
A medida que los niños fueron creciendo mi relación con ellos se fue convirtiendo en algo muy especial, sobre todo con José, el hijo de Rita, el niño de mis ojos, al que había visto nacer y cambiado pañales y con el que había convivido bajo el mismo techo prácticamente toda su vida. Al ser algo más joven que sus padres, los críos me veían como la “tía guay”, que no les riñe nunca (para eso ya estaban sus progenitores), con quien tienen confianza, a quien le pueden contar todo… en fin, que teníamos una complicidad especial. Con José aún […]