Nos hemos dado cita en un pub que no conozco y que, desde luego, no es uno de los locales que normalmente frecuento. Esta atestado y llegar hasta la barra es una verdadera proeza a la cual no contribuye la forma en que estoy vestida, una corta minifalda blanca y un top rosa, semi transparente que deja mi ombligo al aire y cerrado, en un decir, por tres pequeños botones y una especie de cordón para ajustarlo.
Después de que las presiones de unos y otros me hayan llevado casi en vilo hasta la barra, en la que amablemente me hacen un hueco y puedo pedir mi habitual gintonic, me sacudo un poco de la presión ambiental y observo la gente que me entorna. Son hombres todos, por supuesto, y como los ojos de la mayoría están fijados en mi escote, comienzo a sospechar que el trayecto hasta la barra no se ha producido sin daños. En efecto, de los tres botones de mi blusa, uno ha desaparecido y no es cuestión de ponerme a buscarlo; el segundo esta desabrochado, con lo cual mi blusa está muy indiscretamente abierta y solo se mantiene gracias al último botón y el cordón de ajuste. De mi falda no puedo decir nada, no hay espacio en el local ni para mirar hacia abajo, y solo el roce de una mano sobre mis piernas, me permite hacerme idea de hasta dónde puedo tenerla remangada.
Estoy casi prensada contra la barra, alguien, supongo que el dueño de la mano que antes me exploraba, está literalmente pegado a mi trasero y no para de moverse buscando situarse más cómodamente entre mis nalgas, cosa que no permito por medio de un empujón que también me permite ganar espacio para reacomodar mi vestimenta en lo posible; la falda vuelve a su posición normal, acomodo el escote de la blusa abrochando el botón que casi pende de un hilo, y aun así, me doy cuenta por el espejo que hay tras la barra, soy algo como un merengue en una mesa llena de niños hambrientos, mi blusa solo alcanza a taparme los pezones pero deja al aire y bien a la vista, casi todo el resto. A mi derecha, un hombre joven, de unos cuarenta y pico años me habla ofreciéndome una segunda copa. Es cortes y su tono es amable mientras trata evidentemente de ligarme, así es que, sin distraerme de que, alguien a mi izquierda esta acariciándome el brazo, como quien no quiere la cosa, acepto la invitación e iniciamos una de esas conversaciones banales en las que, el presunto conquistador, trata de demostrar su ingenio.
Rectifico mi opinión en poco tiempo. Carlo, así dice llamarse, no tiene nada de tonto y su conversación es aguda, divertida e interesante. Es economista y aunque habla perfectamente castellano, su forma de hacerlo y un levísimo acento, delatan su origen italiano.
La presión ambiental ha disminuido, de modo que ahora puedo hacerle frente sin necesidad de romperme el cuello. Han pasado casi dos horas desde mi llegada y debemos estar por la tercera o cuarta copa juntos; he olvidado la cita que tenia concertada, razón de mi presencia en este pub, y me empiezo a sentir un poco mas que animada.
Me ofrece un nuevo cigarrillo, pero esta vez y al estar cara a cara, veo como sus ojos abandonan los míos y me doy cuenta de que uno de mis senos ha salido de su refugio y luce claramente descubierto ante sus ojos, así que muy tranquilamente lo vuelvo a ocultar, aunque al hacerlo, el silencio parece que se instala entre nosotros durante segundos y sin romperlo, Carlo toma su copa y me brinda su trago antes de beberlo; leo en sus ojos lo que va a suceder a continuación y no me equivoco pues sus manos se dirigen hasta mi blusa y, con toda calma, desabrocha el segundo de los botones y, aun más despacio desata la cinta de ajuste apartando la tela para dejar mis pechos al aire, aunque por poco tiempo porque de inmediato los cubre con sus manos.
Nadie parece haberse dado cuenta de lo que sucede entre nosotros, tan solo la presión de mi vecino de la izquierda parece haber aumentado en su intensidad. Tampoco extraña a nadie el que Carlo me atraiga hasta pegarme a su pecho, ni que su boca voraz se adueñe de la mía que le responde igual de hambrienta, mientras me abrazo a el con verdaderas ganas, olvidándonos ambos del lugar en que estamos. También lo hace el tipo de la izquierda, ahora situado a mi espalda, mientras Carlo me abraza, el levanta mi falda hasta casi mis caderas y trata de meter las manos debajo de mi tanga, totalmente pegado a mi culo sobre el que siento la presión de su verga.
Carlo, mientras tanto, no pierde comba. Se ha dado cuenta de lo que sucede a mi espalda y parece aceptar muy complacido la colaboración del desconocido, mientras con una mano acaricia mis pezones, hace descender la otra hasta encontrar mi tanga y la mete bajo el elástico buscando mi vagina hasta encontrarla.
El efecto combinado de esas manos es demoledor. Un dedo de mi explorador trasero está presionando sobre mi ano tratando de dilatarlo con su presión, para meterse, mientras la mano de Carlo ha llegado a su destino, con sus dedos separa mis labios ya empapados por la excitación para meterme un dedo clavándolo todo lo mas que puede. Acaricia mi clítoris que responde con un escalofrío y pide más caricias, mis pulsaciones se aceleran cuando siento que mi vecino trasero ha cambiado de actitud, con una mano atenaza uno de mis senos, siento que ha sacado su verga y presiona con ella sobre la entrada de mi culo… Lo consigue, me la ha metido entera, propulsándome contra el cuerpo de Carlo, que al sentirme pegada a él saca sus dedos de mi vagina, desnuda su polla y la clava en mi hasta hacerme sentir que estoy repleta y es cuestión de minutos que ambos eyaculen en mi interior.
No puedo permitirlo. Estamos a punto de que alguien se de cuenta y montemos un escándalo que terminara en Comisaria; hay que parar y lo hago sacudiéndome de ambos, pero la razón no impide que la calentura continúe, y les propongo que me acompañen a mi casa, así que los tres recuperamos la compostura y abandonamos el local, no sin que algunas sonrisas cómplices nos acompañen hasta la misma puerta.
El viaje es corto, aunque creo que a los tres se nos hace eterno, y cuando montamos en el ascensor, la imagen que presentábamos debía ser más que cómica. Imaginaros la escena, dos hombres bien vestidos y aparentemente muy serios, y yo entre ellos, una mujer atractiva vestida con una minifalda blanca que en algún momento debió cubrir a una escueta y bonita tanga color carne, que ahora se exhibía descubierta; la blusa, abierta hasta la cintura y apenas colgada de los hombros, mostrando un par de tetas talla 95 con los pezones erguidos y desafiantes. Claro que si se hubiera visto por detrás, aun hubiera sido mas cómica, Dos manos, de dos hombres distintos, posadas sobre cada una de mis nalgas.
Al abrir la puerta de mi casa tuve que poner orden, de no haberlo hecho me hubieran follado allí mismo, sin perder el tiempo ni en cerrar la puerta. No fue fácil, pero pude calmarlos y pasamos al salón para seguir la fiesta, no sin antes averiguar que el tercero en discordia se llama Juan, y que es mas lanzado que Carlo, o por lo menos es quien toma la delantera, porque sin mojar siquiera los labios en la copa que les he servido, me atrapa manifestando a través de su pantalón un deseo evidente. Me besa en la boca y su lengua se enzarza en un incruento combate con la mía, en el cuello, la barbilla, las orejas; se detiene en el nacimiento de mis pechos para quitarme la blusa definitivamente y tirarla sobre el sofá, y su boca se hace dueña de mis pechos, mordisquea mis pezones, los chupa, los recorre con su lengua, y nuestra temperatura va en aumento. Con sus manos busca la cremallera de mi falda, hasta entonces enrollada a mi cintura; hace descender mi tanga hasta quitármela, se arrodilla ante mí y metiendo su cara entre mis piernas llega con su lengua hasta mi clítoris. Todo mi cuerpo temblaba como una hoja, con sus dedos, que había metido en mi vagina, había iniciado un mete y saca que me hacía sentir oleadas de placer, tiré de él hasta ponerle en pié, hábilmente se colocó entre mis piernas para meter su verga. Era fantástico sentirle dentro de mí mientras me mordía y apretaba las tetas, mientras sentía la proximidad de un orgasmo fabuloso. Estábamos totalmente desatados, solo sentía que también el estaba a punto de correrse y cuando lo hizo dentro de mi sentí la potencia de sus descargas al compas de las mías.
No estábamos solos, me acorde de ello al mirar hacia el sofá y ver a Carlo totalmente desnudo, tranquilamente fumando un cigarrillo mientras se masturbaba con vehemencia mostrando una enorme verga babeante.
Después de asearme y mientras Juan lo hacía, regrese al salón donde Carlo seguía aferrado a su verga; ya me había impresionado cuando unos minutos antes, la había visto por primera vez, pero ahora lucia aun mas impresionante y provocadora, de modo que me senté a su lado y trate de abarcarla con mi mano. Tarea imposible, el solo contacto de mi mano parecía hacerla crecer aun mas, así es que preferí abandonarla y recorrer todo su cuerpo con mis manos, mientras él hacía lo mismo con las suyas. Inevitablemente, en pocos minutos, su lengua había llegado hasta mi sexo y descubierto mi clítoris del que se apodero al instante. Era un experto, utilizaba su lengua no solo para lamerlo sino como un autentico pene penetrándome y provocándome sensaciones inimaginables.
Por supuesto yo también en mi recorrido había hecho algunos descubrimientos, el principal una verga gloriosa que lamia como si fuera un helado inagotable, dándole en cada recorrido un beso a boca abierta sobre la misma cúpula; le mordisqueaba desde su misma base y por más que abría la boca apenas si podía conseguir hacer entrar la cabeza de su verga. Solo a base de muchos intentos, sintiendo los estragos que producían sus dedos y su lengua en mi vagina, conseguí hacer entrar en mi boca aquella enorme cabeza, justo en el momento que empezaba a producir unas enormes descarga y pronto su semen escurría por las comisuras de mi boca.
Mi orgasmo se produjo por sorpresa, ni imaginaba que en un instante y de forma fulminante, la verga de Juan, no podía ser otro, perforaba mi ano iniciando un frenético golpeteo que precipito mí orgasmo y el suyo, quedando los tres rendidos sobre la alfombra empapada.
Cuando recuperamos, Juan nos explico cómo al salir del baño, vio la mamada que yo le estaba haciendo a Carlo y se empalmo como un burro, dándose cuenta sobre todo, de lo que mi postura le invitaba a hacer. Como no es un salvaje, sabia el dolor y los daños que su penetración anal podría producirme, así es que busco en la nevera un paquete de mantequilla, lo más socorrido, embadurno bien su polla y se coloco en posición a mis espaldas para poder penetrarme sin que yo pudiera evitarlo. Me enfade un poco, aunque tuve que reconocer sus precauciones para no dañarme, y acabamos riendo los tres, bebiendo y casi como habíamos empezado, sentada entre ello y con sus manos recorriéndome.
La enorme polla de Carlo estaba de nuevo pidiendo guerra. Sentados como estábamos maniobraron para que quedase acostada sobre ambos, mi cabeza sobre las piernas de Juan y el resto de mi cuerpo sobre Carlo. Ambos eran de decisiones rápidas. Juan, además de masajear mis tetas, había conseguido situarse de manera que con su verga acariciaba mi cara, con lo cual no me quedo mas opción que meterla en mi boca haciéndole una profunda mamada. Carlo, por su parte, jugueteaba con sus dedos en mi sexo, abría los labios, metía sus dedos, primero un poquito, luego más profundamente; uno, dos dedos, y hasta tres; pellizcaba mi clítoris, titilaba en el al tiempo que con sus dedos jugaba a la penetración. Cambiaron de postura, ahora era Carlo el que me hizo levantar mis piernas para apoyarlas sobre sus hombros, con lo que aquella enorme verga que tiene, empezó de inmediato a ejercer presión sobre mi vulva, ya muy mojada por el tratamiento anterior de sus dedos. Tampoco se anduvo con chiquitas, de un solo empujón me la clavo hasta el fondo, iniciando un frenético vaivén que alternaba con momentos de lentísima presión, pero tratando de llegar aun mas lejos; el caso es que, con aquella enorme verga que me llenaba por completo, otra vez se anunciaba la llegada de un nuevo orgasmo múltiple y así fue en un momento, Carlo me llenaba mi vagina a rebosar, mientras Juan lo hacía con mi boca, y yo me iba llenando con el semen de ambos.
Y la cosa no había terminado. Carlo me dio la vuelta colocándome en la postura del perrito, y metió su cara entre mis nalgas para con su lengua comenzar a darme lametones; los alternaba entre mi vagina y mi ano, al que de nuevo trataba de penetrar con su lengua, mientras Juan parecía querer taparle la salida, puesto que de nuevo había metido su verga en mi boca e intentaba llenarme hasta la garganta. Ahora Carlo, que se había hecho con los restos del paquete de mantequilla, embadurnaba mi culo y extendiendo la grasa con su verga que así también le quedaba bien pringada, preparada para situarse a la entrada de mi esfínter y con una delicadeza sorprendente y muy de agradecer, comenzó a penetrarme dilatándome hasta que le cupo entera. Cuando sus huevos quedaron pegados a mi culo, fue cuando comenzó la verdadera “trepanación” y, además de doble efecto, porque a cada embestida de Carlo, el empujón hacia que la polla de Juan entrase mas y mas en mi boca y ya la sentía en mi garganta.
A partir de ese momento fue el total desmadre, Si uno me perforaba por mi culo, el otro lo hacía por mi boca, o por mi vagina, si chupaba una verga o una descargaba en mi boca, le seguía la otra de inmediato, en una competencia en la que yo era el objeto de su deseo y su premio, al mismo tiempo, y así seguimos no se por cuanto tiempo, porque horas después despertamos los tres revueltos sobre una alfombra completamente arruinada.
Mientras se hacia el café, que necesitaba desesperadamente, me dirigi al cuarto de baño y puse en marcha el jakuzzi, metiéndome en el agua cabeza y todo; después me lavaría pero, por el momento estar cubierta por el agua y con los ojos cerrados era como estar en el paraíso. No me di cuenta de que alguien mas había entrado, hasta que sentí el roce de otra piel sobre la mía, mejor dicho, las manos de Carlo sobre mis tetas, amasándolas, pellizcando mis pezones que se erizaron al contacto, su boca sobre mi boca y su lengua jugando con la mía que respondía de forma automática. De inmediato, sentí la presión de su verga sobre mi vientre y como colocaba su cuerpo entre mis piernas y fueron mis manos las que guiaron su verga hasta empalarme literalmente en ella, disfrutando de las sensación de sentirme totalmente llena, mas aun cuando acelero sus movimientos y comencé a recibir su descarga de semen. Ya no era tan abundante como las veces anteriores, pero Juan estaba allí para suplirlo porque, en cuanto Carlo saco su polla, el otro me agarro de inmediato y sin preliminares hizo que apoyase mis manos en el borde del jakuzzi, volviéndole la espalda, para colocarse detrás de mí y tomándome de las caderas, me la clavase hasta dejar sus huevos pegados a mi culo. Desde luego no se quedó quieto, a pesar del más que considerable tamaño de su verga, estaba tan lubricada y mi excitación había llegado a tal punto, que además de remover mis caderas ayudándole en sus envites, llame a gritos a Juan y cuando llego, le dije de entrar en el agua y sentarse en el borde del jakuzzi, para cambiar el apoyo de mis manos a sus rodillas y pedirle meter su polla en mi boca. Me había gustado la experiencia en la que los envites de uno, que me estaba follando por el culo, se traducían en que la polla del otro entrase más a fondo en mi garganta.
Lo mejor de todo, mi querido comentarista, es que tengo contigo la seguridad de que al menos hay una persona que lee mis textos, lo cual no es poco teniendo en cuenta sobre todo, tu gusto exquisito y tu dilatada experiencia como demoledor del ego, en este caso me refiero al tuyo; debe ser muy frustrante el esperar cada día a que yo publique algo, para de inmediato intentar demolerlo, pero no te preocupes, escribir no es difícil, yo te ayudo. Primero buscas un canuto y ayudándote en el, a ve si te sale tu primera letra, una O. Animo!, ya verás como después todo es mas fácil y te calificaré tu O como excelente.