
Hacía ya un par de horas que Jack había partido hacia su trabajo y, sin embargo, Laureen seguía casi en la misma posición en que él la había dejado al marcharse. Sentada sobre la cama y abrazada a sus piernas recogidas no dejaba de echar cada tanto inquietas miradas al androide que yacía a su lado. Tal como ella le había pedido, Jack había dejado el robot en off pero, viéndolo ahora, dudaba acerca de si no era peor el remedio que la enfermedad. El símil de Daniel Witt ya no respiraba; su formidable y hermoso pecho ya no le […]