Por la tarde mi madre se llevó a mi prima de compras, supuse que de ropa interior, después de lo que le había hecho a la que traía puesta esa mañana, de seguro necesitaría más.
Esa noche me fui a dormir sintiendo un cargo de conciencia y algo de remordimiento por lo sucedido… pero me justifique pensando que mi prima, inocente, inocente no era. Además era mejor que haya sido yo el que la desflore, antes que alguno de mis amigotes del barrio o de universidad… y antes que una zanahoria.
– Bueno, ya paso, ya lo hiciste… ¿y si se repite?, bueno ya se verá… lo importante es que no te descubran… me decía a mí mismo.
Y dándole vueltas a estos pensamientos finalmente me quede dormido. A la mañana siguiente desperté, sintiendo una floreciente erección, algo aturdido sin saber que la había causado, pues no recordaba haber tenido sueño erótico alguno, mire a mis partes íntimas…
Descubrí que mi primita había arrimado las cobijas y descubierto mi verga a través de la abertura que presentaba mi bóxer. Cuando Anita se dio cuenta que me había despertado, comenzó a mamármela, mirándome coquetamente de reojo…
– ¿Qué haces?, nos van a descubrir… le recrimine.
Haciendo una pausa en su labor, solo de labios, porque su mano seguía masturbándome:
– Dormilón, tu mama ya se fue… tenemos una hora… y pensé que me enseñarías más cosas.
Sintiendo un alivio tremendo, la deje hacer, la niña empezaba a succionar como toda una experta.
– Y ¿qué te gustaría aprender hoy?… le pregunte irónicamente.
– Bueno hay una cosa que me gustaría hacer, pero no se… me dijo un poco avergonzada.
– Anda cuéntame… pregunte intrigado.
– Olvídalo… dijo Anita sonrojándose.
– Vamos… insistí yo… después de todo lo que ha pasado, no me tienes confianza?
Note que ella dudaba…
– Sera nuestro secreto… le dije guiñándole un ojo.
– Está bien… pero no te burles… me dijo como niña avergonzada.
– Te lo prometo… dije intentando ponerme serio.
– Antes de venir a la ciudad, en mi pueblo, vi… dudo nuevamente en decirme.
– ¿Que viste?… insistí curioso.
– Bueno… vi como… como lo hacían dos perros… y no se… me quede con la curiosidad…
– ¿Con la curiosidad de qué?… pregunte extrañado.
– De saber… de saber qué es lo que sentía… que sentía esa perrita en esa posición… dijo finalmente con cierto alivio de haberse desahogado de aquel pensamiento.
– ¿Te refieres a que te gustaría que te cogieran en esa posición (como perra)?… me atreví a preguntar y vi cómo se ruborizaba.
– Bueno… si… me gustaría saber… me gustaría saber que se siente… pero no importa, olvídalo… repuso avergonzada por su pedido.
– No, no… Está bien, podemos hacerlo… le dije animado.
¡Carajo!, me dije, me saque la lotería… cogerla en cuatro patas había sido una de mis fantasías desde que una vez la vi encerando la sala, justamente en cuatro, moviendo el trasero con un short ajustado que no dejaba nada a la imaginación… mi verga se puso más tiesa que nunca al recordar esto.
Presuroso me levante, saque las colchas y aprovechando que se encontraba arrodillada frente a la cama, con los brazos apoyados en el cama, procedí a levantarle el camisón largo que llevaba, no llevaba puesta ropa interior, ella sin moverse aceptaba mi proceder, la notaba un poco nerviosa.
Esta vez sí será necesario excitarla un poco, me dije viendo su conchita poco lubricada. Me agache y metí mi lengua entre su mata de vellos, Anita se estremeció de pies a cabeza…
– ¿Qué haces?… pregunto alterada pero sin moverse.
– No te preocupes… se lo que hago… le dije calmándola.
Continúe con mi lengüeteo feroz en sus jóvenes labios vaginales, Anita contraía sus músculos por el placer y comenzaba a gimotear…
– Ooohhhh… que me haces… hummmmmm… que rico se siente… exclamaba agitada.
Luego metí mi dedo, y este se perdió en su conchita ahora completamente húmeda… esta invasión la impacto gratamente y reacciono increíblemente recorriendo ella misma mi dedo, moviéndose hacia adelante y atrás… estaba completamente excitada.
– Ahhhh… hummmm… yaaa… métemelaaa… me suplicaba retorciéndose de placer.
Sin quitarme el bóxer y con mi verga, descubierta, al tope, me coloque detrás de ella, le hice cosquillas en la entrada de su vagina con la cabeza de mi pene, sus labios vaginales totalmente mojados palpitaban de ansiedad por recibirlo…
– Metemelaaa… insistía completamente arrecha.
Se la fui hundiendo poco a poco hasta la mitad, pero Anita por la ansiedad de saber que su fantasía estaba a punto de convertirse en realidad, no aguanto más, y fue retrocediendo, hasta tener casi toda mi verga dentro suyo… lo que quedaba se la metí con fuerza, como para que supiera quien mandaba, ella se estremeció…
– Ooooohhh… exclamo gratamente adolorida.
La tome por la cintura y sin más reparos, comencé a bombearla, observando como mi verga desaparecía entre esas carnosas nalgas
– Ohhhh… hummm…no tan fuerte… ayyy… me pedía quejándose Anita.
Pero no preste atención y seguí cabalgándola con fuerza, fascinado por el semejante culo que tenía entre manos… al poco rato ella se acostumbro a mi ritmo, así que ya no se quejaba, más bien pedía:
– Ohhhh… si… así… así primito lindo… uhmmm… gemía satisfecha.
La tenia contra la cama, y en esa posición parecía una niña rezando… pidiendo, suplicando que la cogieran por detrás… la cama retumbaba con mis arremetidas, y ella se retorcía de placer.
– Uhmmm… no aguanto masss… aaahhhhh…. exclamo en un último alarido de placer.
Yo tampoco pude aguantar más, saque mi verga y bañe sus gordas nalgas con mi semen caliente… ella cayo rendida sobre la cama… después yo caí sobre ella, abrazándola.
– Ufff… bueno ahora ya sabes… ya sabes lo que se siente… le dije con la respiración entrecortada.
– Siii, ahora se lo que siente ser una perra… me dijo sin pensarlo, y al darse cuenta de lo que dijo se ruborizo, pero después los dos reímos de buena gana…
Nos quedamos un rato más en esa posición, recuperando fuerzas, cuando al fin me anime a separarme note su trasero meloso por mi leche, su conchita aun húmeda, y sobre todo su pequeño y rosado anito… sería un desperdicio no habilitar aquel pequeño agujero para nuestras prácticas sexuales, y como buen maestro debería enseñarla en estos menesteres, pensé.
Ella seguía recostada contra la cama, yo me levante con la idea de desflorar su anito, pero para ello necesitaba reponer a mi guerrero, que con solo la idea de este nuevo reto ya vislumbraba otra erección. Anita pensando que seguiríamos la misma tónica del día anterior, giro hacia mí y cogió con sus
manos mi verga…
– Pobrecito… debes estar cansado, pero yo sé cómo animarte… dijo graciosamente, conversando con mi verga, era una delicia escucharla hablar así, con esa fresca y a la vez sexual inocencia…
Anita mamaba y masturbaba mi verga, en su cara parecía haber una expresión de gratitud, por todo el placer que esta le había brindado. Sintiendo que mi pene estaba nuevamente duro y listo para presentar batalla, me aleje de ella. Anita me miro extrañada:
– Que ¿no te gusta?… pregunto Anita.
– No es eso, es que quiero intentar otra cosa… le respondí.
– ¿Vamos a hacerlo de nuevo?… replico expectante.
– Si… ¿te parece bien?
– Sí, creo que sí… ¿otra vez por detrás?… pregunto intentando no delatar su ansiedad.
Parece que a la niña le había gustado y quería repetir el plato la muy golosa de mi primita.
– Sí, pero de manera un poco diferente… le dije.
– ¿Cómo?… pregunto curiosa.
– Ya verás… no te muevas, quédate como estas…
– Está bien… repuso sonriendo contenta y volteo la cabeza esperando que yo actuara.
Nuevamente me coloque detrás de ella, y procedí a incentivar con mi lengua y mis dedos su conchita, que no tardo en mojarse otra vez. Aprovechando estos líquidos empape mis dedos con ellos y lentamente los dirigí a su anito, masajeándolo. Anita reacciono con nerviosismo, quiso voltearse:
– ¿Qué haces?… pregunto algo asustada.
– Tranquila, tenme confianza… solo estoy jugando… le dije guiñándole un ojo, y funciono, porque volvió a su posición pasiva.
Después moje con saliva mi dedo meñique y lo empuje por su rugoso anito. Al principio ofreció resistencia, instintivamente ella contrajo su esfínter y apretó las nalgas para evitar el ingreso de aquel intruso que se atrevía a explorar aquel territorio virgen.
Pero yo no estaba dispuesto a ceder en mis pretensiones, así que presione más y más, hasta que finalmente se abrió su pequeña cueva, insertándose con dificultad mi dedo.
– Ufff… exclamo ella sintiendo su anito invadido.
Comencé a moverlo hacia adelante y atrás, intentando dilatar su ano, que poco a poco fue cediendo al igual que ella, que dejo de apretar sus nalgas… aprovechando este descuido, saque rápidamente mi dedo meñique y metí en su lugar el dedo medio, ella se estremeció un poco al notar la diferencia.
– Ohhh… exclamo y se le puso la piel de gallina.
Seguí metiendo y sacando este dedo hasta que ya entraba y salía con menos dificultad de su estrecho ano. Aprovechando que Anita se acostumbró a este dedo y bajo la guardia… le metí dos dedos (el meñique y el anular)… ahora si se estremeció completamente y encorvo su espalda…
– Ayyyy… la escuche quejarse.
Pero con mi otra mano, mantenía su cintura presionada contra la cama para evitar que se levantara y que huyera. Al rato se acostumbró nuevamente a estos dos nuevos amigos que la desfloraban, y su joven cuerpo comenzó a retorcerse sobre la cama…
Las maniobras de mis dedos estaban a surtiendo efecto y yo empezaba a desesperarme. Nublado por la excitación de poseer su delicioso y virgen culito. No aguante más y dirigí mi verga tiesa a su gordo culito, Anita nerviosa lo movió a un lado, impidiéndome hacer diana…
– ¿Me la piensas meter por ahí?… pregunto asustada.
– Claro, que pensabas… le respondí con naturalidad.
– Pensé que solo estabas jugando… respondió nerviosa.
– No te preocupes, no te va a doler mucho… dije ansioso intentando calmarla.
No quería perder más tiempo discutiendo y comencé a presionar la entrada de su ano con mi pene…
– Ayyy nooo… dijo asustada y movió nuevamente su trasero.
– No te muevas… le dije con determinación.
Apoye con más fuerza mi mano izquierda sobre su espalda, a la altura de su estrecha cintura, para mantenerla sobre la cama. Al sentir ese peso, Anita se resignó entre sollozos:
– Ayyy… nooo… me va a doler… decía enrojecida lagrimeando.
Otra vez volví a presionar su ano, ofreció resistencia así que volví a meter mis dos dedos para hacerme espacio, estos entraron, dilate su aun estrecho agujero y antes de sacar los dedos puse mi verga en posición para reemplazarlos. Una vez sacados los dedos, inmediatamente empuje mi verga contra su ano decidido a perforarlo…
– Ayyy… nooo… no va entrar…. ufff… se quejaba Anita temblorosa.
– No te resistas, que va ser peor… le advertí.
Pero ella siguió ofreciendo resistencia, así que empuje más, empujándola a su vez a ella contra la cama. En ese momento ella bajo la guardia y, por la fuerza de mi arremetida, avance más… logrando a meter la cabecita de mi pene… un temblorcillo recorrió su espina dorsal al sentir violado su pequeño agujero…
– Auuu… toscooo… ayyy… se quejaba Anita.
Lo difícil ya estaba hecho, ahora solo había que empujar de a pocos… presione más, hasta que entro un cuarto de verga más. Metía y sacaba hasta la altura de la cabecita, para ayudar a dilatar su anito. Ella contra la cama, con la cabeza de lado y con las manos arañando las sabanas resistía como podía.
– Ouuuch… es muy gruesaaa… protestaba mi prima.
Poco a poco fue cediendo, y yo fui insertando más y más mi verga… hasta que ella, al darse cuenta que no le quedaba otra, tomo la iniciativa: levanto su trasero para permitir que entrara toda mi verga. Después y ante mi sorpresa, ella puso sus dos manos en sus carnosas nalgas, sujetándolas y luego abriéndolas, me dijo:
– ¡Métemela ya! y termina con esto… exclamo resignada a ser atorada.
– ¿Segura?… pregunte con ansiedad.
– Si, si dale… replico ella dispuesta a soportar mi castigo.
En una fuerte arremetida, motivada por mi excitación, le introduje con gran esfuerzo toda mi verga…
– Oooohhhhh, noooo… sacalaaa… mi culitooo… ayyyy… se quejó sollozante Anita.
Se arrepintió, pero ya era muy tarde, la tenía enganchada hasta las tripas y no estaba dispuesto a soltarla… prácticamente echado sobre ella, la veía sufrir: las mejillas enrojecidas, los ojos apretados y lagrimeantes, mientras en la boca en mueca de dolor…
– Lo peor ya paso… le dije satisfecho por haber atorado tan delicioso culito.
Ella se fue tranquilizando, relajándose y facilitando mis movimientos, lentamente y con dificultad comencé a meter y sacar mi pene de su interior… era fabuloso sentir su virgen anito resistirse a mis arremetidas, atrapando mi verga, esta fricción hacia que me excitara más…
– Ouuu… más despacio… mas despaciooo… que me vas a reventar… me pedía Anita.
Me sentía febril, embelesado con ese gran trasero con el que había soñado tantas veces desde que llego a mi casa, desde que la vi en la piscina… quería partir ese abultado trasero…
– Ouchh… mas suaveee… me estas rompiendooo… Uhmmm… se quejaba ella.
Sus redondas nalgas rebotando en mi ingle, mi verga entraba y salía, su anito ofrecía menos resistencia… ella aguantaba, se quejaba, lanzaba uno que otro improperio, y se le escapaban unos débiles gimoteos…
– Ouhhhh…. hummmm…. no masss… ohhhh… que ya no aguantooo… ayyyyy…
– Ya acabo… ya acabo… le decía para calmarla.
– Ahhhh… pero rápido… que me revientasss… ohhhh
Hasta que al fin, la tome por la cintura y presione con todo mi verga contra ella, sus nalgas se abrieron como el mar rojo. Anita arqueo su espalda, apoyando sus codos en la cama… y mi verga reventó en una lluvia de semen que inundo su pequeña cavidad…
– Ahhh… ufff… ¡Que rica cogida!… grite satisfecho.
– Ooohhhh… ufffff… atino a responder mi prima.
Anita exhausta, otra vez se recostó contra la cama… intentando recuperar su ritmo normal de respiración… y yo me apoye en ella, también cansado:
– Ufff… vaya Anita… ha sido la mejor cogida que he tenido en mi vida… le dije, con mi verga aun insertada en su palpitante esfínter.
– ¿En serio?… me pregunto curiosa con cierto aire de orgullo, olvidando por completo la resistencia que había ofrecido momentos antes.
Anita estaba feliz de que su experimentado primo le dijera eso, que ella consideraba quizás el mayor cumplido que le dieron en su joven existencia. Para rematar la idea, me levante un poco, y ella conmigo:
– Claro que si… tienes el mejor culo que haya probado… le respondí sin reparos.
Y ella volteando la cabeza busco mi mirada para saber si era cierto lo que decía, mis ojos no mentían. De alguna forma Anita se sintió más halagada aun por ese brutal comentario, entonces nuestros labios se estrecharon en esa incómoda posición…
…Bueno y así fue como le rompí el anito a Anita…
Continuara…
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