
En el auto iban hechos un escándalo. Los tres ebrios iban atrás gritando tonterías y riendo a carcajadas por asuntos muy triviales. Ignacio parecía el maestro de ceremonias de aquella borrachera y cada cosa que se le ocurría hacia que Gina y Lucia se murieran de la risa. Rocío y yo solo sonreíamos de aquellas bobadas. Finalmente llegamos al departamento, bajamos a los tres del auto y a lucha los logramos subir al departamento. Rápidamente oculté las botellas de licores que teníamos ahí aunque no parecía tan necesario porque, apenas llegamos, Ignacio cayó rendido en el sofá y se quedo […]