
Seguimos besándonos apasionadamente, frente a la cama, testigo de nuestro encuentro… y no sé cómo, pero abrí los ojos, y sin querer mire el reloj, ya era tarde, mi madre ya estaría por volver. – Tenemos que cambiarnos y arreglar esto… le dije. Anita al darse cuenta de la hora, se apresuró en pararse, luego se inclinó completamente, para recoger las sabanas, y el camisón que llevaba se deslizo, dejando nuevamente su gran trasero blanco ante mis ojos… aun meloso, con su ano rojito, me dieron ganas de volver clavármela… pero no había tiempo, mi madre llegaría en cualquier momento… […]