
En el coche, me empezaron a surgir nervios al darme cuenta de lo poco acostumbrado que estaba a las citas. No en vano la única que había tenido en los últimos dos años había sido con Agda y el mérito había sido suyo ya que ella había llevado la voz cantante, pero en el caso de Sara y dado su carácter, la responsabilidad de cómo se desarrollaran las cosas iba a ser enteramente mía. «No puedo ni debo fallarla», me dije rememorando su cara de angustia cuando descubrió lo mucho que me deseaba tras permitir que Ua la masturbara […]