
Al principio Jack Reed avanzó sigilosamente por entre la floresta. Aun a pesar de moverse por entre un mundo paradisíaco, no podía evitar sentir una cierta inquietud cada vez que volvía a transitar por el mismo. Por mucho que quisiera hacerlo, costaba asimilar la idea de andar por un mundo en el cual no había otro hombre más que él. Apartó las hiedras y lianas que caían a su paso, casi siempre jalonadas por grandes coronas de flores que, en tonos blancos, amarillos o anaranjados, pendían desde lo alto cual si se tratase de una lluvia que caía desde un […]