
CAPÍTULO 5 No habían dado las ocho de la mañana, cuando escuché que se abría mi puerta y todavía somnoliento, observé a mi cuñada entrando con una bandeja con mi desayuno en mi cuarto. Haciéndome el dormido, cerré mis ojos creyendo que al verme roncando esa arpía volvería por donde había llegado, ya que, no me apetecía hablar con ella. Lo que no me esperaba fue que dejando la bandeja sobre la mesa, esa puta acercara una silla a la cama y se sentara en ella. ―¡Cómo te pareces a tu hermano!― susurró sin querer, tras lo cual, la oí […]