Las tres mujeres estuvieron solas durante mucho tiempo, no habrían sabido decir cuanto. Las luces apagadas, los llantos silenciosos y el ruido que hacían los hombres moviendose por el resto de salas era lo único que las acompañó.
Cada una tenía su cabeza ocupada en sus pensamientos… Miranda no sabía como habían llegado a esa situación… Había entregado su libertad y su vida para que no hicieran nada a su hermana ¡Y ahora estaba allí con ella! ¿Cómo era posible?
Lorena se maldecía, una y otra vez… Había accedido de buena gana a acompañar a Erika para ayudar a su hermana… Pero creía que no habría peligro… Al menos para ella… Sólo tenía que esperar en la calle. Nada más. Pero, esos hombres la encontraron, la asaltaron y ahora estaba desnuda y atada…
Erika… Estaba preocupada, ¿Cómo iban a salir de esa situación? Pero… Gran parte de sus pensamientos estaban en que se había quedado a medias… Aquel hombre la había puesto cachonda, había comenzado a follarla y… La había dejado a medias…
Mientras tanto, los tres hombres estaban pensando su plan de acción. Gracias a Iván, habían capturado a la zorra de la detective que iba tras ellos y, después de enviarle una pequeña carta fingiendo ser Miranda, habían cogido también a su hermana. Lo que no esperaban era lo de la chica pelirroja… Así que habían pensado que lo mejor era pensarlo un poco antes de actuar.
A lo mejor era demasiado riesgo mantener a las tres cautivas… No sabían nada de la chica pelirroja… Sabían que Miranda y Erika no tenían más familia, pero ella…
Aún así, la idea de tener a tres perras a su merced, una para cada uno, les sedujo demasiado como para rechazarla.
Pasaron el día siguiente deliberando y haciendo algunas compras. Tenían pensado divertirse mucho con sus nuevas invitadas…
Los hombres aparecieron en la habitación encendiendo la luz y cegando a las mujeres. Llevaban un día entero a oscuras, sin comer ni beber.
– ¿Qué tal día habéis pasado? – Preguntó el Oso.
– Mmpmmfmpmf – Replicó Miranda, con el tanga de su hermana todavía en la boca.
– Espero que hayáis podido hablar de vuestras cosas tranquilamente – Continuó – Ahora vamos a divertirnos un rato.
El hombre se acercó a Erika.
– Tu y yo teníamos algo pendiente, ¿Verdad? – Dijo, mientras se acariciaba la polla por encima del pantalón.
Comenzó a desatar a la chica. Una vez estuvo libre, Erika miró a su hermana y a Lorena, viendo la cara de terror que mostraban. Se sentía algo culpable por desear en cierta manera que aquel hombre la poseyese.
– No te preocupes, ellas también estarán ocupadas.
El Piernas y Roco se acercaron a Lorena, desatándola tambien.
La pelirroja comenzó a gritar a través de la mordaza, a revolverse y a luchar. Los hombres usaron el mismo remedio que habían recibido Erika y Miranda cuando habían hecho eso, dejando a Lorena dolorida y sin ganas de seguir luchando.
– Vamos, vamos, chiquilla, ¿No ves que si no te resistes te irá mejor? – Le decía el Piernas.
Le quitó la mordaza, dándole un largo lametón en la boca.
– Mira que boquita de piñon tiene, Roco. ¿Crees que podrá con nuestras pollas?
– Seguro que sí, estas modelos son unas golfas, seguro que ha tragado más pollas de las que podría contar.
En parte lo que decía era cierto. Al igual que Erika, era muy liberal y tolerante respecto al sexo, pero aún así, no deseaba que la violasen aquellos hombres.
– Mira tu amiguita. – Dijo Roco, señalando a Erika. – ¿Por qué no te portas como ella? Parece que le gusta…
Erika estaba tragándose la polla del Oso entera. Estaba dándole una profunda mamada, preparándole para la follada que esperaba recibir.
Cuando Lorena aparto la mirada de su amiga, Se encontró con dos enormes pollas frente a su cara, los negros las agitaban ante ella, esperando que comenzase a chupar.
Miranda intentaba gritar. Era la única que seguía atada… Parece que ya se la habían follado suficientes veces y ahora querían que sufriese viendo lo que le hacían a su hermana y su amiga.
El Oso se disponía a follarse a Erika de nuevo, ésta estaba a cuatro patas esperando que el negro le metiese la polla por el coño. Estaba cachondísima…
Roco y el Piernas se estaban impacientando. Su compañero estaba disfrutando de la rubia y ellos no habían empezado con la pelirroja.
– ¡Venga zorra! ¡Como no empieces a tragar ya te vamos a reventar a ostias! – El Piernas acompañó su amenaza con un fuerte bofetón.
Ante eso, Lorena decidió que era mejor ceder. Agarró cada polla con una mano y se llevó a la boca la del Piernas, que parecía estar más impaciente.
Mientras mamaba una, pajeaba la otra. Cuando notaba que el otro estaba poniendose nervioso cambiaba, pasando a mamarle a ese la polla.
Varios minutos llevaba ya tragando de una y otra polla, cuando a Roco le entraron ganas de follarla. Alzándola a pulso, la tumbó boca arriba sobre el camastro que había en la habitación, dejándole la cadera al borde de la cama. Agarró sus piernas, situándolas a cada lado de su cuerpo y le metió la polla entera de golpe.
Lorena gritó. Parecía que aquel hombre la iba a partir por la mitad.
El Piernas no quería quedarse mirando. Se situó sobre su cara, poniéndole los huevos y la polla sobre ella. No tenía más remedio que continuar mamando mientras aquel indeseable la follaba. Las lágrimas se escapaban de sus ojos, siendo la única muestra del sufrimiento que estaba soportando.
Erika en cambio estaba gozando de aquella follada. Había conseguido abstraerse de la situación para poder disfrutar del sexo, y vaya si estaba disfrutando…
El Oso tenía una polla enorme y sabía como usarla. Erika gemía y suspiraba, deseando que aquel hombre la llenase.
– Parece que eres la mejor de las tres, ¿Te gusta mi polla?
– MMmmmm Me encanta tu polla…
– ¿Te gusta como te follo?
– Si… Oh Dios….. Me encanta… Follame… No pares…
– Pues a ver si te gusta esto también.
De improviso, el Oso sacó la polla del coño de Erika y la dirigió directa a su ano. Comenzó a empujar esa enorme barra de carne a través del recto de la chica, llenándolo y dilatándolo a su paso.
– MMMMMMmmmm. – Gemía Erika, notando como esa enorme tranca la reventaba por dentro.
– A tu hermana le encanta que la sodomice, ¿Verdad detective?
Miranda observaba con cara de odio las escenas que tenía ante ella. Veía como su hermana se sometía ante aquel hombre y como Lorena había dejado de luchar. Todo era culpa suya.
El Piernas agarró la cabeza de Lorena, acelerando la mamada. Estaba a punto de correrse, Lorena no podía ni respirar, el hombre le metía la polla hasta la garganta, y allí fue donde descargó el hombre. La chica no pudo hacer otra cosa que recibir la corrida casi en su estomago.
Inmediatamente después de la corrida del Piernas, Roco sacó la polla del coño y, tirando de la chica la incorporó para correrse sobre su cara. El primer chorretón calló directo en su objetivo, aunque la chica no abrió la boca, la cara acabó cubierta. El resto calló sobre sus tetas.
Erika se veía a la legua que disfrutaba mucho más que su amiga. Había aceptado perfectamente la polla del hombre en el culo, y ahora no hacía más que gemir y gemir. Notaba como aquel hombre estaba a punto de correrse también y, efectivamente, segundos después sacó la polla de su culo y se corrió completamente sobre la cara y las tetas de Erika. La chica abrió la boca, intentando tragárselo, pensando que era lo que ese hombre querría, pero no probó ni una gota, todo cayó fuera.
Los tres hombres se separaron de las mujeres, dejándolas allí, llenas de lefa. Lorena estaba derrotada. La habían violado, habían hecho con ella lo que habían querido… y lo seguirían haciendo… En cambio Erika estaba satisfecha, había conseguido correrse varias veces con el pollón del Oso…
– ¿Qué tal estaba la pelirroja? – Preguntó el hombre a sus compañeros.
– Es un bombón, pero creo que la tuya es una pequeña bomba ¿no?
– Ya la probaréis… Estas zorras nos van a dar mucha diversión… ¿Quién pensaba que esto acabaría así, detective?
Miranda estaba derramando lágrimas en el rincón en el que se encontraba…
– Ahora vamos a dejaros descansar – Continuó el Oso – Pero antes tendréis que asearos un poco, ¿no? No me gusta que mis zorras estén sucias…
Erika y Lorena le miraron, ¿Una ducha? Si… Por lo menos las despejaría…
– Venga, ¿A qué estáis esperando?
– D-Donde… ¿Donde está el servicio? – Balbuceó Lorena
– ¿El servicio? ¿Para qué?
– Para… ducharnos… ¿No?
– ¿Quién ha hablado de ducha? Quiero que os limpiéis entre vosotras…
La cara de las mujeres cambió totalmente.
– Vamos, no me digáis que no lo habéis hecho nunca, con lo zorras que sois seguro que habéis lamido corrida miles de veces… – Continuó el hombre, con una sonrisa en la cara.
Las chicas se miraron, pero no se movieron…
– ¿No os apetece estar limpitas? Está bien. Roco, los collares.
Roco salió de la habitación y volvió con tres pequeños collares. Parecían collares de perro, pero tenían una pequeña cajita negra en un lado. Cada hombre le puso un collar a cada mujer que, excepto Miranda, no intentaron resistirse.
– ¿Os gustan vuestros regalos? – El Oso hizo una pausa, como esperando a que respondieran – Tenéis que saber que no son unos collares normales. Son unos collares de chicas buenas… – Las mujeres se miraron entre ellas, asustadas. – Cuando no sois chicas buenas, pasa esto.
El Oso apretó un botón y las tres chicas se retorcieron al instante de dolor. Una descarga eléctrica las azotó desde el collar, cuando paró, el Oso continuó hablando.
– ¿Qué tal? ¿Os gusta? Pues eso es lo que pasará cada vez que desobedezcáis. Además, como veo que estáis muy unidas, me encargué de que los collares también lo estuvieran… Cada vez que dé a este botón, los tres collares se activarán, así, cada vez que hagáis algo mal, seréis responsables de que las demás sufran…
Las tres mujeres estaban jadeando de sufrimiento, había sido una descarga durisima…
– ¿A que estáis esperando, zorras? – Preguntó a Erika y Lorena – ¿Me vais a obligar a apretar el botón otra vez?
Las dos chicas reaccionaron inmediatamente ante la amenaza, se incorporaron y se lanzaron la una hacia la otra. En unos segundos la lengua de Erika estaba recorriendo los pechos de Lorena, intentando recoger los restos de semen que allí había. Fué subiendo desde por el cuello, rozando su boca… Las chicas se estaban calentando… No era la primera vez que tenían sexo juntas… Cuando Erika acabó, terminó con un húmedo beso en la boca de Lorena. Entonces comenzó a lamer la pelirroja.
Cuando acabaron de asearse, estaban las dos bastante cachondas.
– Muy bien zorritas, tenéis que procurar estar limpitas para nosotros…
El Piernas salió de la sala y volvió con una bolsa. Fué sacando ropa de allí y lanzándosela a cada una de las chicas.
– Ahora vamos a jugar a un juego. – Comenzó el Oso. – Cada una váis a tener un rol en la casa. Vestíos con eso.
Desataron a Miranda, le quitaron la mordaza de la boca e inmediatamente escupió el tanga de su hermana. La mirada que les dedicó a los hombres habría congelado el infierno… Pero aún con eso, obedeció.
Las chicas comenzaron a coger la ropa que les habían tirado. Lo primero que vieron fue la ropa interior, sujetadores de copa baja, de encaje, un tanga minúsculo, un ligero y unas medias a medio muslo, todo de color negro. Cada una tenía además unos zapatos de tacón negros también, de quince centímetros cada uno.
La visión era espectacular. Las tres mujeres tenían un tipo envidiable, se notaba la experiencia en esas lides de Erika y Lorena, pero Miranda, aunque menos voluptuoso tenía un estupendo cuerpo atlético.
Erika comenzó a coger prenda por prenda. Un disfraz de asistenta minúsculo, en el que la falda llegaba a media nalga, y la parte de arriba dejaba la espalda al aire y lo único que hacía era levantar las tetas y mostrarlas y una cofia y delantal.
Lorena comenzó a ponerse las mismas prendas que Erika. Y Miranda se dispuso a hacer lo mismo, “Por lo menos ahora iré vestida, aunque sea con este disfraz…” Pensó, recordando el minúsculo delantal que la hacían llevar hasta ahora. Su sorpresa fue mayúscula cuando vió que ella no tenía la misma ropa que las demás…
Un pequeño top con forro de peluche, unos calentadores para los pies con la misma tela, una especie de orejas pequeñitas y puntiagudas de perro para ponerse en la cabeza, un collar de perro y… un rabo… unido a un pequeño aparato de plástico que pudo intuir donde iría puesto…
– ¿Q-Qué es esto? – Preguntó la detective.
– ¿No te gusta? Como parece que no te gustaba ser nuestra sirvienta, te hemos buscado otra ocupación… Vas a ser la mascota de la casa.
– ¿L-La mascota? – Balbuceó asustada.
– ¿Estás sorda o que? Mascota. ¿Sabes lo que es eso? Un bicho que anda a cuatro patas y obedece a sus dueños. Eso es lo que vas a ser a partir de ahora.
Miranda se quedó mirando su nuevo atuendo… ¿A cuatro patas? Debía estar bromeando… Aunque sabía perfectamente que esa gente no bromeaba…
– ¿ A que esperas para ponértelo? – Preguntó el Oso, mientras agitaba el mando de los collares.
La detective comenzó a vestirse… Hasta que se quedó con el rabo en la mano…
– ¿No sabes que hacer con eso? No sabia que fueras tan tonta… Hasta un perro sabe donde lleva el rabo… – Los hombres se rieron de la ocurrencia de su jefe – Tú, pelirroja. Ayuda a la zorra esta a colocarse el rabo. ¿O tu tampoco sabes donde va?
Lorena se acercó a su amiga, cogiendo el rabo de sus manos. Se situó tras ella… Y se quedó parada… Sabía que debía meterselo por el culo, pero no podía hacerlo. Miraba a Miranda con ojos asustados.
Las tres chicas a la vez comenzaron a gritar. Lorena dejó caer el rabo y las tres cayeron al suelo, retorciéndose.
– No voy a permitir dudas ante nuestras órdenes. – Dijo duramente el Oso. – Si una no obedece, todas sufrireis las consecuencias. Y ahora, ponle el rabo a esa perra si no quieres que siga jugando con el botón.
Con lágrimas en los ojos, Lorena apartó el tanga de Miranda.
– L-Lo siento… – Balbuceó mientras apretaba para introducirlo en el recto de la detective.
Miranda cerró los ojos, recibiendo en silencio el intruso que entraba en su culo. Desde que estaba en esa casa, la habían sodomizado tantas veces que Lorena podría haberle metido la mano sin problemas…
Las tres chicas estaban vestidas para asumir su nuevo rol en la casa. Las dos asistentas y la nueva mascota estaban espectaculares… Tres hembras preparadas para servir a esos hombres… Y a ellos se les hacía la boca agua, estaban deseando follarselas allí mismo pero, como ya habían hablado, tenían otras cosas preparadas.
– Os imaginaís lo que vais a tener que hacer esta a partir de ahora en esta casa, ¿No? – Dijo el Oso, con una sonrisa en la cara.
Erika y Lorena se miraron, avergonzadas de como estaban vestidas y de pensar lo que vendría ahora. Miranda no levantaba la mirada del suelo… Ella era la mascota… No quería ni pensar lo que querrían que hiciese…
– ¿Qué pasa Miranda? ¿No estás contenta? – Preguntó el Oso. – Ah… Ya se lo que te pasa… Ahora eres una perrita… Y Miranda no es nombre de perrita… Chicos, ¿Qué os parece si le buscamos un nombre más acorde a su nuevo rol? – Los hombres asistieron. – ¿Te parece bien, Miranda? Te podemos llamar… ¡Missy! ¿Te gusta?
La detective apartó la miró a otro lado, aquella humillación la superaba. Los hombres reían ante la ocurrencia de su jefe.
– Y a vosotras, ¿Os gusta? – Preguntó, dirigiéndose a las nuevas sirvientas. Éstas agacharon la cabeza, evitando la mirada del hombre. – ¿Qué os pasa? ¿No vais a contestar?
El Oso tocó ligeramente el botón de los collares, lo suficiente para que las tres chicas se enderezaran con la descarga.
– ¡Sí! ¡Sí! ¡Nos gusta! – Gritaron a la vez Erika y Lorena.
– Eso está mejor… Pero…
Las nuevas asistentas pusieron cara de terror…
– Parece que necesitáis algo más que os recuerde cual es vuestro lugar… – Continuó el hombre, haciendo unas señas a sus secuaces. – Estos no tienen cola, pero servirán para la misma función…
El Piernas y Roco se acercaron a ellas con dos plug anales y, obligandolas a inclinarse hacia delante, los introdujeron en sus culos sin miramientos. Erika todavía tenía el culo dilatado por la follada del Oso, pero Lorena no pudo evitar que se le escapase un grito de dolor.
– Ahora ya estáis totalmente preparadas para vuestra nueva vida. – Dijo el jefe, satisfecho. – Vosotras dos, os ocupareis de las labores del hogar, y tu… Serás la mascota de la casa…
El hombre se acercó a Miranda y la acarició el pelo.
– ¿Cómo andan las mascotas, Missy?
Miranda comenzó a llorar, cuando pensaba que habían tocado fondo con ella, veía que siempre la podían humillar un poco más. Lentamente, la detective comenzó a arrodillarse, mirando al suelo, sintiendo como aquellos hombres se regodeaban ante la situación en la que tenían a la mujer que hace no tanto tiempo pensaba meterles en la cárcel…
– Eso es, buena chica, Missy. – El Oso la acariciaba como si estuviese premiando a un perro… Aunque, realmente, es lo que estaba haciendo. – Poco a poco iremos enseñándole truquitos… A dar la patitas, traernos las zapatillas y esas cosas.
Los tres hombres rieron a carcajada limpia.
– Creo que por hoy hemos terminado… Os dejaremos esta noche para que os adapteis. No penséis siquiera en escapar, los collares tienen un localizador y, si salís del edificio se activarán solos…
Esa última frase acabo con las esperanzas de las chicas… No podrían salir de allí aunque tuvieran la oportunidad…
Los hombres salieron de la habitación, cerrando la puerta y dejándolas allí, solas.
Lorena rompió a llorar, y Erika se lanzó a abrazar a su hermana, pero esta la apartó con el brazo.
– ¿Por qué has venido? Con todo lo que hice para mantenerte al margen…
– ¿Qué? – Erika no entendía nada. – T-Tu… Tu me pediste ayuda…
– ¿Yo?
– ¡Me escribiste una carta! Dijiste que no acudiese a la policía… Que estaban comprados…
– Yo nunca hice eso… – Miranda estaba desolada. Esos hombres la habían engañado a ella y a Erika… – Y… ¿Lorena?
La pelirroja no escuchaba, estaba llorando mientras asimilaba la situación en la que se encontraba.
– No… No me veía con fuerzas de hacerlo sola… No tenía que pasar nada, solo tenia que quedarse esperando en el coche, pero esos hombres…
Erika se echó a llorar también, y entonces su hermana si que fue a abrazarla y consolarla.
– No os preocupéis… Ahora estamos juntas… Y saldremos de aquí, ya lo veréis…
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