
El alzhéimer es una mierda La voracidad de Ana nada tenía que envidiar a la de Irene. Si la enfermera era una hembra hambrienta de sexo, su gemela no le iba a la zaga. «Como no me invente algo que hacer o este fin de semana terminaré mas seco que el Sahara», medité mientras desayunaba al ver en el reloj que no habían dado las diez y que las hermanitas ya me habían ordeñado dos veces cada una. Por ello, me terminé el café y reuní a las dos. Las gemelas y les comuniqué que nos íbamos de compras. Pero […]