
Al otro día, Evelyn me convocó a su oficina. ¿Se habría enterado de mis tratativas secretas con Luis? No, yo no podía ser tan paranoica: ¿acaso requerir mi presencia no era lo que hacía todos los días? Cuando entré en la oficina, fue como si me encontrara con la indecencia en su máxima expresión; parecía que nada había cambiado desde que me retirara de allí la tarde anterior. En realidad, lo único diferente era que Luciano se hallaba a cuatro patas sobre el escritorio de Evelyn; el resto de la escena era básicamente lo mismo: ella lo estaba penetrando por […]