o busco sino relatar el sentimiento romántico que termina desbocándose en dos jóvenes, por lo que si esperan morbo y sexo brutal de principio a fin, no les recmiendo el relato, pues saldrán decepcionad@s. Espero les guste. Gracias.
El colegio estaba prácticamente vacío a tan sólo minutos de haber sonado la campanilla. De entre el gentío que apresurado corría hacia la salida, una joven de unos 18 años caminaba en sentido contrario, dirigiéndose hacia dentro del lugar, con aspecto preocupado, apretujando sus cuadernos contra sus pechos, con su blonda cabellera dando saltos al ritmo de sus frenéticos movimientos, rebuscando con miradas rápidas en los pasillos del lugar donde sólo se presentaban vacíos a la vista.
Tras minutos de intensa búsqueda, sonrió cuando la encontró al final de uno de los tantos corredores del colegio.
Era su compañera y amiga, se encontraba en el suelo, con la espalda pegada en uno de los casilleros del lugar, y sus manos ocultando el rostro, con los cuadernos desparramados en el suelo.
-Ashley?… Estás bien? –preguntó al tiempo en que se arrodillaba frente a ella, intentando separar sus manos de su rostro.
Tras descubrir sus ojos sumidos en lágrimas, con sus ondulados y rojizos cabellos desbaratados en su rostro;
-Pero que te pasa?…
Apenas le respondió de entre sus sollozos, que el muchacho con la quien muy fascinada estaba, la había rechazado de manera brusca y vergonzosa.
Sienna, así se llama nuestra protagonista, la abrazó, no sin antes reprimirle que le había advertido que declararse a un muchacho era arriesgado y tonto.
La besó en su mejilla, sin importarle la inmensa cantidad de lágrimas que surcaban allí, ayudándola a levantarse.
Rumbeando entre los vacíos pasillos, ambas calladas y tomadas de los brazos, Sienna dejó caer bruscamente su mochila, haciendo que sus cuadernos se desparramen por el suelo, tirando las hojas sueltas por doquier.
Rápidamente Sienna los recogió, más su amiga Ashley se encontraba con un pedazo de papel que cayó cerca de ella, lo miraba fijamente;
-Que es esto?-preguntó aún con el rostro sollozante, mostrándole un enorme corazón dibujado, en el que estaban inscriptos tanto el nombre de una como la otra.
Sienna quedó ensimismada, su rostro adquirió un color rojo intenso, sus piernas flojearon y pareciera que se mareaba al verla sosteniendo un papel que expresaba los sentimientos tan íntimos de ella.
Su gusto, su amor hacia su mejor amiga estaba reflejado en un papel.
Con velocidad lo arrancó de sus manos, arrugándolo y lanzándolo a un basurero cercano;
-No es nada… –mintió, sin siquiera poder mirarla a los ojos
-Cómo no va a ser nada?! Pusiste nuestros nombres en un corazón!
Con la vergüenza invadiendo a Sienna, sus latidos haciéndose sentir fuertemente, se retiró a pasos apurados con la cabeza dándole vueltas.
Ashley consiguió atajarla por la mochila, trayéndola hacia sí;
-Es eso lo que sientes?… –Por un lado le extrañaba que una amiga de tantos años sentía aquello, más por otro, estaba bastante vulnerable por el reciente rechazo que había sufrido.
Antes de que Sienna pudiese reaccionar, al darse media vuelta para mirarla, su amiga ya acercaba sus labios a unirse junto a ella. La unión fue eléctrica, mil y una sensaciones brotando de su cuerpo tras el impacto de los labios. Aquellos celestiales segundos fueron prontamente terminados cuando Ashley volvió a retirar su boca.
Ahora era ella quien estaba sonrojada, aún así continuó;
– Por qué me lo ocultaste?
Presa del nerviosismo, atinó en responder;
-No pensaba arriesgar nuestra amist…
La volvió a besar de manera brusca, sorprendente. Sienna podía sentir las lágrimas de Ashley pegarse en su rostro. Los segundos pasaban, y una lengua ya atravesaba sin muchos inconvenientes los labios de una, jugando, liándose con la otra, mezclando los jugos salivales de ambas, con resonancias de succión que eran prodigiosos. Ashley sujetó su rostro con ambas manos, al tiempo en que la otra, presa de la calentura, envolvió con sus manos la cintura de ella, presionándola hacia sí, sintiendo sus juveniles pechos pegarse a los de ella, claro, separados por las finas telas de las camisas.
Ashley se volvió a retirar, totalmente confundida tras haberse lanzado, y dos veces. Con la cabeza gacha, se despidió fríamente, dirigiéndose rápidamente a la salida, dejándola a Sienna todavía parada, con la boca abierta y los ojos cerrados, totalmente sorprendida y por supuesto encantada de lo acontecido. Tras volver en sí, no tardó en recoger el resto de sus pertenencias, y volver para su casa, sin siquiera poder de dejar de pensar en Ashley tan sólo un segundo.
No sabía si llamarla o no, o como enfrentaría las clases el día siguiente, más aún así, sonreía dentro de ella, pues una fantasía tan acallada durante años había sido cumplida con aquel primer tierno beso, que bien pudo haber sido producto de la vulnerabilidad del rechazo, o de una sexualidad que pudiera estar aflorando en ella.
Al día siguiente, el clima estaba por lejos pésimo, las nubes negras atravesaban todo el cielo, los vientos eran fortísimos y se avecinaba una tormenta. La caminata rumbo al colegio fue poco amena, normalmente aprovecharía las condiciones del clima para faltar, más lo acontecido el día anterior la hizo reunir fuerzas.
Como era de esperar, pocos compañeros fueron, ya se notaba tras las ventanas del aula, el tremendo chaparrón que inundaba el jardín exterior del lugar.
Le extrañó que Ashley no viniese. Aprovechando el cambio de horario de profesores decidió escapar del aula, dirigiéndose al baño.
Allí se mojó el rostro, pensando si volver a su hogar era la más adecuado, puesto no había venido ella; su razón, su amor.
Su celular sonó, era un mensaje instantáneo, era Ashley!
Ella también estaba en el colegio, y tras avisarle que estaba en el baño, no tardó en toparse allí con Sienna.
Ni bien se vieron, se abrazaron, la pelirroja la besó en la mejilla, reconfortándola que no había olvidado el día anterior, es más, nunca lo olvidaría. Sienna por su parte, no pudo evitar derramar leves lágrimas, corriéndole sus rojizas mejillas, ante tan sensibles y decorosas palabras, provenientes de una voz tan delicada y angelical.
No pudo impedir culparse como es que lo había acallado tanto tiempo, tal vez por temor a no terminar una amistad de manera brusca, de no salir herida, de no echar por el suelo su dignidad. Pero ya no importaba, todo había acabado, estaba por fin con la joven de sus sueños, abrazándola con lágrimas de felicidad.
Uniendo fuertemente sus pequeños cuerpos, sumieron su amor en un largo beso, que se producía al tiempo que uno de los rayos de la tormenta afuera golpeaba con intensidad. El sonido de la lluvia afuera era intenso, más ellas dentro de aquel cálido baño, decidieron entrar en una de las puertas para consumar su amor.
Ashley quedó sentada sobre el inodoro, quitándose su camisa de colegiala, mostrando sus pequeños pechos que tenían una iluminación blanquecina por la luz reinante, abriendo sus piernas, recogiendo su falda, revelando sus muslos y blanca ropa interior, conjuntándose con una mirada hacia Sienna, una ojeada cargada de lujuria.
Por su parte, Sienna cayó arrodillada frente a ella, arrancándose también su camisa, sin importarle siquiera que algunos botones se desparramaran por el suelo. Ashley tuvo que bajar el rostro para alcanzarla y caer así en otro beso, mucho más ardiente, ya que las lenguas de ambas jugaban, succionando con la boca, recorriendo las cavidades bucales, mordiendo labios, con las manos de ambas atajando los rostros.
La arrodillada blonda, sin dejar de besarla mandó una mano hacia el sexo de su compañera, palpándola, sintiendo una leve humedad impregnarse en la ropa interior de Ashley, y por ende empapando su mano que tocaba sin pudor.
Los gemidos eran leves, la respiración de ambas eran entrecortadas producto de los toqueteos, si bien inexpertos, al menos calmaban el placer y éxtasis de sentir la lengua de su amiga invadiéndola mientras tocaba insistentemente el sexo de ella.
Recogió su mano, lamiendo sus dedos con un rostro dibujando un placer infinito, sonriendo pícaramente allí de rodillas, mirándola lascivamente mientras se mordía el dedo que estaba impregnado de jugos.
Habiéndose retirado las últimas prendas, Sienna dirigió su boca rumbo al fémino órgano de su amiga. Los sonidos de sus labios chupando superaban a los de la fuerte lluvia que acontecía afuera. Su lengua abriéndose camino entre los virginales labios, palpando los líquidos que la pelirroja derramaba a borbotones al tiempo en que Ashley mordía sus labios para no gritar del placer, pegando sus manos en las paredes del minúsculo baño.
Empujó luego con ambas manos el rostro de Sienna, como queriéndola meter mucho más hacia su sexo. La sensación de ser invadida por una jugosa lengua la ponía a mil revoluciones, su corazón latía fortísimo, el placer también.
Sienna se levantó, sentándose sobre los muslos de su amiga, volviéndose a unirse en un apasionado beso. La lengua de Sienna, impregnada de jugos de coño, danzando con la de su amiga, la llevaban a sentir la joven más dichosa. La saliva escapaba de las comisuras de los labios de sus bocas, atontadas de tanto amor, de tanto éxtasis. Alguna que otra vez Ashley se dirigía a chupar los lóbulos de la oreja, susurrándola que la amaba, la deseaba, la ansiaba ardientemente. Su amiga le correspondía con suaves y excitantes toqueteos al fémino órgano de ella, meciendo sus dedos entre sus vellos, sintiendo sus húmedos labios vaginales. Tras los intensos movimientos, jadeos, gemidos de placer, e incontables orgasmos acallados en besos, quedaron sumidas en un sentimental abrazo.
Permanecieron abrazadas así, desnudas, una sentada sobre la otra, acariciando sus juveniles cuerpos sin siquiera darse cuenta que alguien podría haber entrado allí en el baño. De todas maneras el colegio estaba con poca asistencia por la lluvia.
Por extraños motivos, ambas lloraban, tal vez de felicidad, de haber encontrado un alma gemela, que bien sabía regalar placer. Las lágrimas eran recogidas por las lenguas, consoladas con besos, y confortadas por palabras de cariño perpetuo.
Habiéndose vestido nuevamente, aunque bien Ashley tuvo que disimular su camisa sin unos cuantos botones, se dieron cuenta que habían pasado un par de horas y el colegio había suspendido las clases el resto del día. Se dirigieron felices, tomadas de las manos hacia la salida.
La lluvia era fortísima, no obstante poco les importó, tomadas siempre de las manos, bien las mujeres lo hacen sin esperar sorpresas o perjuicios, corriendo entre las gotas de aguas que transparentaban sus camisas. Más de una vez pararon, escondiéndose tras un árbol, tras un auto, donde sea, a fin de unir sus dulces labios en apasionantes muestras de afectos, sellándolos con salivosas lenguas y excitantes toqueteos a los senos de ambas, allí bajo las aguas de la lluvia. Una tarde que esperaban ambas nunca terminase. Pasaron toda la noche hablando por teléfono, sin siquiera dejar de pensar en el día siguiente, lo que harían y todo lo demás.
Planeaban dormir siempre en la casa de una, incontables noches de placer sucedían bajo las creíbles excusas de “estudiar más”. Allí pudo conocer al padre de Ashley, un viudo de más de 50 años, quien siempre la saludaba con sonrisas y bromas. Resulta que el padre andaba bien feliz, considerando que su hija al fin tenía una amiga permanente, con la quien no estuviese peleándose todo el tiempo. Es más, planeaba mudarse a otra ciudad, pero al ver que su hija la estaba pasando bien ( y vaya que sí) decidió permanecer en el lugar para alegría de ambas.
Las tantas noches en aquella habitación se encendían a mil sensaciones, con besos en sus desnudas pieles, bañadas de las leves luces del cuarto. Regodeándose bajo las sábanas de seda, pegando sus sudorosos cuerpos, donde las caricias se adentraban en sus sexos, palpándolos, meciéndolos, friccionando los dedos para sentir los chorreantes líquidos que surgían al tiempo en que las lenguas se entrelazaban, selladas con los húmedos labios de sus bocas, sintiendo los jadeos de una y la otra, la tibia respiración entrecortada por los gemidos de placer, moviendo sus cuerpos, restregándose mutuamente, con los pechos duros de ambas chocándose constantemente, sintiendo el roce de las rebeldes y punzantes aureolas.
Las palabras de amor eran pronunciadas en leves susurros, y ante vocablos tan sensibles, las lagrimas brotaban al tiempo en que sus bocas abiertas y jadeantes anunciaban un orgasmo que pensaban sólo en el nirvana podrían alcanzar. Resoplando y gimiendo al unísono en aquella lujuriosa habitación.
Las noches corrían y diversas posiciones eran probadas, con un libro que decidieron comprar tras un tiempo de ahorrar. Si bien la inexperiencia en el campo era obvia, las ganas, el amor y la calentura las hicieron experimentar nuevas posiciones en donde el placer hacía derramar jugos a borbotones, líquidos que no tardarían ser succionados tanto por una y la otra, para luego fundirse en apasionantes besuqueos donde los brebajes de ambas se mezclaban con sus salivas, produciendo hermosos y considerables retumbos de chupadas.
No había días en que una dejara de pensar en la otra, aquel amor que afloraba con el tiempo, se había convertido en una especie de droga.
Pero la felicidad que impregnaban en sus besos, manoseando sus sexos, chupando los pezones y articulando palabras de amor, nunca duraría, mucho menos en este mundo.
Habiendo pasado los días, el timbre en la casa de Ashley sonaba, quien fue a atender. Era Sienna, como siempre, quien al verla, se abalanzó chillando, abrazándola y besándola dulcemente en los labios.
Los ojos enormes de Ashley, asustados, apartándola bruscamente, hicieron a la blonda preguntar;
-Y eso porque?…
Ashley no pronunció palabras, solo esquinaba sus ojos hacia la sala. Sienna entró, observando al padre, parado y con los brazos cruzados, mirándolas con los ojos semiabiertos.
El color rojo en la cara de Sienna fue notable, más el silencio que reinaba en la casa era mucho peor. Ashley la tomó de los brazos y rumbearon afuera, preocupándose si en algún momento el padre ya estuviese sospechando.
Pasaban los días, y las sonrisas y bromas del padre se habían convertido en risas forzadas y miradas raras. La incomodidad era tremenda, más Ashley la tranquilizaba que aquello poco importaba, que ya era hora de pensar en la primera noche en que saldrían, y que incluso su padre se había ofrecido en llevarlas y traerlas, por lo que no pensara mal del hombre. Era un pub donde permitían menores, pues el control era estricto para los más jóvenes. Claro está, son mera propagandas bien tragadas por los padres. No tuvieron muchos inconvenientes en convencerlos de salir juntas esa vez.
Los días en el colegio pasaban rápidos, sentadas siempre juntas, apartadas del resto de sus compañeros. Nunca se las veía separadas, y más de una compañera habrá sospechado puesto que en los recesos no salían del baño. Nadie sabía que salían sonrientes por estar siempre intercambiando sus ropas interiores, mojadas de tantos toqueteos y caricias. Poco les importaba, se tenían a ellas, para sentir placer, llegar a los orgasmos más increíbles, para gozar como nunca podrían haberlo imaginado.
Había llegado la ansiada noche, Ashley se vistió de una pequeña falda negra, un top rojo, semejando con sus cabellos, calzándose unos tacos negros. Maquillándose tan delicadamente posible fuera, resaltando sus ojos y pómulos. Los labios parecían adquirir más carnosidad ante el labial rojo. Subió al auto de su padre, quien se dirigió a la casa de Sienna.
Allí la pelirroja la vio salir de la puerta del hogar, Sienna traía un corto vestido negro que intentaba dar la impresión de tener un gran escote. Sus torneados muslos regalaban mucho a la vista, brillando a la luz de la luna. Su maquillaje contrastaba con su rubia cabellera, venía sonriente. Se dirigía contoneando sus caderas al auto, saludando al padre, subiendo para ir al lugar.
-Miren preciosas –habló el señor mientras conducía- tienen mi número por cualquier cosa, si no pasa nada, las buscaré a eso de las 2 de la madrugada…
-Que!?-gritó Ashley- papá, es muy temprano!
-No lo es-sonrió- para ser la primera fiesta a la que van… no lo es.
No quedaron encantadas con la idea, pero tal vez tenía razón.
Bajaron frente al pub bailable, despidiéndose del señor, decidieron ir tomadas de las manos a formar la fila. Las miradas de los muchachos eran una constante, las palabrerías también. Bien supieron evitarlos hasta llegar por fin dentro.
Era tremendamente caluroso, apenas se podía mover de entre el gentío que danzaba en el oscuro lugar, que de vez en cuando centelleaban las potentes luces.
Ambas quedaron bailando juntas y con los cuerpos pegados, adhiriendo las manos en las nalgas, atrayéndose hacía sí, contoneándose al ritmo de la música, moviéndose para abajo, ciñendo sus caderas, subiendo nuevamente, sin siquiera dejarse de toqueteos intensos. Sus blancas ropas interiores brillaban a las luces de neón cuando se agachaban.
En cuestión de segundos sus encajes ya se sentían en extremo humedecidos, estaban ambas excitadas, con la calentura y el alcohol corriendo sus venas.
Se dejaron de bailes, poco tiempo les había dado el padre, por lo que sin más, se dirigieron a uno de los sofás apartados en las esquinas. Allí era más oscuro que el resto del lugar, apenas pudieron ubicarse de entre tanta gente sentada en los asientos allí, sembrando orgías de varias mujeres a un lado, y tres hombres y una joven al otro. Rodeadas de tantas muestras de placer y sexo, volvieron a los manoseos, caricias, arrancándose ambas la ropa interior, amasándolas dulcemente con sus delicadas manos al tiempo en que sus bocas no dejaban de darse muestras de constantes afectos. Las horas pasaron, ellas sin darse cuenta, de a poco el lugar se vaciaba, y las luces volvían, anunciando que la fiesta estaba terminando.
Ashley miró su reloj;
-Son las 3!
Sienna apenas podía levantar cabeza del alcohol;
-Mmmm…. mejor nos vamos….
-Pero mi pap….
Sienna selló su boca con unos dedos;
-No pasa nada, no quiero que me vea tan borracha… hip..
Ashley, cambió su rostro de preocupación a uno de sonrisas, le resultaba bastante gracioso verla así a su amiga. Se levantaron del sofá, despidiéndose entre risas de las tantas mujeres que allí continuaban con sus orgías.
Salieron apenas afuera, sintiendo una fuerte lluvia cayendo, Sienna la acorraló en la acera, rodeándola de abrazos y besuqueos;
-Te amo… –decía apenas con la lluvia bañándolas.
Ashley le devolvía con otros intensos manoseos en sus senos;
-Yo también… –respondió excitada- nunca me apartaré de ti! –expresaba mientras adentraba su lengua entre los labios de ella.
El sonido fuerte de una bocina las sacó del hermoso momento. Un auto, el del padre de Ashley, estaba en medio del camino. Obviamente se habían tardado más de lo normal, por lo que el padre de ésta ya salió a buscarlas.
Ambas quedaron boquiabiertas, mojadas por la lluvia y abrazadas. Bajó el padre, con el rostro de enojo tremendo, agarrando de bruces a su hija por el brazo, arrojando improperios a su amiga, quien aún no salía del trance de haber sido descubiertas.
La llevó al auto, mientras la pobre lloraba y pataleaba impotentemente. El hombre aseguró el auto a fin de no dejarla salir, dirigiéndose a Sienna;
-Conque eran más que amigas… me debí suponer que eras una puta lesbiana!
La tomó por el brazo, blandeándola tal muñeca de trapo;
-Pero es la última vez que la verás…
La soltó, dejándola caer de rodillas, siempre sorprendida, observando impotente el auto alejarse. Sienna empezaba a asimilar, y no tardó en llorar, sumida bajo la tormenta, abrazándose a sí misma, sus cabellos desbaratados por las aguas.
Sabía que nunca más la volvería a ver. Tal vez se mudarían a donde una vez el padre dijo irían.
Cogió un taxi para poder volver. Los días pasaban y no la encontraba ni en el colegio, ni en el ya vacío hogar de ella, en el que siempre venían camiones de mudanzas. Aquel mismo día en que pareciera haber perdido la esperanza, otra lluvia de aquellas se avecinaba. Recordándole sus primeros y últimos besos bajos las precipitaciones. Y mientras sollozaba desconsolada, mirando la lluvia en la ventana de su cuarto, se aseguró que nunca la olvidaría, que la buscaría hasta los confines de este impiadoso mundo, para rodearla de besos, caricias y palabras que ningún hombre podría ofrecer.
Una desdicha, de un amor tan incomprendido, rechazado por una ignorante sociedad, de una pasión objetada, tan enorme como hermosa, tan especial. Ella sabía que no era un simple enamoramiento, era mucho más que amor de jovencitas, mucho más.
Sólo un amor tan verdadero podría triunfar en semejantes adversidades, y por ende, sólo el tiempo y la esperanza lo dirán… y bien somos los últimos en perder la esperanza…
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