
-Adivina La cara de mi hermano era un poema. Sonreía enseñando todos los dientes, en una expresión de autosatisfacción que a mi particularmente me resultaba desagradable. -¿Y bien?- le pregunté impaciente -Rita ha cambiado de opinión. Este mismo fin de semana quedaremos. Eso no me lo esperaba. Parecía obvio que Rita había rehecho su vida y no tenía sentido que quisiera quedar con el capullo de mi hermano. Lo primero que pensé es si me podría acoplar a la cita. Me apetecía ver a Rita y podría preguntarle por Sofía. Luego pretextaría tener cosas que hacer y desaparecería dejándolos solos […]