente, y se agachó para sacar su mochila de debajo de su cama. Aquello permitió a la curiosa mirada de Santino ver lo que se escondía debajo de la cama. Su sangre se congeló cuando lo observo el coño rasurado y desnudo de Pilar: la chica no vestía bragas, y su preciosa concha era digna de una pintura renacentista. Para variar, la chica parecía tener un desorden en su mochila, pues tardó siglos en encontrar el maldito diccionario. Para cuando se puso de pie, Santino luchaba ya buscando la posición correcta de sus piernas para ocultar su erección.

Pilar le dedicó una tierna sonrisa, al tiempo que le entregaba el diccionario. Jaló hacia el escritorio una silla, y se sentó tan cerca de Santino que sus piernas se entrecruzaban. La voz del muchacho era incapaz de articular palabras por momentos, y la única reacción de Pilar eran dulces risas y tiernas sonrisas que no hacían más que mantener a Santino pegado en su asiento.

Abajo, las cosas iban avanzando. Blanca casi se desmaya cuando Sarah simuló ponerse pie para revisar algunas cosas en su mochila y, al regresar al sofá, lo hizo justo a su lado. Ahora sus piernas se entrechocaban. En otras circunstancias se hubiese alejado discreta pero firmemente, pero ahora su objetivo era precisamente mantenerla interesada en ella. Y, maldita sea, lo estaba logrando.

La rubia comenzó a realizar comentarios sobre la serie. Blanca, siguiendo las órdenes de Eliseo, fingió interés. Aquello motivó a Sarah a continuar; Blanca se dio cuenta de que ahora formaba parte de un auténtico cotilleo lésbico. Entre charlas y risas, y entre las rodillas de sus piernas rozándose continuamente, Sarah terminó realizando la pregunta que Blanca estaba esperando – o no – que llegara.

– ¿Tú…te meterías con una mujer? Si fuera demasiado guapa.

Blanca palideció, pero simuló perfectamente analizar la respuesta. Murmuró pensativa, pero respondió sólidamente.

– Si la chica es muy guapa – dijo, mirando fijamente a los ojos de Sara – Creo que podría intentarlo.

Sarah mantuvo la mirada, y sin desviarla regaló una sonrisa a la hermanastra de Eliseo. Blanca, sencillamente, tragó saliva.

En la recamara de las hermanastras, las cosas iban poniéndose cada vez mejor, excepto para Santino, que no sabía qué hacer con los pies desnudos de Pilar rozándole las pantorrillas. Además, Pilar había vuelto dos veces a agacharse a su mochila: una para guardar el diccionario, otra para volver a traerlo. En ambos casos, Santino tuvo que resistirse para no lanzarse sobre el desnudo y precioso culo que se dejaba ver debajo de la corta falda de la chiquilla.

– Tengo que escribir un resumen del cuento de The Gruffalo. ¿Lo conoces? – dijo la chica, escribiéndoselo en una hoja de papel.

– Ni idea – admitió Santino

– Sólo que olvidé las copias en el salón de clases, ¿podrías buscar el cuento en internet, mientras voy al baño?

– Sí – dijo Santino, feliz de que aquella atractiva chica le diera un respiro a su libido

– Te dejo mi laptop – dijo la chica, abriendo el ordenador de su escritorio – La contraseña es sexygirl. Iré a hacer pipí.

Santino se quedó solo. Escribió la contraseña y entró al ordenador. Una imagen de una pareja besándose bajo la luz de la luna conformaba el wallpaper. Estuvo a punto de dar doble click al navegador de internet cuando de pronto llamó la atención la única carpeta que aparecía en el escritorio de la pantalla: FOTOS SEXIS. Las miniaturas le mostraban una figura muy familiar. Giró a su alrededor, asegurándose de que no hubiese nadie, y abrió la carpeta.

Más de cincuenta fotografías mostraban un cuerpo desnudo, tocándose a sí mismo. Las nalgas, tetillas pellizcadas, piernas desnudas y el coño perfectamente rasurado de Pilar eran los protagonistas de las fotografías. La verga de Santino se endureció de nuevo. ¿Qué rayos era aquello? Pensó de inmediato en enviarse aquellas fotografías por correo electrónico, pero entonces escuchó abrirse la puerta del baño y abrió la ventana del navegador. En su estupidez, y su prisa, olvidó cerrar la ventana de la carpeta. Pero era demasiado tarde, Pilar entró a la recamara mientras él buscaba rápidamente el cuento.

Abajo, las cosas iban avanzando también. Mientras Pilar salió al baño, Sarah había disminuido un poco su flirteo, pero apenas se cerró de nuevo la puerta de la recamara, volvió a con Blanca, a quien ya se tomaba la libertad de acariciarle las piernas sin que esta se opusiera en lo absoluto. Blanca, que se esforzaba por mantenerse serena, se hallaba en realidad de lo más nerviosa.

Sarah iba aumentando la intensidad de sus palabras, cuando de pronto comenzó a acercarse a Blanca, con una determinación que hubiese sorprendido al propio Don Juan. Blanca se mantenía sonriente, y no se movía ni un ápice. Sus manos apretujaban las fundas del sofá, deseando que aquello fuera sólo un sueño. Pero no lo era, cerró los ojos antes de sentir los fríos labios de Sarah chocando contra los suyos; entonces sus manos se relajaron, soltando las telas del sofá, y prestando su atención a lo que sucedía en su cabeza. Estaba besando a Sarah, Eliseo tenía razón; ahora debía seguir con el plan, y llevar aquello lo más lejos posible.

Pilar se hallaba en la misma situación, su comportamiento había tenido efecto en Santino, y ahora se acercaba a él, mientras en la pantalla del ordenador miraba la ventana abierta con sus fotografías. Aquello no lo esperaba, pero sin duda hacía más sencillo todo. Era hora de ponerlo realmente nervioso.

Sonriente, se acercó al muchacho, y antes de sentarse abrió la boca y exhaló fingidamente. Aquello asustó a Santino, quien miró la pantalla del ordenador para darse cuenta de su idiotez. En la barra de inicio, la ventana de FOTOS SEXIS revelaba haber sido abierta. El pobre tipo no supo que decir, mientras se apuraba a cerrarla, sabiendo que era demasiado tarde.

– ¿Viste mis fotos? – preguntó Pilar, con un extraño tono que Santino no supo traducir.

– ¡Perdón! – dijo el muchacho – Es que…

No sabía qué decir, aunque estaba seguro que la chica era responsable por dejarlas tan a la mano. Esa sería su coartada, y estaba a punto de decirlo cuando la chica lo sorprendió con la pregunta menos sospechada.

– ¿Crees que me veo bien?

El muchacho se quedó mudo. Su lengua se trabó, y tuvo que desenredarla antes de poder responder.

– Sí, te ves bastante bien.

– Me refiero a las fotos, tontito – dijo Pilar, con una sonrisa pícara.

– También – fue lo único que pudo responder el muchacho.

La chiquilla se puso de pie. Dirigiéndose a la cama, se sentó en la orilla.

– Me gusta tomarme fotos así – dijo – ¿A ti no?

– No – respondió Santino, sin poder quitarle la mirada de encima.

La chica volvió a ponerse de pie. Esta vez se acercó a la puerta, también estaba completamente nerviosa, pero contra todos los pronósticos de Eliseo, había resultado una excelente actriz. Se acercó a Santino, mirándolo fijamente. Él fue incapaz de moverse, se mantuvo pegado al asiento incluso cuando la chica se detuvo frente a él. No pudo mover un musculo cuando la chica cayó de rodillas ante él, ni pudo hacer nada cuando Pilar dirigió sus manos a su bragueta.

Abajo, las manos de Sarah buscaban las tetas de Blanca bajo su camiseta. No tardó en encontrarlas, y sonrió sin dejar de besarla cuando descubrió que se hallaban completamente libres de cualquier corpiño. Blanca decidió entrar en acción también, y llevó sus manos a las caderas de la rubia, que aumentó la intensidad de sus besos al sentir sus manos. Se mantuvieron así algunos segundos, y fue entonces cuando Blanca decidió que era el momento de pasar al siguiente punto.

Separó sus labios de los de Sarah, recostándose sobre el respaldo del sofá. Miró a Sarah, y admitió que no estaba tan mal; la chica era preciosa, tenía un largo cabello rubio y unas extrañas cejas oscuras. ¿Se había teñido las cejas? Aquello era más extraño que su nariz, grande pero hermosa. Su boca grande de labios medianamente gruesos parecían los de una actriz de Hollywood, mientras que de su esbelto cuerpo destacan las curvas de sus pechos y sus caderas. Era alta, y sus largas piernas lo revelaban. Comenzó a desvestirse los pantaloncillos, y Sarah no tardó en ayudarle a quitárselos. Estaba hecho, tendrían sexo.

Arriba, el plan también marchaba bien. Santino, incapaz casi de respirar, disfrutaba ahora un sorpresivo oral por parte de Pilar. Cuando pudo reaccionar, intentó inútilmente de pedirle un poco de prudencia. Pero no insistió mucho. Su endurecida verga se deleitaba con el suave masaje que la lengua de la chica le propinaba. Pronto dejó a un lado la vergüenza y los aspectos morales, y se entregó de lleno a lo que estaba aconteciendo. Llevó su mano al rostro de Pilar, y la acarició. La chica sonrió, besó tiernamente su glande y volvió a la faena de mamarle la verga.

El chico sentía enloquecer con lo que estaba sucediendo. La chica sacó su falo de su boca, y recorrió el tronco de beso en beso, hasta llegar a sus velludos huevos. Los testículos de Santino sintieron entonces la frescura de aquella boquita, mientras sus manos acariciaban los suaves cabellos de la muchacha. Sintió cómo una de sus bolas escapaba del cobijo de aquella boca, cuando de pronto su glande recibió de nuevo las caricias de los labios de Pilar. Era la primera mamada que Santino recibía en su vida, y ni siquiera la había visto venir.

En la sala, era su hermana quien se encargaba de comerle el coño a Blanca, quien se retorcía de auténtico placer por los movimientos de los experimentados labios de Sarah. La hermanastra de Eliseo ya se había corrido una vez, y parecía que pronto vendría la segunda. No había duda, Sarah tenía experiencia en aquello, además de una habilidad innata.

La chica había terminado por desnudarle también el torso, pues mientras su boca se encargaba de su concha, sus manos buscaban afanosamente sus tetas. Blanca lo aceptó de buena gana, pues la chica sí que le estaba provocando un placer tremendo. Si alguna vez había estado en desacuerdo con todo aquello, ahora parecía haberse olvidado por completo de toda negatividad.

Cuando la chica terminó de correrse por segunda vez, cayó rendida sobre el respaldo del sofá. Mientras miraba cómo Sarah se desnudaba su blusa y sus pantalones de mezclilla. Cuando la chica se deshizo del corpiño y de las bragas, quedando desnuda por completo ante ella, comprendió que era su turno. Pero esta vez no había problema, lo haría con gusto, la chica se lo había ganado.

Arriba, con el torso desnudo, Pilar seguía chupándole el pene a Santino, quien jugaba ahora con los retoños que la chica tenía por tetas. Entonces la chica se puso de pie, dirigiéndose hacia su cama. Gateando en cuatro sobre el colchón, la chica lo miró sonriente. Bajo su falda, su coño desnudo y exquisito lo invitaba a follar. Santino se puso de pie, quitándose el pantalón y la camiseta. Tenía aquel precioso coño a su disposición, y no iba a dejarlo ir.

Se puso de pie y se acercó a la cama, colocándose tras el precioso culo de Pilar. Tomó la falda escolar por las orillas, alzándola sobre la espalda de la chica para revelar el precioso culo que había debajo. La escena era una obra de arte; el húmedo coño de Pilar parecía sufrir la ansiedad de ser penetrada, Santino no pudo ignorar el esfínter apretado y virgen de la chiquilla, y pensó en lo hermoso que sería meter su lengua en aquel ojete.

La chica se acomodó, abriendo sus piernas y preparándose para recibir la verga de Santino. Aquello hizo reaccionar al chico, que apuntó entonces su falo contra la entrada de aquel coñito, y empujado suavemente, llegó tras unos segundos al tope. Estaba en el cielo, y su verga disfrutaba el cálido abrazo de aquel apretado y mojado coño.

Comenzó un lento meneo, que se iban intensificando poco a poco. La respiración de la chica aumentaba en igual proporción, y poco sus pequeños quejidos se convirtieron en auténticos gemidos. Con un control remoto sobre la cama, Pilar encendió la videograbadora, y el sonido de una estación musical de radio invadió el ambiente para acallar un poco los sonidos de placer que ambos emitían.

En la sala, las voces de los actores de televisión se fundían con los gemidos de Sarah, que recibía en aquel momento unos besuqueos de novata sobre su coño. Sin duda a Blanca le faltaba un poco de práctica, pero se le agradecía bastante su voluntad. Con sus manos, Sarah tomó la cabeza de Blanca, guiándola por donde sus labios debían pasar. La hermanastra de su amigo se dejó llevar con soltura, mientras sus labios apretujaban los pliegues al tiempo que su lengua intentaba sumergirse en el húmedo coño de la chica.

La chica sintió correrse, pero intentó retrasar un poco el orgasmo. Blanca siguió besuqueando su clítoris, cuando de pronto Sarah no pudo más, y un líquido cristalino salpico el rostro de Blanca al tiempo que las piernas de la rubia se estremecían. La excitación física y psicológica habían hecho estragos en el libido de Sarah, y pese a venir de parte de una verdadera amateur, aquella corrida iba a ser digna de recordarse. Blanca siguió besando su coño mientras Sarah se retorcía de placer, lo que volvió loca a la rubia.

– ¡Mierda! ¡Blanca!

Cuando por fin terminó, Sarah atrajo el rostro de Blanca, para fundir sus labios en los suyos. Fue en ese momento cuando las cosas se voltearon completamente.

– ¿Sarah? – preguntó la tranquila voz de Eliseo

La rubia giró la mirada, asustada. Eliseo bajaba las escaleras, mientras su amiga se preguntaba que hacía ahí y cómo diablos había entrado.

– Tenemos que hablar – dijo Eliseo, con una tranquilidad tal que Sarah no pudo explicarse de ninguna manera.

Sarah miró a Blanca, quien parecía no sorprenderse de la presencia de su hermanastro. Miró de nuevo a Eliseo, quien tomaba asiento en uno de los sillones. Comenzó a decirle algo, pero Sarah no era capaz de escuchar nada. Sólo miraba a Eliseo mover los labios, mientras los dedos de sus manos le señalaban una cámara oculta en una de las esquinas del techo de la sala.

Santino, por su parte, incapaz de escuchar lo que sucedía abajo. Seguía embistiendo felizmente a Pilar, cuyos gemidos se reprimían para mantenerse silenciosos. La sensación de clandestinidad y el estarse follando a la hermanastra de su mejor amigo hacían para el muchacho una de las situaciones más excitantes – si no es que la más – de toda su vida.

Sabía que estaba a punto de correrse tras haberse agasajado con tremendo coñito; la chica no hacía más que seguir gimiendo y ahogando sus gritos, girando de vez en cuando para mirarlo con el rostro descompuesto de placer. Aquello calentaba aún más a Santino, quién ya comenzaba a sentir en su entrepierna el prólogo de una tremenda corrida.

Entonces un golpe abrupto invadió la tranquilidad del cuarto. Escuchó entonces la voz de Eliseo gritando algo mientras tocaba la puerta de la recamara de la chica. Aquello sacó al muchacho de sí. Recordó que la chica había cerrado la puerta con seguro, pero el entrechocar de unas llaves le quitó de toda esperanza. En menos de tres segundos, la manija de la puerta giró, y la puerta se abrió ampliamente para que Eliseo apareciera.

Santino cubrió de inmediato su desnudez, al tiempo que Pilar se alejaba para sentarse a orillas de la cama. Santino estaba a punto de intentar darle una explicación a su amigo sobre lo sucedido, cuando de pronto Sarah y Blanca aparecieron tras Eliseo, completamente desnudas, en el marco de la puerta.

El muchacho miró a Eliseo, y se extrañó por su aparente tranquilidad. Intentó decir algo pero, ante su incapacidad de formular una frase, Eliseo tomó la palabra.

– Siéntate Santino – dijo, mientras Blanca disminuía el volumen de la música – tengo que explicarte algo.

Entonces le repitió lo mismo que ya había platicado con Sarah, le habló de las cámaras y de los videos. Le contó sobre lo que había estado aconteciendo en aquella casa durante las últimas semanas. Mientras hablaba, parecía más un negociador visionario que un tipo amenazante. Sus palabras parecían entonarse más a animar Santino a unírsele a su odisea que a someterse a sus órdenes.

Santino lo escuchaba, ni siquiera cuidaba ya de cubrirse su ahora flácido pene. Tampoco había buscado vestirse con sus ropas, pues el discurso de Eliseo lo había atrapado. Eliseo hablaba de un club, de una agrupación de chicas con todas las libertades. Hablaba de hacer lo que se quisiera, sin tabúes. Pero entonces Santino reaccionó, aquello eran tonterías.

– Estas completamente loco – dijo Santino, con un tono de molestia que Eliseo no conocía – Vas a borrar de inmediato esos videos.

– Te equivocas, no los borraré, y más te vale hacerme caso – dijo Eliseo, con firmeza – No tienes mucha opción. Cualquier palabra tuya y estos videos se verán en todo el mundo.

– ¡Eso sí que no! – alzó la voz Santino, al tiempo que se acercaba amenazante a Eliseo. Era más alto que él, de modo que podía darle una buena golpiza si Eliseo se distraía.

– Acaso…

– ¡Cállate! Tienes que borrar esos videos, o yo mis…

Estaba a punto de lanzarle un golpe a Eliseo cuando de pronto el torso desnudo de Sarah se interpuso.

– ¡Santino! – gritó

– ¡¿Qué no ves que..?!

– Sí, pero yo no quiero que aparecer por todo internet. Tienes que calmarte.

– ¿Cómo me calmo? No ves que…

– Sí, lo veo, pero no teníamos por qué aceptar esto. ¿O acaso tú te negaste?

– No – respondió Santino, como si aquello no tuviera nada que ver – Pero eso no le da derecho…

– Pero así son las cosas, Santino. Ahora sólo debemos hacer lo necesario para que esos videos no se publiquen.

– ¡Es un chantaje!

– Es la realidad.

Santino se detuvo, y la miró.

– Para empezar, ¿Por qué estas así?

Sarah miró el suelo, Pilar le pasó una sábana y ella se cubrió con ella avergonzada. Todos parecieron entonces reaccionar, y las hermanas también se cubrieron. Sarah de inmediato se repuso y lo miró a los ojos.

– Blanca y yo lo hicimos en la sala – dijo, mientras Santino terminaba de vestirse los calzoncillos.

Santino se llevó la mano a la cara. Comprendió entonces la trampa en la que ambos habían caído. Apretó los dedos contra sus ojos, como si quisiera sacárselos de un pellizco. Miro a su hermana, decepcionado.

– No puedo creer que seas tan puta.

– ¡No me llames puta! – dijo la chica, señalándolo

– No puedes estarte metiendo con quien se te cruce en el camino.

– No pensaste en eso cuando te follaste a Pilar.

– ¡No es lo mismo!

– ¡Ah! ¿Y cuál es la diferencia? ¿Quién se la mete a quién? ¿Tu verga?

Santino no pudo replicar nada. De pronto miraron a su alrededor. Eliseo y sus hermanastras los miraban con extrañeza; en los planes del muchacho jamás apareció ninguna posible discusión entre los gemelos. Su amigo se dirigió de nuevo a él.

– Tienes que borrar esos videos – le amenazó – Somos amigos, no puedes hacernos esto.

– No los borraré Santino, creo que…

– Tienes que borrarlos. ¿Qué es lo que quieres? ¿Dinero?

– En realidad no quiero nada – sonrió Eliseo – Vean esto como una invitación, sólo que un poquito forzada. Sólo quería que ustedes se unieran.

– ¿Unirnos a qué?

– A lo que mis hermanastras y yo hemos estado disfrutando estos días.

– ¿De qué mierdas estás hablando, Eliseo? Sólo borra esos putos videos.

Eliseo guardó silencio, sin dejar de mirarlo. Parecía tratar de pensar la mejor respuesta. Miró a Sarah, quien parecía entender mejor sus palabras que el cegado por la ira Santino.

– La amenaza es sólo si deciden salirse, o decírselo a alguien.

Santino asumió comprender entonces el embrollo en el que estaban metidos. Soltó una risotada.

– O sea que, si decido pasar la tarde follándome a tus hermanastras, ¿lo permitirás? – dijo irónico

– Desde luego – dijo tranquilamente Eliseo – y también vendrás cuando ellas te lo pidan. Es lo justo, si consideras que yo me estaré tirando a Sarah – dijo, mirando a la gemela, que con una sonrisa apenada desvió la mirada.

Santino lanzó una risotada de indignación.

– Y después te querrás coger a tus propias hermanastras.

– Y tú también puedes follarte a Sarah, si lo deseas. Y si ella está de acuerdo.

Blanca sonrió, pero no se atrevió a decir nada. Eliseo nunca les había dado opción, ni les había preguntado acerca de ningún acuerdo. Era obvio que estaba manejando las cosas de forma distinta con los gemelos. Estaba negociando, como quien intenta vender un auto usado, pero sabía que al final era lo mismo: los estaba dejando sin opción. Parecía entender el punto central de Eliseo, quien fuera terminaría cediendo por su propio peso. Todos terminarían haciendo exactamente lo que Eliseo deseaba, sin que este tuviera que insistir en sus amenazas. Aquello estaba yendo demasiado lejos, y seguía avanzando.

Santino miró indignado a su hermana, quien sin embargo sonreía divertida por los atrevidos comentarios de Eliseo. Se sintió solo de pronto, ¿de verdad era el único en aquella recamara que tenía aún la cabeza en su lugar? ¿A qué rayos creían que estaban jugando?

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