
Empecé a frecuentar la ciudad y sus tabernas, me fui familiarizando con los lugares frecuentados por los maleantes. En las tabernas donde había putas, me hacía acompañar por alguna y en las que no, permanecía largas horas con alguna cerveza, pero en todas estaba con los oídos bien abiertos. No iba de uniforme, sino con ropas oscuras y con dos dagas en lugar de pistola y sable. Las putas intentaban llevarme a las habitaciones, pero como no me interesaba, lo único que les ofrecía era que me hiciesen una mamada allí mismo por unas monedas. No eran nada recatadas, por […]