Sofía era un mar de emociones contradictorias. Por un lado, todo lo que estaba viendo la asqueaba. Jugaban con vidas humanas como si fuesen animales, o incluso peor. No tenían ningún tipo de miramiento para esclavizar y someter a sus “capturas”, como las llamaban ellos. Por otro lado, el material que estaba consiguiendo era estupendo… Si seguía así, con lo que consiguiese durante ese día tendría suficiente para hacer un reportaje que la pusiese en boca de todos y lanzase su carrera a lo mas alto.
Mientras caminaban por el pasillo, se cruzaron con una mujer joven, no tendría más de 26 años. Iba vestida con un conjunto de cuero ajustado que resaltaba sus formas. Llevaba a una mujer madura tras ella como si fuese una perrita, atada a una cadena. En la otra mano llevaba una fusta.
– Buenos días, Angélica. – Saludó Marcelo.
– Buenos días, Marcelo. – Contestó la dominatrix. Se quedó mirando atentamente a Sofía, que la enfoncaba con la cámara, tanto a ella como a su “perra”.
– Esta es Sofía Di Salvo. – Aclaró el hombre. – Esta aquí para hacer un reportaje de nuestras instalaciones. ¿Te parecería bien dedicarnos unos minutos para una entrevista?. Si a Sofía le parece bien.
– ¿Eh..? Una entrevista? – ¿Con una domina? ¡Eso sería la guinda! – Sí, por supuesto.
– Pues vayamos a un lugar más cómodo.
Todos siguieron a Marcelo. Sofía se sentía un poco extraña caminando al lado de la esclava. Cuando la vió gatear se fijó inevitablemente en su culo, lo tenía surcado de líneas rojas, señal de los fustazos que le había propinado la dómina. También se dió cuenta de que tenía algo insertado en su culo… una especie de consolador o algo así.
Se detuvieron en una pequeña sala con máquinas de bebidas. Sofía no se esperaba ver algo así en aquel lugar… ¿También hacían descansos para el café entre tortura y tortura o qué? Cuando se sentaron en una mesita, la esclava se colocó en posición de espera al lado de su entrenadora.
Antes de sentarse, Sofía colocó la cámara en un pequeño trípode para realizar la entrevista con comodidad.
– Bueno, ¿Le parece bien que empecemos, Angelica?
– Mistress Angelica. – La cortó la dóminatrix.
– Disculpe. – Concedió Sofía. – ¿Le parece bien que empecemos, Mistress Angelica? – Sofía recalcó las últimas palabras, como burlándose. Angelica miró a la mujer con cara de desprecio y luego miró a Marcelo, que le hizo gestos indicándole que se calmara.
– Esupendo, ¿Que quiere preguntar?
– ¿Cómo acaba alguien trabajando de dominatrix?
– Bueno, la vida da muchas vueltas… Y cuando una tiene un talento natural para someter a las perras todo viene rodado.
A Sofía no le gustaba la actitud arrogante de la chica, pero supuso que iría con el empleo…
– ¿Sólo somete a mujeres?
– En su mayor parte sí, disfruto más sometiendo a una zorra, haciendo que se doblegue a todos mis deseos, que con un hombre. Aunque también he tenido varios esclavos.
Marcelo sacó unos cafés de la máquina y se los entregó a las mujeres, que lo dejaron enfriar un poco.
– Y, ¿Cómo se somete a alguien? ¿Tiene algunas técnicas que emplee con todos? ¿O cada… “captura” es diferente a las demás?
– Cada captura es única y, a la vez, son todas iguales. Hay que saber encontrar los matices de cada una y saber explotarlos para conseguir el objetivo pero, una vez has roto su voluntad, todas se convierten en perras obedientes.
Mientras decía esa frase, acariciaba a la esclava que iba con ella como si fuese una mascota. A su vez, la mujer respondía a la caricia buscando la mano de su entrenadora.
Sofía se quedó mirando la actitud de la esclava.
– ¿No se rebelan ante usted, Mistress?
– Al principio lo intentan, y yo espero que lo hagan. Así es más divertido. – Una sonrisa malévola apareció en la cara de Angelica cuando dijo esas palabras. – Si una esclava no se rebela, no tienes que domarla. Cuando la enseñas que todo conato de rebeldía será aplacado y castigado, cuando comprende que su única opción es obedecer y que así le irá mejor, es cuando realmente has sometido su voluntad, a partir de ese momento todo va rodado.
– ¿Alguna vez ha fallado en…
– NUNCA. – La cortó la dómina. – Todas las esclavas que he puesto en el punto de mira han acabado a mis pies. Han podido tardar más o menos, pero todas se han sometido. Y te puedo asegurar que ninguna se arrepiente de ello…
– Eso si que no puedo aceptarlo cómo respuesta. – Dijo secamente Sofía. – ¿Cómo va a ser que todas acepten felices ser esclavas?
– Eres un poco impertinente, ¿No crees?. – Angélica acarició con la fusta la cara de Sofía, deteniendose en su barbilla, alzándole la cara. – Deberías tener un poco más de respeto, eres tú la que quieres hacerme una entrevista, si no te gustan mis respuestas ya sabes donde está la puerta y, si no me crees y quieres que hagamos una prueba, se valiente y ponte en mis manos. Una semana conmigo y estarás adorando mis pies.
– ¿QUÉ? Ni loca. – Sofía apartó la fusta de su cara con un manotazo. – ¡Si cree que me voy a convertir en una de sus perras va usted lista!
PLAS.
Angélica golpeó la mesa con la fusta. Sofía se calló de repente, aquella mujer imponía de verdad. A pesar del golpe en la mesa, Angélica tenía la cara tranquila, severa pero tranquila.
– Te he dicho que me hables con respeto. No creas que toleraré estas faltas.
Sofía se dió cuenta que poniéndose así, no iba a conseguir nada… Estaba claro que no le gustaba lo que hacían en ese sitio, pero estaba haciendo un reportaje… Ya se mostraría contrariada cuando estuviese fuera de allí.
– Lo siento Mistress. No volverá a pasar, si le parece, ¿Continuamos con la entrevista? – Angélica asintió, complacida. – Me estaba diciendo que todas sus esclavas son felices con su situación. ¿Podría justificarmelo un poco?
– ¿No ves? Con un poquito de educación y respeto todo funciona mucho mejor. – Angélica dejó la fusta sobre la mesa, sin soltarla. – Como iba diciendo, en cuanto la esclava se da cuenta de que no hay vuelta atrás, que no tiene escapatoria, su única meta es acostumbrarse a este tipo de vida y evitar todos los castigos. Yo soy severa, pero cuando una perra se porta bien y es obediente, también se recompensar. Acaban aceptando los castigos como una consecuencia a una falta y no como una “tortura” como tú dices. Y a partir de ahí, se dejan llevar.
– ¿Se dejan llevar?
– Si. ¿Nunca has tenido estres? ¿Preocupaciones? ¿Problemas? ¿Trabajo? ¿Desamores? Ellas no. No tienen que preocuparse de nada, sólo de obedecer. Una vida sin ningún tipo de responsabilidad para ellas es un lujo, y aprenden a agradecermelo. ¿No es verdad, perrita?
– Si, mistress. – Contestó la esclava que estaba a su lado.
– Demuéstraselo. – Ordenó Angélica.
La esclava, echándose al suelo, comenzó a lamer las botas de la dominatrix, con cuidado, como si se fuesen a romper en cualquier momento, pero sin demora. No se dejaba ningún rincón sin lamer. Angélica comenzó a mover la bota, metiéndole la puntera en la boca, forzándola, o el tacón.
Sofía estaba boquiabierta con la servilidad de la mujer. La veía y tenía pinta de haber sido una mujer formal, tenía buen cuerpo y la piel bien cuidada, se notaba que hacía ejercicio y estaba bien alimentada… Pero ahí estaba… A cuatro patas, con un collar de perro y un consolador metido por el culo, lamiéndole las botas con satisfacción a una mujer que podría ser su hija.
– ¿Por qué…? ¿Por qué la capturásteis?
– Bueno, realmente nuestra razón es únicamente por que alguien hizo el encargo y pagó por él, pero supongo que no te refieres a eso, ¿Verdad? – Respondió Marcelo.
– No, no me refería a eso.
– Está bien, su nombre es Maria Dolores, pero aquí la llamamos Mari Loli, que nos parece más adecuado a su condición. Esta perra antes tuvo la mala idea de ponerle los cuernos a su marido, éste se enteró y le pidió el divorcio. La pequeña zorra tuvo la mala idea de intentar sangrar a nuestro cliente, quería quedarse la casa, el coche, los niños, el dinero…
– ¿Niños? ¿Esta mujer tiene niños?
– Si, pero ya es como si no los tuviera, no los volverá a ver. Como iba diciendo, intentó sangrar a su marido. Lo llevó a juicio y lo denunció por maltrato, sabiendo que así tenía más posibilidades de ganar. Nuestro cliente, furioso, no podía permitir esa humillación… Así que nos llamó. Y unas semanas después, aquí la tienes. El marido no quería ni verla, así que nos la cedió amablemente para lo que quisieramos hacer con ella.
– Y… ¿Qué váis a hacer con ella?
– Esta entrenada para ser una mascota complaciente, seguramente acabe vendida… desde algún burdel, a algún jeque árabe… Muchas de nuestras esclavas blancas acaban allí, son bastante bien valoradas por lo exótico de su piel.
Sofía estaba observando a la esclava, estaba escuchando lo que le iba a ocurrir y no se inmutaba, no dejaba de lamer las botas de mistress Angélica.
– Como no sabemos cuál será su destino – Continuó Mistress Angélica -, la estamos proporcionando un entrenamiento general. Hemos habituado su boca, coño y culo a recibir pollas con naturalidad. Ha aprendido a complacer a una mujer de las maneras más efectivas. Esclava – Dijo dirigiéndose a Mari Loli. – Ya basta. Posición de inspección.
Inmediatamente, la esclava se colocó con las rodillas separadas, la espalda erguida y mirando al frente. Colocó los brazos detrás de la cabeza. El culo estaba ligeramente posado sobre sus pies.
Con la fusta, Angélica comenzó a acariciar las tetas de la mujer, levantándolas ligeramente con ella.
– Es buen material, si se esfuerza llegará a ser vendida por una buena suma. Posición de ofrecimiento.
La cara de la esclava se inclinó inmediatamente hasta el suelo, con sus manos abrió completamente sus nalgas. La dómina sacó de golpe el plug anal que llevaba la esclava. Un enorme agujero negro quedó en el lugar donde hace no tanto tiempo había un estrecho orificio.
– Esta zorra nunca había probado el sexo anal. – Continuó la dominatrix. – Y ahora está preparada para recibir cualquier polla con gusto. Lo has hecho bien esclava, tienes permiso para masturbarte. Súbete a la mesa y dale unos buenos planos a esta reportera.
La mujer no se lo pensó, abandonó su postura para abrirse de patas encima de la mesa, mostrándo su sexo tanto a la cámara como a Sofía. Comenzó a masturbarse frenéticamente, introduciendo varios dedos en su coño y otros tantos en su culo. Sofía estaba paralizada, la escena la horrorizaba, sabía que no podía grabar eso, no era un material que se pudiese emitir por televisión, pero la situación estaba ejerciendo un poderoso magnetismo sobre ella. La sumisión de la mujer, la humillación a la que estaba siendo sometida, en cierta manera… la calentaba.
Poco tiempo tardó la esclava en correrse. En un par de minutos estaba gimiendo y retorciéndose de placer ante los tres observadores. Nada más acabar, limpió sus dedos con la boca y volvió a la posición de espera al lado de su entrenadora.
Sofía estaba con la boca entreabierta, asombrada de lo que acababa de ver.
– Creo… Creo que con esto tengo suficiente. – Dijo Sofía, levantándose a recoger la cámara.
– ¿Demasiado para ti, reportera? – Preguntó mistress Angélica.
Sofía no hizo caso al comentario.
– De acuerdo, si quiere podemos seguir con la visita. – Ofreció Marcelo. – Angélica, muchas gracias por tu tiempo.
De nuevo en el pasillo, Marcelo se interesó por Sofía.
– ¿Se encuentra bien? A lo mejor ha sido demasiado impactante…
– N-No… No es eso… No se preocupe, podemos continuar sin problemas.
Sofía estaba dando vueltas al hecho de que la situación anterior la hubiese excitado… ¿Había sido la mujer? ¿La humillación? ¿La sumisión?… Seguramente sólo hubiese sido el conjunto de sensaciones de estar en un lugar como aquel.
– ¿Entramos?
Cuando volvió de sus pensamientos, se dió cuenta de que Marcelo la esperaba al lado de una puerta abierta. Sin decir nada, Sofía asintió y entró tras él.
La nueva sala estaba llena de camillas. Muchas camillas, una al lado de otra, todas ocupadas por mujeres desnudas sobre ellas. Entre camilla y camilla, había una serie de pantallas y una mesita con instrumental. De las pantallas salían varios cables que se conectaban a los cuerpos de las chicas. Todas tenían los ojos tapados con unas abultadas gafas, también conectadas a las pantallas, y la boca amordazada y entubada. Estaban atadas a las camillas, aunque no parecía que ninguna hiciese intención de moverse.
Se acercó a la primera de las camillas para grabar con detalle lo que allí se encontraba. Entonces se fijó en que las chicas tenían un vibrador insertado en su coño y otro en su culo, y por lo que parece estaban conectados.
Una serie de enfermeras pululaban por la sala, revisando las pantallas. Todas iban en lencería y tacones…
– ¿Qué es esta sala? – Preguntó a Marcelo.
– Es nuestra sala de modificación del pensamiento. Es nuestro método más utilizado de control mental.
Sofía se acercó a una de las pantallas.
Nombre: Alicia Hernández
ID: 722
Talla de pecho original: 80B
Talla de pecho deseada: 100D
Especificaciones solicitadas:
– Bimbo
– Stripper
– Adicta al semen
– Sumisión
– Predilección por los hombres maduros
Progreso de la conversión: 76 %
– A través de estos ordenadores podemos controlar las aptitudes que queremos insertar en su cabecita. Hay cientos y cientos de opciónes, el nivel de personalización es enorme… Gracias a un componente químico que inventamos, el XC-91, somos capaces de alterar con bastante rapidez la mente de nuestras capturas. A demás, para reforzar el proceso, a través de las gafas emitimos imagenes y videos que favorezcan a implantar las nuevas habilidades que queremos incorporar.
– ¿Usais… un componente químico?
– Sí, lo hemos desarrollado en estas mismas instalaciones, si quiere después de acabar con esta sala podremos pasarnos por los laboratorios. Estas muchachas que ves aquí controlando los monitores, son parte de la plantilla del laboratorio.
– P-Pero… Están…
– ¿Desnudas? ¡Claro que sí! Así es mucho más divertido para el resto. – Sentenció el hombre, con una sonrisa malévola en los labios. – Todas nuestras investigadoras son esclavas. Así trabajan mejor, nos cuestan menos dinero, y nos ahorramos tonterías como que un empleado se queje de nuestras prácticas por que sea inmoral o ilegal.
– ¡Pero es ilegal! – Sofía no pudo aguantarse. – Estáis lobotomizando a estas mujeres, convirtiéndolas en esclavas sin posibilidad de reaccionar… ¡Estáis destruyendo sus mentes!
– Mientras haya alguien que pague por ello, habrá gente que lo haga, ¿Por qué no nosotros?
Sofía se quedó boquiabierta ante esa afirmación.
– ¡Bienvenida al maravilloso mundo del capitalismo! – Finalizó Marcelo.
Sofía dió un último paseo alrededor de la sala, grabando a las chicas de las camillas y a las investigadoras. Todas tenían un cuerpo de impresión… Parecían más chicas Playboy que investigadoras… Sus pechos eran enormes, casi no cabían en los sujetadores que llevaban…
– Hay algo que quiero enseñarte… – Continuó Marcelo. – ¿Recuerdas a Francisco Gandiano?
– El… El chico de la ficha que ví antes… ¿Verdad?
– Correcto. Aquí lo tienes. – Dijo el hombre, señalando la tercera camilla.
– Pero… es… una mujer…
Sofía observó una mujer preciosa… Rubia, voluptuosa… Estaba siendo penetrada igual que los demás por el culo y el coño…
– ¿Cómo puede…? – Continuó Sofía.
– La magia de la ciencia. – La cortó Marcelo. – El químico XC-91 ataca a un nivel tan profundo las células del sujeto que es capaz de recodificar parte del ADN. En otras palabras, podemos transformar un hombre en una mujer completa, no habrá diferencia con cualquier otra mujer del mundo.
Lo que Sofía estaba viendo durante ese día la estaba superando… Nunca habría imaginado encontrarse algo así… Además, se lo mostraban con una naturalidad que la abrumaba.
Marcelo esperó pacientemente a que Sofía tomase el material suficiente para su reportaje. Cuando acabó, salieron de nuevo en dirección a los ascensores.
– Entonces, bajemos a los laboratorios. Le encantará conocer al señor Pérez.
Sofía miró al hombre con cara de circunstancias… No creía que le encantase conocer a nadie de aquel lugar.
El ascensor paró en medio de un vestibulo blanco y luminoso. Una mujer pelirroja, tan espectacular como las investigadoras de la sala de control mental, las recibió. Por lo menos ésta llevaba bata.
– Buenos días. – Saludó la joven. – El sr. Pérez les espera ya en los laboratorios, si me acompañan les llevaré él.
– Muy bien Rosa. Eres una buena chica.
La mujer cerró los ojos con una intensa y breve expresión de placer. Parece que el alago de Marcelo la había complacido de alguna manera.
– Si… Una buena… chica… – Añadió la tal Rosa.
Después de eso dió la vuelta y comenzó a andar a través del pasillo.
En las puertas del laboratorio, se encontraron al señor Pérez, un hombre de mediana edad, castaño, aunque con alguna cana sobre su cabeza, completamente afeitado y vestido con un traje gris a rayas. Tenía una expesión divertida en la cara.
– Vaya, ¿Vamos a salir en la tele? Si lo llego a saber me habría arreglado más. – Comentó, en tono de broma.
– Buenos días Iñaki, ¿Que tal te va? – Saludó Marcelo.
– Bastante bien, trabajar aquí es una satisfacción ¿Y a tí?
– Estupendo. Te presento a Sofía Di Salvo. Está haciendo un reportaje de investigación sobre nuestras labores. Me pareció interesante mostrarle tus instalaciones.
– ¡Por supuesto! Encantado, Sofía. Yo soy Iñaki Pérez. – Dijo, tendiéndole la mano.
Sofía le tendió la mano. El hombre era simpático, pero se resistía a decir que estaba “Encantada”.
– Esta chica… Rosa – Comenzó Sofía. – ¿También habéis… modificado su mente?
– Por supuesto. – Comentó Iñaki, convencido. – Todas las mujeres que te vas a encontrar aquí son esclavas. Pero son algo distintas a otras que hayas podido ver. Para esta sección de la coorporación, primero buscamos a pequeñas genios que puedan trabajar realmente aquí. Luego, a través de los procesos que ya has visto y del componente XC-91, las convertimos en las trabajadoras perfectas, no se quejan, no se cansan, no cobran, tienen una concentración del 100%…
– Y os las podéis follar. – Cortó secamente Sofía.
– Correcto, nos las podemos follar nosotros y quien nosotros queramos. Eventualmente, a alguna la prostituímos, hay gente muy interesada en tirarse a una mujer de éxito, y fuera de estos muros, éstas lo son. Si en cualquier momento quiero usar a alguna, no tengo más que decirlo y obedecerá ciegamente. Es más, después de su horario laboral tienen lo que ellas llaman “guardias” que no es otra cosa que ser usadas como las perras que son. A veces vienen chicas nuevas… Hasta el momento en el que son preparadas, el comportamiento en el laboratorio es algo “normal”…
Sofía no perdía detalle de las declaraciones del sr. Pérez.
– Bueno, basta de charla y vamos a ver lo que interesa. – Dijo Marcelo.
Atravesaron las puertas del laboratorio.
– ¡Hola Sr. Pérez! – Saludaron todas las empleadas a la vez. Una sonrisa de satisfacción apareció en la cara de éste.
– Las tiene bien educadas, ¿Verdad? – Comentó Sofía, que no se molestó en ocultar el desprecio de su voz.
– Ja ja ja, la verdad es que sí, me gusta mucho que muestren educación y respeto.
Todas las mujeres del laboratorio eran espectaculares… Al igual que Rosa, éstas, por lo menos, estaban cubiertas con una bata.
– ¿Cómo eligen a las mujeres? Habéis dicho que son mujeres cualificadas, pero… más bien parecen putas… Dudo que en las universidades estén tan llenas de estudiantes brillantes que sean tan… voluptuosas.
– Depende de varias cosas, intentamos elegir por un lado a las más brillantes y por otro a las más espectaculares. Creo que ya ha visto el efecto del XC-91. – Comentó orgulloso, vanagloriándose de su descubrimiento. – Con él, podemos moldear el cuerpo y la mente de las capturas. Buscamos que tengan una buena base de conocimientos para que el trabajo sea menor, pero realmente eso no es necesario. Y el cuerpo… Ya lo has visto, podemos modificarlo a nuestro antojo.
Acercándose a una de las chicas, metió la mano por debajo de la bata, acariciándole el culo. La chica en vez de quejarse, se rió y se inclinó, facilitándo el acceso al hombre.
– ¿Ve? Completamente dispuesta. – La cara de la chica era puro placer, la boca entreabierta, los ojos cerrados… Movía el culo para aumentar las caricias que le proporcionaba el hombre. – ¿Le gustaría ver a nuestras últimas incorporaciones? Le puedo enseñar el antes y el después.
Sofía asintió, ya estaba harta de ver la falta de escrúpulos de esta gente, pero sería un material muy bueno para su reportaje.
Siguió al sr. Pérez por la sala, hasta una habitación que se encontraba al fondo.
Lo que vió en ella, no dejó de sorprenderla aún después de lo que había visto durante el día. Una serie de mujeres, con collares de perro y correas que las sujetaban a la pared, se encontraban desnudas, masturbándose con enormes consoladores… Unas se follaban el coño, otras el culo. Otras se limitaban a chuparlo como si estuviesen ante su amante. En el centro de la sala se encontraba un sillón con agarres y monitores como los de la anterior sala.
– Aquí realizamos la conversión de las chicas, no nos hace falta tener tantos sillones como en la anterior sala, puesto que aquí normalmente vamos de una en una. Pero no nos quedemos aquí, vamos a ver a las nuevas. Siempre me encapricho de ellas… Es lo que tiene la novedad…
Siguieron al hombre a la siguiente sala, la que parecía que era su despacho. Allí, atadas a los lados de la mesa se encontraban dos jóvenes, una morena y una rubia. Estaban echadas en el suelo como si fuesen dos perras, durmiendo. En cuanto entraron en la sala, las dos se incorporaron y se pusieron de rodillas.
– Buenos días, perras. – Saludo el sr. Pérez.
– ¡Buenos días sr Pérez! – Contestaron al unísono.
– Estas son Mónica – Dijo, señalando a la rubia. – E Isabel. Isabel fué la primera de su promoción, estaba deseando entrar a trabajar a nuestra gran filial farmacéutica, Xella Pharma, por que es uno de los laboratorios más punteros, así que después de hacer las pruebas, consiguió el acceso. Mónica fue distinto. No era una estudiante brillante ni mucho menos, pero era un pequeño bombón, así que le proporcionamos una de nuestras “becas personales” y accedió a nuestro programa también.
Iñaki Pérez se sentó en su sillón mientras hablaba y, sin ningún tipo de pudor, se sacó la polla ante todos. Sin perder ni un segundo, las dos chicas se abalanzaron sobre ella y comenzaron a lamerla de arriba a abajo, compenetrándose, repartiendose por turnos los huevos y el falo, entreteniéndose en el glande… El hombre continuó como si nada.
– Una vez comenzaron a trabajar aquí, era cuestión de días que se “adaptasen” al ritmo de trabajo. Ya ha visto antes como funciona nuestro XC-91. – Volvió a decir, con una sonrisa en los labios. Sofía no sabía si esta vez era por orgullo, o por la soberbia mamada que le estaban proporcionando las esclavas. – Pero bueno, qué descortés soy, tengo invitados. Isabel, por favor, atiende a la señorita.
La morena abandonó el rabo del hombre y se acercó gateando a Sofía. Ésta se quedó paralizada, era una situación que no había esperado. La esclava comenzó a lamerle los zapatos, como anteriormente había visto hacerlo a la esclava de Mistress Angélica. Mientras eso sucedía, Marcelo se acercó por detrás a Mónica y, liberando su polla completamente erecta, se la insertó de un empellón en el culo. La esclava no protestó, al contrario, comenzó a mover sus caderas para acompañan las embestidas del hombre mientras acompasaba el movimiento con la mamada que le estaba realizando al señor Pérez.
¿Qué estaba pasando? Querían montar una orgía con las dos esclavas… ¡Y con ella! Estaba paralizada, la situación actual y todo lo que había vivido durante aquel día la estaba superando. Ella nunca había vivido algo así… no era una mojigata en el tema del sexo, pero jamás había estado con una mujer, y mucho menos había hecho algo con varias personas a la vez…
Isabel continuaba con su tarea, había pasado hace un ratito de lamer los zapatos a los piés, y ahora estaba comenzando a subir por las piernas.
Mónica, por su parte, estaba montando al señor Pérez, que se había tendido en la mesa, mientras seguía siendo sodomizada por Marcelo. La chica gemía de placer, su cara denotaba que no estaba fingiendo. ¿Realmente disfrutaban tanto? ¿O sería por el XC-91? ¿Cómo serían estas chicas antes de ser convertidas? ¿Habrían accedido en algún momento a hacer algo así por su propia voluntad? Sofía estaba convencida de la respuesta, pero… Lo estaban haciendo de manera tan natural… ¿Tan poderoso era el control que ejercían sobre ellas?
Mientras Isabel ascendía por sus piernas, Sofía se dió cuenta de que todavía estaba grabando. El objetivo de la cámara estaba enfocando a la morena que la recorría desde abajo. La chica comenzó a meter las manos por debajo de la falda de Sofía… ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué la dejaba? PLAF PLAF PLAF Sonaban las embestidas del trío que tenía al lado.
– ¡BASTA! – Estalló de pronto Sofía.
TOdos se pararon de golpe. Isabel dejó de lamer y quedó de rodillas ante ella. Los componentes del trío se pararon y la miraron.
– No quiero seguir con esto. – Continuó la mujer. – No me gusta, una cosa es hacer un reportaje y otra esto… ¿Una orgía? No… No quiero.
– Está bien, no te preocupes… A lo mejor nos hemos excedido. – Comentó Marcelo. Ambos hombres se separaron de Mónica, que quedó con cara de decepción, al igual que estaba Isabel.
– ¿Has visto lo que ha pasado? – Preguntó el sr. Pérez a Isabel
– Si amo, no he sabido complacerla amo.
– Exacto, y ¿Qué ocurre cuando no sabes hacer tu trabajo?
– Soy castigada amo.
– Correcto. – Iñaki sacó de un cajón de la mesa una fusta y, dándosela a Mónica, siguió hablando. – Ya sabes lo que hacer, con 30 tendrá bastante.
Isabel se puso al borde de la mesa, inclinándose para exponer su culo. Mónica se situó detrás.
– ¿Q-Qué? ¿Qué estáis haciendo? ¡No la castiguéis! Ella no ha hecho nada malo… – Protestó Sofía.
– Déjanos encargarnos de nuestras perras como veamos. – Cortó de manera bastante seca Iñaki. – Tú no tienes más que grabar con la cámara. Adelante Mónica, puedes empezar.
ZAS
– UNO. – Contó Isabel
ZAS
– DOS.
ZAS
– TRES.
Sofía no dejaba de grabar. La chica no mostraba ningún tipo de gesto de dolor, pero a la vista estaba que Mónica no se cortaba con los golpes. El culo de Isabel comenzaba a estar surcado de lineas rojas.
ZAS
– QUINCE.
ZAS
– DIECISEIS.
– ¿Has visto? – Comentó Iñaki. – Hago que se castiguen entre ellas. Es una muestra más de sometimiento, saben que un error merece un castigo y lo aceptan y lo aplican sin rechistar.
Sofía estaba horrorizada, quería que acabase el día y salir de aquél lugar.
ZAS
– TREINTA. – Acabó Isabel.
– Muy bien, perras. – Las felicitó Iñaki. – Mónica, llévala a la sala de curas y aplícale un ungüento.
– ¿Un ungüento?. – Preguntó Sofía.
– Claro, las castigo cuando lo merecen, pero no quiero que estén dañadas, una vez acabo con ellas, les aplicó curas para que no sufran y se recuperen rápido.
Sofía no habría imaginado eso.
– Marcelo… Creo… Creo que ya tengo bastante… Si no le importa me gustaría acabar el reportaje ya.
– ¿Ya? Si todavía no hemos visto las mazmorras.
– L-Lo sé… Pero creo que tengo material suficiente.
– Si quiere podemos ir a mi despacho para que me pueda hacer las últimas preguntas que le puedan quedar para cerrar el reportaje.
– Sí… Me parece buena idea, muchas gracias.
Y allí dejaron a Iñaki, junto con Isabel y Mónica mientras ellos se dirigían al despacho de Marcelo. Mientras avanzaban por los pasillos, Sofía respiraba aliviada, aquél día iba a acabar y no tendría que volver a pensar en ese horrible sitio nunca más…
Marcelo abrió la puerta de su despacho.
– Tu primero por favor.
– Muchas gracias. – “¿Cómo podía una persona tan educada trabajar en un lugar así?” Se preguntaba Sofía.
Cruzó la puerta del despacho, pero no pudo ver nada. Un fuerte golpe en su cabeza nubló sus sentidos. Lo último que recordaba, era cómo protegía la cámara con su cuerpo mientras caía al suelo, después, todo oscuridad.
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