
Las esperé en mi cama, esa noche era nuestro estreno, habíamos compartido nuestros cuerpos pero sobre mi lecho íbamos a firmar el pacto de unión entre los tres. Patricia, el bellezón de treinta y dos años, que había sido la esposa de mi amigo Miguel, se iba a convertir en parte de nosotros, mediante el ritual ancestral de entregar su cuerpo y su alma plenamente. Debía de sincerarse, y decidir dejar su vida atrás, para convertirse en nuestra hembra. María, mi amante criada, a la cual le había hecho descubrir las delicias del sexo con solo dieciocho años, estaba de […]