Parte 9

Nueva vida, nuevas emociones

Una vez que dejamos el aeropuerto, tío Sergio nos dijo que había preparado la cabañita de atrás de la suya para nosotros. Que nos relajáramos porque el viaje era un poco largo.

En la forma de su cuerpo y en como vestía se notaba que tomaba mucho cuidado personal a sus casi cincuenta años de edad. Me dijo que hacía ejercicios todas las mañanas en el garaje de la casa donde tenía toda clase de máquinas y que si me interesaba que me iba a enseñar a usarlas. A pesar de su cabello con mechones blanquecinos se veía muy bien. La cara bien cuidada, afeitado, nariz casi en punta, ojos castaños bien claritos y vivaces, labios bien formados aunque no exagerados y sus brazos y tórax con formas musculosas que se notaban más cuando usaba mangas cortas. Lo mismo sus piernas y su trasero. Pero no era exageradamente musculoso, apenas lo necesario para verse bien. En realidad, un hombre que yo consideré siempre guapo. Todavía soltero, aunque tenía una novia-amiga que lo visitaba de vez en cuando, mas bien cuando él se lo proponía porque no le gusta que le invadan su privacidad, según me dijo.

Manejó casi por hora y media hasta que llegamos a su casa. Luego de pasar un pueblito hermoso, dio vuelta hacia una colina y diez minutos más tarde torció hacia la izquierda para entrar en un camino de piedrillas. Subió por casi cinco minutos hasta que divisamos algunas cabañas bien distantes unas de otras. Estacionó.

Los niños salieron corriendo de la camioneta para investigar los alrededores de lo que sería nuestro nuevo hogar por un buen tiempo. Mis padres cargaron las primeras maletas y cuando se encaminaron hacia la casa, mi tío me dijo:

– Qué grande estas! -Y abrazándome, le correspondí de inmediato con un abrazo de mi parte poniéndome en puntas de pie y rodeándole el cuello con mis manos. Siguió diciéndome:

– Estas muy linda sobrina.

– Gracias tío… -dije un poco apenada.

Y me dio un beso al costado de la boca que casi me toca los labios. Pensé que siendo una niña me estaba dedicando un momento muy especial, pero ahora presentí que estaba reaccionando distinto al encontrarme mas crecida. Nos miramos por un segundo y le sonreí nerviosa sin saber qué hacer. Sin soltarme cuando sentimos que mis padres venían a buscar más equipaje a la camioneta les comentó:

– Tal como me lo imaginaba, la niña que ya no es tan niña se ha puesto muy linda!

– Te lo dije cuando hablamos por teléfono y parece que no me creíste -dijo mi madre a su hermano.

– En esta edad es cuando te das cuenta lo rápido que crecen… -dijo mi padre.

– Vamos a descargar ya todas las maletas y festejemos la llegada! -animó mi tío.

Mis padres tomaron dos maletas mas y yo intenté tomar una pero estaba un poco pesada y complicada de sacar. Mi tío se puso detrás mío y me dijo:

– Déjame que te ayude.

Pasó los brazos por sobre mis hombros agarrando las manillas de la maleta, recostándose un poco en mi trasero. Su pelvis acomodada bien en medio con su bulto acomodado y algo crecido, a lo mejor por el resultado del abrazo. Yo no supe como reaccionar. Ni me moví un centímetro y mis ojos se abrieron como pantallas. Me sentí nerviosa, muy nerviosa porque no quería reaccionar y menos tenía idea de cómo reaccionar. Nos quedamos así por lo menos diez segundos, sin movernos ni decir una palabra ninguno de los dos. Y de repente reaccionó dándome un beso en la nuca:

– Estas muy linda Andreíta!

Levantando la maleta y separándose algo nervioso emprendió camino a la entrada de la casa.

Me quedé confundida en esa posición sin moverme por unos segundos mas. Pensaba a toda velocidad. Sé que algo hizo un clic en mi cuerpo y otra vez esa corriente sexual me recorrió de pies a cabeza… sentí deseos al sentirme invadida por él en ese lugar. Y él lo había hecho premeditadamente, no había dudas. Estaba algo confusa. No había sido una casualidad. Pero… era mi tío y no podía procesarlo con tranquilidad natural.

Tomé el bolso que quedaba y entré.

Era la cabaña pequeña que estaba ubicada detrás de la de mi tío. Era toda de maderas. Por fuera y por dentro. Un lugar hermoso. En mi vida habría soñado que iba a vivir en algo así. El techo del living algo alto con travesaños rectos gruesos. Una mesa con seis sillas en el centro. Hogar de leña a la pared que separaba la habitación que sería de mis padres y una habitación mas para los niños y para mi. Pero tenía solo dos camitas y había un catre desarmado recostado en una pared. Obviamente alguien tenía que dormir allí. Pero no importaba, todavía me parecía muy linda.

Al salir fuera nuevamente, me encontré con un panorama jamás visto. Rodeada de árboles, una colina en lenta bajada hasta un lago. Silencio tal que me permitía escuchar el ruido de las hojas provocado por el viento. Algún pájaro cantando a lo lejos.

Volví a la casa y ya Sergio había cruzado a la suya para prepararnos algo de comer.

– ¿Y, que tal? ¿te gusta tu nueva casa Andrea? -mi madre sonreía.

– Me fascina! Me encanta este lugar!

– Tu tío es un gran ser humano. Está dispuesto a ayudarnos en todo como ves. Tenemos que ser responsables y cuidarlo a él también. Sobre todo tu, que ya ves que te tiene un cariño muy especial.

Pensé en lo que me decía, pero no lo veía tan sencillo como mi madre. Él me había hecho sentir algo más que eso… pero todavía le daba crédito a la ley de la duda.

– Si -dijo mi padre. Y cuidar que tus hermanos no destruyan nada cuando nosotros no estamos.

– ¿Cómo que no van a estar?

– Es que a partir del martes ya tenemos trabajo. Tu madre trabajará en su depósito. Se va dedicar de los empaques de los productos que vende y de los envíos mientras yo voy a la agropecuaria a desarrollar mi sistema de riego. Pero no te preocupes porque a veces los va a llevar a la oficina de envíos ya que tienen una guardería con una tutora que les enseña hasta que puedan empezar la escuela.

– Si?! Qué bueno!

– Por eso m’hija, tenemos que retribuir lo mas que podamos a tanta bondad por parte de Sergio.

– ¿Y yo cuándo puedo empezar a estudiar?

– En eso esta trabajando Sergio. Creo que la semana entrante tienen una entrevista para ver puedes empezar. Pero según él, antes quiere ponerte a estudiar inglés para que no tengas trabas en el entendimiento y puedas superar la educación con más rapidez.

– Me encantaría poder aprender el inglés mami! Que bueno!

La verdad es que me alegraba inmensamente. Era como que se me había abierto una gran ventana a la posibilidad de poder ser mejor en mi vida.

Y pensé que en verdad, a pesar de lo que había sucedido, también había en tío Sergio mucho de entrega por ser familia, ya que de lo contrario quién mas iba a darnos una posibilidad así? Eso solo se ofrece cuando hay un buen corazón de por medio. Además éramos su familia.

Tenía que hacer crecer mi sentido de responsabilidad. La vida para mí ya no era un juego, tenía que crecer en cuanto a esto pero también tenía que procesar lo que sospechaba de que podía ser algo más que amor de familia.

Lo que había presagiado en este viaje se estaba comenzando a cumplir de inmediato. Un nuevo descubrimiento que sería la seguidilla de muchos más.

Entre las cosas que nos había preparado tío Sergio, estaba un refrigerador lleno de quesos, carnes, jamón, verduras y frutas. También panes, agua en botellas, sodas y en los baños todo lo necesario para el cabello y el aseo del cuerpo. Ni qué decir de las toallas! Suaves como jamás había visto.

Me di la ducha más disfrutable de toda mi vida. El agua salía con fuerza, tibia y duraba mucho, a diferencia de cuando en mi casa de la villa apenas me echaba el agua de un balde que calentábamos en la cocina. Algo tan simple me hacía tan feliz en este momento. Luego me puse una de las nuevas ropas que me había comprado mi madre. Un enterito azul claro con tirantes cruzados en la espalda y bordados en blanco. Tan holgado en las piernas que casi parecía una falda aunque en realidad era como un pantalón corto.

Ya estaba camino al living cuando sonó un timbre en la pared y escuché la voz de mi tío que nos hablaba por un inter-comunicador dentro de la casa. Contesté en voz alta y quedé impresionada con este descubrimiento tecnológico.

– Hola? – dije como jugando.

– Andrea?

– Si. ¿Tío?

– Ni bien hayan terminado de desempacar vengan para aquí.

– ¿Dónde estas que no te veo?

– En casa. Esto es un comunicador para hablar de una casa a la otra.

– Ah… dije para no pasar como una idiota- Ahora les aviso. Yo ya terminé de acomodar mi ropa, aunque parte la dejé en la maleta por falta de espacio.

– Bien. Tu no desempaques mas, no te preocupes que parte de tus cosas las vas a traer aquí. ¿Y tus hermanos?

– Siguen fuera correteando.

– Si quieres vente.

Le avisé a mis padres y salí.

Me había dejado la puerta abierta. Al entrar quedé de una pieza. El living era grande y despejado. Un techo altísimo con travesaños de madera que se juntaban en una cúpula, rodeado de ventanas que iban del piso hasta el segundo nivel. Un escalón hacia abajo y un sofá de cuero en forma de “u”. Una pantalla de tv que me pareció enorme. Había música divertida sonando por todos lados. Mas adelante estaba la cocina que también era grandísima (o por lo menos para mí que estaba acostumbrada a vivir en un lugar tan pequeño) con el comedor integrado. Arriba del living en el segundo nivel, una baranda que iba de lado a lado por donde se ingresaba a dos dormitorios. Abajo del living había otro nivel que alcancé ver desde la escalera, con un billar y otras dos habitaciones y un garaje. Estaba muy impresionada. No había visto algo así en mi vida de campesina por supuesto.

Cuando estuve con mi tío le dije:

– Qué linda es tu casa.

– ¿Te gusta? ¿Y la que le di a tus padres te gusta también?

– Si.

– Me alegro. ¿Quieres ayudarme?

– Claro! ¿Qué hago?

– Pon aceitunas de ese frasco en este pote de acero.

Y comenzamos la tarea de organizar para llevarlo a una mesita central en el living. En la cocina habían platillos con papas crocantes, humus, salmón, maní salado, castañas, enrollados de jamón con queso crema y algunas legumbres al escabeche. En el horno terminando de cocinarse una carne con papas. Había abundancia para todos nosotros.

Después de poner los platillos en el living, me paré al lado de él para ver si necesitaba algo más y al darse cuenta giró y me volvió a abrazar igual que la primera vez mirándome a los ojos.

– La verdad es que estas tan linda Andreíta.

– ¿Si?

– Si. Has crecido tanto que ya dejaste de ser la niña que dejé de ver hace un tiempo -me dijo separándose y mirándome a los ojos.

Sentí un poco de presión en la cintura cuando bajó sus manos. Me manejó con facilidad porque evidentemente no puse ningún reparo en resistir ya que para mi abrazarlo era algo normal, aunque ahora ponía más expectativa en ello. Pero quedé más aliviada o desconcertada digamos, cuando se liberó inmediatamente de mi, contrario a lo que pensaba otra vez y volvió a la tarea de dejar todo listo. ¿Estaría confundiendo el cariño de mi tío por tener yo misma pensamientos tan sensuales?

Por fin llegaron mis padres y mis hermanos. Todo transcurrió como una fiesta privada de familia. Y cuando llegaron los postres tío Sergio se paró y golpeando una copa con una cuchara dijo:

– Tengo una sorpresa para alguien -dijo como cantando con alegría- Síganme!

Y bajamos la escalera para ver al piso de abajo ya que todavía no habíamos visitado la casa por completo. Descubrimos el billar con tapete rojo y todo el resto en madera lustrada y trabajada. Cuando nos tuvo a todos, abrió una puerta y una habitación totalmente decorada con una cama inmensa, alta, hermosa con un tul que caía en campana desde el techo y una muñeca de trapo grande sentada en una silla. Al costado una cómoda adornada con varias cajitas como para guardar relojes, pulseras o cosas así. A la derecha un closet de pared a pared abierto y lleno de perchas vacías. Del otro lado una ventana con cortinas blancas y corazones pequeñitos rosados. Y un baño con una bañera grandísima que luego me enseñó, tenía chorros de agua para masajes. No teníamos idea cuál era la sorpresa todavía hasta que habló otra vez.

– Desde hace muchos años me prometí que si me iba bien, trataría de darle opciones a los más necesitados de mi familia. Por eso les ofrecí la cabaña a ustedes. Los niños tienen sus camitas y un dormitorio completo con juguetes. Ustedes dos, -prosiguió dirigiéndose a mis padres- tienen la casa que todavía no podían alcanzar pero que ahora con los nuevos trabajos podrán mantener hasta que quieran independizarse. Y por último, mi niña mas querida de la familia no iba a dejarla dormir con sus hermanos en un colchón en el piso, por supuesto!

Y destapando una manta que estaba tapando la pared sobre la cabecera de la cama, apareció mi nombre en letras de madera pintadas de un blanco hueso. Y dijo:

– Por eso mandé hacer esta habitación exclusivamente para ti Andreita. Por lo mucho que significaste cuando de chiquita fuiste mi companía por muchas veces cuando me sentía frustrado. Claro que tu no lo sabías porque nunca te lo mencioné. Y en tu inocencia no te diste cuenta que al despedirme y darte la espalda se me escaparon las lágrimas porque no sabía si iba a volver a verlos otra vez hasta quién sabe cuándo… o quizás nunca. Claro que esto es si tus padres están de acuerdo.

– Por supuesto Sergio! Para nosotros es un alegrón poder ofrecerle la oportunidad de tener un lugar tan lindo!

Quedé con la boca abierta como una tonta. Miré alrededor otra vez y empecé a girar sin querer perderme un detalle. Y sin darme cuenta las lágrimas empezaron a aflorar y rodar por mis mejillas. Mis manos a los costados de la boca. No podía salir de ese trance de sorpresa! Mis padres se abrazaron y mis hermanos empezaron a saltar contentísimos.

Cuando desperté de ese insomnio involuntario, salté al cuello de mi tío gritándole:

– Tío Sergio!!! Gracias tíiio! Te adoro! Este es el mejor regalo que he recibido en toda mi vida! -y por la fuerza de mi salto, los dos caímos sobre la cama mientras todos se reían de alegría por mi reacción tardía.

Yo montada a horcajadas en su pecho, le daba besos por toda la cara mientras él trataba de defenderse, entre los que varias veces lo besé en los labios pero ni me di cuenta cuántas veces lo hice. Los chiquillos nos cayeron encima y las risas llenaron el cuarto de alegría. Me levanté y fui a abrazar a mis padres. Cuando todo llegó a la calma y los chiquillos se fueron a hacer rodar las bolas del billar con la mano, mi tío se unió a ellos para enseñarles cómo tenían que meterlas en los huecos.

Yo sentada en la cama seguía mirando alrededor “mi cuarto”. Mis padres se sentaron uno de cada lado acariciándome.

– ¿te das cuenta cuánto te quiere tu tío?

Afirmé con la cabeza sonriendo como nunca lo había hecho.

– Ni nosotros sabíamos de esto.

– Por eso hija, tienes que ser buena, cuidar la casa y ayudar lo más que puedas en agradecimiento por todo lo que nos ha dado.

– Si papá. Si mamá. Prometo que voy a ayudar y voy a estudiar mucho para ser como él también.

Me abrazaron.

Luego nos fuimos a conocer el resto de la casa. La habitación de mi tío era un sueño también. Con un ventanal enorme y un balcón que miraba hacia el lago. A lo mejor para los demás era normal, pero para mi la cama era inmensa. Claro que nunca había visto una así. Alfombras a los lados sobre el piso de madera y cortinas pesadas. Una cómoda y un closet grande lleno de ropas y zapatos.

Cayendo la noche, mis padres estaban muy cansados y los niños se habían quedado dormidos. Los llevamos a la casa y mi madre, mi tío y yo mudamos mi ropa de lugar.

Habíamos dejado toda la ropa arriba de la cama para empezar a colgarla.

– Mariela -le dijo mi tío a mi madre- anda a descansar que entre los dos colgamos la ropa. Tu estás bien cansada.

– Bueno, si. Gracias por lo que haces Sergio.

Le dio un beso, me dio un beso a mi y se fue para la casita.

Fui al baño y me puse la camiseta de pijama encima de mis calzoncitos y unas zapatillas para empezar la tarea mientras mi tío fue a ponerse su pijama. Yo estaba tirada en la cama todavía sorprendida y feliz mirando alrededor cuando entró mi tío. Se me quedó mirando en silencio y luego como haciéndose el distraído me dijo:

– Manos a la obra!

Entre los dos colgamos la ropa rapidísimo. Después pusimos algunas cosas en la cómoda y me ayudó hasta con mi ropa interior que consistía solo de bombachas.

Luego nos tiramos en la cama. Uno de cada lado y nos encontramos en el medio. Pasó el brazo por detrás de mi cuello y yo me abracé a él.

– ¿Y porqué no tienes sostenes? -me preguntó.

– Es que no usaba en la villa.

– Pero te han crecido bastante las tetitas, no?

– Un poco.

– Un poco? Vamos… mira como se te notan bien Andreita.

– Bueno, no es para tanto -dije riéndome.

– Si que es. Te han crecido mi linda -dijo mirándome a los pechos.

Me reí levantando el pecho para que se me notaran mas, en forma de juego. Él no dejó de mirarlos.

– Bueno, bueno, a dormir, hasta mañana -se despedía amagando a levantarse.

– Gracias tío -lo abracé girando y subiéndome encima lo besé en la mejilla cerca de su boca como me había hecho él al llegar.

– ¿Estas contenta?

– Si! -le dije enderzándome abriendo las piernas y quedando sentada encima de su pelvis apoyando mis manos en su pecho. La camiseta había subido y mi bombacha blanca quedó al descubierto.

Me tomó de la cintura con suavidad como para querer salir de esa situación, pero no me moví.

– ¿De verdad me quieres tanto tío? -le dije toreándolo con una risa nerviosa.

– Mucho mi amor -amagaba a levantarse.

Para que no continuara con la intención de levantarse, me agaché para darle un besito y le dije gracias. Y volví a hacerlo varias veces como jugando y diciéndole gracias a cada poquito de boca que le daba. Pero en cada movimiento había algo diferente, más notorio. Sentía claramente como se le ponía más dura la pija. Yo estaba absolutamente consciente de lo que estaba haciendo. Al principio tenía muchas ganas de apretarlo, sentirlo, abrazarlo demostrándole el cariño que le tenía, pero la situación del momento fue convirtiendo ese sentimiento en algo muy sensual, más sexual. Y tomé la determinación de recostar mi cabeza en su pecho abrazada a su cuello.

Se quedó muy quieto, quizás confuso. Pero de seguro que lo que me había hecho sentir al bajar las maletas, era lo que en su mente tenía para provocar esa acción. Sus manos recorrieron mi espalda hasta apoderarse de mi nalgas y otra vez la quietud.

Al sentir que su crecido bulto convulsionó un par de veces en medio de mis piernas, apreté inconscientemente. Sus manos se crisparon y me apretaron más contra él. Cerrando los ojos yo me levante un poco arqueando la espalda sin dejar de rodearle el cuello con mis brazos recorrí lentamente todo lo largo de su dureza con mi pelvis. Abrí los ojos y nos miramos y así sin dejar de mirarnos, volvía recorrer el mismo tramo hacia abajo. Otra convulsión y volví a hacerlo dos, tres y a la cuarta vez me lancé a darle otro poquito en los labios quedándome pegada en su boca por un tiempo. Seguimos rozándonos las bocas delicadamente mientras sus manos me hicieron mover la cintura. Y en el mismo momento que abrimos las bocas lancé y gemido que fue el punto de partida de una batalla de lenguas mojadísimas y hambrientas.

Ya no había marcha atrás. Estaba declarada una guerra de sensualidad impresionante como no había sentido en mis veces anteriores. Desaparecían nuestras tímidos acercamientos para convertirse en una meta deliciosa que nos podía llevar a gozar de una noche inesperada, sin planeamientos.

Me levantó la camiseta y mis tetas fueron a parar a su boca turnándose en cada una. Me estaba poniendo loquita de deseos. Estaba deseando que sacara esa pija de su short pijama y me la metiera bien adentro!

Como adivinando mis pensamientos me giró y sacándome la bombacha, me montó en su boca y me penetró con la lengua. Como por la posición me había quedado mirando a sus pies, me agaché lentamente hasta llegar al short que le bajé hasta descubrir esa dura pija que saltó hacia mi cara. No le di ni dos segundos de libertad porque la tomé presa entre los labios sin poder meterla toda y empecé a darle una chupada en la cabeza brillantemente roja, apoyada por mi mano que no llegaba a cerrarse por completo alrededor de su miembro, desde bien abajo del nacimiento. La llené de saliva varias veces para ver si podía chupársela mas adentro como me habían enseñado y mientras me dedicaba a hacerlo, le moví la cintura para cogerlo en la cara con mi conchita ensopada rozándome el clítoris con su nariz y su lengua en cada estocada.

– No Andreíta, no. Creo que no deberíamos hacer esto -me dijo.

Pero no paró de moverse ni dejar de chuparme la conchita mientras me abrazaba el trasero con sus manos presionando lo más que podía. Los labios de mi vulva estaban completamente abiertos y casi alojaban toda su boca dentro de mi. Estaba a punto. Pocos movimientos más y empecé a sentir la necesidad de un orgasmo que no podía parar nadie ya. Ataqué su boca con movimientos más violentos en círculos y empecé a ensoparle hasta las mejillas, debajo y encima de los labios llegando a meterme la nariz para rozarme con fuerza durante mi venida insoportablemente deliciosa!

Mi mano seguía masturbándolo mientras había dejado de chupársela para poder gemir en ese momento tan desesperante hasta que me calmé un poco y volví a metérmela en la boca.

– Uy Andreíta! Qué rica que tienes la concha…! Y que caliente que eres! Me tenías así desde que te me arrimaste esta tarde en el aeropuerto y cuando te me subiste hace un momento encima delante de tus padres. Me sentía tan atraído que tenía miedo que esto fuera a pasar.

– …uuuhh… tío -le dije quitándome su pija de la boca y sin dejar de mirársela con deseos.

– Ven -me dijo.

Y girando otra vez me enfrenté a su cara abriendo las piernas para sentirlo justo allí donde más deseaba. Nuestros desnudos sexos se encontraban por primera vez. Y se gustaban porque se enfrentaron de inmediato. Sentí la cabeza en medio de los labios de mi vulva subiendo hasta toparse con el clítoris. Y otro gemido se me escapó mirándolo ahora a los ojos con cara de deseo inocente.

– ¿Estas segura de que quieres esto de mi?

– mhm… -dije moviendo mi cabeza afirmativamente.

Me agarró de los cachetes de la cara con las dos manos y me guió hasta su boca entrelazándonos en otra guerra de besos semi-violentos provocados por una calentura insoportable por parte de mi tío. Y empujé apenas un poco con mi conchita y por lo resbalosa que estaba, no hubo nada que impidiera que la cabeza me entrara pero me estiró demasiado los labios. Los sentí tensos. Su pija estaba muy gorda. Mi tío dio un sacudón y gimió:

– Huh…!

Y parando de besarnos nos quedamos mirándonos a los ojos con cara de deseo insoportable otra vez. Así estuvimos por un momento como suspendidos en el tiempo, como disfrutando de esta primer penetrada que me estaba haciendo. Pero mi impaciente calentura decidió por mi y mi cadera empujó un poco más. Y esa verga gorda, durísima y venosa entró un buen pedazo más arrancándome un quejido de deseo y miedo a que me fuera a doler. Sin embargo dilaté mucho hasta sentirme cómoda y no dejábamos de mirarnos con cara degenerada por la situación.

– Qué rica que tienes la concha Andreíta!! -me dijo al mismo instante que sus manos en mi culo empujaron hasta metérmela toda.

– Ahhhh…! -me arrancó otro gemido más fuerte ahora abriendo la boca. Y así mismo me lancé en la suya para chuparle la lengua con desespero y esperando volver a dilatarme un poco más para alojarla mejor. Me metió la lengua dentro de mi boca y así nos fuimos intercambiando las babas con los labios chupando cuando nos permitíamos separarlos un poco.

Le acaricié el cabello mientras mi cintura comenzaba a moverse hacia arriba y abajo repetidamente con una letanía insoportable que nos daba más calentura. Sentía eso duro revolviéndose en las paredes interiores de mi vagina con total claridad al salir un poco y al entrar totalmente cada vez. Tener la pija de un hombre dentro de mi concha siempre ha sido algo demasiado gozado por todo mi cuerpo y mi mente porque siento absolutamente sus movimientos ya se vaya de lado o de frente. Siento cuando cambia de dirección en mi interior y vuelve a acomodarse al llegarme al fondo. Siento como se eleva mi temperatura en ese mismo lugar y siento los flujos.

Me encantaba escuchar el ruido mojado que provocaban nuestros sexos en cada movimiento. Me fascinaba el olor que se iba sintiendo cada vez más fuerte mientras cogíamos. Y no veía nada a los lados porque me concentraba totalmente en ese cuerpo que tenía debajo o cuando me giró para montarme.

Me abrió las piernas poniéndomelas encima de sus hombros y me dijo:

– Ahora sí que te voy a llenar toda mi divina niña… ¿Quieres? -me dijo con cara morbosa.

– Sí tío si!! Lo que quieras!!

Puso su peso sobre mí hasta que mis rodillas quedaron a los lados de mi cara y sentí que me llegaba hasta el final de la vagina de tan metida que la tenía.

Con sus manos a los lados se apoyaba para embestirme con estocadas cada vez más rápidas.

– ¿Quieres que te de mi leche?

– Siii! -le grité sin parar de movernos.

– Pero… ¿estas segura que podemos? -dijo parando un momento de moverse. Y le grité:

– No tío no! Sigue moviéndote adentro mío!

Pasé mis piernas por detrás de sus nalgas y lo embestí yo misma con mi pelvis con repetidas veces cada vez más violenta. Me estaba viniendo otro orgasmo delicioso! Y ese instante me gritó:

– ¡Tómala nena, tómala! ¡Aquí tienes mi leche! No puedo parar! Ahhhhh….!

Y por dentro sentí ese calor divino invadiéndome las entrañas de mi concha alargando mi orgasmo más de lo normal mientras su boca me chupaba ahora las tetas. Una, dos, tres, cuatro y cinco embestidas de su pija fueron vaciando la leche allí mismo donde se sentía acomodada por las presiones que le hacía con mis músculos internos reaccionando a sus venas hinchadas muy dentro de mi.

Lo tenía abrazado con mis brazos y mis piernas. Me tomó la cara y subió sus labios para besarnos ahora con calma, con otro tipo de deseo, con agradecimiento de parte de los dos por habernos dado tanto placer.

– Qué manera más sensual de coger que tienes Andreíta…

Me sonreí y después de girarnos hasta quedar yo otra vez encima de él, le dije:

– Te adoro tío.

– ¿Te gusto que te cogiera?

– Si. Me gusto que me cogieras así tío. Me la hiciste sentir mucho.

– Te gusta mucho la verga me parece.

– Si -le dije sonriendo con un poco de vergüenza.

– ¿Cuántos te la han metido?

– Dos.

– ¿Quienes fueron?

– Arturo y Luis Eduardo.

– Vaya la niña. Los vecinos te gozaron juntos?

– No.

– Pero te lo hicieron a la fuerza?

– No.

– A ver, cuéntame.

Su pija seguía dentro de mí. No hacíamos nada por despegarnos. Me gustaba que habláramos así. Me daba más confianza. Y comencé mi narración de todo.

Él me escuchaba y me acariciaba. Me ayudaba con preguntas para que continuara y poco a poco fui contándole todo como había sucedido. A los pocos minutos de estar hablándole, sentí que su pija se iba poniendo dura otra vez dentro de mi.

Y sin terminar de contarle lo que me pasó en el avión, me plantó un beso tan caliente en la boca que me hizo olvidar que le estaba hablando. Se había calentado otra vez con mi historia y me quería coger otra vez.

No esperé nada para moverme encima de él.

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
adriana.valiente@yahoo.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *