
Las malas lenguas siempre adjudican una moral un tanto relajada por no decir una fogosidad sin control a los que trabajamos en turismo pero por lo menos en mi caso, no es cierto. Llevo veinte años como director de hotel y solo en una ocasión me he enrollado con una clienta y si tomamos en cuenta que los hoteles que he dirigido tienen una media de doscientas habitaciones, durante un año son varios miles las mujeres que pasan por sus instalaciones. Eso sí, reconozco que una vez caí prendado de una de ellas cuando me creía inmune a sus encantos. […]