
Las palabras y el empalme continuaban, las cuatro se veían y se escuchaban. Las cuatro beldades, Erika, Cristina, Gabriela y Evelyn se envidiaban como buenas féminas, competían, gozaban y se dejaban dar con todo, moviéndose frenéticamente al movimiento de sus enculadores. Ellos igual, se veían, competían, se sonreían, se extasiaban al verse y seguían a plenitud. La música electrónica interminable, repetible, contagiosa, rítmica se mezclaba con los gemidos, palabras entrecortadas, sudores, sonidos corporales, los glup, glup, plac, plac, hacían una esplendorosa sinfonía que no daba para acabar. En el mundo exterior, Esteban contactaba, negociaba, movía los hilos para dar con […]