
3 De madrugada, me despertó una presencia. Confieso que me aterró que fuera Rosa y que hubiese decidido que ya estaba preparada para entregarse a mí. Por eso, respiré y de qué manera cuando comprendí que era mi ahijada la que se había metido entre mis sábanas. Al saber que era la cría, dejé que se acomodara junto a mí y seguí durmiendo hasta que a la mañana siguiente finalmente abrí los ojos para descubrir a Rosa mirándonos embelesada. ―Que se haya cambiado de cama, demuestra lo mucho que te quiere― susurró luciendo una sonrisa de oreja a oreja. […]