
1 Aquella lluviosa noche de principios de verano, volvía de un duro viaje de trabajo en el que las negociaciones con el cliente no habían sido todo lo productivas que se esperaba, pues mi jefa (aunque no era mi jefa directa, pues estaba cuatro peldaños por encima de mí en el organigrama de la empresa), mi divina y diabólica jefa, las había “saboteado” poniendo trabas a muchos puntos propuestos por el cliente y, que, en mi opinión, se podrían haber solventado con beneficios para los intereses de nuestro cliente y los de nuestra propia empresa. Pero la postura de mi […]