
Cinco años juntos y no la había mirado. Todo ese tiempo, Ana era un mobiliario mas de la oficina. Aunque entre nosotros había nacido una gran amistad, no podía verla como mujer. Mis amigos, mis clientes e incluso mis otros compañeros de trabajo alucinaban que no me fijara en sus piernas esculturales, que no babeara, como un niño al que le están saliendo los dientes, contemplando su cuerpo contoneándose mientras se acercaba a mi despacho. Siempre mi respuesta era la misma, “Es mi secretaria”. Por mucho que ensalzaban sus rotundos pechos, yo no tenía ojos para ellos, formaban parte del […]