
A la mañana siguiente, me desperté sabiendo que era rey consorte porque la preciosa oriental que dormía a mi lado era la soberana de un pequeño pueblo. Aprovechando su descanso, hice un repaso a todo lo que me había ocurrido en los últimos meses, supe que una vez hubiese acabado mi misión acumularía tal poder que nadie en la historia podría rivalizar conmigo. El ser humano normal no sería consciente de ser mi súbdito pero no por ello dejaría de sentir en sus carnes mi autoridad. Siguiendo las directrices del plan del fallecido cardenal, mi prole gobernaría el mundo y […]
